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¿Qué fue de los 'españoles' de Guantánamo?
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'EL CONFIDENCIAL' RASTREA EL DESTINO DE LOS PRESOS ACOGIDOS POR ESPAÑA

¿Qué fue de los 'españoles' de Guantánamo?

Abandonados a su suerte. Ese ha sido el destino de los presos de Guantánamo acogidos por España en virtud del acuerdo firmado entre los gobiernos de

Foto: ¿Qué fue de los 'españoles' de Guantánamo?
¿Qué fue de los 'españoles' de Guantánamo?

Abandonados a su suerte. Ese ha sido el destino de los presos de Guantánamo acogidos por España en virtud del acuerdo firmado entre los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Barack Obama o de aquellos que fueron reclamados por la justicia española y absueltos posteriormente. Diez años han transcurrido desde que una veintena de "combatientes enemigos" detenidos en los primeros compases de la guerra de Afganistán inauguró la prisión ubicada en una base naval de EEUU en Cuba; siete desde que fue extraditado a España el primer ex recluso, el marroquí Lahcen Ikassrien. Le siguieron el ceutí Ahmed Abderraman y, en 2010, los acogidos Walid Hijazi, palestino, Yasim Basardah, yemení, y un afgano, a quienes el Ejecutivo concedió un permiso de residencia y trabajo por carecer de antecedentes penales pero prohibió salir del país. Llegaron tras casi una década de privación de libertad, procedentes de un limbo legal, sin haber sido nunca sido juzgados por EEUU, sin tener cargos por terrorismo ni ningún tipo de imputación penal. Su rehabilitación y adaptación al país se presuponía fácil. Nada más lejos de la realidad. 

Diez años de tormento      

Lahcen Ikassrien llegó a Guantánamo cuando la prisión se limitaba a un descampado con jaulas al aire libre y piso de hormigón bautizado como Campo Rayos X. Había sido capturado desarmado en la tienda que regentaba en Kunduz, Afganistán, por unos muyahidines de la Alianza del Norte (la coalición de milicias aliada de Washington) que le vendieron al Ejército norteamericano "por 75.000 dólares”. Acabó en una fortaleza cercana a Mazar-i-Sharif que los estadounidenses utilizaban como prisión, una cárcel cuyos horrores hacen que Guantánamo parezca un campamento de verano. Irónicamente, el hombre que le entregó también terminó encerrado entre esos muros.   

El periplo de Ikassrien había comenzado mucho antes. En los noventa, como tantos marroquíes, emigró a España para trabajar en el ladrillo. Vivió en el país hasta que en el año 2000, atraído por el régimen talibán, que considera acorde con sus creencias musulmanas, se marchó a Afganistán. Allí solo le aguardaban la guerra, la cárcel y, finalmente, tres años y medio en Guantánamo. Entrevistado por este diario, describe las torturas, los interrogatorios en la base naval por parte de policías españoles y, sobre todo, el abandono al que le condenó el Gobierno tras ser juzgado y absuelto en 2006 por la Audiencia Nacional en relación con el caso Abu Dahdah, el líder de la célula de Al Qaeda desarticulada en España tras el 11-S, a quien la Fiscalía acusaba de haber captado a Ikassrien.   

"Me hacían estar agachado 24 horas con una pistola en la cabeza. Me asfixiaban con bolsas de plástico, me ataban al suelo con una argolla, me golpeaban, me metían objetos por atrás y decían que buscaban explosivos. Había un preso que había sido capturado con un bebé de meses y el bebé estaba encerrado con él. Enviaban a mujeres para darle de mamar. Le presionaban a través del bebé. Esa es la democracia americana", asegura. "Pero por lo que paso ahora es, a veces, peor que antes. No tengo dinero, no puedo trabajar porque no tengo documentación (dispone únicamente del documento de absolución de la AN), me han llegado a desahuciar y tampoco puedo salir del país. No tengo nada. El Gobierno español me tiene secuestrado".  

El caso de Ikassrien ejemplifica la suerte que corrieron otros ex reclusos de Guantánamo que terminaron en España. El abogado Javier Nart, muy implicado en la causa del marroquí, se muestra tajante. "Es un auténtico escándalo. No tiene ninguna responsabilidad penal, fue declarado absuelto. Llevamos cuatro años para que Interior se decida a otorgar la residencia. Tiene residencia fáctica, es una persona que no puede salir de territorio español pero no obtiene permiso de residencia. Está en España por imperativo legal, debería poder trabajar. ¿Cómo puede Interior mantenerle en estas condiciones para que viva del aire?", explica a El Confidencial. ¿Y la opción de regresar a su país de origen? "La Policía marroquí le visitó en Guantánamo y ya le indicó que en Marruecos no habría las limitaciones que hay en la prisión estadounidense", responde.

Locura y delaciones

Los otros presos acogidos por España no han corrido mejor suerte. Solo uno de ellos logró, tras meses de apoyo psicológico, llevar una vida que podría calificarse de normal: vivir solo, estudiar y aprender español. Otro acabó colaborando con Washington en un sistema de delaciones masivas que le granjeó el odio de sus compañeros de cárcel. El palestino Walid Hijazi, por ejemplo, que pasó ocho años en Guantánamo tras ser detenido en Afganistán acusado de haber recibido entrenamiento en un campo de Al Qaeda, sufre secuelas psicológicas irreparables fruto de las torturas, según fuentes que han mantenido contacto con él. Padece una grave enfermedad mental, se niega a aprender español y es incapaz de valerse por sí mismo. Actualmente, vive en un piso de acogida de la Cruz Roja en el norte de España. "Cuando llegó lo metieron en un hotel en Oviedo, pero causaba muchos problemas porque tiene una obsesión con el agua. Inundaba la habitación, estaba todo el tiempo en la ducha. Pasaba el día rezando, porque la única cosa que tenía en Guantánamo era el Corán. Intentábamos ayudarle, pero era imposible. Cuando estabas con él, se quedaba mirando al infinito mientras murmuraba oraciones. Vino a España para recuperar su vida, pero está semi secuestrado. Su familia intenta que regrese a Gaza, pero como no tiene papeles no puede salir", aseguran. 

Según demostraron las fichas secretas del Ejército norteamericano cedidas por Wikileaks a El País, las comisiones de Guantánamo que revisaban la condición de "combatiente enemigo" acusaron al palestino de haber confesado su apoyo a Bin Laden y al terrorismo islamista. En un expediente posterior no solo no aparece ninguna declaración en ese sentido, sino que constan frases contrarias. Las fichas también determinan que estos presos únicamente "quizás" fueron una amenaza para EEUU.  

Abandonados a su suerte. Ese ha sido el destino de los presos de Guantánamo acogidos por España en virtud del acuerdo firmado entre los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Barack Obama o de aquellos que fueron reclamados por la justicia española y absueltos posteriormente. Diez años han transcurrido desde que una veintena de "combatientes enemigos" detenidos en los primeros compases de la guerra de Afganistán inauguró la prisión ubicada en una base naval de EEUU en Cuba; siete desde que fue extraditado a España el primer ex recluso, el marroquí Lahcen Ikassrien. Le siguieron el ceutí Ahmed Abderraman y, en 2010, los acogidos Walid Hijazi, palestino, Yasim Basardah, yemení, y un afgano, a quienes el Ejecutivo concedió un permiso de residencia y trabajo por carecer de antecedentes penales pero prohibió salir del país. Llegaron tras casi una década de privación de libertad, procedentes de un limbo legal, sin haber sido nunca sido juzgados por EEUU, sin tener cargos por terrorismo ni ningún tipo de imputación penal. Su rehabilitación y adaptación al país se presuponía fácil. Nada más lejos de la realidad.