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El Salvador quiere saber quién mató a Monseñor Romero
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un asesinato todavía plagado de incógnitas

El Salvador quiere saber quién mató a Monseñor Romero

Su muerte fue uno de los detonantes de un conflicto que asoló El Salvador durante doce años. Dejó unos 75.000 muertos y más de 8.000 desaparecidos

Foto: Salvadoreños conmemoran el 37 aniversario del asesinato de Monseñor Romero, 24 de marzo de 2017. (Efe)
Salvadoreños conmemoran el 37 aniversario del asesinato de Monseñor Romero, 24 de marzo de 2017. (Efe)

Lunes, 24 de marzo de 1980. Óscar Arnulfo Romero da misa en el hospital Divina Providencia de la colonia Miramonte en San Salvador. El arzobispo había desoído a quienes le habían pedido no celebrar la eucaristía. Su vida corría peligro. Predicaba en defensa de los derechos humanos contra la violencia ejercida en su país por el gobierno militar de la época, los escuadrones de la muerte y también los grupos armados de izquierda. Era un hombre con muchos enemigos. Haciendo oídos sordos a las recomendaciones, Monseñor Romero comienza su sermón. A las seis y 25 minutos de la tarde, un estruendo, “como el de una bomba”, dicen los testigos, resuena en el lugar. Una bala había atravesado el pecho del sacerdote.

No era un religioso cualquiera. Fue el ancla que detuvo la guerra civil en el país centroamericano. Su muerte fue uno de los detonantes de un conflicto que asoló El Salvador durante doce años. Dejó unos 75.000 muertos y más de 8.000 desaparecidos. El caso quedó enterrado una vez finalizada la guerra, tras la sanción de la Ley de Amnistía de 1993. Álvaro Saravia, capitán del Ejército salvadoreño e integrante de grupos paramilitares de ultraderecha, entonces único procesado por el crimen, y exiliado en EEUU, fue perdonado… hasta ahora.

Un magistrado del Juzgado Cuarto de Instrucción de San Salvador ha decidido dejar sin efecto el sobreseimiento a Saravia y ha reabierto el caso del asesinato de Monseñor Romero. El juez, de nombre Rigoberto Chicas, ha basado su decisión en el fallo de la Corte Suprema de Justicia que declaró inconstitucional la Ley de Amnistía en julio de 2016. Su intención es arrojar luz al asesinato plagado de incógnitas de uno de los prohombres centroamericanos de los convulsos años 80.

Foto: Trabajadores ecuatorianos durante la construcción del muro fronterizo entre Ecuador y Perú, en Aguas Verdes. (Reuters)

¿Quién mató a Óscar Arnulfo Romero?

Esta vez el proceso podría ser diferente. Chicas ha preguntado a la Fiscalía si el juicio debe ser simplemente contra Saravia, o también contra otros implicados que no han sido procesados todavía. Sus nombres son sobradamente conocidos para los salvadoreños. Especialmente el del presunto autor intelectual, Roberto D’Aubuisson, fundador en 1981 de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), el partido anticomunista que gobernó El Salvador desde 1989 hasta 2009.

La Comisión de la Verdad de la ONU atribuyó el planeamiento del asesinato de Monseñor Romero al líder ultraderechista en 1993. También es acusado de organizar los escuadrones de la muerte que aterrorizaron El Salvador a finales de la década de los 70 y comienzos de los 80. No podrá ser procesado. Murió de cáncer de lengua en 1992. El pendenciero Saravia, hasta ahora único acusado, era uno de los hombres de confianza de D’Aubuisson. Se exilió en California en algún momento de los 80. Dejó Estados Unidos en 2004, cuando la ONG Centro para la Justicia y Rendición de Cuentas (CJA) consiguió procesarlo por vía civil por el asesinato de monseñor Romero. Fue hallado culpable del homicidio y condenado a pagar 10 millones de dólares a sus familiares.

Ahora vive oculto en otro país. Admitió haber participado en el asesinato durante en una entrevista publicada en 2010 por el diario ‘online’ salvadoreño ‘El Faro’, pero negó haber disparado a monseñor Romero. Sí incriminó al resto de señalados por la Comisión de la Verdad por haber participado en el asesinato. Entre ellos están el capitán Eduardo Ávila –se suicidó, o fue asesinado, unos años después-, otro ultraderechista, Fernando “el Negro” Sagrera, y el chofer Armando Garay. Relaciona también a Mario Molina, hijo del expresidente Arturo Molina (1972-1977) y, según Saravia, autor intelectual del homicidio junto con D’Aubuisson. Habría elegido al tirador, cuya identidad es desconocida.

placeholder  Varias personas rezan frente a la tumba del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, en San Salvador, cuando se cumplen 37 años de su homicidio. (Efe)
Varias personas rezan frente a la tumba del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, en San Salvador, cuando se cumplen 37 años de su homicidio. (Efe)

¿Habrá justicia?

El autor del disparo fue una incógnita durante 31 años. ¿Quién apretó el gatillo, si no fue Saravia? Según un reportaje del vespertino salvadoreño ‘CoLatino’, publicado en 2011, fue Marino Samayor Acosta, un suboficial de la extinta Guardia Nacional y actualmente en paradero desconocido, quien realizó el tiro mortal. Habría recibido 114 dólares por eliminar a su objetivo.

Existen varias teorías más: “La Justicia no tiene claro quién disparó a Romero. Hay otra versión que asegura que el tirador era un argentino, de los que la dictadura de entonces regó por toda América Latina como ‘asesores’, pero la siento menos sustentada”, comenta a El Confidencial Roberto Valencia, periodista español de “El Faro” y autor del libro ‘Hablan de Monseñor Romero’. Es escéptico con respecto a la posibilidad de obtener Justicia: “Ojalá me equivoque, pero no creo que esta sociedad conozca una sentencia judicial firme que señale con nombre y apellidos a los autores materiales e intelectuales del magnicidio”, señala Valencia.

Uno de los principales escollos con el que se van a encontrar los investigadores es que la mayoría –no todos- de los principales actores del crimen están muertos o en paradero desconocido. “Más allá de que haya personas encarceladas, a este país le vendría muy bien que se sentara el precedente de una condena firme. Buena parte de esta sociedad rinde, hoy en día, pleitesía a un personaje como Roberto D’Aubuisson”, piensa el experto en la figura de Monseñor Romero.

Foto: Miembros de la Fuerza de Reacción Especial, que combina efectivos especiales y militares de El Salvador, antes de su despliegue, en octubre de 2016 (Reuters)

Legado

Los seguidores del arzobispo sí han conseguido que su figura sea reconocida como la de uno de los hombres más importantes de El Salvador durante el siglo XX. “Romero fue la sensatez en un momento en que una sociedad altamente polarizada creía, de uno y otro lado, que la guerra era la única opción”, comenta Valencia. Cuando se acabó la guerra, llegaron las pandillas y el narcotráfico. “Han pasado 40 años, pero las condiciones sociales y políticas de El Salvador no son tan diferentes como se podría suponer con el paso de cuatro décadas. Hay diferencias, es obvio, pero la polarización, la desigualdad y la violencia siguen siendo señas de identidad de esta sociedad, que yo etiqueto como la más violenta del mundo. El discurso de Romero sigue siendo, por absurdo que suene, muy actual y muy vigente”, señala el experto.

La polarización, la desigualdad y la violencia siguen siendo señas de identidad de esta sociedad

El legado del arzobispo es tal que el aeropuerto de San Salvador lleva su nombre. La Iglesia Católica también ha reconocido la obra de monseñor Romero. Fue beatificado el 23 de mayo de 2015 en un acto multitudinario celebrado en San Salvador. Su canonización está siendo estudiada por el Vaticano. El Papa está “muy interesado” en ella, según Gregorio Rosa Chávez, primer cardenal salvadoreño –nombrado por Francisco I- y amigo de monseñor Romero, a quien le dedicó su ascenso en la curia.

Otros casos reabiertos

El fallo del Tribunal Supremo contra la Ley de Amnistía de 1993 no sólo ha hecho que se reabra el caso contra los asesinos de Monseñor Romero. La masacre de El Mozote también volverá a ser investigada. El Ejército atacó varios pueblos en la zona noroeste del país entre el 10 y el 12 de diciembre de 1981. Detuvieron a los habitantes, cometieron torturas y violaciones y ejecutaron a entre 900 y 1200 personas, la mayoría mujeres y niños. Hasta 18 militares de alto rango han sido relacionados con la matanza. En este caso sólo tres han fallecido.

También podría ser revisada la condena al ex coronel Guillermo Benavides por la matanza de la Universidad Centroamericana ocurrida en 1989. Seis sacerdotes jesuitas –cinco de ellos españoles- y dos empleadas domésticas fueron asesinados. Los jesuitas de El Salvador han pedido recientemente su indulto “bajo la premisa de que, en nuestra perspectiva, el proceso de verdad, justicia y reparación ha sido satisfecho”, explicaron en un comunicado. Probablemente sean reabiertos más casos en un país que no ha conseguido olvidar la crueldad de la guerra de los 80, precursora, según parte de los salvadoreños, de la violencia que vive actualmente el pequeño Estado centroamericano.

Lunes, 24 de marzo de 1980. Óscar Arnulfo Romero da misa en el hospital Divina Providencia de la colonia Miramonte en San Salvador. El arzobispo había desoído a quienes le habían pedido no celebrar la eucaristía. Su vida corría peligro. Predicaba en defensa de los derechos humanos contra la violencia ejercida en su país por el gobierno militar de la época, los escuadrones de la muerte y también los grupos armados de izquierda. Era un hombre con muchos enemigos. Haciendo oídos sordos a las recomendaciones, Monseñor Romero comienza su sermón. A las seis y 25 minutos de la tarde, un estruendo, “como el de una bomba”, dicen los testigos, resuena en el lugar. Una bala había atravesado el pecho del sacerdote.

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