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No es economía, es estrategia: la 'diplomacia de las centrales nucleares' de Rusia
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rosatom, brazo ejecutor de la política exterior

No es economía, es estrategia: la 'diplomacia de las centrales nucleares' de Rusia

Las ofertas de cooperación nuclear por parte de Moscú ofrecen incentivos difíciles de resistir para un país pequeño. El Kremlin integra su tecnología atómica en la promoción de su 'soft power'

Foto: Vladimir Putin junto a Sergey Kirienko, dirigente de Rosatom entre 2005 y 2016, durante una visita a una factoría en Podolsk. (Reuters)
Vladimir Putin junto a Sergey Kirienko, dirigente de Rosatom entre 2005 y 2016, durante una visita a una factoría en Podolsk. (Reuters)

Este pasado lunes, durante su visita oficial a Egipto, el presidente ruso Vladimir Putin celebró con el egipcio Abdelfatah Al Sisi el acuerdo definitivo para que Rusia construya la primera planta nuclear del país norteafricano. La instalación, que contendrá cuatro reactores de 1.200 megavatios, será construida en la localidad costera de Dabaa, y se espera que esté finalizada para 2028 o 2029. Egipto -cuyos hidrocarburos, no demasiado abundantes, son destinados en gran medida a la exportación- vincula así parcialmente su futuro energético al de una Rusia cada vez más interesada en el Mediterráneo. Para Moscú, la cooperación nuclear es una excelente forma de impulsar su 'poder blando' en algunos lugares.

Las centrales nucleares que Rusia está construyendo en Hungría y Bielorrusia son dos claros ejemplos de lo que representa su nueva apuesta en este ámbito. Desde hace años, Moscú ha desplegado una estrategia con la cual pretende obtener, o en algunos casos consolidar, su influencia política en países miembro de la Unión Europea. Los planes de Moscú incluyen financiación, mano de obra y gestión, una fórmula a priori irresistible para muchos de estos países pero que conlleva una mayor dependencia energética y económica, y la pretensión de aumentar la capacidad de presión rusa en el seno de la UE.

De entre las varias polémicas que rodean este movimiento destaca la seguridad de las propias centrales nucleares, preocupación agravada por la habitual falta de transparencia. Este plan le otorgará un mayor poder sobre el mercado energético europeo, mientras la UE responde con tibieza ante una situación que empodera a Putin.

Rosatom y la política exterior

La expansión de Rosatom, -“una de las compañías más grandes de la Federación Rusa y el mayor contribuyente del país”- como gigante internacional de la energía nuclear no se entiende sin la figura de Sergey Kirienko, en su día el primer ministro más joven del país, cargo en el que se mantuvo apenas unos meses en el año 1998. Kirienko, que en la actualidad ejerce el cargo de primer subdirector de la Administración Presidencial de Rusia por petición expresa de Putin, fue el primer dirigente de Rosatom entre los años 2005 y 2016, época en la que la empresa estatal ha vivido un crecimiento exponencial, tanto en volumen de negocio como en presencia internacional.

Éxitos comerciales aparte, una de las tareas a las que más esfuerzo dedicó fue a reforzar la imagen de la empresa en el ámbito de los medios de comunicación. El departamento de relaciones públicas de Rosatom ha estado volcado en vender las bondades de la energía nuclear, acallando voces críticas, en principio provenientes de los entornos medioambientales, aunque también de otras organizaciones de la sociedad civil. Para ello se ha valido de un mecanismo de premios y castigos, en la que los “leales” recibían generosas donaciones desinteresadas, mientras que los que se mostraban críticos con su modus operandi merecían el ingreso en un listado de ONGs como agentes extranjeros, en el que a día de hoy el Ministerio de Justicia ruso ha incluido ya a más de 150 organizaciones.

placeholder Protesta contra el plan de Rosatom de construir un depósito de desechos nucleares cerca de Saratov, a unos 850 kilómetros de Moscú. (EFE)
Protesta contra el plan de Rosatom de construir un depósito de desechos nucleares cerca de Saratov, a unos 850 kilómetros de Moscú. (EFE)

Vía libre para una central polémica

La controversia rodea la última iniciativa de Rosatom, cuyo deseo es construir una central nuclear en Hungría. Las criticas se basan en el sistema de financiación, el cual podría aumentar la dependencia económica entre las dos partes. La empresa rusa se encargaría de la obra y gestión de un proyecto de unos 12.000 millones de euros por un plazo de 50 años, de los cuales hasta el 80% se financiará con fondos rusos. Además, Rosatom se garantiza ser el único suministrador de combustible en los primeros diez años.

Una de las diferencias entre el suministro de este tipo de energía y el de petróleo es que no es necesario transportarlo desde Rusia, con la ventaja que supone prescindir de una infraestructura tan compleja. Si a eso se suma el hecho de que se mantiene el control de todo el proceso, desde la construcción hasta la explotación pasando por la supervisión, obtenemos un negocio redondo para quien lo controle.

En relación a las dudas que surgieron sobre la legalidad de la financiación, la Comisión Europea concluyó en marzo que el proyecto contaba con las garantías necesarias. “Hungría ha decidido invertir en la construcción de la central nuclear Paks II, lo cual es su derecho según los Tratados de la UE. La función de la Comisión consiste en garantizar que la distorsión de la competencia en cuanto al mercado de la energía dentro del apoyo estatal se reduzca al mínimo. El Gobierno húngaro ha contraído compromisos sustanciales, lo que ha permitido a la Comisión aprobar la inversión en virtud de las normas de la UE sobre ayudas estatales”. Se aprobó que las ayudas estatales eran compatibles con las normas establecidas en 1957 por la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom), organismo público europeo encargado de coordinar los programas de investigación de energía nuclear, y que Hungría debía a cumplir una serie de medidas para no alterar el mercado.

Hungría como centro de operaciones ruso

Gustav Gressel es investigador sénior en la oficina de Berlín del European Council on Foreign Relations (ECFR), un think tank pan-europeo, y experto en cuestiones de seguridad y defensa en Europa del este y Rusia. Muestra reservas acerca de la conveniencia de este proyecto, perjudicial en su opinión para la Unión Europea y la OTAN. “Existen múltiples vínculos comerciales entre personas cercanas a[l primer ministro húngaro] Víktor Orbán y Rusia, distintas conexiones entre el gobierno húngaro y el partido Fidesz con la administración y la inteligencia rusa; por lo tanto, Putin ya tiene en su bolsillo a Orbán”, contesta vía e-mail Gressel. La condición de estado miembro de la Unión Europea y de la OTAN es un aliciente para Rusia, que puede disponer, de esta manera, de una base de operaciones, un “santuario” según sus palabras, para poder desplegar sus actividades tanto de inteligencia como empresariales. Por otro lado, Viktor Orban sabe que Bruselas se mantiene vigilante respecto a la orientación de ciertas políticas, como se vio cuando la Eurocámara pidió el pasado mes de mayo activar el artículo 7 por "violación grave de los valores" europeos. Orbán está llevando a cabo reformas similares a Putin en Rusia, y no parece que los últimos acuerdos indiquen que la colaboración vaya a cesar.

placeholder La central nuclear de Paks, a 120 kilómetros al este de Budapest, en marzo de 2011. (Reuters)
La central nuclear de Paks, a 120 kilómetros al este de Budapest, en marzo de 2011. (Reuters)

Europa importadora, Rusia exportadora

Preocupa especialmente el desarrollo de esta nueva central nuclear por la posición de debilidad de la Unión Europea frente a Rusia en cuestiones energéticas. La UE es el mayor importador de energía en el mundo, llegando a comprar fuera más de la mitad de la energía que consume y pagando una cantidad aproximada de 400.000 millones de euros. Para tratar de paliar esta situación, la Comisión Europea que salió de las elecciones de 2014 comenzó a adoptar medidas creando el puesto de Vicepresidente para la Energía de la UE, cargo relacionado con la creación de una política energética común; paralelamente, fusionaba las antiguas carteras de Energía y Cambio Climático para agilizar el trabajo conjunto. La Unión Europea compra más del 30% del gas que consume a Rusia, la mitad a través de conductos que transitan por Ucrania. En el hipotético caso de que Rusia decidiese cortar el suministro, muchos países europeos se encontrarían con graves problemas, más aún los que menor capacidad de almacenamiento tengan.

En mayo de 2014 la Comisión Europea propuso la nueva Estrategia de Seguridad Energética europea la cual contaba con cuatro principales puntos: diversificar los suministros de energía externos; mejorar la infraestructura energética; completar el mercado interno de la energía de la UE y ahorro de energía. También se recogía dentro de sus prioridades la necesidad de que la UE aumentase su producción de energía autóctona, mejorase la infraestructura de transmisión y redujese su dependencia de proveedores externos. El propósito es que la energía se erija en un apoyo para modernizar la economía de Europa y que se convierta en un elemento esencial en su seguridad. “La UE no tiene una estrategia de diversificación, sin embargo, la implantación del tercer paquete energético proveería solidez contra las crisis. De ahí que Rusia se oponga con vehemencia al tercer paquete energético e intente apoderarse de los estados de la periferia europea para que no lo implementen, lo cual está siendo el mayor problema”, reflexiona Gressel. Resulta notable que siempre que se hable de energía se acabe llegando a Rusia.

Lituania contra el nuevo proyecto nuclear ruso

Me reúno en la embajada de Lituania en Madrid con el diplomático Darius Degutis, embajador lituano responsable de los asuntos que tiene que ver con la nueva central nuclear en Astravets, Bielorrusia. Su visita es una más de las paradas dentro de un circuito por capitales europeas en la que trata de explicar la situación que está teniendo lugar a tan solo 50 kilómetros de Vilna, su capital y ciudad con mayor población. Degutis, uno de los 25 miembros que formaron el primer cuerpo diplomático del país una vez recuperada la independencia de Rusia, mantiene un claro mensaje: “Astravets no supone una amenaza exclusivamente para Lituania sino para la Unión Europa en su conjunto”.

En Astravets se da una situación análoga a la de Paks II, con Rosatom financiando una operación que incluye el pack completo: personal cualificado y mano de obra junto a apoyo en áreas logísticas y tecnológicas. El gobierno de Vilna rechaza el proyecto por dos motivos relacionados con su ubicación: no respeta la recomendación que dicta guardar 100 kilómetros de seguridad con núcleos altamente poblados, y se encuentra en una zona sísmica, atendiendo a un informe de la Academia de Ciencias de Bielorrusia elaborado en 1993, y en el que se detalla un amplio registro de temblores en la zona. Sumado a eso, está la habitual opacidad que rodea las operaciones de Rusia y que incluyen negar los hechos hasta que la evidencia les lleva a admitirlo.

placeholder La planta nuclear de Astravets durante su construcción en abril de 2016. (Reuters)
La planta nuclear de Astravets durante su construcción en abril de 2016. (Reuters)

El hecho más destacable sucedió en julio de 2016 cuando un reactor de 330 toneladas cayó mientras era trasladado y pasaron dos semanas hasta que el Ministerio de Energía bielorruso reconoció que se había producido “una situación de emergencia”; antes, la prensa local ya venía días denunciando la situación. Al hilo de la transparencia, una cuestión controvertida fue la visita de los expertos de la IAEA, Organismo Internacional de Energía Atómica y vinculado a las Naciones Unidas, el pasado mes de enero a las instalaciones de la central. La inspección, que duró cuatro días en vez de las tres semanas habituales, se saldó con un informe positivo en el que se concluyó que “se han tomado las medidas apropiadas para establecer los parámetros necesarios en una central de energía nuclear para protegerla contra el peor suceso externo posible”. Lituania cuestiona la validez de esta inspección ya que no incluyó la revisión de cuatro de los seis módulos que indica el protocolo.

Viendo que estas denuncias no surtían efecto, el gobierno presidido por Dalia Grybauskaitė ha aplicado un paquete de medidas entre las que destaca la aprobación el pasado mes de abril de una ley que prohíbe la compra de energía a un tercer país que incumpla o viole los tratados internacionales relativos a seguridad ambiental y nuclear. Esta medida ha sido secundada por los otros dos estados bálticos en una decisión que afecta gravemente a los planes de Rosatom, que contaba con vender fuera de Bielorrusia la mitad de la energía generada en Astravets.

Criterio geopolítico antes que económico

En la política exterior de Putin se identifican comportamientos que podrían calificarse de neoimperialistas, lo cual no tiene un sencillo encaje dentro del actual escenario multipolar. Por lo tanto, es un error interpretar la estrategia nuclear de Putin en clave económica, siquiera sentimental: el objetivo principal es recuperar la hegemonía en el flanco oriental europeo, históricamente considerado ruso, y ejercer como un actor principal en la escena internacional.

Que Rosatom pague campañas que favorezcan la energía nuclear no debe escandalizar en tanto en cuanto es práctica habitual de otras empresas de distintos sectores; lo que sí debe ser cuestionado son las campañas que silencien las voces críticas, no siempre con arreglo a la ley. La independencia de la que goza la Unión Europea para activar mecanismos sancionadores contra Rusia corre el riesgo de verse mermada si estados miembro reciben presión para suavizar estas medidas a cambio de reducción en las facturas energéticas. De ahí que la Estrategia de Seguridad Energética de la UE sea una medida fundamental para asegurar un suministro que le mantenga ajena de los sucesos de los años 2006 y 2009 cuando Rusia decidió, unilateralmente y en pleno invierno, reducir el suministro de gas.

*Ricardo Lenoir-Grand Pons es analista de política, seguridad y defensa especializado en el espacio post-soviético y editor del blog Claves Geopolíticas.

Este pasado lunes, durante su visita oficial a Egipto, el presidente ruso Vladimir Putin celebró con el egipcio Abdelfatah Al Sisi el acuerdo definitivo para que Rusia construya la primera planta nuclear del país norteafricano. La instalación, que contendrá cuatro reactores de 1.200 megavatios, será construida en la localidad costera de Dabaa, y se espera que esté finalizada para 2028 o 2029. Egipto -cuyos hidrocarburos, no demasiado abundantes, son destinados en gran medida a la exportación- vincula así parcialmente su futuro energético al de una Rusia cada vez más interesada en el Mediterráneo. Para Moscú, la cooperación nuclear es una excelente forma de impulsar su 'poder blando' en algunos lugares.

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