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Un militar marroquí exiliado en Francia lleva a Rabat y París al borde de la crisis
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Molestos por las acciones francesas

Un militar marroquí exiliado en Francia lleva a Rabat y París al borde de la crisis

El excapitán Mustafá Adib ha logrado que los principales periodistas al servicio de la casa real marroquí sean llamados por la justicia francesa por una campaña de descrédito contra él

Foto: El presidente francés Emmanuel Macron recibe al rey Mohamed VI de Marruecos en el Palacio del Elíseo, el 10 de abril de 2018. (Reuters)
El presidente francés Emmanuel Macron recibe al rey Mohamed VI de Marruecos en el Palacio del Elíseo, el 10 de abril de 2018. (Reuters)

Las plumas más conocidas de la prensa escrita de Marruecos, aquellos periodistas o escritores que adulan en sus columnas en francés a la monarquía y omiten abordar los asuntos delicados nunca se habrían imaginado que podrían tener que rendir cuentas ante un tribunal por sus escritos. Cierto es que la jueza instructora que podría acabar sentándoles en el banquillo por difamación no es marroquí, sino francesa, y está en París.

Aida Traoré, vicepresidenta de los jueces de instrucción del Tribunal Superior de París, ha convocado, el 8 de octubre, a al menos una decena de periodistas marroquíes para interrogarles por sus artículos que pueden contener, según ella, “expresiones ofensivas, términos despectivos o invectivas hacia el excapitán de las Fuerzas Armadas Reales [de Marruecos] Mustafá Adib”, de 50 años.

Foto: Kaoutar Fal, durante su comparecencia en el Parlamento Europeo.

Entre los convocados figura también el socialista Habib el Malki, presidente de la cámara baja del Parlamento marroquí, que años atrás fue director de “Libération”, el órgano de su partido. La jueza también quiso interrogar al exprimer ministro, Abdelilá Benkiran, pero la policía judicial marroquí alegó que no podía entregar la convocatoria porque desconocía donde vivía, según fuentes conocedoras de la instrucción.

La iniciativa de la magistrada Traoré ha provocado algunas tensiones, por ahora leves, entre las autoridades francesas y las marroquíes. Se añaden al malestar que suscitó en Rabat la audiencia que el presidente Emmanuel Macron concedió, el 11 de agosto en su residencia de verano en Fort de Bregançon, a Béatrice Gallay, la madre de Thierry Gallay, un terrorista francés encarcelado desde hace 31 meses en Salé, cerca de Rabat. La mujer quiere ante todo que su hijo pueda seguir cumpliendo su condena en una prisión de Francia tal y como prevé un convenio bilateral. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, tenía previsto viajar hoy lunes a Rabat para intentar apaciguar los ánimos, pero ayer aplazo su visita.

placeholder El militar marroquí Mustafa Adib, en su exilio parisino
El militar marroquí Mustafa Adib, en su exilio parisino

La historia del último tropiezo franco-marroquí empezó el 18 de junio de 2014. Ese día el expiloto de la Fuerza Aérea, Mustafá Adib, exiliado en París, logró colarse en el Val-de-Grâce, el hospital militar parisino en el que estaba ingresado el general Abdelaziz Bennani, comandante en jefe de la zona sur (Sáhara Occidental) y, en la práctica, la más alta autoridad castrense de Marruecos. Acudió con una orquídea podrida y una carta en árabe en la que tachaba al enfermo de “criminal”, responsable del asesinato de miles de inocentes. No entró en la habitación del general, pero como muestra un vídeo que el mismo grabó, departió brevemente en la puerta con la nuera del militar encamado.

Adib está resentido. Denunció el tráfico de combustible por parte de algunos oficiales en el escuadrón al que pertenecía. Estos fueron sancionados, pero por contar a la prensa su hallazgo, fue juzgado y condenado a cinco años por un tribunal militar que también le expulsó de las Fuerzas Armadas. Cuando fue excarcelado, huyó a Francia.

Calumnias y falsedades

Su irrupción en el hospital suscitó una airada protesta marroquí y varias querellas en Francia contra Adib, que nunca fue condenado. El entonces embajador de Francia en Rabat, Charles Fries, fue convocado no por el ministro de Exteriores sino por Yassin Mansouri, el jefe del servicio secreto exterior (DGED). Le propinó un buen tirón de orejas al trasladarle “el gran descontento del Reino de Marruecos” por “la cobarde agresión moral de la que fue víctima el general (…) en su habitación del hospital”. El excapitán no llegó a entrar en la habitación del enfermo y ni siquiera trató de hacerlo, según varios testimonios.

Los columnistas marroquíes también arremetieron al unísono contra Mustafa Adib. Una periodista escribió que su actuación era “asemejable a la barbarie”, otro sostuvo que había preferido “insultos contra los hijos y la mujer del general”, algo manifiestamente falso, y también le tacharon de “pequeña mierda” ambulante. El excapitán empezó entonces a preparar sus querellas contra la decena de presuntos difamadores, que han tardado cuatro años en ser convocados.

placeholder Béatrice Gallay, madre de Thomas Gallay, francés condenado por terrorismo en Marruecos y encarcelado en Salé, protesta el 11 de agosto ante Fort Bregançon, la residencia de verano del presidente Macron, que accedió a recibirla.
Béatrice Gallay, madre de Thomas Gallay, francés condenado por terrorismo en Marruecos y encarcelado en Salé, protesta el 11 de agosto ante Fort Bregançon, la residencia de verano del presidente Macron, que accedió a recibirla.

Dos de ellos, Naim Kamal y Narjis Rerhaye, publicaron un comunicado conjunto en el que manifiestan su “profunda sorpresa” por la convocatoria por parte de una Justicia francesa “que no está concernida” por este asunto porque ellos escribieron en Marruecos para lectores marroquíes. La citación judicial no tiene además en cuenta, recalcan, la “soberanía de Marruecos”. La prensa oficialista marroquí emplea argumentos similares. “Le 360”, el más entregado a palacio de los diarios digitales, se inventó incluso durante unas horas que la titular de Justicia francesa, Nicole Belloubet, se había disculpado ante Rabat por la actuación de la jueza. La portavoz de la ministra se encargó de desmentirlo, según el periódico “Le Desk”.

El episodio de este verano recuerda lo sucedido en febrero de 2014, cuando otra jueza francesa intentó convocar a Abdellatif Hamouchi, el máximo responsable policial marroquí, que se encontraba en París. Tres exiliados en Francia le habían denunciado por torturas. Hammouchi salió corriendo de Francia sin declarar, pero aun así estalló entonces una crisis franco-marroquí que se alargó once meses. Quedó resuelta cuando la ministra de Justicia francesa aceptó modificar una convención bilateral con Marruecos para que sus tribunales sean competentes, y no los franceses, cuando se trata de investigar y juzgar a marroquíes por delitos cometidos en su propio país. Los periodistas convocados ahora invocan también esta convención retocada para alegar que la magistrada Traoré no es competente.

Foto: Un militar marroquí se cuadra ante el rey Mohamed Vi el pasado 31 de julio. (MAP)

El expresidente del Gobierno, José María Aznar, fue también difamado, en septiembre 2008, por otra publicación marroquí de las más oficialistas, “L’Observateur du Maroc”, dirigida por Ahmed Charai. Le atribuyó la paternidad de la hija que esperaba entonces la ministra de Justicia francesa, Rachida Dati, cuyo padre ha resultado ser el acaudalado empresario Dominique Desseigne.

A pesar de que el artículo periodístico con la falsa exclusiva estaba escrito en francés, Aznar logró que un juzgado madrileño se declarase competente y Charai fue condenado en 2011 a indemnizarle con 90.000 euros y publicar la sentencia en varios medios de comunicación. Tres años después, Charai apareció en los cables develados por el llamado “Wikileaks” marroquí como un estrecho colaborador del servicio secreto exterior marroquí.

Las plumas más conocidas de la prensa escrita de Marruecos, aquellos periodistas o escritores que adulan en sus columnas en francés a la monarquía y omiten abordar los asuntos delicados nunca se habrían imaginado que podrían tener que rendir cuentas ante un tribunal por sus escritos. Cierto es que la jueza instructora que podría acabar sentándoles en el banquillo por difamación no es marroquí, sino francesa, y está en París.

Rey Mohamed VI Emmanuel Macron
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