La desaparición de insectos provoca un 'colapso ecológico' en La Palma
Miles de hectáreas más se encuentran sepultadas por un manto de cenizas que ahoga la vegetación y deja sin comida a cientos de especies animales, muchas de ellas endémicas
El volcán de La Palma ha trastocado vidas y economías en la 'Isla Bonita', pero también está poniendo patas arriba toda su biodiversidad. La erupción más destructiva que se conoce en Canarias no solo lleva la muerte a esas especies sobre las que cae la lava. La peor parte se la han llevado los insectos. Sin ellos mueren de hambre reptiles y aves. Y sin estos pequeños vertebrados desaparecen los depredadores que viven de ellos. "Es un colapso ecológico", resume con contundencia el biólogo Manuel Nogales, delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias.
Los técnicos avanzaban por delante de las coladas para inventariar una biodiversidad que horas después quedaría cubierta por la lava
Este prestigioso científico, responsable del Grupo de Investigación de Ecología y Evolución de las Islas, lleva más de dos meses directamente metido en el volcán de La Palma. Y no es una manera de hablar. Llegó a la isla desde Tenerife al día siguiente de comenzar la erupción y desde entonces no ha tenido ni un minuto de descanso.
La cara agotada y el ritmo cansado de sus palabras confirman el tremendo esfuerzo al que está sometido, pero también hay un brillo de entusiasmo en sus ojos propio del científico apasionado con su trabajo. "Es la primera vez en el mundo que se ha puesto en marcha un estudio de evaluación de la biodiversidad con un volcán en marcha", destaca entre orgulloso y sorprendido. Hasta ahora solo se habían hecho trabajos de neocolonización de coladas volcánicas, una vez el volcán se había apagado. Nogales, junto con el también biólogo Félix Manuel Medina, y la ayuda de infinidad de colegas, trabajan en tiempo real.
Todos los días (y muchas noches) se acercan con sus prismáticos, telescopios y equipos de medición a un kilómetro de distancia del cono volcánico, que es lo más cerca que les permiten los protocolos de seguridad del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (PEVOLCA). El día que hablamos con él, una nube tóxica les había obligado a dar un largo rodeo de varias horas para evitar el peligro.
Las primeras semanas fue todavía peor. Los técnicos avanzaban 200 metros por delante de las coladas inventariando toda la biodiversidad que horas después quedaría cubierta por la lava incandescente en su avance destructor hacia el mar.
De 32 estaciones de investigación ahora mismo solo les quedan accesibles seis; todas las demás son ya historia científica. El trabajo es muy duro, reconoce el investigador, pero les está permitiendo hacer una radiografía precisa de lo que le sucede a la flora y fauna palmera.
Otra de las partes más afectadas es la vegetación. Como el volcán surgió en una zona de pinar canario, estos árboles son ahora mismo los más afectados. Hay un amarillamiento general, que no es continuo, provocado por la dispersión de los gases. "Al no poder hacer la fotosíntesis con aire puro podríamos decir que los árboles se están intoxicando", explica Nogales.
También se han registrado los primeros efectos de una incipiente lluvia ácida que tiñe de rojo las puntas de las acículas. No es menos importante el bombardeo vertical. Los piroclastos caen por gravedad desde miles de metros de altura machacando hojas y ramas, especialmente las de las humildes especies del sotobosque.
Las cenizas que no paran de caer no ahogan directamente a las plantas, pero provocan una sequedad generalizada y, lo que es peor, dejan a los animales sin refugios ni comida. "Los lagartos están sufriendo mucho con el volcán", confirma Manuel Nogales. "Al haberse producido un colapso de sus refugios y lugares de cría, cuando salen no tienen nada que comer. Ya hemos encontrado varios ejemplares que hemos podido coger a mano pues están muy debilitados y delgados, con una condición física muy limitada. Están pasando hambre. Lo mismo ocurre con los perenquenes o geckos, que ahora mismo están bastante al límite".
Las aves no están mejor. Lo confirma Fran Leal, concejal de Obras de Los Llanos de Aridane, el municipio más afectado por un volcán que le trae de cabeza y que incluso se ha llevado por delante la finca agrícola de su padre.
Apasionado ornitólogo, a pesar de encabezar esa lucha titánica de los palmeros contra el monstruo de fuego ha seguido desviando de vez en cuando la mirada hacia sus queridas aves. Ratifica así la llegada de muchas especies hacia zonas donde nunca antes se habían visto, como la aparición de la curruca cabecinegra en el barrio de Los Barros. Lo mismo les está pasando a las perdices. "Las ves corriendo por encima de la ceniza del volcán o junto a la carretera, muy despistadas, están como descolocadas y en bandos muy grandes".
Otras especies se han revelado asombrosamente fieles a sus territorios. Es lo que se conoce como filopatría, quedarse en los sitios donde nacieron. "Todavía sigue habiendo en las zonas más cercanas al volcán currucas capirotadas, tomilleras y mosquiteros, a pesar de que para nuestros ojos aparentemente allí no hay nada", explica sorprendido Manuel Nogales. E incluso búhos y murciélagos se acercan por la noche a las peligrosas lavas todavía calientes en busca de unos ratones que con seguridad han desaparecido.
La capacidad animal de fidelidad y resistencia al territorio no tienes límites. El sonidista de la naturaleza Carlos de Hita, colaborador de Planeta A, ha visto a una pareja de cernícalos comunes copulando en una zona arrasada por el volcán, ajena en su instinto por la supervivencia a la destrucción del paisaje. Y Nogales ha contemplado un ratonero canario volando en círculos muy cerca del cráter, a pesar de que con toda seguridad le tenía que estar cayendo directamente el bombardeo incesante de piroclastos.
El caso más sorprendente es el de los cuervos canarios. Como explica muy gráficamente Fran Leal, "siguen allí garrapiñado lo que pueden". Un científico se encontró hace unos días a una pareja de estas aves en la zona de exclusión, en medio de cenizas y pinos quemados. Y cuál fue su impresión cuando les dio parte de su bocadillo, pero en lugar de lanzarse a comerlo ávidamente, lo enterraron bajo la arena "para tenerlo como despensa el día en que les falte comida, pues parece que en ese momento no lo necesitaban".
La duración de la erupción está marcando la respuesta de la biodiversidad. Al principio era muy resiliente. Las primeras semanas los científicos estaban asombrados con su capacidad de aguante, pero como confirma el delegado en Canarias del CSIC, desde hace unos 20 días se empiezan a notar esos efectos negativos más patentes. "Cuanto antes se acabe [el volcán] más pronto se podrá recuperar la biodiversidad, pero cuanto más se alargue más difícil será", ratifica Nogales.
Se sabe que la recuperación de la biodiversidad empezará con pequeños microorganismos, a continuación llegarán los líquenes y más tarde aparecerán las plantas con flores. Pero en el caso de La Palma, la vuelta de la vida puede ser mucho más rápida gracias a esa ceniza. A modo de dunas de fina arena negra, está cubriendo incluso las nuevas lavas. Esta circunstancia, confirman los científicos del CSIC, permitirá albergar muy pronto a una incipiente comunidad botánica, pues no será necesario esperar cientos de años a que los protocolonizadores degraden la roca.
Lo que sí está claro es que los tiempos del volcán los marcará el volcán. Porque a pesar de tanto dolor y destrucción, hay que verlo como un proceso natural típicamente canario. Es lo que sugiere Ana María Alonso, directora de Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC): "La relación de Canarias con el volcán es una relación de amor y odio tremendamente contradictoria. Pero es que se ha hecho a golpe de volcán, es algo natural. Si no existiesen los volcanes no existirían las islas Canarias".
El volcán de La Palma ha trastocado vidas y economías en la 'Isla Bonita', pero también está poniendo patas arriba toda su biodiversidad. La erupción más destructiva que se conoce en Canarias no solo lleva la muerte a esas especies sobre las que cae la lava. La peor parte se la han llevado los insectos. Sin ellos mueren de hambre reptiles y aves. Y sin estos pequeños vertebrados desaparecen los depredadores que viven de ellos. "Es un colapso ecológico", resume con contundencia el biólogo Manuel Nogales, delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias.