¿Vivirías en una mansión en forma de avión? La ciudad de las villas excéntricas del Líbano
Miziara es una localidad de mayoría cristiana en el norte del país, donde los nuevos ricos de la diáspora compiten por fabricarse la casa más espectacular y, a menudo, la más extravagante
En el Líbano, el sentimiento de patria lo inventaron los más de 12 millones de sus ciudadanos que hay repartidos por el mundo. El país tiene la peculiaridad de que su diáspora triplica el número de habitantes con los que cuenta el propio territorio nacional. El libanés lleva en su ADN ese espíritu emprendedor, comerciante que heredó de sus antepasados milenarios, los cananeos y los fenicios. También es sabido que los libaneses se caracteriza por ser fanfarrones y excéntricos hasta rayar en el mal gusto. Por eso, la localidad de Miziara, en el norte del país, resume a la perfección la idiosincrasia del pueblo libanés. A unos 800 metros sobre el nivel del mar, en la última colina, se asienta este genuino pueblo cristiano de mansiones surrealistas con forma de Airbus, de pirámide egipcia, de templo griego, o de castillo de Disney, que han sido construidos con el dinero de los prósperos negocios de los expatriados libaneses en Nigeria.
Hace doscientos años, esta excéntrica aldea no lucía así. Era apenas un modesto pueblo cristiano de canteros que no contaba con infraestructuras básicas como canalización de agua, el alumbrado o carreteras. Pero el hambre, la desolación y las sangrientas guerras, -la primera, entre cristianos y drusos entre 1840 y 1860; la Primera Guerra Mundial (1914-18), que acabó con el Imperio Otomano; y la guerra civil libanesa de 1975 a 1990-, empujaron a muchos libaneses a emigrar a otras partes del mundo. Y Miziara simboliza este éxodo. La población total no suma más de 4.500 habitantes, pero entre Brasil, Nigeria y Australia hay entre 20.000 y 25.000 libaneses originarios de este lugar, y todos tienen la casa familiar en este pueblecito libanes, aunque solo lo visiten dos veces al año.
“Esta tierra yerma y rocosa nos obligó a marcharnos. Y en venganza, ahora estamos construyendo nuestras lujosas villas con la roca de estas mismas montañas que nos echaron”, explica con pasión el historiador Fahid Al Basha, que vivió en Nigeria de 1975 a 1982. “Hemos pasado de ser un pueblo de peones a ser un pueblo de millonarios”.
En 1860 llegó el primer emigrante libanés a Nigeria que era, por supuesto, de Miziara, al que después siguieron cientos más. También emigraron a Brasil. “Ahora, la situación en Nigeria no es la misma, hay crisis económica así que las nuevas generaciones se están yendo a Australia y Estados Unidos”, puntualiza Al Basha. Todo lo que hay construido en este pueblo, desde las vías de circulación, aceras, alumbrado, fuentes y parques ha sido pagado por las generosas donaciones de sus habitantes.
Uno de los vecinos más desprendidos es el multimillonario Elias Daboul, que hizo su fortuna con el sector del petróleo en Lagos. Es, además, el dueño de la mansión más lujosa y grande de todo Miziara: un palacio de 2.000 metros cuadrados con 30 habitaciones, una piscina, una cúpula, estatuas, suelo de mármol, puertas talladas en madera y techos con estuco. Pero aquí abundan las viviendas espectaculares. Caminar por las desérticas avenidas de Abuya, Nigeria y Lagos, o por el Bulevar Gibert Chagoury, el hijo predilecto de Miziara, le traslada a uno al lujoso barrio de Beverly Hills, en los Ángeles, con megamansiones a cada cual más ostentosa, como si estuvieran haciéndose la competencia entre vecinos.
Vivir en un Airbus A380
Sin duda, el puesto número 1 del ranking de edificaciones extravagantes se lo lleva la villa de Michel Sleiman, una réplica del avión de pasajeros más grande del mundo, el Airbus A380, de dos plantas, 30 ventanillas a cada lado y sus alas que sirven balcón, dos reactores y en la cola del avión el detalle de una estatua de la virgen María, dentro de una hornacina circular.
A diferencia de otros nuevos ricos, Sleiman no oculta su pasado humilde. Proviene de una familia modesta de padre obrero que le enseñó a trabajar para cumplir sus sueños. Vestido con camiseta roída y pantalones cortos nos recibe en su mansión de fábula. “Estamos arreglando la fachada. Por las lluvias ha perdido bastante el color y la estamos pintando”, se excusa ante esta periodista.
“Desde pequeño soñé con tener una casa con forma de avión. Me fascinaba ver volar los aviones. Me marché por primera vez a Nigeria en 1988, y con lo que ahorre decidí comprar el terreno, donde he construido mi hogar", explica. "Siempre quise hacer algo diferente, algo por lo que la gente me recordara. Así que diseñe el avión y cada verano desde 1990 hasta 2003 fui construyendo mi casa, gracias a lo que me enseñó mi padre”, relata.
Con su conocimiento en albañilería, electricista y ebanistería, Sleiman fue poco a poco dándole forma a su excéntrico proyecto, que se ha convertido en una atracción turística. “Todos los años viene a visitar miles de curiosos en coches o autobuses a ver la villa con forma de avión”, señala. El interior de la vivienda no desmerece con el exterior. Sleiman ha diseñado las puertas metálicas con anclajes que giran hacia los lados para abrirse como las de un avión.
Dentro de la pirámide
Otra de las mansiones que se han convertido en icono de Miziara es la vivienda de Raymond Chaghoury. Con sólo 14 se marcho a Nigeria a buscar trabajo. Cuando ya había amasado una fortuna suficientemente gruesa, en 1997 decidió fundar su hogar en Miziara y a pesar de la resistencia de su mujer a su “locura” de proyecto, mandó construir una mansión en forma de pirámide egipcia, con todo lujo de detalles, incluyendo un fresco del busto de Nefertiti en una de las paredes inclinadas de la “cámara real”. Chaghoury reconoce que ahora no podría haberlo hecho: “Aquí no puedes adquirir una propiedad por menos de 2 millones de dólares".
Este nuevo rico libanés ha vivido la tragedia de perder a su primógenito en un accidente. En el jardín de la mansión hay una escultura a tamaño real de su hijo con Reina, su perra bulldozer enana que no para de echar babas. Para Chaghoury, el error que cometen muchos cabeza de familia de Miziara es estar 15 o 20 años fuera de casa, en Nigeria o Australia, viniendo de tanto en tanto y sin ver a sus hijos crecer. “Tengo otros seis hijos más y nunca me separaré de ellos”, asiente con voz afligida.
Como cualquier pueblo libanés, Miziara tiene a sus héroes y sus mártires. Uno de los orgullos de esta aldea cristiana es Monseñor Yacub Saliba, que fundó la primera escuela de árabe en toda Latinoamérica, en Brasil en 1920. Por el contrario, en lo alto de una pequeña colina, una enorme foto con el retrato sonriente de una joven cuelga de la fachada de la mansión de la familia Chidiac, una de las más ricas de Miziara. Raya, de 26 años, fue violada y brutalmente asesinada, presuntamente, por un sirio que cuidaba desde hacia tres años la villa de esta reputada y adinerada familia.
La monumental villa esta rodeada por una balaustrada con estatuas de cariátides y unas escaleras de mármol que bajan a la carretera. Enfrente están los cimiento de lo que será una iglesia en honor a Raya. Desde el trágico suceso, ocurrido en octubre de 2017, todos los sirios refugiados que vivían en este pueblecito cristiano fueron expulsados a la fuerza. A los pocos que han regresado a trabajar se les impone el toque de queda y a partir de las cuatro de la tarde tienen que abandonar Miziara, donde los nuevos ricos se quedan a solas con sus extravagancias arquitectónicas.
En el Líbano, el sentimiento de patria lo inventaron los más de 12 millones de sus ciudadanos que hay repartidos por el mundo. El país tiene la peculiaridad de que su diáspora triplica el número de habitantes con los que cuenta el propio territorio nacional. El libanés lleva en su ADN ese espíritu emprendedor, comerciante que heredó de sus antepasados milenarios, los cananeos y los fenicios. También es sabido que los libaneses se caracteriza por ser fanfarrones y excéntricos hasta rayar en el mal gusto. Por eso, la localidad de Miziara, en el norte del país, resume a la perfección la idiosincrasia del pueblo libanés. A unos 800 metros sobre el nivel del mar, en la última colina, se asienta este genuino pueblo cristiano de mansiones surrealistas con forma de Airbus, de pirámide egipcia, de templo griego, o de castillo de Disney, que han sido construidos con el dinero de los prósperos negocios de los expatriados libaneses en Nigeria.
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