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Por qué los rusos ya no creen a los defensores de Putin: “¡Soy una persona real, no un bot!”
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Por qué los rusos ya no creen a los defensores de Putin: “¡Soy una persona real, no un bot!”

El exceso de ‘ruido' creado por troles rusos ha terminado por perturbar la sintonía oficial. La ciudadanía comienza a ver cualquier comentario progubernamental como propaganda pagada por el Kremlin

Foto: Yulia Dyuzheva, estudiante de 22 años y votante de Vladimir Putin, posa en la exposición "SuperPutin", en Moscú. (Reuters)
Yulia Dyuzheva, estudiante de 22 años y votante de Vladimir Putin, posa en la exposición "SuperPutin", en Moscú. (Reuters)

Con tanto trol y ‘bot’ encubierto, ¿dónde están los seguidores reales de Vladimir Putin? Donde siempre y en alza, pero la gente duda de ellos más que nunca. Hace meses que saltó a las primeras páginas la Agencia de Investigación de Internet, una oscura empresa ubicada en San Petersburgo que resultó ser una ‘fábrica’ de troles al servicio de Putin. La mayoría de los empleados son estudiantes o periodistas que se han quedado en paro. Su misión consiste en realizar trabajos 'online' para denigrar a los ‘enemigos’ de Rusia: EEUU, Ucrania y la disidencia interna rusa, por ejemplo. Cobran unos 50.000 rublos al mes, alrededor de 710 euros. Desde allí se intenta modular y agitar la opinión pública internacional a la hora de elegir a sus líderes: EEUU, el Brexit, Francia… La larga mano de comentarios negativos y perfiles impostados ha llegado muy lejos.

Parece que el hecho de que troles rusos hayan intentado influir en tantos procesos electorales ha mermado la credibilidad de los auténticos simpatizantes de Putin. Ahora es Rusia la que vota. Y si el objetivo antes era confundir a Occidente, ahora en campaña electoral toca dirigirse al ruso medio que apenas sale de casa por culpa de las bajas temperaturas y consume internet en grandes cantidades. El mensaje ya no es de dispersión, sino de concentración: hay que aumentar la participación, que es el único elemento que puede empañar la victoria de Vladimir Putin. De hecho, todos los empleados de la ‘fábrica’ están obligados a votar y para demostrar que lo hicieron han de proporcionar un 'selfi' tomado en la mesa de votación.

Todos los empleados de la ‘fábrica’ de troles están obligados a votar y deben proporcionar un 'selfi' tomado en la mesa de votación

La ironía es que la gente ha comenzado a ver cualquier comentario progubernamental como comprado y pagado. “Es gracioso ver a un tipo ordinario genuinamente pro-Kremlin meterse en una conversación y la gente le escribe: 'Kremlinbot, idiota, ¡estás a sueldo del Gobierno!'”, explicó al medio RFE/RL un trol que trabaja en esa ‘fábrica’ en San Petersburgo. Los rusos han empezado a sospechar al ver cada comentario progubernamental que circula por las redes pensando que puede ser alguien pagado o una automatización, un bot, que genera contenido por su cuenta.

La proyección del poder encubierto de Rusia ha ido demasiado lejos. Todavía se recuerda en Moscú cómo partidarios de Putin realizaron una fiesta que duró toda la noche para celebrar la toma de posesión de Donald Trump y bromearon: "Washington será nuestro". Aquel evento fue organizado por Konstantin Rykov, un exdiputado ruso próximo a Putin que es conocido como un "propagandista del Kremlin por internet". Pero cada vez que tiene que salir al paso, el Kremlin niega cualquier vinculación con la fábrica de troles. Y eso que los centros de propagación de la desinfornación no son nuevos en Rusia. Platon Mamatov, según el ‘New York Times’, tuvo su propia 'granja' de troles en los Urales hasta 2013.

placeholder Andrei Vorontsov, de 42 años y simpatizante de Putin, posa ataviado con el traje cosaco local, en Mikhaylovsk, en la región de Stavropol. (Reuters)
Andrei Vorontsov, de 42 años y simpatizante de Putin, posa ataviado con el traje cosaco local, en Mikhaylovsk, en la región de Stavropol. (Reuters)

Los rusos están habituados a percibir artificios gubernamentales en los eventos políticos más inocentes. El pasado 3 de marzo, Putin reunió a sus fieles en el estadio moscovita de Luzhniki, sede principal de la Copa Mundial de Fútbol Rusia-2018. Según el Ministerio del Interior, acudieron 130.000 personas. Muchos respondieron a la convocatoria, aunque algunos iban pagados (siete euros por la asistencia) o incluso obligados (en el caso de algunos funcionarios). En los foros de Internet aparece una persona de contacto, un reclutador: “¿Cuánto pagan esta vez por ir?”, comenta un participante, que deja su teléfono por si acaso.

En realidad los 500 rublos que dan (7 euros) no es poca cosa para algunos rusos, y este tipo de trucos para incentivar la participación son bastante comunes en Rusia”, explica Tatiana Shadrina, periodista rusa que ha sido víctima de ataques en internet por su labor crítica con el Kremlin. Con costumbres como ésta, la sospecha ante los comentarios en internet prende fácilmente.

Un vídeo asegura que, bajo un nuevo presidente, las familias podrían verse obligadas a aceptar en su casa gais que no puedan encontrar pareja

La campaña también ha visto circular materiales de dudosa procedencia. Las redes sociales publicaron un video homófobo advirtiendo a los ciudadanos de que si no se acudía a votar, bajo un nuevo presidente las familias podrían verse obligadas a aceptar hombres gais en su casa que no pudieran encontrar pareja. Los medios se lanzaron averiguar quién estaba detrás de ese montaje, que contó con actores profesionales. No hubo éxito.

El uso de toda esta ‘infantería digital’ llega en un momento en el que el Gobierno ruso se ha dado cuenta de que los jóvenes se están alejando de la televisión, que es la principal vía de difusión del mensaje oficial porque todas las cadenas están controladas en una u otra medida. Internet en Rusia sigue siendo un espacio no manejado por el Kremlin, pese a que, como recuerda el periodista y escritor Mijail Zygar, ya hay leyes para restringir el debate en las redes. “Hay normativas que podían hacer que el Gobierno dominase internet: pero de momento la Red es muy libre, más que los periódicos”, explica a este medio el autor de ‘Todos los hombres del Kremlin’.

Estas semanas, recuerda, “hay especulaciones sobre que en el próximo mandato esto podría cambiar a peor, pero de momento el periodismo independiente está floreciendo”. Contra esta libertad de mensajes Moscú reacciona tratando de canalizar los suyos propios u promueve otro tipo de mensajes que anulen o disuelvan otros que no son del agrado del Gobierno. Y tanto ‘ruido' ha terminado por perturbar la sintonía oficial.

Con tanto trol y ‘bot’ encubierto, ¿dónde están los seguidores reales de Vladimir Putin? Donde siempre y en alza, pero la gente duda de ellos más que nunca. Hace meses que saltó a las primeras páginas la Agencia de Investigación de Internet, una oscura empresa ubicada en San Petersburgo que resultó ser una ‘fábrica’ de troles al servicio de Putin. La mayoría de los empleados son estudiantes o periodistas que se han quedado en paro. Su misión consiste en realizar trabajos 'online' para denigrar a los ‘enemigos’ de Rusia: EEUU, Ucrania y la disidencia interna rusa, por ejemplo. Cobran unos 50.000 rublos al mes, alrededor de 710 euros. Desde allí se intenta modular y agitar la opinión pública internacional a la hora de elegir a sus líderes: EEUU, el Brexit, Francia… La larga mano de comentarios negativos y perfiles impostados ha llegado muy lejos.

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