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Siete mares: un breve relato sonoro de la inmensidad azul
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Siete mares: un breve relato sonoro de la inmensidad azul

Olas y charranes, cantos de playa y gaviotas, vientos de costa y correlimos: las voces y los sonidos del mar en siete puntos distintos de nuestro variado litoral

Foto: Colonia de alcatraces atlánticos (EFE/ Therry Vezon)
Colonia de alcatraces atlánticos (EFE/ Therry Vezon)

Siete mares, la cifra mítica para referir la inmensidad del ámbito marino. Desde hace miles de años muchas culturas han utilizado este abundancial, un adjetivo que expresa precisamente eso, abundancia, más que una cantidad exacta.

Para los griegos clásicos los siete mares estaban contenidos entre el Mediterráneo y el Negro; en la época de las navegaciones europeas de colonización, los siete mares llegaban a las Indias Orientales. En la actualidad, cuando geográficamente hay reconocidos cien mares, se hacen equilibrios para encasillar a los océanos, que son cinco, en la horma de los siete.

Así pues, me considero autorizado para formar mi geografía sonora de siete mares con solo dos, el Mediterráneo y el Atlántico. En siete puntos del litoral, siete maneras distintas de escuchar el batir de las olas.

Desde los acantilados del fin del mundo, la brumosa Costa da Morte Gallega, en el cabo de Fisterra, o Finisterre, el lugar donde doblan los vientos y las rutas de las aves marinas.

Durante la marea baja en un punto cualquiera en los más de treinta kilómetros de longitud de la playa virgen de Matalascañas, en la costa atlántica de Doñana, donde corretean y se alimentan correlimos tridáctilos, charranes patinegros y gaviotas de diferentes plumajes.

En las olas que llegan casi domesticadas, con poco arrastre, a las costas interiores de Ses Illetes, al norte de Formentera.

O en la barra de arena del Trabucador, en el Delta del Ebro. A un lado un mar interior, una enorme balsa donde sestean charranes y cormoranes; a otro el exterior, el mar de fuera, donde las bandadas de gaviotas patiamarillas persiguen, por si les cae algo, a los barcos de pesca.

El Atlántico suena de muchas formas en las costas volcánicas de Canarias. Regolfa al enroscarse en una oquedad, en los Hervideros de Lanzarote. Suena a mineral, a cantos arrastrados por el reflujo, en las playas de piedra pómez de Hermigua, en La Gomera. O se serena y le presta un espejo a la luna en la noche de Corralejo, en Fuerteventura.

Sea cual sea su valor, siete es una cifra muy baja para enumerar los sonidos del mar.

Siete mares, la cifra mítica para referir la inmensidad del ámbito marino. Desde hace miles de años muchas culturas han utilizado este abundancial, un adjetivo que expresa precisamente eso, abundancia, más que una cantidad exacta.

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