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Refinanciar, ampliar y telefonear: todo sobre el 'sauvetage' de Prisa
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Refinanciar, ampliar y telefonear: todo sobre el 'sauvetage' de Prisa

El mundo del dinero encierra claves de poder y de intereses que explican el sentido de muchas operaciones y desenlaces. Ibex Insider ofrece pistas para entender a sus protagonistas

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Joseph Oughourlian midió mal los tiempos para su operación en Prisa. Su apuesta por el grupo de medios español líder se remonta a 2014, con España tratando de levantar el vuelo tras consumarse el rescate de una parte del sistema financiero. La firma Amber Capital había mudado su operativa a Londres para atender mejor sus inversiones en Europa, repleta de compañías en situaciones complicadas a tiro del dinero de fondos oportunistas, con una tesis activista poco común en la Península: remover equipos gestores y activar operaciones corporativas. Y a por la siguiente.

El financiero francés (de origen armenio-libanés) jugó fuerte en Francia y en Italia, con muchas inversiones y algún caso de éxito inmediato, como el cosechado en el fabricante de cable eléctrico Nexans, donde su actuación fue clave para cambiar a su presidente y primer ejecutivo, Frederic Vincent. Sin embargo, su apuesta por Prisa, donde como primer accionista (30%) acumula unas minusvalías millonarias, se ha demorado en el tiempo, obligándole a dar un paso poco habitual en su dinámica como inversor y asumir un rol ejecutivo poniéndose al frente de la presidencia.

La jugada de Oughourlian en Lagardère guarda paralelismos con Prisa (grupo de medios de origen familiar) y con lo que debería haber ocurrido en la española. Su entrada y salida del gigante francés le ha llevado más de cinco años, pero su 18% (comprado entre 18-20 euros) ha sido clave para que Vivendi, que también era accionista enfrentado al heredero Arnaud Lagardère, se haga en los próximos meses con el control del grupo, dueño de medios como Europe 1, 'Paris Match' o la editorial Hachette, tras lanzar una oferta global por 3.400 millones (24 euros por acción).

Foto: Vista de la fachada del edificio de la sede en Madrid del Grupo Prisa. (Luca Piergiovanni/EFE)

Tras dos años de bronca corporativa y sacudir los cimientos del ‘establishment’ francés (Crédit Agricole como acreedor de Lagardère y Bernard Arnault como caballero blanco… derrotado), Amber se llevará cerca de 600 millones, con jugosas plusvalías gracias a su ‘entente cordiale’ con la familia Bolloré. Y no será la última —ahora viajan juntos en Prisa— ni fue la primera, pues ya hicieron negocios similares en 2016, con la cotizada francesa de videojuegos Gameloft, comprada por Vivendi de manera hostil frente a la familia fundadora y gestora. El porcentaje del fondo le dio el control.

Antes de que Vivendi entrase a comienzos de año, el camino quedó despejado con la salida de Javier Monzón al frente de Prisa, ejecutada en diciembre de 2020, pero cocinada durante meses con la cobertura de los Migueles (Barroso y Contreras) como asesores en la sombra e interlocutores empoderados. También aquí hubo resistencias del sistema, teniendo en cuenta que Santander y Telefónica eran accionistas (y antes Caixa), hasta que Ana Botín quedó en minoría. Desde ese momento, otro bloque de control en el consejo, cambios accionariales y nuevo 'management'.

Hasta el golpe de mando, la tesis inicial de Oughourlian era más ortodoxa. Lo primero pasaba por sacudir la cúpula, algo que le costó más tiempo del esperado al carecer de entrada en los despachos de poder. Al otro lado estaba Juan Luis Cebrián, que se aferró a la presidencia hasta la primavera de 2018, en parte gracias al giro ‘centrista’ editorial realizado durante los últimos años del ‘marianismo’, que aunque hizo desatender el espacio sociopolítico fundacional del grupo, le permitió alinear la defensa de los ‘intereses’ de Estado con su continuidad.

Foto:  Vista de la fachada del edificio de la sede en Madrid del Grupo Prisa. (EFE/Luca Piergiovanni)

Lo segundo era buscar un compañero de viaje local. Amber comprobó cómo la falta de pulmón financiero de los editores españoles hacía inviable cualquier operación, por más que todos jugaron sus bazas para dar el golpe y cargarse de credenciales frente el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez: la familia Yarza (Henneo) sondeó el universo Telefónica vía César Alierta, el dueño de Prensa Ibérica (Javier Moll) puso en valor su conexión Caixa-PSC (‘El Periódico de Catalunya’) y la familia Godó (‘La Vanguardia’) trató de hacer valer su condición de socio en la Cadena SER.

Ninguno ofrecía garantías para que Oughourlian recuperase su inversión. Ni siquiera el farol fuera de tiempo de Vocento en plenas fiestas navideñas, cuando ya estaba todo preparado para Vivendi. A partir de aquí, el inversor francés trató de acompasar los cambios en todos los frentes, aunque no todo se ajustó a lo previsto. De hecho, coló a Barroso de consejero dominical por Amber Capital como solución de urgencia, después de que Manuel Mirat, siendo todavía consejero delegado, se opusiera a nombrarle responsable editorial del grupo en lugar de Augusto Delkader.

Todo estaba en proceso de cambio, a pesar del plan estratégico presentado en marzo, con la división de Prisa en dos, como demostró la salida de Mirat meses después, tras el rechazo de Oughourlian al proceso competitivo abierto con los principales competidores brasileños de Santillana para realizar una transacción. Lo prometido antes de la llegada de Vivendi quedaba en suspenso, demostrando así que el futuro de Prisa, tanto para el negocio de medios (sobre todo audiovisual) como para el editorial, está atado a los intereses del grupo de Vincent Bolloré.

Foto: Fran Llorente. (EFE/ Jorge Zapata)

El tempo de las operaciones parece acompasado. Mientras el dueño de Vivendi ha hecho caja con la venta parcial de la productora Universal para financiar la compra de Lagardère, la inyección de recursos recibida por Amber Capital puede permitir al fondo francés y a su compatriota y socio industrial asumir algún tipo de compromiso extraordinario (¿ampliación de capital?) con los nuevos acreedores (Pimco) para refinanciar los 855 millones de deuda de Prisa a un coste anual del 7%. Al menos, eso descuenta el mercado con su castigo a la cotización (-44% en 2021).

De ser así, sería el último esfuerzo del inversor formado en Société Générale para sacar valor de Prisa. Lo inmediato, con nuevo director financiero incluido (David Mesonero), pasa por ajustar costes financieros (deuda), operativos (salarios) y corporativos (alquileres) cada trimestre. Lo siguiente afecta a negocio, con diferentes triangulaciones a probar en torno a Vivendi, que ha pedido permiso gubernamental para llegar al 30%, donde podría entrar en liza Telefónica y su pata audiovisual, por la que ya pujó la francesa cuando era Sogecable, al margen de fondos europeos que puedan caer.

Mientras tanto, los Godó, Moll, Ybarra o Yarza ven cómo se les ha escapado la oportunidad de hacerse multinacional del negocio, aunque ganar dinero no resulte tan obvio. Sus aspiraciones eran imposibles ante la capacidad de un magnate que se hizo con Canal Plus en Francia, se disputa el control de Mediaset Italia, tiene Editis (comprada a Planeta) y juega a ser el Rupert Murdoch de la vieja Europa. El atrevido Iván Redondo jugó a muchas cartas mientras habitó la Moncloa (ahora tiene hueco en 'La Vanguardia'), pero su agenda era mucho peor que la de Oughourlian.

Joseph Oughourlian midió mal los tiempos para su operación en Prisa. Su apuesta por el grupo de medios español líder se remonta a 2014, con España tratando de levantar el vuelo tras consumarse el rescate de una parte del sistema financiero. La firma Amber Capital había mudado su operativa a Londres para atender mejor sus inversiones en Europa, repleta de compañías en situaciones complicadas a tiro del dinero de fondos oportunistas, con una tesis activista poco común en la Península: remover equipos gestores y activar operaciones corporativas. Y a por la siguiente.

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