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Las horas más bajas de los socialdemócratas en Alemania
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los sondeos le dan solo un 21% de los votos

Las horas más bajas de los socialdemócratas en Alemania

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se hunde en las encuestas. El buque insignia de la socialdemocracia europea naufraga en un espacio político cada vez más estrecho

Foto: El líder del SPD Sigmar Gabriel y el Presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz durante el congreso del partido en Berlín, en diciembre de 2015 (Reuters)
El líder del SPD Sigmar Gabriel y el Presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz durante el congreso del partido en Berlín, en diciembre de 2015 (Reuters)

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) puede haber entrado en barrena. Con más de 150 años a cuestas, este pilar del bipartidismo imperfecto de Berlín se hunde en las encuestas. Como si no conociese suelo. Su participación en la gran coalición de la mano de los conservadores de Angela Merkel le está pasando factura tras dos años y medio en el gobierno. Además el partido aparece desnortado: se ha quedado vacío, sin ideas ni propuestas, y se ha mostrado incapaz de reaccionar ante nuevos fenómenos como la crisis de los refugiados o el surgimiento de la xenófoba y populista Alternativa para Alemania (AfD). Para colmo, la figura de su líder es más que discutida y puede que no llegue a los próximos comicios.

El último "Politbarometer", el sondeo de intención de voto de referencia en el país, apuntaba a principios de junio que el SPD lograría sólo el 21 por ciento de los votos de celebrarse elecciones. Ésta es la peor tasa cosechada por el partido decano del parlamentarismo alemán en 24 años, desde que el cristianodemócrata Helmut Kohl pilotaba la reunificación alemana. Lejos queda el 45 por ciento de apoyos de 1998, cuando Gerhard Schröder accedió a la Cancillería, pero también el 30 por ciento con el que comenzó 2013, el último año con elecciones generales. La Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, por su parte, obtendría el 33 por ciento de las papeletas (desgastada por la gestión de la crisis de los refugiados); AfD y Los Verdes, un 13 por ciento; y La Izquierda, un 9 por ciento.

Además, Sigmar Gabriel, el presidente del SPD y vicecanciller en la gran coalición cotizaba claramente a la baja. En una escala del 5 al -5 obtenía un discreto 0,5. Esta nota queda muy por debajo de la del ministro de Exteriores, su correligionario Frank-Walter Steinmeier (2,0), la del ministro de Finanzas, el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble (1,7) y la de la propia Merkel (1,5). Además, sólo el 36 por ciento de los interrogados percibían a Gabriel como un buen candidato a canciller. Entre sus propios votantes sólo lograba un 49 por ciento de apoyos.

Los politólogos perciben varias razones tras este hundimiento. Por un lado, y como era predecible, el SPD sufre el típico síndrome del socio minoritario en una coalición. El partido del jefe de gobierno acaba siendo percibido como el responsable de los éxitos de la gestión y el perfil del minoritario se desdibuja. En muchas ocasiones, al menos en Alemania, este hecho ha acabado pasando factura electoral al partido junior. Especialmente, en las últimas dos elecciones. En 2009, el SPD, tras su primera gran coalición con Merkel, perdió 75 escaños y se quedó con el 23 % de las papeletas. En 2013 fue el liberal FDP quien, tras gobernar con la canciller, se derrumbó en las elecciones y no alcanzó si quiera el 5 por ciento mínimo para acceder al Bundestag. Perdió a un 10 por ciento de sus votantes y pasó de 93 a cero diputados.

Además, el SPD no ha sabido administrar los tiempos en la legislatura. Tras un primer año en el que estuvo especialmente activo, ahora aparece agotado. En los primeros meses en el poder introdujo todas las propuestas de campaña que había conseguido incluir en el programa conjunto de coalición que pactaron con los conservadores. En apenas medio año se aprobó el primer salario mínimo interprofesional, se reformaron al alza algunas pensiones, se ampliaron los casos para una jubilación anticipada y se concedieron ayudas retroactivas a un colectivo de madres.

Después llegó el invierno. El SPD se quedó sin propuestas que vender a su electorado, al que tenía que justificar el paso de entrar en el gobierno de la mano de la CDU. Y la actualidad llevó los titulares a un terreno nuevo, para el que los socialdemócratas no han encontrado un discurso convincente. Primero vino el resurgir de la crisis griega. Y los socialdemócratas, aunque pidieron algo de tiempo y comprensión para Atenas, no quisieron defender una posición que no da votos en Alemania y acabaron firmando las recetas de austeridad de Schäuble.

placeholder El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, junto a Angela Merkel en una reunión del Consejo de Ministros en la Cancillería Federal en Berlín, en junio de 2015 (EFE)
El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, junto a Angela Merkel en una reunión del Consejo de Ministros en la Cancillería Federal en Berlín, en junio de 2015 (EFE)

Un espacio político cada vez más estrecho

Luego llegó el auge de la derecha radical a manos de AfD, pero también del movimiento xenófobo Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida). El SPD empleó aquí primero un discurso algo ambiguo con Pegida -tratando de entender la frustración de algunos de los manifestantes-, para tratar después de abanderar la defensa de los valores democráticos frente a ambos. Más adelante, surgió la avalancha de los refugiados, que el año pasado superaron el millón de personas. En este caso, el SPD ha estado en todo momento a rebufo de la canciller, tanto cuando abrió las puertas de Alemania como cuando luego endureció la ley de asilo y pactó con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para cortar de raíz la llegada de peticionarios de asilo a través de la ruta de los Balcanes.

Además, el espacio político que tradicionalmente ocupaban los socialdemócratas se ha ido estrechando en los últimos años. En un extremo se ha consolidado La Izquierda, que lleva años cosechando en torno al 10 por ciento de los votos, con un discurso social y antimilitarista. Los Verdes, por su parte, se han ido centrando en los últimos años hasta sumar muchas coincidencias con el SPD, aunque con una imagen mucho más moderna, interclasista, dinámica y, por supuesto, ecológica. Y por la derecha Merkel ha virado hacia el centro a los conservadores como ningún líder de la CDU lo había hecho nunca. De hecho, en cuestiones clave como la crisis griega o la de los refugiados la canciller ha encontrado más oposición entre sus propias filas que entre los socialdemócratas.

En estas circunstancias, no es de extrañar que dentro del partido hayan empezado a cuestionar la figura de Gabriel, más aún teniendo en cuenta que falta poco más de un año para que en Alemania se vuelvan a celebrar elecciones generales. Pero nadie quiere empezar oficialmente una batalla. Primero, porque aún falta demasiado tiempo y cualquier candidato podría quemarse antes de llegar a las urnas. Segundo, y más importante, porque a pesar del descrédito en torno al actual presidente socialdemócrata, no hay ninguna figura en el partido que pueda y quiera sucederle.

Lo que es aún más trágico para la segunda fuerza que más europarlamentarios aporta al grupo socialdemócrata de la Eurocámara (27, frente a los 14 de España) es la certeza de que nadie en el SPD podría hacerle sombra a Merkel. El jefe de gobierno del Land de Schleswig-Holstein, el socialdemócrata Torsten Albig, llegó a plantearse en una entrevista en la cadena pública regional NDR si tenía sentido que su partido presentase un candidato a la cancillería. "Ella [Merkel] es una canciller que los alemanes obviamente quieren. Creo que es difícil ganar unas elecciones contra esta canciller", aseguró. A lo mejor, añadió, lo realista sería ponerse como objetivo entrar en el Gobierno y no designar a su cabeza de cartel como candidato a la cancillería. Su pragmatismo provocó una pequeña tormenta en el SPD.

Así, tratando de reinventarse de cara a las elecciones parlamentarias del año que viene y sin hablar de candidatos, el SPD ha llegado a recurrir a una cuestión que hasta ahora tabú. Buscar un tripartito con Los Verdes y la Izquierda. La coalición roji-roji-verde. Con los ecopacifistas ya gobernaron tres legislaturas, entre 1998 y 2005, gracias al carismático tándem conformado por Schröder y Joschka Fischer. Pero a nivel federal nunca se habían planteado coaligarse con La Izquierda, un partido formado por disidentes de su propio partido y por postcomunistas provenientes de la extinta República Democrática Alemana (RDA). Hasta hace escasas semanas el SPD consideraba que esta formación era "incapaz de gobernar". Ahora dice que hay que explorar posibilidades.

El comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, el socialista francés Pierre Moscovici, apuntaba recientemente en una visita a Berlín que la crisis del SPD no era un hecho excepcional, sino una dolencia que aqueja a la mayoría de los partidos socialdemócratas en el continente. "La socialdemocracia no está en una buena forma en Europa. No en Alemania, no en Francia, no en Italia. Tenemos que ser más concretos, mas precisos, más entusiastas", aseguró. En Alemania son dolorosamente conscientes de esto.

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) puede haber entrado en barrena. Con más de 150 años a cuestas, este pilar del bipartidismo imperfecto de Berlín se hunde en las encuestas. Como si no conociese suelo. Su participación en la gran coalición de la mano de los conservadores de Angela Merkel le está pasando factura tras dos años y medio en el gobierno. Además el partido aparece desnortado: se ha quedado vacío, sin ideas ni propuestas, y se ha mostrado incapaz de reaccionar ante nuevos fenómenos como la crisis de los refugiados o el surgimiento de la xenófoba y populista Alternativa para Alemania (AfD). Para colmo, la figura de su líder es más que discutida y puede que no llegue a los próximos comicios.

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