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Antiséptico, excrementos y escándalos: las armas contra la nueva oposición rusa
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LAS CONSECUENCIAS DE CRITICAR A LA ÉLITE

Antiséptico, excrementos y escándalos: las armas contra la nueva oposición rusa

El acoso que sufren los opositores es variopinto en cuanto a métodos: pueden grabar tu vida sexual o pagar a un coche con una bandera de EEUU para que te siga. Lo difícil es saber quién está detrás

Foto: Marcha en recuerdo de Boris Nemtsov, líder opositor asesinado en Moscú. (Reuters)
Marcha en recuerdo de Boris Nemtsov, líder opositor asesinado en Moscú. (Reuters)

Una tarde de agosto del año pasado un taxista moscovita vio como una mujer le rogaba que parase para recogerla. Pero al acercarse tuvo ganas de acelerar. Era Yulia Latynina, una periodista rusa muy crítica con el Kremlin que acababa de ser atacada en plena calle. Dos desconocidos le tiraron por encima un cubo lleno de excrementos mientras le gritaban que estaba "vertiendo mierda sobre Rusia". No es su primer susto en Moscú. Ya en 2015 Latynina abandonó temporalmente el país tras aparecer en una 'lista negra' de periodistas a los que matar. Los críticos son por lo general ignorados por los medios y por el poder, pero algunas veces sobresalir conlleva ‘incidentes’.

El asesinato en 2015 del líder opositor Boris Nemtsov a cien metros de las murallas del Kremlin fue un recordatorio de los riesgos de criticar a la élite rusa. Pero el acoso que sufren los opositores viene de antes y es variopinto en cuanto a intensidad y métodos: te pueden echar liquido antiséptico -o excrementos- por encima, colocarte una cámara en casa para grabar tu vida sexual o pagar a un coche con una bandera de Estados Unidos para que te siga a todas partes. Lo difícil es saber quién está detrás.

En el caso del opositor ruso Alexei Navalny, que aspira a enfrentarse a Vladimir Putin, el abanico de posibles enemigos se abre a toda la élite política: ha denunciado la corrupción en la Duma, el enriquecimiento ilícito del primer ministro, las presuntas componendas de la fiscalía con criminales y la represión que ejerce Vladimir Putin. En abril, Navalny fue atacado -por segunda vez- con un colorante químico verde que le provocó quemaduras en la cara y le hizo perder un 20% de visión en un ojo.

El líquido verde usado en el ataque es un antiséptico muy común en Rusia, el equivalente a la mercromina. Esta solución verde, conocida como ‘zelyonka’, se vende como un antiséptico en farmacias rusas. No es perjudicial pero es muy difícil de limpiar y tarda unos días en desaparecer por completo. Navalny sospecha que en este caso mezclaron este antiséptico con algún agente corrosivo. Este mes viajó a España para operarse. "El médico en Barcelona me dijo que intentará salvar mi ojo y me operó ayer", escribió el 9 de mayo en Instagram junto a una foto en la que se le ve el ojo rojo e hinchado. El régimen aprieta pero no ahoga: desde 2013, cuando le retiraron el pasaporte, no había podido salir de Rusia y esta vez el opositor ha obtenido un permiso para viajar a España para tratarse.

Navalny ya fue atacado cuando estaba en Siberia para abrir una oficina para su campaña de cara a los comicios presidenciales. Entonces se lo tomó a broma, diciendo que hacía juego con la pintura de la pared. “¡Abriré un centro de operaciones como si fuera el de la película ‘The Mask’! Buenísimo. Incluso mis dientes están verdes", escribió ese día en su cuenta de Twitter.

En las presidenciales del año que viene Navalny quiere medirse con Vladimir Putin, aunque la justicia ha abierto oportunamente procesos legales por casos de corrupción de hace años y su candidatura se da por invalidada. Estos años ha hecho de la lucha contra la corrupción su bandera política pero tendrá que enfrentarse a numerosos obstáculos legales para poder presentarse.

Vídeos sexuales y 'granjas de trolls'

El ex primer ministro y ahora líder opositor Mijail Kasianov también fue rociado con este famoso líquido en febrero, cuando marchaba en una manifestación en recuerdo de Boris Nemtsov. Las famosas ‘Pussy Riot’ fueron igualmente rociadas. Pero en el caso de Kasianov el acoso fue más allá y llegaron a difundir un vídeo sexual grabado en su dormitorio con una cámara oculta. La mujer que aparecía en el vídeo es otra disidente, Natalia Pelevine.

Por su parte, Latynina cree tras su escatológico ataque que la agresión estaba sin duda relacionada con sus denuncias sobre las 'granjas de trolls' de Internet que empresarios próximos al Kremlin subvencionan para esparcir con cuentas falsas el mensaje progubernamental. Desde la oposición se acusa al colectivo nacionalista SERB de impulsar estos ataques.

La lista de sabotajes contra Navalny es interminable. En Ufa unos provocadores le siguieron con una bandera americana y en Nizhny Novgorod un piquete le llamó “traidor a la patria”. En Tomsk, las puertas de los apartamentos donde se alojaba su equipo fueron rociadas con espuma aislante. También los tubos de escape de los coches. Cuando su compañero Ilya Yashin osó presentarse el año pasado a las elecciones regionales en Kostroma alguien sembró la confusión presentando un partido de nombre casi idéntico. Y hasta se preocuparon de pagar un coche con bandera norteamericana que llegaba primero a cualquier lugar al que él iba, sembrando dudas sobre su patriotismo. Aquel intento fue fallido, igual que el de las elecciones parlamentarias del año pasado, en las que la oposición surgida de las manifestaciones de 2011 volvió a quedar fuera.

Desde Kiev, otro opositor ruso, Ilya Ponomarev, cree que no se puede interpretar esa derrota como una victoria del Gobierno: “No votaron por Putin. Se quedaron en casa”. Él mismo ha escapado de Kiev para no afrontar procesos judiciales que Moscú prepara contra él: “A todos los que desafiamos al sistema al final nos endosan un caso de corrupción”.

Su camarada Denis Voronenkov fue asesinado este año en Kiev cuando acudía a una cita con él. Ambos tienen el mismo perfil: exdiputados huidos tras chocar con la élite. Ponomarev es muy crítico con Putin, pero también con la oposición encabezada por Navalny: “A la gente hay que animarla a que vaya a votar, pero hay opositores egocéntricos como Navalny a los que nadie les parece bien salvo ellos mismos: él pidió a la gente que boicotease las últimas elecciones, que es la postura más cómoda. Cuando la oposición está dividida y pide votar y abstenerse al mismo tiempo, siempre gana la opción más confortable”. Así, explica, “no hay oposición hoy dentro del Parlamento”. Y en la calle las amenazas siguen muy presentes.

Una tarde de agosto del año pasado un taxista moscovita vio como una mujer le rogaba que parase para recogerla. Pero al acercarse tuvo ganas de acelerar. Era Yulia Latynina, una periodista rusa muy crítica con el Kremlin que acababa de ser atacada en plena calle. Dos desconocidos le tiraron por encima un cubo lleno de excrementos mientras le gritaban que estaba "vertiendo mierda sobre Rusia". No es su primer susto en Moscú. Ya en 2015 Latynina abandonó temporalmente el país tras aparecer en una 'lista negra' de periodistas a los que matar. Los críticos son por lo general ignorados por los medios y por el poder, pero algunas veces sobresalir conlleva ‘incidentes’.

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