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La mafia siciliana no encuentra jefe
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La mafia siciliana no encuentra jefe

La detención del nuevo jefe de Cosa Nostra ha frustrado su reorganización. Desde la muerte de Toto Riina, la mafia siciliana no atina con la elección de un nuevo líder

Foto: El ataúd con el cadáver de Toto Riina llega al cementerio de Corleone, en Italia. (Reuters)
El ataúd con el cadáver de Toto Riina llega al cementerio de Corleone, en Italia. (Reuters)

En 2017, Giuseppe Dainotti fue asesinado con un tiro en la sien en Palermo, cerca de la catedral de la ciudad siciliana. Dainotti acababa de salir de prisión tras dos décadas entre las rejas y la policía llegó a la conclusión de que era un homicidio al viejo estilo mafioso. Pero no se trataba de un asesinato cualquiera. Significaba la eliminación de un ‘capo’ de la vieja guardia, perteneciente al clan de los palermitanos, dinastía de alto rango y peso en la configuración jerárquica de Cosa Nostra. Y también la cronología de su muerte despertaba sospechas. Dainotti había sido asesinado un momento delicado para la organización siciliana, cuando Salvatore ‘Totò’ Riina, el ‘capo dei capi’ de la mafia, ya agonizaba en una cárcel de Parma, en el norte de Italia, donde finalmente moriría por enfermedad en noviembre de ese año.

La secuencia de los hechos que ocurrieron después ha puesto en estos días en relieve el asesinato de Dainotti. Porque, más allá de las razones que llevaron a la muerte del mafioso -el culpable nunca fue identificado-, su asesinato sacó a la luz una evidencia: en los últimos años, centenares de viejos padrinos de la mafia siciliana —300, según un cálculo conservador del periodista siciliano Salvo Palazzolo— han salido de la cárcel. Ese fue el primer dato que, hace más de un año, alarmó a los investigadores italianos.

El segundo fue la muerte de Riina. El viejo capo mafioso, aun sepultado en prisión, seguía siendo respetado y considerado como el verdadero jefe de la mafia siciliana. En cuanto fallecido, Cosa Nostra se quedó oficialmente sin jefe. “En referencia al liderazgo de la organización —advertía la Dirección de Investigación Antimafia (DIA) en uno de sus últimos informes bianuales— no parece atribuible a persona alguna, después de la muerte de Riina”.

El tercer elemento: aunque durante mucho tiempo Cosa Nostra había confiado en ‘regentes’, estos en muchas ocasiones no se habían mostrado a la altura. Y el último dato: los investigadores italianos empezaron a pensar que Matteo Messina Denaro, quien en algún momento llegó a ser considerado un posible jefe de la mafia, llevaba en realidad demasiado tiempo fugado para poder ejercer un poder real sobre los demás clanes.

placeholder La portada de L'Espresso sobre Messina Denaro.
La portada de L'Espresso sobre Messina Denaro.

“Messina Denaro es de Trapani, no de Palermo, y sin el control de la capital siciliana no puede aspirar a ser el gran capo. Además, en el pasado, se alió con la mafia feudal y bruta de Corleone, los de la violencia despiadada en los 80 y 90, cuando en las calles de Palermo se llegaron a acumular 300 muertos al año”, subraya a este diario un fiscal siciliano que, por su trabajo, todavía sale cada mañana de su casa con cuatro escoltas y un coche blindado. “Eso es algo que la mafia no quiere repetir”, añadía.

Con todo esto como base, saltaron las alarmas sobre la posibilidad de que Cosa Nostra estuviese buscando un nuevo jefe, para reestructurarse. Así fue que la policía y los fiscales sicilianos, curtidos en mil batallas contra el crimen organizado, empezaron a vigilar cada vez más de cerca los movimientos de los clanes sicilianos y a grabar sus conversaciones. Cosa Nostra no se amedrentó. Y, el 29 de mayo de este año, hizo algo que no hacía desde 1993, año del arresto de Riina: reunió a todos los capos de Palermo, en un encuentro en el que —fuera— también se encontraban representantes de los demás clanes de la isla.

El nuevo jefe

La reunión fue provechosa para la mafia, según la policía. Se eligió como nuevo jefe a Settimo Mineo, un joyero de 80 años, ya condenado en el pasado y considerado un buen negociador para administrar y mediar entre los clanes sicilianos. Y se restablecieron algunos viejos códigos, como la convocatoria de reuniones periódicas para elegir a nuevos ‘capos', resolver pleitos entre los clanes y sancionar a los que no cumplían con las reglas ‘de honor’ del grupo criminal.

El perfil discreto de Mineo, un hombre obsesionado con el secretismo que ni usaba teléfonos móviles y se movía a menudo a pie -y que cuando fue capturado en 1998 no soltó ni una palabra, razón por la que quizás se ganó la estima de Riina—, triunfó así entre los clanes sicilianos. Pronto, todos se pusieron manos a la obra. Mineo incluso solicitó un pasaporte para ir a Estados Unidos, pero le negaron el visado.

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El inconveniente fue que, en esta era de nanotecnologías y mensajes que se comparten en la inmediatez, no todos fueron precavidos. Eso fue lo que finalmente terminó por dar a la policía la prueba final: que Francesco Coletti, líder del territorio (‘mandamento’, en lenguaje mafioso) de Villabate, relevara por teléfono que la mafia se estaba reorganizando. Hablando con su conductor, el mafioso dijo con cierto orgullo que, durante la reunión de la cúpula, se había hecho “una cosa bella, muy seria, con bella gente y ancianos”.

De igual modo, Coletti también desveló una de las reglas que la organización había establecido. “Jamás te meterán en cosas que no te pertenecen, esa es la regla primera, porque nadie está autorizado a hablar en la casa de otros”, dijo, según las interceptaciones telefónicas. Y más aún. Coletti también describió el final de película del encuentro. “Nos levantamos, nos besamos y después nos fuimos. Pero no todos junto, sino de uno en uno”, afirmó el mafioso. Un intento de recuperar la antigua gloria, ahora que otra mafia, la Ndrangheta de Calabria, ha arrebatado a Cosa Nostra su fama de mafia más peligrosa y rica de Italia.

Michele Pennisi, obispo de Monreale, amenazado por la mafia y que le ha negado los funerales públicos a varios capos —incluyendo Riina—, lo dice claro. “Me parece evidente que el hecho de que tantas personas le dieran su pésame a la familia de Riina no es buena señal”, comentaba Pennisi, en una reciente conversación con El Confidencial.

placeholder Settimino Mineo (c), considerado nuevo jefe de Cosa Nostra, es escoltado por dos carabineros tras su arresto en Palermo. (EFE)
Settimino Mineo (c), considerado nuevo jefe de Cosa Nostra, es escoltado por dos carabineros tras su arresto en Palermo. (EFE)

Desde el año pasado, de hecho, los viejos capos excarcelados había empezado a recuperar sus "mandamenti" (la división en parcelas de la mafia), de este a oeste de Sicilia. Incluso habían intentado retomar los contactos con los narcos colombianos. Todo ello con la aquiescencia de la ‘Ndrangheta, puesto que, en el mercado del tráfico de drogas, “hay sitio para todos”, como explicaba otro fiscal. Tanto es así que la DIA lo había previsto: que se regresase a un gran capo a cargo de toda la organización siciliana, para hacerla menos compartimentada, y con los palermitanos en primera línea. “Es un momento de decisiones”, puntualizaba, hace meses, la organización.

El objetivo era hacer mafia por los motivos de siempre: el tráfico de drogas, las extorsiones, y las infiltraciones en los contratos públicos de infraestructuras y servicios.

La detención de Mineo esta semana —junto con otros 45 miembros de la organización— ha sido la evidencia de ese intento criminal de la mafia siciliana. Que finalmente no haya triunfado ha evitado otro homicidio: el de un integrante de la familia de Villabate que había realizado robos y extorsiones sin tener el permiso de la cúpula. Por él, la policía decidió actuar rápido y detener a toda la banda.

Con ello, ahora la incógnita es si la mafia siciliana persevará en su búsqueda de un nuevo jefe, o se resignará en ser una organización criminal tentacular —como ya lo es la Camorra—, dividida en varios clanes con más cabecillas a la cabeza, y sin una clara y única coordinación.

En 2017, Giuseppe Dainotti fue asesinado con un tiro en la sien en Palermo, cerca de la catedral de la ciudad siciliana. Dainotti acababa de salir de prisión tras dos décadas entre las rejas y la policía llegó a la conclusión de que era un homicidio al viejo estilo mafioso. Pero no se trataba de un asesinato cualquiera. Significaba la eliminación de un ‘capo’ de la vieja guardia, perteneciente al clan de los palermitanos, dinastía de alto rango y peso en la configuración jerárquica de Cosa Nostra. Y también la cronología de su muerte despertaba sospechas. Dainotti había sido asesinado un momento delicado para la organización siciliana, cuando Salvatore ‘Totò’ Riina, el ‘capo dei capi’ de la mafia, ya agonizaba en una cárcel de Parma, en el norte de Italia, donde finalmente moriría por enfermedad en noviembre de ese año.

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