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"Diplomacia revolucionaria 2.0": la paz en el Sáhara puede pasar por La Habana
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miles de jóvenes saharauis se forman en cuba

"Diplomacia revolucionaria 2.0": la paz en el Sáhara puede pasar por La Habana

Cualquier recomendación de La Habana tiene, para la dirección del Polisario, un peso fundamental. Casi tanto como el de Argelia, su principal soporte económico y militar

Foto: Atletas 'cubarauis' participan en una maratón en el Malecón de La Habana, en noviembre de 2010. (Reuters)
Atletas 'cubarauis' participan en una maratón en el Malecón de La Habana, en noviembre de 2010. (Reuters)

Dos desarraigos marcan la historia familiar de Abdellah Elidrissi. El primero ocurrió en 1976, el día en que Marruecos finalmente ocupó la ciudad de El Aaiún y los suyos pasaron a ser una suerte de ciudadanos de segunda clase en su propio país. Por entonces no lo sabían, o al menos se negaron a aceptarlo sin plantar cara a las nuevas circunstancias. Durante años siguieron viviendo sus vidas con la mayor dignidad posible, seguros de que algún día la ocupación habría de terminar. Pero no terminó, así que la familia decidió cruzar la frontera hasta Tindouf, en Argelia, donde el Frente Polisario había establecido una red de campos de refugiados desde la que durante una década y media llevó a cabo una desesperada guerra de guerrillas contra un ejército mucho más poderoso.

Abdellah nació en 1988, cuando el muro de separación en el Sáhara era ya una realidad, y en algunos corrillos comenzaba a hablarse de la posibilidad de un alto al fuego, y quizás un referéndum. De niño nunca tuvo conciencia de cuánto podían pesar los hechos políticos en su existencia; “Los saharauis somos discriminados por los marroquíes, pero a veces uno llega a verlo como un hecho normal. Nos ponen trabas para que no podamos estudiar y también tenemos pocas oportunidades de conseguir trabajo (el 30% de los jóvenes saharauis se encuentran desempleados, la proporción se eleva hasta el 40% entre los que tienen formación universitaria). Yo mismo pude comprobarlo cuando quise ingresar a una escuela. Por eso, un día decidimos irnos al territorio de la República Árabe Saharaui (RASD) situado en Argelia”.

Trece años después de aquel segundo destierro, Abdellah luce un título de Estomatología obtenido en Cuba, donde reside y se gana la vida como un cubano más. Para los suyos, es un “cubaraui”, uno de los miles de jóvenes saharauis que se han formado en la isla desde 1977 a la fecha. La cifra exacta es difícil de calcular, debido a la poca publicidad que brinda La Habana al asunto; las estimaciones más conservadoras hablan de unos 4.000, otros elevan la cifra hasta diez mil. Pero en esa cercanía puede residir una de las claves para resolver uno de los conflictos más enquistados del cambio de siglo.

Foto: El rey Mohamed VI en su viaje a Sudáfrica el pasado mes de febrero. (Reuters)

“La cuestión del Sáhara Occidental requiere un esfuerzo para la aplicación de las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas. [… Es necesario que] se garantice la autodeterminación del pueblo saharaui y el ejercicio de su legítimo derecho a vivir en paz en su territorio”. Con esa declaración, en mayo reciente, el presidente cubano, Raúl Castro, intentaba zanjar las especulaciones que había generado el restablecimiento de vínculos diplomáticos entre La Habana y Rabat, pocos días antes, y las no menos sorprendentes vacaciones del rey Mohamed VI en La Habana y una isla turística al norte del archipiélago.

Se trataba de un nexo roto -precisamente- a raíz del contencioso saharaui, que en 1980 adquirió su actual fisonomía con la retirada de Mauritania al amparo de los Acuerdos de Argel. “En 1963 Cuba no vaciló en prestar ayuda militar a Argelia durante su conflicto fronterizo con Marruecos, aun cuando esa decisión implicaba perder ventajosos tratos comerciales y cerraba la puerta a un reconocimiento esencial para la Revolución”, explica el catedrático norteamericano Piero Gleijeses en su libro Misiones en Conflicto, la más profunda investigación sobre la presencia militar de la Isla en África hasta 1991. Diecisiete años más tarde la posición respecto al Sáhara Occidental siguió las mismas coordenadas.

“Desde el punto de vista simbólico es una decisión coherente con la historia nacional. Al igual que Cuba, el Sáhara Occidental fue víctima de los entendimientos entre la vieja metrópoli colonial (España) y los nuevos poderes que pretendían sustituirla (...). Fueron circunstancias en las que Madrid se negó a reconocer los movimientos independentistas y prefirió pactar con sus antiguos enemigos”, considera un artículo del Centro de Estudios sobre África y el Medio Oriente, adscrito a la Universidad de La Habana. Traducida al campo de lo práctico, esa política ha permitido a la RASD contar con un aliado a toda prueba en América Latina, gracias a cuya influencia ha ganado numerosos apoyos dentro del continente, el mismo donde ha obtenido un mayor número de reconocimientos diplomáticos fuera de África.

placeholder Manifestación en favor del pueblo saharaui en Madrid. (Efe)
Manifestación en favor del pueblo saharaui en Madrid. (Efe)

Posible mediación 'a lo Colombia'

Cualquier recomendación de La Habana tiene, para la dirección del Polisario, un peso fundamental. Casi tanto como el de Argelia, su principal soporte económico y militar. “La gran diferencia es que Raúl Castro no tiene intereses geopolíticos en la zona y Argel sí, por lo que el primero puede darse el lujo de ser más pragmático”, considera Carlos Manuel Ortega, un líder opositor. A su juicio, la próxima salida del poder del General-Presidente ha acelerado el proceso de “reorganización” de la política exterior sobre la base del realismo. “Han comprometido a las guerrillas de Colombia a completar el proceso de paz, y relanzado las relaciones diplomáticas con antiguos enemigos. Ahí están los casos de los propios Estados Unidos y, ahora, Marruecos. Raúl quiere irse con la mayor cantidad posible de ‘deudas’ pagadas, y el Sáhara puede ser una de ellas”. Salvando las diferencias históricas, se trata de un proceso similar al que entre 1988 y 1990 condujo a la salida de la Unión Soviética de Afganistán y marcó el fin de la Doctrina Brezhnev.

Eso no significa que la causa saharaui haya perdido apoyo o simpatías entre la población cubana, especialmente ante la presencia de los 'cubarauis', que en casi todos los casos llegan a la isla siendo niños. “La larga estadía en Cuba -en algunos casos de hasta 12 y 15 años- fomentó importantes vínculos afectivos con la sociedad de acogida”, señalan los investigadores Carmen Gómez Martín y Ahmed Correa Álvarez, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en Quito. A su juicio, aunque no siempre les ha sido fácil la readaptación a los cánones culturales del país que dejaron siendo niños, los cubarauis constituyen un porciento significativo de los mejores cuadros profesionales del país; y los mayores valederos de la Isla entre sus compatriotas, cabría apuntar.

AbdellahAbdellah siguió ese camino en el 2014, como parte de una comitiva que integraban fundamentalmente niños de once y doce años de edad; él, con 16, era uno de los mayores. “Éramos alrededor de cien y primero nos llevaron a la Isla de la Juventud para que pasáramos un curso de preparatoria en idioma español y comenzáramos en la secundaria o el preuniversitario, según correspondiera. De aquel grupo, más tarde, seis comenzamos la carrera de Estomatología”.

Hoy, con mucha más experiencia a cuestas, siente que el sueño de un estado propio perdura en el corazón y la mente de la mayoría de sus compatriotas. “Todos los jóvenes que nos hemos formado en otros países queremos ser útiles, brindar lo que aprendimos. Más que las duras condiciones climáticas de nuestro país, lo que ha dificultado el retorno es el estado de nación exiliada en que vivimos”.

Los despachos de varios medios afines a la casa real marroquí indicaron que durante los días que permaneció en la Isla, Mohamed VI sostuvo “reuniones con altos responsables cubanos [pues] incluso cuando se va de vacaciones, el rey elige sus destinos en función de los intereses del Estado”. Un mes y medio más tarde llegó al aeropuerto José Martí el nuevo presidente saharaui, Brahim Ghali. Su visita sí contó con un amplio seguimiento de la prensa local, y en ella menudearon los encuentros con dirigentes cubanos, incluido Raúl Castro, quien lo recibió con un despliegue de honores militares en el Palacio de la Revolución. Durante el recorrido se produjeron varias reuniones con alumnos saharauis y graduados que han permanecido en la Isla luego de concluir su formación. Sin embargo, la gran pregunta que flotaba en el ambiente -¿estaría abriéndose la puerta a un diálogo bilateral, con Cuba como mediadora?- quedó sin respuesta.

Cambio del entorno

Cruzando el Atlántico, desde la privilegiada posición de las Islas Canarias, el periodista Jorge Batista Prats considera que ante Brahim Gali y su cúpula gobernante se presentan dos hechos incontrastables: la sostenida política de autonomía favorecida por Mohamed VI (quien desde el 2016 puso en marcha un plan quinquenal de desarrollo por valor de más de 7 mil millones de euros, destinado exclusivamente a las “provincias meridionales”), y los “muchos problemas internos de Argel, entre ellos, una economía absolutamente subsidiada, dificultades con el petróleo y la consolidación del futuro tras Buteflika”; sin olvidar las condiciones “terribles de los campos de (refugiados de) Tinduf”. A Maruecos, en tanto, le toca lidiar con el hecho consumado de que la Unión Europea no considera al Sáhara Occidental como parte de su territorio -con todo lo que esa decisión puede implicar-, seguir asumiendo el costo del muro y el amplio dispositivo militar que lo acompaña (algunas fuentes elevan esas erogaciones hasta el 4% del PIB de la nación magrebí), y la animadversión de una población nativa que tras casi cuarenta años parece estar menos cerca de la asimilación que nunca.

Foto: Naser Zafzafi, durante una arenga ante decenas de miles de personas al final de una marcha multitudinaria celebrada el pasado jueves en Alhucemas. (EFE)

Los últimos dos años han estado llenos de acontecimientos relativos al Sáhara Occidental. La muerte del líder polisario, Mohamed Abdelaziz, tras cuarenta años en el cargo; la elección del portugués Antonio Guterres como Secretario General de la ONU y la designación por este del expresidente alemán, Horst Köhler, como nuevo enviado especial para el diferendo; el incierto proceso sucesorio en Argelia; las prohibiciones emitidas por la justicia europea para los productos y servicios que proceden de las zonas ocupadas por la monarquía alauí… Todo ello, en medio de un contexto de generalizada inestabilidad regional, con miles de efectivos extranjeros (entre ellos, españoles) desplegados en varias naciones del área.

Un escenario así puede dar paso a la negociación o la intransigencia. Por lo pronto, ambos contendientes parecen haber llegado a un punto de no retorno en sus posiciones; de ahí en más, toca ver si surgen las “fuerzas” capaces de inducirlos al diálogo directo, asunto que para España tiene la primera prioridad, considera un estudio del Real Instituto Elcano. “Una pronta resolución del conflicto ahorraría mucha frustración entre una juventud (saharaui) sin perspectivas en los campos de Tinduf, cuya desesperación pudiera arrojarla en manos de grupos yihadistas (...) Desactivar futuros focos de tensión e inseguridad es por tanto una tarea primordial de nuestra acción exterior, y en ello la resolución del problema del Sahara es un factor esencial”.

Toca al tiempo la respuesta de si estamos solo ante un capítulo más de esta historia.

Dos desarraigos marcan la historia familiar de Abdellah Elidrissi. El primero ocurrió en 1976, el día en que Marruecos finalmente ocupó la ciudad de El Aaiún y los suyos pasaron a ser una suerte de ciudadanos de segunda clase en su propio país. Por entonces no lo sabían, o al menos se negaron a aceptarlo sin plantar cara a las nuevas circunstancias. Durante años siguieron viviendo sus vidas con la mayor dignidad posible, seguros de que algún día la ocupación habría de terminar. Pero no terminó, así que la familia decidió cruzar la frontera hasta Tindouf, en Argelia, donde el Frente Polisario había establecido una red de campos de refugiados desde la que durante una década y media llevó a cabo una desesperada guerra de guerrillas contra un ejército mucho más poderoso.

Sáhara Negociación colectiva
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