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Obama saca pecho con la economía y busca una agenda social ambiciosa
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Obama saca pecho con la economía y busca una agenda social ambiciosa

En su penúltimo mensaje sobre el Estado de la Unión, Obama quiso volver a sus inicios y hacer lo que mejor sabe. Ofreció un discurso esperanzador y emotivo

Foto: El presidente de Estados Unidos Barack Obama durante el discurso sobre el Estado de la Unión (EFE)
El presidente de Estados Unidos Barack Obama durante el discurso sobre el Estado de la Unión (EFE)

En su penúltimo mensaje sobre el Estado de la Unión, Obama quiso volver a sus inicios y hacer lo que mejor sabe. Ofreció un discurso esperanzador y emotivo, que conmovió hasta el suspiro a beatonas demócratas como Nancy Pelosi y que confirmó lo que ya se sospechaba: que no tiene intención de pasar sus dos últimos años en la Casa Blanca como un “pato cojo”. “A mi ya no me quedan más campañas que hacer”, advirtió en la transición entre la primera y la segunda parte del monólogo.

Empezó dando por finiquitada definitivamente la crisis y repasando las cifras económicas de un país que, es cierto, no tiene nada que ver con el que se cargó a las espaldas hace seis años. Y terminó provocando a los republicanos, desafiándoles a aprobar una batería de propuestas redistributivas (básicamente impuestos para los más ricos y gasto público) con las que fortalecer a la maltrecha clase media, el colectivo más castigado por la Gran Recesión.

“Esta noche pasamos de página tras años de crisis, temor e incertidumbre. Nuestra economía está creciendo y creando empleo al ritmo más alto desde 1999”, reivindicó. “Desde 2010, América ha generado más puestos de trabajo que Europa, Japón y todas las economías avanzadas combinadas”, dijo, subrayando que el desempleo es incluso menor que antes de la crisis financiera.

Vídeo: Obama centra su discurso en la economía y en Cuba

Para un político que vende ilusiones e ideas, no hay nada mejor que liberarse de ataduras. Y Obama atraviesa un gran momento desde que se olvidó de las urnas tras las legislativas de noviembre del año pasado. Consumado el avance republicano en el Capitolio, y contra muchos pronósticos, su tasa de popularidad ha remontado velozmente (supera ya el 50 por ciento), en parte gracias a los decretos (emisión de CO2, inmigración, Cuba...) impulsados ya sin tantos cálculos electoralistas.

Es cierto que los datos y las previsiones económicas ayudan a sacar pecho. “A cada paso nos han dicho que (...) aplastaríamos la creación de empleo o haríamos explotar el déficit, sin embargo hemos tenido el crecimiento económico más rápido en una década y hemos recortado el déficit en dos tercios, mientras la Bolsa se ha duplicado”, se desquitó ayer.

Una vez consolidada la recuperación, propone Obama, es el momento de redistribuir la riqueza. “En dos semanas enviaré al Congreso unos presupuestos llenos de ideas que son prácticas, no partisanas”, empezó prometiendo. Y propuso después varias cosas. Por ejemplo, una exención fiscal de 3.000 dólares anuales por cada hijo en edad preescolar para pagar las prohibitivas guarderías americanas, más caras que la mayor parte de las universidades.

También pidió un mínimo de siete días de baja por enfermedad (43 millones de americanos no reciben su salario si no acuden a trabajar, aunque estén enfermos) e insistió igualmente en que el Congreso eleve el salario mínimo y permita que se ofrezcan dos años de educación superior gratuita en centros públicos (en los community college, cuya matrícula es ya hoy muy asequible en casi todos los estados).

Habló incluso de grandes inversiones en infraestructuras y de la iniciativa, adelantada días atrás, de crear nuevos impuestos para los más ricos y de evitar que las grandes fortunas y las multinacionales reduzcan sus contribuciones al mínimo gracias a vacíos legales y trucos contables. “Vamos a cerrar esos vacíos legales que fomentan la inequidad y permiten que el uno por ciento evada pagar los impuestos de su riqueza acumulada”, dijo. “Podemos utilizar ese dinero para ayudar a las familias a pagar los jardines de infancia y enviar a sus hijos a la Universidad”, continuó, proponiendo “un nuevo esquema tributario”.

Tras la avalancha de propuestas, apeló al entendimiento, el sentido común y la responsabilidad política del Congreso (en manos republicanas) para conseguir convertirlas en ley. Algo que pocos en Washington consideran probable después de seis años asistiendo a peleas interminables que se han traducido en el bloqueo total de la actividad legislativa.

Si la Casa Blanca y los parlamentarios conservadores no han conseguido un acuerdo en asuntos en los que el margen de negociación es mucho más amplio como la inmigración, nadie espera que vayan a hacerlo en temas que requieren aumentar el gasto público y perjudicar a los grandes patrimonios, las dos grandes líneas rojas republicanas.

Ante senadores y representantes, Obama respondió también a la totalidad de los escándalos, polémicas y críticas que le han sacudido en los últimos 12 meses. Con especial énfasis en la política exterior, uno de los aspectos más criticados por la oposición y la prensa en un año marcado por el desafío de Putin, el auge del Estado Islámico y las provocaciones de Corea del Norte.

El presidente insistió en la idea repetida una y mil veces para redefinir el papel de EEUU como primera potencia: combinar diplomacia y fuerza para enfrentar a los países más hostiles. Y en actuar con sensatez y mesura en lugar de “dejarse llevar por los impulsos y los titulares”.

“Creo en un tipo de liderazgo americano más inteligente. Nosotros somos mejores líderes cuando combinamos potencia militar con diplomacia fuerte; cuando utilizamos nuestro poder para construir coaliciones; cuando no dejamos que los miedos nos cieguen y nos oculten las oportunidades de este nuevo siglo”, dijo, pidiendo al mismo tiempo que el Congreso le autorice a utilizar la fuerza contra el Estado Islámico.

Aprovechó para sacarse otra de las espinas que más le han dolido en este curso. “Cuando estábamos trabajando duro para imponer sanciones a Rusia con nuestros aliados, muchos sugirieron que la agresión de Putin era una obra maestra de estrategia y fuerza. Bien, lo que hoy tenemos es que América se mantiene más fuerte y unida que nunca, mientras que Rusia está más aislada y con su economía hecha trizas”, dijo, mientras las cámaras enfocaban al senador John McCain, gran admirador de la capacidad estratégica de Putin.

En su penúltimo mensaje sobre el Estado de la Unión, Obama quiso volver a sus inicios y hacer lo que mejor sabe. Ofreció un discurso esperanzador y emotivo, que conmovió hasta el suspiro a beatonas demócratas como Nancy Pelosi y que confirmó lo que ya se sospechaba: que no tiene intención de pasar sus dos últimos años en la Casa Blanca como un “pato cojo”. “A mi ya no me quedan más campañas que hacer”, advirtió en la transición entre la primera y la segunda parte del monólogo.

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