Muerte de un ruiseñor: la foto del niño sirio muerto en la playa conmociona al mundo
Gracias a Nilufer Demir y a los medios de comunicación sabemos que se llama Aylan Kurdi, que tenía tres años y que murió junto a su hermano de cinco, Galip Kurdi, y su madre
Era un niño más queintentaba alcanzar la isla griega de Kos. Su familia pagó cerca de mil dólares a los traficantes por cada una de las plazas del bote que salió hace días desde la costa turca, en Alihoca, cerca de Bodrum. Eran seis, pero el mar se cobró la vida de cuatro. Tres de ellos eran niños.
Ninguno llevaba chaleco salvavidas. No sabían nadar. La ruta Bodrum-Kos es corta, de unos 24 kilómetros, pero peligrosa. El mar los engulló de un trago y los escupiósobre la arena de Kos, donde un guardia costero recogió sus cuerposcon cuidado, intentando no dañar a quienes siempre son más vulnerables.
La fotógrafa de Reuters, Nilufer Demir, encuadró, enfocóy capturó a uno de ellosen una fotoque de inmediatodio la vuelta al mundo. Hace medio siglo, la escritora estadounidense Harper Lee conmocionó a la sociedad de su tiempo con lanovela Matar un ruiseñor, donde se sirve del punto de vista de una niña para abordar asuntostrascendentales como la injusticia racial, la destrucción de la inocencia, los prejuicios morales... Esta vez, unaimagen contiene unacarga de denuncia social equivalente.
Gracias a esta imagen, el mundo sabe hoy queel niño sin nombre se llamaAylan Kurdi,tenía tres años ymurió junto a su hermano de cinco(Galip)y junto a su madre. Conellos viajaba tambiénZeynep Abbas Hadi, madre de cuatro hijos, tres de los cuales nunca se levantaron de la orilla de Kos. Todos ellos huían del horror de Siria, un país descompuesto tras más de cuatro años de barbarie y sangre a sus espaldas. Aquella es una guerra que expulsa a diario a 6.000 personas, un agujeronegro en elque han desaparecido 120.000 seres humanos, incluidos 14.000 niños sinnombre.
Gracias a la instantánea deNilufer Demir,anoche en Múnich una oleada de ciudadanos se apresurabaa llevarcomida y mantas a los refugiados que viven en la estación ferroviaria de la ciudad. Al término de la jornada, la masa delas redes sociales clamaba"#KıyıyaVuranİnsanlik" (la humanidad llegó a la orilla)y la etiqueta #Yosoyrefugiado se convirtió en tendenciaen España, donde Barcelona y Madrid han alzado ya la mano paraconvertirse en"ciudades refugio". Ruido y más ruido para quela clase política de toda Europa sientala necesidad de hacer algo, más allá de declaraciones bienintencionadas y deliberaciones sobre cupos de acogida.
A la hora de la verdad Europa no es Europa, sino 27 estados con 27 puertas distintas, pero igualmente cerradas
"Cuando hay madres tratando de evitar que sus hijosse ahoguen en un naufragio. Cuando la gente es abandonada y se asfixia en la parte trasera de un camión por mafias diabólicas de traficantes y cuando cadáveres de niños aparecen varadosen la orilla, Reino Unido tiene que actuar", lamentaba la líder laboristaYvette Cooper, en declaraciones a The Independent. "Ninguna persona decente, y más si es padre, puede dejar de sentirse conmovida", juzgaba mucho más cerca un sentidoministro Margallo.
Sin embargo, ninguno de estos gobiernos (incluido el español) ha sido capaz de contribuir al desarrollo de una respuesta europea conjuntaque detenga estasangría humanitaria. A la hora de la verdad, vuelve a parecer queEuropa no es Europa, sino una suma de 27 estados con 27 puertas distintas, pero igualmente cerradas.
No sabremos nunca cómo se llamabanlos cientosde niños sin nombre que según datos de 'Save the Children'han sido rescatados en los últimos días en la franja del Mediterráneo, ese transitado pasoque separa Italia del norte de África.
ACNURestimaque solo en lo que llevamos de año2.500 personas perdieron la vida tratando de llegar a Europa."Les da igual si mueren o no", dijo uno de los supervivientes a este viaje mortal. Ahora la tragedia ya tiene su icono. Ha muerto un ruiseñor. ¿Cuántos más hacen falta para quedeje de darle igual al resto del mundo?
Era un niño más queintentaba alcanzar la isla griega de Kos. Su familia pagó cerca de mil dólares a los traficantes por cada una de las plazas del bote que salió hace días desde la costa turca, en Alihoca, cerca de Bodrum. Eran seis, pero el mar se cobró la vida de cuatro. Tres de ellos eran niños.
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