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“Supimos que podíamos ganar cuando en Londres se unieron contra la independencia"
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EL REFERÉNDUm EN LOS PUBS DE GLASGOW

“Supimos que podíamos ganar cuando en Londres se unieron contra la independencia"

Grupos de jóvenes van llenando el Yes Bar, con sus pegatinas y banderas, con sus mochilas de color azul. Todos aseguran que el resultado será favorable al sí

Foto: David Currie, propietario del District Pub, el bar de referencia del Rangers. Ferviente defensor del "no" (Eugenio Blanco).
David Currie, propietario del District Pub, el bar de referencia del Rangers. Ferviente defensor del "no" (Eugenio Blanco).

Glasgow, tercera ciudad del Reino Unido, era este jueves más que nunca un alma polarizada. La votación del referéndum escocés ha agudizado las consignas propias de la ciudad, sus diferentes almas o catálogos divergentes: filias y fobias entre Rangers y Celtic, entre católicos y protestantes y entre unionistas y secesionistas. Muchos de sus habitantes, antes o después de votar, dilucidaban sobre el futuro en los pubs de la ciudad, foco social por antonomasia de la cultura escocesa (y británica).

El diálogo en los pubs fluía mientras la jornada avanzaba. Y es que los pubs han sido algo así como una correa de trasmisión durante toda la campaña. Muchos políticos han hecho campaña, para uno u otro bando, a golpe de pinta, hablando con los ciudadanos.

Algunos pubs se han tomado muy en serio su implicación, como el Vespbar, en pleno centro de la ciudad, en Drury Street, que desde hace días se llama Yes Bar. La parte frontal de su toldo todavía mantiene su viejo nombre, pero los laterales y los menús han sufrido su particular bautismo. En el frontispicio una pegatina con una proclama de Nelson Mandela (“Haz que tus esperanzas reflejen tus decisiones, no tus miedos”) tapa la antigua chapa con el logotipo de Martini y de cerveza Moretti.

Grupos de jóvenes van llenando el Yes Bar, con sus pegatinas y banderas, con sus mochilas de color azul. Todos aseguran que el resultado será favorable al sí, y que no será tan ajustado como marcan las encuestas. Lisa Donald, madre soltera, cree fervientemente en que Escocia será en la próxima generación “un país parecido a Noruega o Dinamarca”. Y es que el modelo escandinavo es una fuerte inspiración para los partidarios del “sí”, que muestran en Glasgow más desdén que desprecio a las decisiones que se toman en Londres.

En el Yes Bar, como en casi toda Escocia, tienen muy claro cuando empezaron a pensar que el “sí” podía ganar el referéndum: “Cuando Miliband, Clegg y Cameron se unieron y empezaron a venir a Escocia levantando la misma bandera. Palpamos la desesperación a la legua”, dice Jackson, un treintañero tatuado y fornido, que asegura que pase lo que pase no habrá herida social: “En pocos días, pase lo que pase, todos volveremos a ser amigos”.

placeholder Jóvenes partidarios de la independencia en la puerta del Yes Bar (Eugenio Blanco).

Cruzando el río Clyde la ciudad anota sus señas de identidad industriales: proliferan viviendas de protección oficial y Glasgow recupera su postal industrial. En Paisley Road se encuentra el District Bar, algo así como el bar oficial de los aficionados del Glasgow Rangers, club que vive momentos dolientes en la segunda división escocesa después de un descenso administrativo.

David Currie es el propietario del pub y ha estado haciendo campaña incansablemente en favor del “no”. Tiene el coche aparcado en la puerta y da una vuelta de vez en cuando, sacando la bandera roja del No, thanks por la ventana. “¿Qué va a pasar, David?”, pregunto mientras contemplo el catálogo de camisetas históricas del Rangers. “¿Qué va a pasar? Pues espero que gane el no. De verdad que lo espero”. David parece dubitativo, pero rechaza esta afirmación y se reafirma en su compromiso de “un Reino Unido fuerte, como siempre ha sido”.

Tienen muy claro cuando empezaron a pensar que el ‘sí’ podía ganar: ‘Cuando Miliband, Clegg y Cameron se unieron y empezaron a venir a Escocia levantando la misma bandera. Palpamos la desesperación a la legua’

Y la conversación nos lleva a las mismas puertas del Ibrox, el estadio más grande de la ciudad y un templo en la historia del fútbol y de la propia psicología emocional de Glasgow. En la puerta G fuman y conversan tres exmilitares. Dos apoyan el “no” y el otro el “sí”. Son amigos y escenifican que están en un ring. James Clayton dice que ellos son un buen ejemplo de la filosofía del Rangers: “Nosotros hemos luchado por la Reina en combate, ¿cómo íbamos a votar nosotros por el sí?” Esa frase recoge el glosario unionista del Glasgow Rangers.

El Celtic, por su parte, fue fundado por inmigrantes irlandeses y siempre ha presumido de su espíritu ácrata y de su base católica. Y pocas personas metaforizan ese sentimiento mejor que Ian Reeves, algo así como un converso convencido y orgulloso, partidario a ultranza del “sí”. Ama el Celtic y lo que representa, pero sus raíces son sorprendentes, ya que Ian nació en Londres y su familia es galesa. ¿Un londinense de familia galesa votando por la independencia de Escocia? “Sí, es difícil de entender si uno no vive aquí. Escocia es un país especial. Uno se puede hacer perfectamente escocés de corazón... y yo llevo toda la vida aquí”.

Tensión contenida

Se refleja un aire de diálogo en las calles de la ciudad, pero la tensión (una tensión latente y contenida) aflora con facilidad cuando partidarios del “sí” y del “no” confrontan opiniones con diferentes pegatinas en sus solapas. Craig hace campaña por el "no" cerca de uno de los centros emocionales de la ciudad, George Square, lugar donde está la famosa estatua del Duque de Wellington que durante la campaña ha portado diferentes signos, del “sí” o del “no”, dependiendo de quién escalaba por el fuste de la columna.

Craig cree que “si sale el ‘sí’ serán los partidarios del ‘no’ los que tendrán que sacar a flote un país sin posibilidades de ser viable”. Esa es la consigna prioritaria que marcan los partidarios del "no", que han visto como su holgado margen se ha estrechado tremendamente y el optimismo está en el otro bando. “Alex Salmond es un político que fracasó en Westminster y que quiere ser un pez gordo. Lo que quiere es empequeñecer la pecera para que eso sea así. Es todo una cuestión de poder”.

Pase lo que pase, la noche en Glasgow será movida: se festejará el alivio, la ilusión o, incluso, la decepción. Hay cierta reticencia en los algunos agentes respecto a la licencia extendida que han obtenido ciertos pubs y que podría causar conflictos, “aunque no creemos que en Glasgow vaya a repercutir demasiado, hay muchas más licencias extendidas en Edimburgo”, asegura un joven policía que todavía no había votado. “Acabo mi turno a las nueve y llegaré por los pelos a mi colegio electoral”, dice. A la pregunta de qué va a votar, se le escapa una media sonrisa y señala la placa, ¿eso qué significa: sí o no? “Esto es que estoy de servicio”.

Glasgow, tercera ciudad del Reino Unido, era este jueves más que nunca un alma polarizada. La votación del referéndum escocés ha agudizado las consignas propias de la ciudad, sus diferentes almas o catálogos divergentes: filias y fobias entre Rangers y Celtic, entre católicos y protestantes y entre unionistas y secesionistas. Muchos de sus habitantes, antes o después de votar, dilucidaban sobre el futuro en los pubs de la ciudad, foco social por antonomasia de la cultura escocesa (y británica).

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