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Tailandia sale a las calles y asedia los ministerios para tumbar al Gobierno
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EL DETONANTE, EL PROYECTO DE LEY DE AMNISTÍA

Tailandia sale a las calles y asedia los ministerios para tumbar al Gobierno

La ocupación de ministerios y otros edificios gubernamentales ha sido la principal estrategia de los protestantes para forzar al Gobierno a dimitir

Foto: Un oficial ajusta la alambrada colocada para contener las protestas antigubernamentales ante el Ministerio de Defensa en Bangkok. (Reuters)
Un oficial ajusta la alambrada colocada para contener las protestas antigubernamentales ante el Ministerio de Defensa en Bangkok. (Reuters)

Los pasillos del Ministerio de Finanzas en Bangkok, la capital de Tailandia, se han convertido en una caricatura de un régimen que amenaza con el colapso. Por sus pasillos ya no deambulan funcionarios y el papeleo ha sido sustituido por el lenguaje de los silbatos y las banderas. El edificio gubernamental ha sido transformado desde el pasado lunes en uno de los campamentos base de miles de manifestantes que han tomado durante los últimos días las calles de la ciudad para forzar la dimisión del actual Gobierno.

El detonante directo de las protestas fue el proyecto de Ley de Amnistía, una medida que había sido presentada por el Gobierno como una salida a la crisis política que azota al país desde el golpe de Estado de 2006, que derrocó al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra. La figura de Thaksin ha polarizado la vida política durante los últimos siete años y en torno a él se han formado dos facciones: sus seguidores, los llamados ‘camisas rojas’, que en su origen procedían de clases bajas atraídas por las medidas populistas de Thaksin, y sus detractores, los denominados ‘camisas amarillas’, en su mayoría pertenecientes a las clases medias y altas, que acusan al ex primer ministro de corrupto y derrochador. El odio se ha trasladado ahora a la hermana de Thaksin, Yingluck Shinawatra, quien ocupa la jefatura de Gobierno desde agosto de 2011 a la cabeza del partido Phuea Thai.

La polémica ley otorgaba el perdón a todos aquellos delitos relacionados con la tensión política vivida durante los últimos años y permitía el retorno de Thaksin Shinawatra, sobre el que pesa una condena de dos años por corrupción. Pero la gracia incluía también a los responsables de la muerte de 92 personas durante las manifestaciones de los ‘camisas rojas’ en 2010, muchos de ellos antiguos miembros del entonces Gobierno del Partido Democrático que, paradójicamente, han sido los principales instigadores de las protestas.

La política económica tampoco ha gustado a muchos. “Quieren privatizar todo y nos van a arruinar con sus programas millonarios”, asegura Kajornsak, un trabajador de una televisión local. Se refiere fundamentalmente a dos programas de estímulo económico muy polémicos presentados en los últimos meses: el de subsidios del arroz, que garantiza el precio del grano a través de la compra por parte del Gobierno, y el de infraestructuras, que prevé gastar 60 millones de euros en una extensa red ferroviaria. “Ella [Yingluck] ha dicho que quería gobernar para el pueblo, pero sus políticas no son para el pueblo. Todo va a peor. Ellos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”, explica Rung, un comerciante que ha viajado a Bangkok desde la provincia de Lopburi, a 150 kilómetros de la capital, y que asegura que esas medidas económicas sólo sirven para llevarse el dinero por debajo de la mesa.

La ocupación de ministerios y otros edificios gubernamentales ha sido la principal estrategia de los protestantes para forzar al Gobierno a dimitir. La táctica se parece a un asedio. El edificio es primero rodeado y los protestantes cortan la luz y la electricidad para forzar a sus ocupantes a salir a golpe de silbato

Sin embargo, a pesar de su enfado, Rung ha decidido no unirse a las protestas en los ministerios y se ha quedado en el Monumento de la Democracia, símbolo durante décadas de protestas de todos signos y colores. “No estoy de acuerdo con el Gobierno actual, pero no creo que haya que tomar los ministerios”, afirma el comerciante. La ocupación de ministerios y otros edificios gubernamentales ha sido la principal estrategia de los protestantes para forzar al Gobierno a dimitir. La táctica se parece a un asedio. El edificio es primero rodeado y los protestantes cortan la luz y la electricidad para forzar a sus ocupantes a salir a golpe de silbato. El plan funcionó bien el lunes, cuando tomaron el Ministerio de Finanzas y el de Asuntos Exteriores –este último lo abandonarían al día siguiente–, pero durante los días posteriores los manifestantes se han quedado a las puertas de la mayor parte de los edificios. Entre ellos, el de Interior, en el que protesta Phol, un veterano de guerra procedente de Chiang Mai, a unos 700 kilómetros al norte de la capital. Con su cuerpo huesudo y de apenas un metro sesenta, Phol jura contra Thaksin y todos los males que ha traído al país y pide un Gobierno “de buenos ciudadanos”. “Me da igual que sean del Partido Demócrata o de otro. Sólo que se preocupen por la gente, no por ellos mismos”, afirma.

Miles de manifestantes participan en una marcha antigubernamental en la calle principal de Bangkok.Phol ha acudido a todas las protestas de los ‘camisas amarillas’ de los últimos años, pero muchos de los manifestantes son neófitos. Lek es uno de ellos, un administrativo de 40 años que nunca antes se había unido a las protestas. Como para muchos otros, la Ley de Amnistía ha sido la principal razón que le ha llevado a salir a la calle, a pesar de que fue rechazada en el Senado y que el Gobierno prometió no volver a plantearla. “No hay garantía de que no vuelvan a presentarla cuando la ley se lo permita”, asegura mientras recoloca la cinta con los colores de la bandera tailandesa que rodea su frente.

Lek suele acudir por las noches al centro histórico, el campamento principal de los protestantes. En dos de las principales avenidas han sido colocadas grandes carpas abiertas por los lados, que protegen del sol y de la lluvia, pero que dejan correr al mismo tiempo el tórrido aire de Bangkok. Bajo su sombra, los manifestantes descansan por turnos en esterillas y tiendas de campaña, mientras que los más longevos observan los avances de los asedios a través de grandes pantallas. En los alrededores, los puestos de comida gratis se mezclan con los vendedores de cintas del pelo, gafas y camisetas con la bandera tailandesa.

Los pasillos del Ministerio de Finanzas en Bangkok, la capital de Tailandia, se han convertido en una caricatura de un régimen que amenaza con el colapso. Por sus pasillos ya no deambulan funcionarios y el papeleo ha sido sustituido por el lenguaje de los silbatos y las banderas. El edificio gubernamental ha sido transformado desde el pasado lunes en uno de los campamentos base de miles de manifestantes que han tomado durante los últimos días las calles de la ciudad para forzar la dimisión del actual Gobierno.

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