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Las contradicciones de Islandia: honra al ex primer ministro con la embajada en EEUU
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"LA PRUEBA DE QUE SIGUE SIENDO UN PAÍS CORRUPTO"

Las contradicciones de Islandia: honra al ex primer ministro con la embajada en EEUU

El país que hace poco era aclamado por su contundencia y mano dura con los políticos y banqueros honra al ex primer ministro de la crisis con la embajada de Estados Unidos

Foto: Protesta de ciudadanos islandeses contras su Gobierno en la capital del país (Reuters).
Protesta de ciudadanos islandeses contras su Gobierno en la capital del país (Reuters).

El país que hace poco era aclamado por su contundencia y mano dura con los políticos y banqueros honra al ex primer ministro de la crisis con la embajada de Estados Unidos.

Islandia, la tierra del hielo y el fuego, es un país de contrastes. Prueba de ello es el reciente nombramiento de Geir Haarde como nuevo embajador en Estados Unidos. Un sorprendente y prestigioso fin de carrera para el ex primer ministro que, hace apenas tres años, se convertía en el primer jefe de gobierno del mundo en ser juzgado por sus responsabilidades en la crisis financiera.

Para muchos ciudadanos, su elección al frente de la diplomacia islandesa en una de las plazas más importantes y estratégicas del mundo es “un escándalo” y “una demostración de lo corrupta que Islandia sigue siendo”.Así lo asegura en declaraciones a El Confidencial Hörður Torfason, uno de los activistas que impulsó las protestas y caceroladas callejeras que a principios de 2009 provocaron la caída de Haarde, dando inicio a la llamada revolución islandesa.

Seis años después de aquellos hechos, Torfason admite que la imagen que se dio entonces de su país fue un poco exagerada: “Sí, salimos a la calle e hicimos algunos avances importantes, pero todavía queda mucho por hacer y cambiar las cosas tomará su tiempo”.

Haarde, que pertenece al conservador Partido de la Independencia, había sido elegido primer ministro en 2006. Pero su Gobierno no terminó el mandato. La furia de la calle le forzó a dimitir. Llenos de indignación, los islandeses no le perdonaban el que no hubiera hecho nada para evitar que la burbuja financiera se inflara de una manera tan desorbitada como ficticia, hasta el punto de superar diez veces el PIB. El batacazo fue descomunal. Los tres principales bancos quebraron, la corona se desplomó y el paro se disparó. El resto es historia.

Banqueros ante la Justicia

Desde entonces, mucho se ha hablado de la valentía y resolución de un país, el único del mundo, que se atrevió a llevar a los principales banqueros y al propio primer ministro ante la Justicia. Acusado de negligencia, Haarde fue juzgado en abril de 2012 ante el Landsdómur, un tribunal especial reservado para altos cargos gubernamentales que todavía no había sido utilizado desde su institución, en 1905.

Finalmente y para decepción de muchos, los jueces le absolvieron de las tres acusaciones más graves,condenándole, en cambio, por un cargo considerado menor. Con independencia del veredicto, sin embargo, muchos pensaban que el mero hecho de haber sido juzgado por un tribunal tan excepcional sería razón suficiente para poner fin a su carrera política.

Pero esto no ha sido así. Su caída en desgracia, de hecho, suena ahora lejana y pasajera a la vista de su nuevo cargo en Washington. El propio Obama lo recibió en la Casa Blanca hace tres semanas para la tradicional presentación de credenciales. No sin que antes, según cuentan en Reikiavik, el Departamento de Estado estadounidense mostrara sus reticencias a aceptar el nombramiento de un personaje con semejante pasado.

“Haarde no debería representar a Islandia en el extranjero. Su nombramiento demuestra la absoluta falta de consideración del nuevo Gobierno por las numerosas víctimas de la crisis”, asegura Thorvaldur Gylfason, profesor de economía de la Universidad de Islandia y uno de los principales promotores del innovador proceso de reforma de la Constitución que se puso en marcha tras el desastre financiero.

Gracias a esto, Gylfason se convirtió en otro de los rostros de los aires de cambio que soplaban en el país nórdico. Muchos ciudadanos siguieron el proyecto constitucional con entusiasmo. La idea era aprobar un texto lo más democrático posible, redactado por un comité de ciudadanos elegidos directamente por el pueblo y capaz de evitar los excesos de poder que habían conducido a la crisis.

Vuelven los gobernantes de la burbuja

Hoy, sin embargo, ese ambicioso proyecto ha quedado en agua de borrajas y quienes gobiernan el país desde las elecciones de 2013, el conservador Partido de la Independencia y el agrario Partido del Progreso, vuelven a ser los mismos que, años atrás, habían introducido las normas neoliberales que hincharon la burbuja financiera y llevaron al país a la crisis. “Haarde nunca habría llegado a la embajada de Estados Unidos si sus amigos del Partido de la Independencia no le hubieran colocado allí. Si le han premiado con esto es porque algún favor les debía. Es así como todavía funcionan las cosas en este país”, se queja Torfason.

Tras el éxito de las protestas callejeras, la revolución islandesa empezó a llenar titulares en todo el mundo. Torfason recibió invitaciones de muchos países. Vino a Barcelona y a otras ciudades españolas para hablar del milagro islandés. Eran los años del Occupy Wall Street, las manifestaciones en la Puerta del Sol, el auge de los movimientos de indignados. Torfason, no obstante, señala que los errores de traducción y la falta de conocimientos sobre su país alimentaron malentendidos y ayudaron a propagar una imagen mítica que no se corresponde con la realidad islandesa.

“A veces, quienes me invitaban contaban historias sobre mí que nunca me habían pasado. Una vez, por ejemplo, me trajeron una guitarra y me pidieron que tocara la canción que había cantado ante el Parlamento. ¡Pero yo nunca había cantado ninguna canción ante el Parlamento!”, recuerda.

Para entender Islandia hay que tener en cuenta sus proporciones. Con tan solo 331.000 habitantes, su población es poco mayor a la de Valladolid. “Es una sociedad pequeña, todo el mundo conoce a todo el mundo. Le haces un favor a un amigo o a un tío y luego se lo tienes que devolver. Es así como funciona”, señala Torfason.

Una élite formada por 10 familias

El hecho de que a lo largo de los últimos 200 años, el país haya estado más o menos controlado por una élite política y económica formada por 10 familias explica que el nepotismo sea citado con frecuencia como una de sus mayores lacras.

Pero el hecho de que todavía quede mucho por hacer no significa que la revolución ciudadana surgida de la crisis no haya conseguido nada. Entre los mayores logros, Gylfason destaca que “la Corte Suprema islandesa haya condenado ya a diez individuos, entre ellos varios banqueros, a un total de más de 30 años de cárcel por delitos relacionados con el crash financiero”.

En cuanto a la reforma de la Constitución, es cierto que está paralizada. Pero, tanto él como Torfason se niegan a ver en ello un sinónimo de fracaso. Para sacarla adelante, todavía habrá que superar serios obstáculos. Pero ambos confían en que finalmente se llevará a cabo.

“No se termina con la corrupción en uno o dos días. Cambiar la sociedad toma su tiempo”, asegura Torfason, que como gay, lo compara a su experiencia personal. Era el año 1965 cuando por primera vez dio un paso al frente por los derechos de los homosexuales. “La gente me atacó y me tuve que exiliar. Pero no me rendí”. Tuvo que esperar 32 años para empezar a ver hechas realidad sus reivindicaciones.

Estos últimos días, los islandeses han vuelto a salir a la calle para protestar por el modo unilateral con que el Gobierno ha retirado la candidatura de Islandia a la Unión Europea sin pasar antes por el Parlamento. Un gesto que muchos tachan de autoritario y anti-democrático y que el domingo llevó a unas 8.000 personas, el 2,5% de la población, a congregarse en el centro de Reikiavik para manifestar su malestar.

Según Torfason, esta rápida reacción ciudadana hubiera sido impensable hace unos años. En su opinión, “demuestra que la gente está cada vez más concienciada de los problemas del sistema y que las cosas están cambiando”. Aunque sea poco a poco.

El país que hace poco era aclamado por su contundencia y mano dura con los políticos y banqueros honra al ex primer ministro de la crisis con la embajada de Estados Unidos.

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