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Irlanda, los brotes verdes que vende el Gobierno y la calle aún no encuentra
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EL LENTO DESPERTAR DEL 'TIGRE CELTA'

Irlanda, los brotes verdes que vende el Gobierno y la calle aún no encuentra

El Tigre Celta sale del túnel. Es el mensaje que vende el Gobierno y que aplaude la Troika. Pero queda aún tiempo para que los que emigraron regresen a casa

Foto: Una mujer pasa ante una pintada en Dublín que reza: "Esta ciudad necesita esperanza y renovación" (Reuters).
Una mujer pasa ante una pintada en Dublín que reza: "Esta ciudad necesita esperanza y renovación" (Reuters).

Kevin tiene 26 años. Es irlandés, de Cork, pero vive en Londres. “No por deseo, sino por obligación”, confiesa a El Confidencial. Cuando terminó la universidad no le quedó más remedio que emigrar, al igual que hicieron todos sus amigos. “El peor año para acabar una carrera en Irlanda fue 2009… y a mí me tocó”. Aún hoy, 250 personas dejan cada día el otrora denominado Tigre Celta en busca de unas oportunidades que su país no les puede ofrecer. Mil licenciados hacen la maleta cada semana. La tasa de paro descendió el pasado mes de enero al 12,3%, su nivel más bajo en más de cuatro años. Sin embargo, todavía uno de cada cuatro menores de 25 años no tiene empleo.

Algunos de ellos han sido los destinatarios de las 6.000 cartas enviadas por las oficinas del INEM irlandés informándoles de puestos de trabajo en otros países europeos. Por ejemplo, conductor de autobús en Malta, una oportunidad que, según la misiva, se paga con 250 euros a la semana, aunque, eso sí, viene con todas la ventajas del clima mediterráneo. Un portavoz del ministerio de Trabajo niega que se esté animando a la gente a que abandone el país. “Las ayudas no se retiran si no aceptan esas ofertas”, recalca a este diario.

El Tigre Celta va saliendo del túnel. Es el mensaje que vende el Gobierno. Es el mensaje que quiere creer el irlandés. Y es el mensaje aplaudido por la troika. Pero en los hogares, aún hay mucho por hacer. Queda tiempo para que aquellos que salieron regresen de nuevo a casa

De momento, Kevin no tiene intención de volver a casa. Cuando va de visita no ve aún claras las posibilidades laborales. “Todo es temporal y mal remunerado”, apunta. Por otro lado, percibe cómo su familia de clase media, la misma que durante los años de bonanza se compró una casa en el sur de España y varios apartamentos en Dublín a modo de inversión, sufre para llegar a fin de mes y pagar las hipotecas. Sus cuatro hermanos pequeños aún están estudiando y las facturas de los colegios son sagradas.

Su padre es empresario. Su madre trabaja en el sector público y ha visto cómo su salario se ha reducido un 20%. Entra mucho menos dinero en casa y, puesto que tienen que hacer frente a impuestos que antes no existían (como el de la vivienda o el del agua), su situación es ahora peor incluso que hace dos años. Desde 2010, los irlandeses han sufrido una larga serie de recortes de gasto público o subidas de impuestos por valor de 28.000 millones de euros, equivalentes al 20% del PIB.

La niña bonita de la troika

Irlanda vuelve hoy jueves a subastar deuda a diez años, la primera emisión que realiza desde el 21 de septiembre de 2010. En concreto, el Tesoro irlandés tiene previsto emitir un total de 1.000 millones de euros en bonos con vencimiento en 2024.

El pasado mes de diciembre, la República recuperó la soberanía sobre su política económica. Se convertía así en el primer país en abandonar el mecanismo de ayuda de la troika, que, en su caso, supuso 67.500 millones de euros. Decidió salir del rescate sin muletas, es decir, renunciando a acogerse a una línea de crédito internacional por valor de 10.000 millones de euros. Se convertía, de nuevo, en el alumno aventajado, en la niña bonita.

Elogiada por Angela Merkel y calificada por la revista Forbes como el mejor país para hacer negocios en Europa, el Tigre Celta ve, al fin, la luz al final de túnel. Pero ¿cómo se traduce esto en la economía doméstica? ¿La estampa idílica que ofrece el Gobierno es a costa de ahogar a sus ciudadanos?

placeholder Una mujer pasa ante un grafitti en el centro de Dublín que dice: 'No hay de qué preocuparse' (Reuters).

Lo que nadie niega es que en la calle se respira más positivismo que antes. Hasta el propio Kevin dice percibirlo los fines de semana que puede escaparse a casa. Y eso es un comienzo. Según los datos de marzo del Instituto de Investigación Económica y Social (ESRI), la confianza de los consumidores mejoró aún más en febrero, llegando a un 85,5 comparado con el 84,6 del mes pasado. La tasa promedio del último trimestre ha aumentado por décimo mes consecutivo a 83,3, comparado con el 78,5 de enero.

Con todo, aún queda un largo camino para que las cosas lleguen a ser como antes de la crisis, si es que se quiere llegar al mismo escenario. Los expertos consultados, desde luego, no lo recomiendan. Aseguran que aquello estaba fuera de control. Lo cierto es que el pueblo perdió la cabeza. En 2005, la media de antigüedad de los coches era de tres años y en 2006 se llegaron a construir 93.419 viviendas, a un ritmo superior que la década anterior. Las bajas tasas de interés animaban al endeudamiento privado al tiempo que el negocio bancario crecía sin que nadie le pusiera freno. Los préstamos para la construcción y las hipotecas se repartían como churros sin miramientos.

“Trabajan a tiempo parcial porque no llegan a fin de mes”

De momento, Kevin no tiene intención de volver a Irlanda. Cuando va de visita no ve aún claras las posibilidades laborales. Todo es temporal y mal remunerado, apunta. Por otro lado, percibe cómo su familia de clase media, la misma que durante los años de bonanza se compró una casa en el sur de España y varios apartamentos en Dublín, sufre para llegar a fin de mes y pagar las hipotecas

Ahora, el panorama es completamente distinto y la situación laboral no es precisamente “atractiva” para aquellos que un día se fueron y ahora se plantean volver. Según David Gibney, de Youth Chairperson, la rama dedicada a los jóvenes del sindicato Mandate, a día de hoy hay “28,5 aspirantes para cada puesto de trabajo anunciado”. “Muchos emigrantes son conscientes de ello y no van a volver a casa hasta que no vean que hay puestos reales y decentes. Una gran parte de los trabajos que se han creado durante los últimos dos o tres años son empleos precarios. Tenemos 135.000 trabajadores que trabajan involuntariamente a tiempo parcial, lo que significa que no pueden llegar a fin de mes”, recalca.

Cerca de 90.000 personas emigraron entre abril de 2012 y abril de 2013. Cerca de 400.000 han abandonado la República desde la crisis de 2008. Para un país con una población de aproximadamente 4,5 millones, las cifras son importantes. Según Gibney, si todas estas personas volvieran a casa, los datos de desempleo no serían tan alentadores.

Por otro lado, existe el problema de la vivienda. Actualmente hay cerca de 100.000 personas con problemas de pagos en la hipoteca, con atrasos de 90 días o más, una cifra similar a la del año pasado. A finales de 2013, el valor total de los atrasos era de 2.100 millones de euros, incluyendo 1.800 millones de atrasos de más de un año. Hay también, según Gibney, aproximadamente 90.000 personas en las listas de espera para obtener una vivienda de protección oficial.

¿Un nuevo ‘boom’ del ladrillo en Dublín?

Aunque lo que ocurre en el país como conjunto es una realidad radicalmente opuesta a la que se vive en Dublín. Hay alarmas de que la capital de Irlanda pueda estar entrando en un nuevo boom. El mercado inmobiliario de la ciudad es ya el quinto más rápido del mundo, sólo superada por Yakarta, Auckland, Christchurch y Bali, según la agencia inmobiliaria Knight Frank.

Su último informe desveló que los precios de Dublín aumentaron más rápidamente que Los Ángeles, Tokio y Dubai, con valores que se incrementaron en un 17,5% en 2013 en comparación con el año anterior. Nama –la agencia estatal que compró miles de propiedades abandonadas por los bancos y constructoras– todavía retiene 14.000 inmuebles que no han salido al mercado.

placeholder Un hombre pasa ante una propiedad inmobiliaria vendida en el sur de Dublín (Reuters).

Con los alquileres la situación no mejora. Los caseros han visto la oportunidad con los brotes verdes para incrementar los precios, congelados desde 2008, hasta un 20%. Hay más demanda que oferta y las parejas que antes compraban o los estudiantes que viajan hasta la capital para empezar sus estudios en la universidad se las ven y desean para encontrar piso.

En este sentido es importante señalar que, el sector de laconstrucción, uno de los más afectados por la crisis, creará durante 2014 hasta 10.000 puestos de trabajo, lo que podría marcar el comienzo de una nueva era tras la pesadilla de 2008, según laFederaciónde la Industria Constructora (CIF). Su director, Tom Parlon, señala que, “por primera vez en siete años”, existen motivos para “prever un escenario positivo”, ya que el volumen de negocio podría situarse en los 11.000 millones de euros, 1.000 millones más que el pasado año.

Muchos emigrantes son conscientes de ello y no van a volver a casa hasta que no vean que hay puestos reales y decentes. Una gran parte de los trabajos que se han creado durante los últimos dos o tres años son empleos precarios. Tenemos 135.000 trabajadores que trabajan involuntariamente a tiempo parcial, lo que significa que no pueden llegar a fin de mes

Philip J O’Connell, del University College de Dublín, asegura que esta vez no teme una burbuja inmobiliaria. “Dublín no es Irlanda. Son dos mercados distintos. Y sí, los precios han subido, en parte porque algunos llegaron a bajar más de un 50% y otros estuvieron congelados. Pero hay que tener en cuenta dos factores. Primero, que el número de transacciones es menor. Segundo, y esto es lo importante, que ya no se conceden créditos del 100% como si no pasara nada. Ahora lo complicado es que te den uno”, explica a este diario. “Aquí teníamos un problema en el sistema bancario del que hemos aprendido y un problema estructural, con ausencia de impuestos incluida, al que se están poniendo soluciones”, añade.

Las grandes fortunas aterrizan en la República

La cuestión es: ¿quién es el que está invirtiendo ahora en Irlanda? ¿Quién es el responsable de que en los distritos más exclusivos de Dublín los precios se hayan incrementado hasta un 22% en el último año?

De alguna manera, la pregunta fue contestada recientemente en un documental de la televisión pública RTE, en el que se repitió una frase que ahora se escucha con frecuencia en la calle: “Durante el boom tratamos de comprar el mundo y ahora el mundo nos está comprando a nosotros”. No puede ser más ilustrativa. Lo cierto es que el programa hacía un repaso por las grandes fortunas que han aterrizado ahora en la República. Y Neville Isdell, el que fuera presidente y director ejecutivo de Coca-Cola, o el millonario americano Wilbur Ross no representan exactamente al ciudadano de a pie.

Lo que ocurre en el país como conjunto es una realidad radicalmente opuesta a la que se vive en Dublín. Hay alarmas de que la capital de Irlanda pueda estar entrando en un nuevo 'boom'. El mercado inmobiliario de la ciudad es ya el quinto más rápido del mundo, sólo superada por Yakarta, Auckland, Christchurch y Bali, según la agencia inmobiliaria Knight Frank

Con un impuesto de sociedades del 12,5% (frente a una media europea del 27%) multinacionales como Facebook, Google, Twitter o AOL han instalado sus oficinas en Dublín atraídas cual abejas a la miel. Pero hay un sentimiento generalizado de que el dinero que generan estas firmas no se queda en el país. Es decir, el Gobierno alardea de haber convertido a la República, de nuevo, en un terreno atractivo para inversores extranjeros, pero a la hora de la verdad, el irlandés no ve ni un duro.

El profesor O’Connell discrepa con esta teoría. “Es cierto que la mayor parte del dinero regresa al país origen de la compañía. Y es cierto que los impuestos de sociedades tendrían que cambiar. Pero estas oficinas generan empleo, tanto de manera directa como indirecta, tienen su impacto en servicios y ayudan, en definitiva, a mejorar la economía del país”, asegura.

El Tigre Celta va saliendo del túnel. Es el mensaje que vende el Gobierno. Es el mensaje que quiere creer el irlandés. Y es el mensaje aplaudido por la troika. Pero en los hogares, aún hay mucho por hacer. Queda aún tiempo para que aquellos que salieron regresen de nuevo a casa.

Kevin tiene 26 años. Es irlandés, de Cork, pero vive en Londres. “No por deseo, sino por obligación”, confiesa a El Confidencial. Cuando terminó la universidad no le quedó más remedio que emigrar, al igual que hicieron todos sus amigos. “El peor año para acabar una carrera en Irlanda fue 2009… y a mí me tocó”. Aún hoy, 250 personas dejan cada día el otrora denominado Tigre Celta en busca de unas oportunidades que su país no les puede ofrecer. Mil licenciados hacen la maleta cada semana. La tasa de paro descendió el pasado mes de enero al 12,3%, su nivel más bajo en más de cuatro años. Sin embargo, todavía uno de cada cuatro menores de 25 años no tiene empleo.

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