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Rubio se retira: adiós al latino oportunista que siempre soñó con ser presidente
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Rubio se retira: adiós al latino oportunista que siempre soñó con ser presidente

A diferencia de otros líderes, como Obama, los Clinton o Ted Cruz, Rubio no ha conocido la riqueza ni estudiado en universidades prestigiosas. Pero no ha logrado el voto hispano

Foto: El candidato a la nominación republicana Marco Rubio durante un mitin de campaña en Miami, Florida, el 14 de marzo de 2016 (Reuters).
El candidato a la nominación republicana Marco Rubio durante un mitin de campaña en Miami, Florida, el 14 de marzo de 2016 (Reuters).

¿A qué edad decide una persona que desea ser presidente de su país? Y una vez lo decide, ¿cuándo se lo cuenta a la gente? Marco Rubio ya lo anunciaba a los 16 años, por lo menos. Pero la carrera presidencial con la que siempre soñó se ha hundido en su estado, Florida, donde la mayoría de las encuestas sobre las primarias le daban entre 18 y 22 puntos menos que al favorito, Donald Trump. Al final Trump ha obtenido casi un 46% de los votos, frente al 27% de Rubio. Y aunque en otros estados los resultados han estado más ajustados (en Missouri, por ejemplo, ambos aspirantes han empatado), la matemática electoral ha dejado al candidato latino fuera de combate.

Por el camino de Rubio habían quedado varios cadáveres políticos: congresistas, gobernadores y hasta su mentor de sangre azul, Jeb Bush. Nada parecía frenar una carrera marcada por la impaciencia, los juegos de sombras y la valiosa etiqueta de ser joven e hispano. Insuficiente, en todo caso, frente a un imparable Trump. Anoche, Rubio anunció en Miami su retirada de la campaña, sin evitar las críticas a su rival. "Las políticas del resentimiento contra otras personas no solo nos van a dejar un partido fracturado. Nos van a dejar una nación fracturada", declaró, en clara referencia al discurso racista de Trump.

A diferencia de otros líderes, como Barack Obama, los Bush, los Clinton, o su inmediato rival Ted Cruz, Marco Rubio no ha conocido la riqueza ni estudiado en universidades prestigiosas. Nació hace 44 años en el seno de una familia cubanoamericana humilde. Su padre fue 'barman' durante décadas y su madre limpiadora de hoteles. Pero fue su abuelo Pedro, quien, según él mismo ha dicho, le inoculó el virus de la política siguiendo por televisión el ascenso de Ronald Reagan.

Porque esa era una de las principales bazas de Marco Rubio, su historia personal: la referencia constante al origen sencillo y luchador de su comunidad. “Rubio es un ejemplo de lo que parece ser el 'sueño americano', en términos de buscar el ascenso social”, dice a El Confidencial Robert Jackson, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Florida.

Honrar el pasado familiar no es óbice para que Rubio maquillara, aparentemente, los motivos por los que sus padres se marcharon de Cuba. Cuando hacía campaña al Senado, dejaba entender, sin ser específico, que sus padres habían huido del castrismo. A veces mencionaba 1958 como fecha del “exilio”; otras, 1959, el año de la revolución. Los periódicos indagaron y descubrieron que sus padres habían abandonado la isla en 1956. No fueron exiliados, sino emigrantes económicos.

Esta es una constante en el currículum de Rubio: el oportunismo, la voluntad de cambiar, ajustar, difuminar, o mirar hacia otra parte con tal de acercarse un poco a la cumbre.

En 1996, Rubio ya cortejaba los votos para el candidato presidencial republicano, Bob Dole. En 2000 obtuvo un escaño en la Cámara de Representantes de Florida y en 2005, a los 34 años, su presidencia. El salto de Rubio al paisaje nacional llegó con su carrera al Senado en 2010 a lomos del Tea Party, la facción ultraconservadora en boga por entonces. Rubio defendió las posturas más radicales, entre ellas el rechazo frontal a permitir que los inmigrantes sin papeles optasen a quedarse en Estados Unidos. Cuando cambiaron los vientos, en 2013, Rubio se distanció del Tea Party.

Es un político muy hábil y oportunista”, explica por email Eduardo Suárez, periodista y coautor, junto a María Ramírez, de 'Marco Rubio y la hora de los hispanos'. “Siempre ha tenido olfato para medrar. No tiene la sustancia intelectual de Obama pero es concienzudo a la hora de estudiarse los asuntos y estos años en el Senado le han convertido en un pequeño experto en política exterior. Esos detalles, una magnífica oratoria y la impaciencia propia de quién no quiere esperar su turno le han llevado tan pronto hasta aquí”.

Su salto al paisaje nacional llegó con su carrera al Senado en 2010 a lomos del Tea Party. Defendió las posturas más radicales, como el rechazo frontal a permitir que los sin papeles optasen a quedarse en EEUU

Suárez afirma que, pese a las maniobras, Rubio “es un tipo muy ideológico: se opone al aborto también en los casos de incesto o violación, no cree que el cambio climático sea fruto de la actividad humana y está a favor de la pena de muerte”. Y lo describe con una frase del historiador Sean Wilentz: “oportunista con un fin”, aplicada, originalmente, al expresidente Bill Clinton.

Rubio también lo apuesta todo por llevar una vida perfectamente 'gringa'. Está casado con una antigua 'cheerleader', su novia del instituto, tiene cuatro hijos, adora el fútbol americano, escucha hip hop y practica un esplendor material basado en la deuda.

Su trayectoria financiera es una sucesión socavones, charcos y zanjas embarradas de las que parece que no va a salir nunca. En 2010 fue cuestionado por usar excesivamente la tarjeta de crédito del partido para “gastos personales”. En 2013, estaba en números rojos: debía un total de 140.000 dólares, según el índice de Riqueza del Congreso. A finales de 2014 sacó 68.241 dólares de uno de sus fondos de pensiones, algo que suele se interpretado como un signo de desesperación financiera. Y eso pese a ingresar 240.000 dólares ese año, sin contar con el sueldo de su mujer.

El motivo es una combinación de malas inversiones inmobiliarias y un estilo de vida abundante. Sus cuatro hijos acuden a escuelas privadas cuya matrícula vale 40.000 dólares al año.

El "superhéroe del contribuyente"

Paradójicamente, Marco Rubio aboga por el conservadurismo fiscal más extremo: quiere limitar el gasto público en todas las áreas y empequeñecer el Gobierno. Su cruzada fiscal le ha granjeado los títulos de “Superhéroe del contribuyente”, por el Consejo de Ciudadanos contra el Despilfarro del Gobierno, y de “Amigo del Contribuyente”, por la Unión Nacional de Contribuyentes.

Otro rasgo de Rubio es que, además de ser joven, lo parece. Su rostro despejado, su voz juvenil y su amplia sonrisa le granjean motes que nadie osaría otorgar al malencarado Ted Cruz, senador como él, cubanoamericano y de la misma edad. A esto se añade su tendencia a sufrir pánico escénico.

A pesar de ser un orador reconocido y hábil, con facilidad para la improvisación, en ocasiones se ve a Rubio pálido y sudoroso como un enfermo, hiperactivo, incómodo ante la cámara. La agencia Reuters identificó su gesto más común: el estiramiento de los labios hacia un lado. Un “síntoma de miedo” que aparece al final de la mitad de sus declaraciones y que le hace parecer como el “más ansioso del campo” republicano. Algo que el constante disparar de su sonrisa no logra disimular.

Sus nervios se hicieron evidentes en su respuesta al discurso del Estado de la Unión de Barack Obama en 2013. En él se ve a Rubio sudando, quedándose literalmente seco, emitiendo cada palabra con un chasquido, dándose masajes de labios con dos dedos, tropezando con algunas frases y parándose para beber agua. Youtube y las redes sociales dieron buena cuenta de su “boca seca”.

Y llega 2016.

Rubio inició su campaña con las bazas de siempre; su oratoria, su origen. “El hecho de que sea un latino de origen cubano es muy favorable para él”, declara el profesor Jackson. “El partido republicano estaba buscando líderes jóvenes y brillantes que fuesen latinos. Cuando consiguió el escaño de senador, el nivel nacional del partido le empezó a ver como una estrella ascendente. Alguien que podría convertirse en un buen vicepresidente o candidato presidencial en el futuro”.

Su juventud, su falta de experiencia de gobierno, el tono visionario de su campaña y el hecho de pertenecer a una minoría hacen que se compare a Rubio con el presidente del país, Barack Obama. Eduardo Suárez reconoce algunos paralelismos. “Ambos aspiran a la presidencia después de unos pocos años en el Senado, se han formado en las legislaturas de sus estados y explotan su historia familiar. Ambos tienen una personalidad muy fuerte y son grandes oradores. Ninguno ha gestionado nada antes de aspirar a la Casa Blanca (…). Rubio tiene a su favor que pertenece a la minoría más influyente de EEUU. Los hispanos son cada vez más influyentes y eso juega a su favor”.

“Él vio el ejemplo del presidente Obama en la campaña de 2008: no esperar”, añade Jackson. “Si el momento es el adecuado, vas y te presentas, incluso si eres joven o atípico. Pero lo hizo sin prever a Donald Trump”.

Trump. Una fuerza que ha descolocado la campaña de Marco Rubio y de todos las demás. Es como si el Partido Republicano se hubiese quebrado en dos partes: la opción populista, que es la exitosa, y la desmayada opción moderada que Rubio intentaba cabalgar de oído. “Rubio no ha actuado como se esperaba. Cambió su actitud y su presentación en respuesta a Donald Trump”, dice Jackson. “Hizo una mala actuación en el debate de New Hampshire y luego se volvió mucho más combativo. Intentando reaccionar, se ha mostrado inconsistente y volátil, poco presidencial”.

Ha pagado caro el error. Anoche, en Miami, le costaba esconder sus emociones cuando declaró: "No estaba entre los planes de Dios que yo ganase".

¿A qué edad decide una persona que desea ser presidente de su país? Y una vez lo decide, ¿cuándo se lo cuenta a la gente? Marco Rubio ya lo anunciaba a los 16 años, por lo menos. Pero la carrera presidencial con la que siempre soñó se ha hundido en su estado, Florida, donde la mayoría de las encuestas sobre las primarias le daban entre 18 y 22 puntos menos que al favorito, Donald Trump. Al final Trump ha obtenido casi un 46% de los votos, frente al 27% de Rubio. Y aunque en otros estados los resultados han estado más ajustados (en Missouri, por ejemplo, ambos aspirantes han empatado), la matemática electoral ha dejado al candidato latino fuera de combate.

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