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Las réplicas del seísmo islandés: terceras elecciones anticipadas desde la 'revolución'
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CORRUPCIÓN, escándalos y fragmentación

Las réplicas del seísmo islandés: terceras elecciones anticipadas desde la 'revolución'

Solo ha pasado un año desde las últimas elecciones y los islandeses vuelven hoy a las urnas. La caída del tercer gobierno en ocho años demuestra la profunda crisis que atraviesa el sistema político

Foto: Islandeses se manifiestan contra el ex primer ministro Sigmundur Gunnlaugsson, en Reikiavik. (Reuters)
Islandeses se manifiestan contra el ex primer ministro Sigmundur Gunnlaugsson, en Reikiavik. (Reuters)

Solo ha pasado un año desde las últimas elecciones al Parlamento y los islandeses vuelven hoy a las urnas. Es el tercer adelanto electoral que se celebra en ocho años, después de que el batacazo financiero de 2008 hundiera a este remoto país nórdico en una profunda crisis económica, política y social. Mucho se ha hablado desde entonces de la famosa revolución islandesa, de su decisión (parcial) de no rescatar a los bancos y de su firmeza a la hora de llevar a juicio a los gobernantes y dirigentes financieros. Pero no todo es tan perfecto y la nueva política surgida tras la crisis también ha instalado al país en la inestabilidad.

La primera legislatura truncada fue la que condujo a las elecciones de 2009. El estallido de la increíble burbuja financiera que se había inflado hasta superar diez veces el PIB y la quiebra de los tres principales bancos sembraron el caos. La gente salió furiosa a la calle, forzando la dimisión del Gobierno, que por aquel entonces lideraba el conservador Partido de la Independencia.

El gran enfado colectivo dio lugar a la aparición de un sinfín de nuevas formaciones. Desde entonces, Islandia ha contemplado el rápido nacimiento, muerte y refundación de numerosos pequeños partidos, mientras las fuerzas tradicionales intentan recuperar la hegemonía perdida a pesar del descrédito y los escándalos de todo tipo.

Con solo 338.000 habitantes, la sociedad islandesa es pequeña pero también compleja y, a veces, difícil de entender. Así se explica que, en las elecciones de 2013, el Partido de la Independencia, el mismo que había conducido al país al abismo, lograra recuperar el poder. Lo hizo en coalición con el Partido Progresista, de centroderecha, que es quien puso al primer ministro, Sigmundur David Gunnlaugsson.

Vuelven los escándalos y la corrupción

Los primeros años discurrieron sin especiales trabas, coincidiendo con datos positivos para la economía. Impulsada por el turismo, la pesca y una corona baja, Islandia volvía a crecer y se asentaba en la recuperación. Pero el idilio duró poco. El escándalo internacional de los Papeles de Panamá cayó de lleno sobre el propio Gunnlaugsson, al revelar que él y su esposa habían ocultado grandes cantidades de dinero en paraísos fiscales. Las protestas volvieron a la calle y el 'premier' se vio forzado a dimitir.

Las nuevas elecciones tuvieron lugar hace justo un año, el 29 de octubre de 2016. El Partido Progresista, al que pertenecía Gunnlaugsson, se desplomó. Pero, a pesar de lo ocurrido, su socio, el Partido de la Independencia, volvió a ganar. Valga puntualizar que, en Islandia, esto no es algo tan extraordinario, si se tiene en cuenta que estamos ante la formación tradicionalmente más poderosa y dominante. Los independientes, de hecho, han ganado todas las elecciones, a excepción de las de 2009, desde que Islandia se independizó de Dinamarca en 1944.

placeholder La entrada de la sede del Partido Pirata, en Reikiavik. (Reuters)
La entrada de la sede del Partido Pirata, en Reikiavik. (Reuters)

Ante la imposibilidad de sumar fuerzas con los progresistas, el Partido de la Independencia logró finalmente formar una difícil coalición con Futuro Brillante y el Partido Reformista, dos de las pequeñas formaciones que han surgido en estos últimos años a raíz de la crisis. El segundo, hay que precisar, no es más que una escisión del propio Partido de la Independencia.

Esta vez, la aventura sería todavía más fugaz y, a mediados de septiembre, tras solo nueve meses en el poder, una nueva polémica generaba la caída del Ejecutivo, conduciendo al país nórdico a la cita electoral que se celebra hoy. En esta ocasión, la crisis la ha provocado la retirada de Futuro Brillante de la coalición por el encubrimiento por parte del primer ministro, Bjarni Benediktsson, de una carta que su padre había mandado al Ministerio de Justicia para beneficiar a un amigo condenado por pederastia.

Nueve partidos tienen opciones reales de obtener escaños. En la cámara solo hay espacio para 63 diputados

Más allá del intrincado caso que se halla en el centro de esta polémica, la nueva caída de un tercer gobierno en tan solo ocho años demuestra la profunda crisis que atraviesa el sistema político islandés. Probablemente, con una mayoría más estable y unos socios de gobierno más rodados, el Ejecutivo no habría caído tan fácilmente. En este sentido, Eva H. Önnudóttir, del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Islandia, considera que la decisión tomada por Futuro Brillante ha sido demasiado "impulsiva". "Deberían haber intentado llegar a un acuerdo", señala en declaraciones a El Confidencial.

Demasiada fragmentación política

Sea como sea, la extremada fragmentación del Parlamento empieza a preocupar. Es un fenómeno que, con el revulsivo de la crisis, comenzó con la loable intención de romper con el 'statu quo', con el 'establishment' que tanto daño había hecho al país. "En 2008, la confianza en la política sufrió un duro golpe y todavía no ha vuelto a los niveles previos a la crisis. Esto abre la puerta a que nuevos partidos puedan ser elegidos", destaca Önnudóttir.

El Movimiento de los Ciudadanos, por ejemplo, creado apenas unos meses antes de los comicios, entraba en 2009 en el Parlamento con cuatro escaños. Algo poco habitual en condiciones normales, en que los partidos de reciente creación necesitan una buena dosis de suerte y mucho tiempo antes de lograr poner un pie en la cámara legislativa.

Hoy, de hecho, ese partido ya no existe. De sus cenizas surgió el Partido Pirata, que también logró tres parlamentarios en sus primeras elecciones, las de 2013, y que en las de 2016 pasó a obtener 10. Ahora aspira, incluso, a gobernar. Las encuestas indican que hasta nueve formaciones tienen opciones reales de obtener escaños tras las elecciones de hoy. Una barbaridad, teniendo en cuenta que en la cámara solo hay espacio para 63 diputados.

placeholder Islandeses durante una protesta contra el Gobierno por su decisión de no comenzar las negociaciones con la UE, en Reikiavik, marzo de 2015. (Reuters)
Islandeses durante una protesta contra el Gobierno por su decisión de no comenzar las negociaciones con la UE, en Reikiavik, marzo de 2015. (Reuters)

Que se trata de un fenómeno al alza, está claro. Y no solo por el elevado número de partidos, sino también por el creciente número de votos que obtienen. Önnudóttir ilustra con cifras la evolución. "En 2009, el único nuevo partido que entró en el Parlamento (Movimiento de los Ciudadanos) obtuvo el 7% de los votos. En 2013, los dos nuevos partidos que entraron (Futuro Brillante y el Partido Pirata), obtuvieron juntos el 13%. En 2016, se sumaba a ellos el Partido Reformista y entre los tres alcanzaron el 32%", especifica.

En su opinión, esta situación "limita las opciones para una coalición de gobierno integrada solo por dos partidos. Los políticos tendrán que acostumbrarse a negociar más y constatar que cada vez hay menos tolerancia hacia el hecho de que los grandes partidos, que ahora son más pequeños, lo decidan todo por todos".

Ascenso rápido pero efímero

Dicho esto, la experiencia de estos últimos años también demuestra que, a veces, el ascenso de estas nuevas fuerzas políticas es tan rápido como efímero. Lo demuestra la situación actual de Futuro Brillante y el Partido Reformista, que, según señalan los últimos sondeos, podrían pasar del Gobierno a quedarse fuera, incluso, del Parlamento.

Uno de los protagonistas de este ir y venir de partidos es Jón Gnarr, que de ser un cómico y 'showman' popular pasó a convertirse en el alcalde de Reikiavik, la capital. Lo explica en su libro "De cómo me convertí en alcalde y cambié el mundo", publicado hace un par de años en español por la editorial Capitán Swing. En 2009, la conmoción generada por la crisis le llevó a fundar el Mejor Partido, que empezó como una broma más y acabó recabando una gran popularidad. Hoy, sin embargo, Gnarr admite que lo que "el país necesita es más unión y no más división", según declara en una entrevista con El Confidencial.

placeholder Jón Gnarr, el cómico reconvertido en alcalde de Reikiavik, posa en Nueva York, en abril de 2011. (Reuters)
Jón Gnarr, el cómico reconvertido en alcalde de Reikiavik, posa en Nueva York, en abril de 2011. (Reuters)

Cómico, alcalde y ahora izquierda tradicional

Tras su experiencia como alcalde, decidió retirarse de la política por un tiempo. Su Mejor Partido, de hecho, daría lugar al mencionado Futuro Brillante. Pero a Gnarr no le gusta cómo ha evolucionado la formación y esta vez ha decidido dar su apoyo a la Alianza Socialdemócrata, el principal partido de izquierdas de toda la vida. El exalcalde define su recorrido como el de "un hijo que decide irse de casa de sus padres y vivir su propia vida independiente, para, al cabo de un tiempo, regresar al hogar familiar y comprobar que su padre ya no le aburre tanto como antes".

En cualquier caso, considera que "el Mejor Partido era lo que necesitaba el país en el momento en el que lo fundó, mientras que, ahora, lo que se necesita es una Alianza Socialdemócrata fuerte, capaz de unificar a la izquierda liberal y dar estabilidad política a la sociedad". El suyo es el sueño de un buen puñado de ciudadanos. Según demuestran las encuestas, la Alianza Socialdemócrata estaría recuperándose con un porcentaje de votos que va en aumento. Podría convertirse en el tercer partido más votado, por detrás del Movimiento de Izquierda Verde, la otra gran fuerza de la izquierda, y el derechista Partido de la Independencia, que pelean por la primera posición.

El Movimiento de Izquierda Verde, la gran fuerza de la izquierda, y el Partido de la Independencia luchan por la primera posición

En base a los sondeos, pues, parece que este último partido sobrevive una vez más a pesar de los escándalos, pudiendo incluso volver a ganar las elecciones. Por si fuera poco, Gunnlaugsson, el ex primer ministro del Partido Progresista que el año pasado cayó en desgracia por los Papeles de Panamá, también ha decidido presentarse a las elecciones al frente de una nueva formación, el Partido de Centro, al que algunos sondeos sitúan incluso en cuarta posición.

La facilidad con que algunos votantes olvidan la corrupción y trapicheos de algunos políticos sonroja a muchos islandeses, sobre todo a quienes, como Gnarr, creyeron que la crisis iba a dar lugar a una regeneración de la clase política. En su opinión, la explicación no es simple, pero, en parte, "es fruto del poder del dinero. Entre otras cosas, ellos son los que encargan sondeos secretos para estudiar lo que quiere la ciudadanía y luego salen con propuestas acordes en su campañas". El cómico y exalcalde no esconde su decepción: "Creo que estamos yendo de mal en peor". Pero se niega a perder la esperanza, convencido de que la izquierda ganará hoy suficientes votos logrará formar Gobierno.

De hecho, una de las coaliciones más mencionadas por los analistas estos días es la que vería gobernar juntos al Movimiento de Izquierda Verde, la Alianza Sociademócrata y el Partido Pirata, una opción que, de paso, daría un poco de oxígeno a la izquierda europea, que vive momentos de horas bajas.

Solo ha pasado un año desde las últimas elecciones al Parlamento y los islandeses vuelven hoy a las urnas. Es el tercer adelanto electoral que se celebra en ocho años, después de que el batacazo financiero de 2008 hundiera a este remoto país nórdico en una profunda crisis económica, política y social. Mucho se ha hablado desde entonces de la famosa revolución islandesa, de su decisión (parcial) de no rescatar a los bancos y de su firmeza a la hora de llevar a juicio a los gobernantes y dirigentes financieros. Pero no todo es tan perfecto y la nueva política surgida tras la crisis también ha instalado al país en la inestabilidad.

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