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Un caso de abusos y veinte años de silencio: por qué China teme al movimiento #MeToo
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un oscuro episodio en la universidad de pekín

Un caso de abusos y veinte años de silencio: por qué China teme al movimiento #MeToo

El suicidio de una joven en 1996 tras el abuso de un profesor fue ignorado por las autoridades. Hoy, excompañeros y estudiantes piden explicaciones y el Gobierno no sabe bien cómo manejarlo

Foto: Personal de seguridad monta guardia en la entrada de la Universidad de Pekín, el 26 de abril de 2018. (EFE)
Personal de seguridad monta guardia en la entrada de la Universidad de Pekín, el 26 de abril de 2018. (EFE)

Un caso de abusos sexuales oculto durante más de veinte años se ha convertido en la punta de lanza del movimiento ‘#MeToo’ ('yo también') en China, y está forzando a las autoridades del país a reflexionar sobre cómo afrontar este tipo de debates sociales. Distintos estudiantes de la universidad de Pekín y antiguos compañeros de clase de la presunta víctima han protagonizado una campaña demandando a la institución que revele los detalles de un episodio de supuestos abusos sexuales que se remonta a 1996.

Gao Yan, una estudiante de la universidad, decidió quitarse la vida después de confesar que uno de sus profesores de literatura, Shen Yang, había abusado de ella. Sin embargo, Shen negó las acusaciones y la posterior investigación oficial acusaba a Gao de forzar a su profesor a tener relaciones sexuales con ella, a causa de “problemas mentales” de la estudiante, recogían distintos medios locales. “Después de los abusos, Shen difundió rumores sobre que Gao sufría una enfermedad mental. Gao se suicidó al sentirse humillada”, explicaba una excompañera de clase de Gao, Li Youyou, en un texto publicado en su blog personal, y recogido por la televisión estatal CGTN.

Las autoridades han tenido dificultades para dar una respuesta coherente ante el caso y la polémica que ha generado. Por una parte, la Universidad de Nanjing, donde actualmente Shen da clases, ha suspendido al profesor y ha expresado su deseo de que Shen Yang “dimita” de manera voluntaria.

Foto: Un agente de seguridad en el Gran Salón del Pueblo, en Pekín, el 18 de octubre de 2017. (Reuters)

Pero otras personas involucradas en las acusaciones han tenido que enfrentarse a ataques oficiales y censura. Yue Xin, una estudiante del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Pekín que el pasado 23 de abril solicitó de manera oficial que la universidad revele los detalles de la investigación, explicó en su blog personal que había recibido presiones para que dejara de hablar del caso.

“Mi tutor personal se presentó a la 1:00 de la mañana en mi dormitorio junto a mi madre, pidiendo que borrara todos los datos relacionados con la petición de información de mi móvil y mi ordenador, y que por la mañana me presentará en la Oficina de Asuntos Estudiantiles para garantizar que me desvincularía del caso”, explicaba Yue Xin en su blog personal a finales de abril, según recogía 'China Digital Times'.

El servicio de análisis de censura en las redes sociales chinas Weiboscope apuntaba que, en los días posteriores al incidente, términos como “Universidad”, “Universidad de Pekín” o “Yue Xin”, habían sido censurados por las autoridades del país. “Los corazones de las personas aún no han muerto, y la Universidad de Pekín persiste”, rezaba un comentario censurado, una probable velada referencia a los movimientos estudiantiles que surgieron de la Universidad de Pekín y otras instituciones chinas, y que culminaron en las protestas pro-democráticas de 1989 en la plaza de Tian’anmen.

placeholder Vista del logotipo de la Universidad de Pekín en su campus universitario, el 26 de abril de 2018. (EFE)
Vista del logotipo de la Universidad de Pekín en su campus universitario, el 26 de abril de 2018. (EFE)

Más margen para el debate

Por otra parte, el Diario del Pueblo, el principal medio público del país, publicaba la semana pasada un artículo de opinión instando a la universidad a “absorber las críticas constructivas” y “explicar todo aquello que no es entendido”, elogiando a la vez la capacidad de los jóvenes de involucrarse en “un diálogo constructivo”.

Pese a las repercusiones globales del “MeToo”, distintos analistas se han mostrado decepcionados con el lento avance del movimiento en China. Según recogía CNN, en un país con más de 1.400 millones de habitantes, sólo 43.000 personas fueron acusadas de “violar los derechos personales de las mujeres” entre 2013 y 2017. Hasta ahora, el Gobierno ha censurado de manera regular referencias a los casos de abusos sexuales en las redes sociales y, en alguna ocasión, parece haber incluso intentado negar su existencia.

En un artículo de opinión del 'China Daily', por ejemplo, otra publicación estatal, se afirmaba que los casos de abusos sexuales “son menos comunes” en China que en Occidente, debido a las “virtudes” de la sociedad tradicional del gigante asiático. Sin embargo, la amplia repercusión del caso de la Universidad de Pekín, y su aparición en distintos medios estatales, indican que el Partido Comunista de China (PCCh) parece estar dispuesto a dar más margen para debatir en público algunos de estos casos.

Foto: Un grupo de niños escucha un mensaje del presidente Xi Jinping durante una ceremonia olímpica en la Gran Muralla de Pekín, el 27 de febrero de 2018. (Reuters)
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“El Gobierno parece estar tolerando movimientos como el ‘MeToo’ y una discusión abierta sobre el asunto, aunque aún se pueden ver elementos de censura que limitan el espacio de la conversación”, explica Patrick Poon, analista de China en Amnistía Internacional. Poon considera que, ante el gran apoyo popular del caso, puede que más personas estén dispuestas a “dar a conocer casos de abusos sexuales” aunque advierte que los denunciantes deberán hacerlo “de manera hábil”, para evitar “poner nerviosos” a los gobernantes.

A su vez, Maizi Li, una activista china detenida junto a cuatro compañeras en 2015 por protagonizar una protesta feminista, asegura que las personas que aquellos estudiantes que deciden denunciar “se enfrentan a una presión tremenda”. “Al mismo tiempo, la cultura de la violación y la misoginia hacen que muchas víctimas decidan no alzar su voz”, dice Li. La activista denuncia también que, pese a que se tolere el debate acerca del acoso sexual, la causa feminista retrocede en el país: “China ha aumentado su control sobre la seguridad nacional y la ideología. Y el feminismo se ha convertido en una víctima de ese control”.

En cualquier caso, las nuevas acusaciones sobre el suicidio de Gao Yan han conseguido que finalmente se escuche la voz a algunos de sus allegados. En una entrevista con la televisión estatal, CGNT, la madre de Gao Yan lanzaba una sencilla petición: “Esperamos que Shen pida perdón por lo que le hizo a mi hija”.

Un caso de abusos sexuales oculto durante más de veinte años se ha convertido en la punta de lanza del movimiento ‘#MeToo’ ('yo también') en China, y está forzando a las autoridades del país a reflexionar sobre cómo afrontar este tipo de debates sociales. Distintos estudiantes de la universidad de Pekín y antiguos compañeros de clase de la presunta víctima han protagonizado una campaña demandando a la institución que revele los detalles de un episodio de supuestos abusos sexuales que se remonta a 1996.

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