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La última mutación del covid: la desigualdad entre países ricos y pobres se acelera
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La última mutación del covid: la desigualdad entre países ricos y pobres se acelera

EEUU, Reino Unido y China avanzan a pasos agigantados, mientras que las naciones con rentas más bajas están sufriendo, lo que revierte décadas de progreso en la reducción de la pobreza global. “Este se ha convertido en el virus de la desigualdad”

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El covid-19 ha reabierto una brecha entre las economías de los países más ricos y más pobres del mundo, impulsada por tasas de crecimiento que están avanzando firmemente en direcciones opuestas. En EEUU, los economistas prevén un retorno a los niveles de crecimiento del ‘boom’ económico de los ‘felices años veinte’. La economía de China creció a un ritmo récord del 18,3% en el primer trimestre. Reino Unido está creciendo más rápido que en cualquier otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, en el mundo en desarrollo, donde gran parte de la población no está vacunada y los gobiernos son incapaces de asumir medidas de estímulo continuas, las economías se están quedando muy atrás, luchando por recuperarse de la recesión récord del año pasado. La clase media de esos países, motor clave del desarrollo económico, educativo y político, se está reduciendo rápidamente, pero apenas se ha debilitado en EEUU y China, según el Pew Research Center. Mientras que la rápida recuperación de EEUU ya ha catapultado su economía hacia el crecimiento, los países con rentas más bajas tardarán años en recuperar los niveles de 2019.

El Fondo Monetario Internacional, que denomina a la dinámica “la gran divergencia”, advierte de que muchas economías en desarrollo fuera de las economías avanzadas y China podrían debilitarse durante años. “Este se ha convertido en el virus de la desigualdad”, declara Amina Mohammed, secretaria general adjunta de Naciones Unidas. “El mundo divergente hacia el que nos dirigimos es una catástrofe”.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

Hasta la crisis económica del virus y los confinamientos, el siglo XXI había sido mayormente un relato en el que el mundo en desarrollo reducía la brecha con el mundo desarrollado en términos de riqueza, educación, salud y estabilidad.

En América Latina, después de 15 años de crecimiento impulsado por las exportaciones de productos básicos que habían sacado a muchos de la pobreza, la economía se contrajo un 7,4% en 2020, la peor caída desde 1821, cuando la región estaba inmersa en las guerras de independencia, declaró el Banco Interamericano de Desarrollo este marzo en su informe económico anual.

En África central y occidental, los gobiernos con escasos recursos están luchando por contener una reaparición de enfermedades infecciosas como el sarampión y la malaria, que han matado a miles de niños pequeños, principalmente en los últimos meses. En América Latina, más de 100 millones de niños —más de la mitad del total— no están yendo al colegio, y es probable que muchos no vuelvan, lo que genera temor a que una generación pierda los beneficios de la educación.

El Banco Mundial calcula que hasta 150 millones de personas se verán abocadas a la pobreza extrema como resultado de la crisis del covid

El Banco Mundial calcula que hasta 150 millones de personas se verán abocadas a la pobreza extrema como resultado de la crisis del covid. La pandemia ha dejado a 34 millones de personas al borde de la hambruna, según el Programa Mundial de Alimentos, un aumento récord del 35% en un solo año. La indignación por los crecientes precios de los alimentos —a menudo, presagio de cambio político a lo largo de la historia desde la Revolución francesa hasta la Primavera Árabe— está empezando a traducirse en protestas violentas en las calles desde Colombia hasta Sudán.

Las noticias de la India, donde el récord mundial de 400.000 casos de covid-19 diarios estaba dejando 4.000 muertos al día, según cifras oficiales, pero probablemente miles más, han alimentado el miedo en otras regiones sin vacunar de que ellas también se verán desbordadas. Desde Nepal e Irán hasta Perú y Argentina, los sistemas sanitarios están colapsando a medida que los pacientes inundan los hospitales entre déficits de camas y oxígeno. Los crematorios están funcionando a máxima potencia, y nuevas variantes del virus avanzan más rápido de lo que los laboratorios saturados pueden monitorearlas.

En lo que va de año, ya se han registrado más de 1,5 millones de muertes por covid-19 en todo el mundo a medida que el virus se ha acelerado en Latinoamérica y partes de Asia, y en cuestión de semanas superará la cifra de 1,8 millones de 2020, según recuentos oficiales recopilados en la Universidad de Oxford. En los últimos meses, las estadísticas se han invertido: Europa y América del Norte registraban el 73% de las muertes diarias al iniciarse el año durante un repunte en invierno, pero ahora Latinoamérica, Asia y África juntas representan el 72% de los fallecimientos.

“Es una llamada de atención para nuestro continente y el resto del mundo con un acceso limitado a las vacunas”

“Es una llamada de atención para nuestro continente y el resto del mundo con un acceso limitado a las vacunas”, declara John Nkengasong, director de los centros de África para el Control y la Prevención de Enfermedades, donde solo el 0,4% de los 1.500 millones de habitantes ha recibido la vacuna completa. La brecha de vacunación entre ricos y pobres se encuentra en su punto más álgido, ya que la inmunización frente al covid-19 comenzó a finales del año pasado, según el banco de inversión UBS. Las tasas de vacunación de Europa y América del Norte se sitúan generalmente entre el 30% y el 50%.

Muchas economías en desarrollo también son muy dependientes de los ingresos y empleos de sectores de servicios duramente golpeados como el turismo, al que los gobiernos con escasos recursos no se pueden permitir proteger.

Gran parte del mundo en desarrollo entró en la pandemia con deudas externas muy elevadas. Los tipos de los préstamos a un día se sitúan en cero o son negativos en las economías avanzadas, pero se sitúan en una media de más del 4% en las economías en desarrollo, con los préstamos a más largo plazo, el tipo de préstamo necesario para inversión en áreas como infraestructura y educación, mucho más caros. Varios países, entre ellos Zambia, Argentina y Líbano, han incurrido en incumplimiento de pagos.

Foto: Cremaciones masivas en Nueva Delhi ante el aumento de muertos por covid. (Reuters)

Los legisladores advierten de que la carga de deuda podría obligar a los gobiernos a activar políticas de austeridad, lo que ahogaría todavía más una recuperación. Los precios de los alimentos se están disparando en varias partes del mundo en desarrollo, lo que está provocando que los bancos endurezcan la política monetaria para aplacar la inflación.

“Los daños son reales y han sido subestimados”, declara Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI que ahora trabaja en Harvard. Su mandato en la agencia a principios de los dos mil llegó en pleno periodo de globalización, cuando el capital occidental ayudó a alimentar dos décadas de crecimiento histórico en los mercados emergentes, encabezado por el auge de China. Los que lo defendían argumentaban que era posible crear una economía mundial en la que un comercio unificado y las políticas de inmigración impulsaran a todas las naciones, y los ingresos y el nivel de vida en gran parte del mundo en desarrollo darían un salto hacia delante.

La imagen de hoy no es totalmente uniforme. Varias economías más diversificadas, donde los gobiernos adoptaron medidas preventivas tempranas, han superado la pandemia con pocas secuelas, aunque países con incluso mejores resultados, como Vietnam y Tailandia, han visto un repunte de casos en las últimas semanas. Y una brusca subida de los precios de productos básicos, desde cobre hasta estaño pasando por madera, con una creciente demanda por la recuperación de China y EEUU, podría ayudar a los productores de África y Latinoamérica a registrar un sólido crecimiento económico y a restaurar unas finanzas públicas atormentadas.

“El covid no solo mató al colegio, sino que destruyó la infraestructura económica de toda una comunidad”

Durante más de una década, Andrew Nsamba ha expandido su negocio, la Naijera Progressive Private School, a las afueras de Kampala, capital de Uganda. El alumnado creció rápidamente hasta más de 1.000 estudiantes, siguiendo la pista de una expansión económica impulsada por unos altos precios de ‘commodities’ y crédito exterior, cuando una nueva clase media con ingresos disponibles entró en una lista de espera para invertir en el futuro de sus hijos.

Hoy, el negocio de Nsamba ha cerrado, falto de ingresos durante los confinamientos del coronavirus y sin demanda para reabrir después de que muchos padres perdieran su trabajo. Sus 70 empleados están buscando trabajo, y él está luchando por devolver deudas bancarias. “El covid no solo mató al colegio, sino que destruyó la infraestructura económica de toda una comunidad”, declara. “Las consecuencias están por todas partes”.

Se calcula que la clase media del África Subsahariana —cerca de 180 millones de la población de 1.300 millones— se redujo un 11% en 2020, según World Data Lab, organización de análisis. Este año podría reducirse a una tasa similar, ya que se espera que África Subsahariana sea la región con el menor ritmo de crecimiento del mundo en 2021, según el FMI.

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En América Latina, se prevé un crecimiento del 4,1% este año, muy por detrás de las economías desarrolladas, según el Banco Interamericano de Desarrollo. “En 2019, la región volaba con un motor averiado. En 2020, se rompió otro motor”, escribió Eric Parrado, economista jefe del BID, en el informe. “Vamos a salir de esta crisis más pobres, más endeudados y con economías que serán muy diferentes en cuanto a sus estructuras productivas”.

En Latinoamérica, los confinamientos estrictos han provocado que los niños se pierdan de media muchos más días lectivos que en el resto del mundo, según Naciones Unidas. Desde marzo de 2020, los colegios en Latinoamérica han estado cerrados entre 40 y 50 semanas, en comparación con la media global de 26 semanas. Solo seis países en la región han reabierto los colegios totalmente, dejando a 124 millones de niños en gran medida sin horas lectivas presenciales. Unicef denomina la situación una “catástrofe generacional en progreso”.

Para los padres del barrio Virgen de la Candelaria, en Lima, Perú, una zona pobre de chabolas con techos de hojalata en una colina inhóspita, la falta de escolarización está debilitando la mejor opción que tienen los niños para salir de la pobreza.

En los países más pobres del mundo, más de 800 millones de estudiantes todavía no tenían acceso a un ordenador

Las clases ‘online’ no son viables en muchas partes del mundo en vías de desarrollo, donde las redes wifi no están disponibles habitualmente y los pobres no pueden permitirse el acceso a internet. Miriam Salcero, madre de 27 años, dice que ella y su hija de ocho años, Brianna, tienen problemas para entender las instrucciones que mandan los profesores por notas de voz de WhatsApp que solo pueden oír si pueden comprar datos. Brianna se distrae fácilmente en casa, dice Salcero, y le preocupa que este curso académico, que en Perú va de marzo a diciembre, suponga el mismo problema que el año pasado. “Estoy muy preocupada”, afirma. “Esto tiene que terminar para que puedan ir al colegio”.

En los países más pobres del mundo, más de 800 millones de estudiantes todavía no tenían acceso a un ordenador, según Naciones Unidas. Unos índices de abandono mucho más elevados en los países con ingresos más bajos implican que millones de niños nunca volverán a las aulas.

El Programa Mundial de Alimentos, que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2020 por su trabajo entregando ayuda alimentaria en zonas de conflicto, ha advertido de que el coronavirus está provocando “muchas hambrunas extendidas de proporciones bíblicas”. La agencia declara que, en Nigeria, los trastornos en la cadena de suministro podrían generar una hambruna en el país más poblado de África por primera vez en 50 años. En Madagascar, donde los confinamientos han agravado años de sequía y malas cosechas, cientos de miles de personas ya están pasando hambre, y están recurriendo a comer juncos y corteza de árbol para sobrevivir.

Foto: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (EFE)
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En Latinoamérica, que incluso antes de la pandemia alojaba una de las peores crisis alimentarias del mundo en Venezuela, la inseguridad alimentaria también está aumentando. En Brasil, 19 millones de personas —uno de cada 11 habitantes— pasan hambre, casi el doble que en 2018. A escala global, los precios de los alimentos están aumentando más rápido que la inflación general, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

En Cali, la tercera ciudad más grande de Colombia, las protestas contra la pobreza y las dificultades agravadas por la pandemia han obstruido la ciudad, interrumpiendo el suministro de alimentos, paralizando los negocios y mandando una advertencia a los líderes políticos de que el dolor generado por la pandemia puede sembrar un caos que es difícil de controlar.

“La gente se siente ofendida, así que protestar es lo único que puedes hacer”, declara Richard Cardona, mientras espera una larga cola para llenar el depósito de su coche en Cali, donde ha habido graves déficits de gasolina por las protestas. “La gente tiene que hacer la revolución para hacerse oír”.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

El covid-19 ha reabierto una brecha entre las economías de los países más ricos y más pobres del mundo, impulsada por tasas de crecimiento que están avanzando firmemente en direcciones opuestas. En EEUU, los economistas prevén un retorno a los niveles de crecimiento del ‘boom’ económico de los ‘felices años veinte’. La economía de China creció a un ritmo récord del 18,3% en el primer trimestre. Reino Unido está creciendo más rápido que en cualquier otro momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

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