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La capitalista Hong Kong, el último reducto del maoísmo en China
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La capitalista Hong Kong, el último reducto del maoísmo en China

Pekín ve con malos ojos el culto a la figura de Mao Zedong para evitar comparaciones con el liderazgo actual, por lo que la ex colonia es el único lugar donde es aún posible gracias a su libertad relativa

Foto: Un retrato de Mao Zedong en la vitrina de una librería de Hong Kong, en 2012. (Reuters)
Un retrato de Mao Zedong en la vitrina de una librería de Hong Kong, en 2012. (Reuters)

A primera vista, los espigados rascacielos y refulgentes neones de Hong Kong no parecen el lugar apropiado para que un maoísta de corazón de rienda suelta a sus añoranzas y reivindicaciones. Pero, paradojas de la vida, este baluarte asiático del ultracapitalismo más feroz se ha convertido con los años en el único lugar de toda China donde se permite a los partidarios más acérrimos de la causa de Mao Zedong clamar en público su rechazo a la economía de mercado y congregarse para tratar de mantener viva la llama de la revolución comunista.

La última de estas expresiones públicas tuvo lugar a mediados de mayo, cuando alrededor de un centenar de nostálgicos ataviados con camiseta roja y la icónica gorra con la estrella de cinco puntas cruzaron la frontera que separa a esta ciudad del resto de China para conmemorar el 52 aniversario del inicio de la Revolución Cultural.

Foto: Un vendedor callejero muestra un souvenir con las fotos de Xi Jinping y Mao Zedong en la plaza de Tiananmen de Pekín, en noviembre de 2013. (Reuters)

El acto, organizado por la Sociedad del Pensamiento de Mao Zedong de Hong Kong, discurrió bajo la más absoluta indiferencia de los locales. Aún así, su mera celebración ya era algo reseñable. "Esta marcha está aprobada y protegida por la policía hongkonesa. Sería imposible pensar en hacer lo mismo en la China continental", aseguró Chen Hongtao, uno de los participantes que desfilaron retrato del Gran Timonel en ristre, al diario local South China Morning Post. "Algunos camaradas del continente no han podido venir debido a todo tipo de presiones y restricciones. Una situación peculiar para un país que dice ser una nación socialista gobernada por el Partido Comunista chino (PCCh)", añadió con sorna.

Pese a que han pasado más de cuatro décadas desde su muerte en 1976, la figura de Mao y su legado sigue siendo un asunto muy presente en la China moderna. Cada día, millones de sus ciudadanos lo pueden ver entrando o saliendo de sus bolsillos impreso en los billetes de banco mientras que su rostro preside la entrada a la Ciudad Prohibida, centro físico y emocional de la capital del país.

placeholder Un manifestante enarbola una copia del Libro Rojo de Mao durante una protesta frente a un centro comercial en Hong Kong, en marzo de 2014. (Reuters)
Un manifestante enarbola una copia del Libro Rojo de Mao durante una protesta frente a un centro comercial en Hong Kong, en marzo de 2014. (Reuters)

Y no solo eso. Desde que Xi Jinping llegó a la presidencia en 2013, muchos analistas apuntan que asumió parte del discurso y la estética ligada al Gran Timonel. "Su campaña contra la corrupción y la reivindicación de la frugalidad para las clases dirigentes, las confesiones públicas o el uso de la autocrítica contra los disidentes o la revitalización de las células del Partido para asegurar el cierre de filas y la lealtad de los suyos son algunos de esos guiños a un neomaoísmo que vive un momento de repunte", aseguró a este diario Daniel Vukovich, especialista en China de la Universidad de Hong Kong.

A esto, añade el académico, se suma la acumulación ininterrumpida de cargos por parte de Xi (que además de presidente, es secretario general del PCCh, presidente de la Comisión Militar Central, Comandante en Jefe, presidente de los principales grupos de reforma y núcleo del Partido) y la reciente eliminación del límite de dos mandatos presidenciales, hechos que han ido de la mano de un palpable resurgir del culto a la personalidad de Xi y su liderazgo "que recuerdan al de la era de Mao".

"Aciertos y errores" de Mao

Nacido en 1893, Mao Zedong fue uno de los fundadores del PCCh en 1921, agrupación a la que lideró contra los ocupantes japoneses y contra las fuerzas del Partido Nacionalista de Chiang Kai Chek. Con su triunfo sobre estos últimos en 1949, llegó la fundación de la República Popular de China, que ponía fin a décadas de gobiernos débiles e inestables que habían sido avasallados por las potencias coloniales.

Pero con sus sueños de crear un paraíso comunista en la tierra también llegaron los excesos, que provocaron grandes transtornos y sufrimiento entre la población. El primero de ellos fue el Gran Salto Adelante, una campaña con la que pretendió industrializar a todo trapo un país eminemente rural. El desbarajuste provocado por esa colectivización forzosa e irracional de la tierra y la fijación de objetivos inalcanzables generaron una hambruna épica que llevó a la muerte de hasta 45 millones de personas, según estudios como el de Frank Dikötter, autor de uno de los libros más recientes y minuciosos sobre el tema. Años más tarde, en 1966, llegó la Revolución Cultural, una década de purgas a nivel nacional que causaron entre medio millón y dos millones de muertos y destruyó gran parte del patriomonio cultural. Estos errores, cuyos efectos todavía persisten en la psique nacional, son admitidos en parte por la narrativa oficial, que mantiene que Mao "acertó en un 70% y se equivocó en un 30%".

Pero a pesar de sus desmanes, la apuesta china por un capitalismo salvaje que ha generado enormes desigualdades sociales ha dejado el terreno abonado para la añoranza de la era de Mao (sobre todo en zonas rurales), un tiempo de elevados ideales en los que la corrupción no era tan llamativa ni existían grandes diferencias entre la pobreza generalizada.

placeholder Vista general de Hong Kong desde lo alto del Pico, en septiembre de 2014. (Reuters)
Vista general de Hong Kong desde lo alto del Pico, en septiembre de 2014. (Reuters)

"La nostalgia campesina de la era comunista responde a su descontento por la actual situación, en la que la economía ha crecido rápidamente pero no ha mejorado la vida en el campo", señaló hace unos meses el diario Global Times, portavoz de las posturas más ortodoxas del PCCh. Más contundentes semostraron otros como el columnista y pensador izquierdista Sima Nam, quien recientemente aseguró que "si Mao estuviera aún vivo, la gente no cometería los actuales errores", en referencia a la corrupción, las diferencias campo-ciudad o la falta de seguridad social.

Por eso, aunque el Gobierno de Xi no permite que se ataque públicamente a Mao, tampoco ven con buenos ojos la idolatrización de su figura ni las críticas al actual sistema de sus seguidores más extremos. Ese distanciamiento quedó más que patente hace dos años, cuando las autoridades pasaron de puntillas sobre la conmemoración de los 40 años de su fallecimiento o con sus intentos en los últimos años por evitar que miles de personas se congreguen en su localidad natal, Shaoshan, para celebrar su cumpleaños.

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Tampoco se han librado de reprimenda los órganos de propaganda de la facción más izquierdista. Hace unos días, la web hongkonesa China Media Project apuntaba la posibilidad de que Utopia, la web que defiende que "nuestra única creencia firme es el pensamiento de Mao Zedong", pudiera ser clausurada de forma indefinida. Entre los diferentes motivos que podrían estar detrás de esta decisión se barajan la necesidad de mantener la posición central del discurso ideológico de Xi -cuyo mandato se ha caracteriado por silenciar cualquier voz que disienta mínimamente con su autoridad- o el intento de neutralizar cualquier posible crítica a las concesiones que quizás haga Pekín durante sus negociaciones con Washington para tratar de evitar una guerra comercial.

Sobre el futuro, Vukovich reconoce que no sabe qué será lo siguiente tras la era Xi Jinping, aunque tanto él como la mayoría de los analistas consideran harto improbable un retorno al maoismo más puro por parte de una sociedad cuya calidad de vida ha mejorado en líneas generales gracias a las reformas y que no desea revivir el caos y los estragos de capítulos pretéritos. "Es cierto que algunos se han hecho escandalósamente ricos y que hay corrupción. Pero también lo es que millones de personas, muchas del medio rural, han podido aprovechar el nuevo sistema para mejorar sus vidas, y por eso no van a querer cambiar", concluyó. A los nostálgicos del Mao más radical, por ahora, les queda Hong Kong.

A primera vista, los espigados rascacielos y refulgentes neones de Hong Kong no parecen el lugar apropiado para que un maoísta de corazón de rienda suelta a sus añoranzas y reivindicaciones. Pero, paradojas de la vida, este baluarte asiático del ultracapitalismo más feroz se ha convertido con los años en el único lugar de toda China donde se permite a los partidarios más acérrimos de la causa de Mao Zedong clamar en público su rechazo a la economía de mercado y congregarse para tratar de mantener viva la llama de la revolución comunista.

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