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El pueblo tunecino logra derrocar a su dictador sin la batuta de un gran líder
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HABRÁ ELECCIONES EN 6 Ó 7 MESES

El pueblo tunecino logra derrocar a su dictador sin la batuta de un gran líder

El pasado 17 de diciembre, el hasta el viernes presidente de Túnez, Zine al Abidine Ben Alí, no podía imaginarse que apenas le quedaba un mes

Foto: El pueblo tunecino logra derrocar a su dictador sin la batuta de un gran líder
El pueblo tunecino logra derrocar a su dictador sin la batuta de un gran líder

El pasado 17 de diciembre, el hasta el viernes presidente de Túnez, Zine al Abidine Ben Alí, no podía imaginarse que apenas le quedaba un mes en el cargo. Aquel día, un joven parado de 26 años decidió quemarse a lo bonzo, después de que la Policía le confiscase el carro que utilizaba para vender verduras por no tener permiso. Esta estampa de pobreza mezclada con represión policial encendió la mecha de una población hastiada que se echó a la calle y tras más de 60 muertos ha conseguido el exilio de Ben Alí y la convocatoria de elecciones dentro de seis o siete meses.

Ayer sábado, Fued Mebaza, hasta ahora presidente de Parlamento tunecino, juró su cargo como jefe de Estado interino, después de la resolución del Consejo Constitucional del país. Mebaza, confirmó en su puesto al primer ministro, el tecnócrata Mohamed Ghanuchi, que el viernes había asumido momentáneamente el control del país tras la marcha de Ben Alí.

"Todos los tunecinos, sin excepción ni exclusión, serán vinculados al proceso político", indicó Mebaza en su discurso de juramento. “He pedido a Mohamed Ghanuchi que forme un nuevo Gobierno de unidad nacional”, indicó el nuevo jefe de Estado poco después de que uno de los partidos opositores anunciase que el primer ministro había aceptado una propuesta en este sentido y habría elecciones presidenciales y legislativas en un plazo máximo de siete meses.

Ghanuchi accedió a entrevistarse con Ahmed Ibrahim, líder de Ettajdid, principal partido de la oposición, así como con otros dirigentes. El propio Ibrahim aseveró que "lo principal es poner fin a todo este desorden". "Estamos de acuerdo en varios principios relativos al nuevo Gobierno. Seguiremos dialogando", afirmó el opositor.

Por otro lado, ya se están moviendo hilos contra responsables del anterior régimen. De esta manera, el jefe de seguridad del depuesto Ben Alí, el general Alí Sariati, fue detenido ayer por organizar actos de pillaje y vandalismo. Desde este sábado, se ha procedido a la detención de varios miembros del servicio de seguridad del ex presidente.

La ausencia de un líder claro

El papel de la oposición ha sido cuestionado desde el inicio de las protestas por su ausencia. A diferencia de otras rebeliones cívicas, como la que aupó a Víktor Yushchenko al poder en Ucrania en 2004, la revolución de los jazmines ha sido protagonizada por multitudes sin la guía clara de un líder.

Entre la tutelada legalidad tunecina, sólo tres partidos políticos permitidos por el régimen reclaman el papel opositor: Ettajdid, ex comunistas con dos escaños y los excluidos del Parlamento Foro Democrático por las Libertades y el Trabajo y el Partido Democrático Progresista.

Al Qaeda no ha tardado en subirse al carro tunecino. De esta manera, el jefe de la red terrorista en la zona, Abu Musab Abdul Wadud, vinculó el movimiento a su causa, al tiempo que animaba a los manifestantes a que “reciban entrenamiento en los campamentos militares” de la organización. Según el líder de AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico) los incidentes en Túnez forman parte de la lucha contra la tiranía y el judaísmo. Hasta el momento, el Movimiento de Tendencia Islamista (MTI) no se ha dejado ver durante la revuelta, sin embargo, podría desplegar su importante influencia en el caso de una apertura parlamentaria.

Europa y la crispación popular

Con estos últimos incidentes, Túnez se suma a una serie de Estados europeos que han sido víctimas de graves movilizaciones por la política de austeridad de sus gobiernos como medida para salir de la crisis y que, en algunos casos, han llegado a paralizar el país.

El año pasado, Grecia sufrió la dureza de los opositores ante las medidas económicas adoptadas por Atenas para tratar de salir de la débil situación nacional. Los detractores convocaron al menos ocho huelgas generales que fueron secundadas de forma masiva por el pueblo griego. Unas jornadas en las que se vivieron momentos de desconcierto por la agresividad de los manifestantes y que provocaron numerosos altercados con las fuerzas de seguridad.

De la misma manera, el pueblo francés tomó las calles en 2010 para protestar contra el Eliseo. La causa: un proyecto de Ley sobre la reforma de las pensiones, impulsado por el presidente Sarkozy el pasado marzo. Dichas protestas llevaron a la paralización total de una república como la gala muy crítica ante los recortes sociales y capaz de movilizar a distintos sectores de la sociedad para ‘quemar’ al Gobierno. Refinerías bloqueadas, transportistas, estudiantes y funcionarios, secundaron unas multitudinarias protestas que no fueron suficientes para que el Gobierno de Sarkozy no aprobase a finales del pasado octubre la polémica iniciativa.

En el polo opuesto se encuentra el caso de España. A pesar de las medidas de ajuste adoptadas por la vicepresidenta segunda y titular de Economía, Elena Salgado, los sindicatos no lograron movilizar a una sociedad harta de los recortes sociales, pero con poco interés de apoyar una huelga general que registró un escaso índice de participación en todo el país. Un 29 de septiembre de 2010 será recordado por el fracaso del poder de convocatoria de unos líderes sindicales que no supieron canalizar el descontento general.

El pasado 17 de diciembre, el hasta el viernes presidente de Túnez, Zine al Abidine Ben Alí, no podía imaginarse que apenas le quedaba un mes en el cargo. Aquel día, un joven parado de 26 años decidió quemarse a lo bonzo, después de que la Policía le confiscase el carro que utilizaba para vender verduras por no tener permiso. Esta estampa de pobreza mezclada con represión policial encendió la mecha de una población hastiada que se echó a la calle y tras más de 60 muertos ha conseguido el exilio de Ben Alí y la convocatoria de elecciones dentro de seis o siete meses.