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Toros de la Feria de San Isidro | Cartel sin renombre, combinación de clase
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Madrid premia con una oreja a David Galván

Toros de la Feria de San Isidro | Cartel sin renombre, combinación de clase

Sensibilidad, entrega y pureza no se juntan cada día. Ojalá que eso ocurriera en todos los órdenes de la vida. Mucho mejor nos iría

Foto: El diestro David Galván durante la undécima corrida de la Feria de San Isidro. (EFE/Mariscal)
El diestro David Galván durante la undécima corrida de la Feria de San Isidro. (EFE/Mariscal)

Plaza Monumental de Las Ventas, 22 de mayo de 2024

11ª de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada en tarde muy agradable de temperatura, pero con un viento constante y molesto que dificultó la lidia sobre todo en los tres primeros, aunque aliviara la tarde nunca sería deseable.

Seis toros de El Torero de entre 523 y 582 kilos. Todos cinqueños. Espectacularmente presentados. Serios, pero en tipo, cuajados y con impresionantes arboladuras de las que asustan de verdad. Astifinos hasta no creer, pero a la vez bajitos y con hechuras que agradecen los toreros. El trapío no tiene por qué ser mastodóntico y estos toros lo tenían estando en altura, peso y desarrollo. El primero muy serio, manso sin paliativos, no ayudó nada, fue brusco y desclasado, incomprensiblemente recibió aplausos en el arrastre. El segundo de mejor condición, aplaudido de salida, siguió la muleta con nobleza e intención, pero la falta de fuerzas impidió mayor transmisión a los tendidos del trasteo. El tercero, de más peso de la corrida, cinqueño, con peores hechuras, más desagradable de planta y expresión. El cuarto, un toro alto, sin cuello, muy muy serio, no humilló en ningún momento, sin transmitir. Quinto, el mejor de la corrida aunque con dificultades ocultas, embistió con más son y clase, ovacionado en el arrastre también por desagraviar al torero. Sexto, más bajo y de buenas hechuras, sin embargo, no dio ningún juego por su manifiesta debilidad y falta de raza.

David Galván, de azul plomo y oro. Ovación y oreja.

Álvaro Lorenzo, de grana y oro. Silencio tras aviso y división de opiniones tras aviso.

Ángel Téllez, de blanco y plata. Silencio tras aviso y silencio tras dos avisos. Pasó a la enfermería al finalizar el festejo tras las dos tremendas volteretas sufridas en el último toro de la tarde.

Juan Carlos Rey se desmonteró tras parear al cuarto y Juan Navazo lo hizo en el sexto.

De azul aplomo, de oropel vestido. Galván es la delicadeza vestida de luces. El gusto, el tacto, el equilibrio. Paseó por Madrid su gallardía encajada en un terno precioso. Le hizo todo bien a los toros, le hace siempre mucho bien a la tauromaquia. Toreros con cualidades que no brillan en los escalafones siempre ha habido, pero tiene uno la sensación que ahora la injusticia es más flagrante. Este cartel, sin ir más lejos, me parecía redondo, completo, interesante y pasaba desapercibido entre nombres más reseñables, entre carteles con más demanda, entre ganaderías más amables. Los tres han acreditado, en citas con poco bagaje, cualidad, disposición, talento, determinación y arte. Galván fino y decidido. Lorenzo sólido y académico. Téllez al albur de su inocencia, de su determinación de ser torero y de su propia mueca de tragedia que le da sello y seña de parecer de otra época.

Los toros de El Torero, eufemístico nombre, por cierto, asustaban en las fotos, no me imagino en el ruedo. Unos pitones que de afilados parecían el encargo de un enemigo complejo. Caja, pecho, lomo y riñones completaban ese cuadro que invitaba a no abandonar burladero. Pero la dignidad de los tres, esa valentía innata, ese asumir su papel, les plantaba esos tercios como sin esfuerzo aparente. Mucho cuajo, mucho mérito, mucha apuesta, mucha envidia de quien aprecia los gestos.

placeholder El diestro David Galván. (EFE/Mariscal)
El diestro David Galván. (EFE/Mariscal)

Galván remató en el cuarto una tarde de entrega y enjundia, de pausa, pose artístico y sincero, de valentía nada iracunda. Oreja de ley y premio a ese carácter templado, a la naturalidad evidente, a la convicción, al arte calmado y sobrio pero bello y engallado. Con un toro que humillara, esos olés más profundos, resonarían ahora a puerta grande y gran triunfo.

Álvaro Lorenzo, por encima de sus toros, sufrió el criterio sesgado de quien ve fácil lo que es casi imposible. La división de opiniones al final de su segundo toro lo dice todo. El toro, que se movía, miraba, probaba y pedía el carnet como decían antaño. En su primera corrida del año, los que se atrevan a juzgar su actuación por debajo de las embestidas del toro deberían reflexionar, pero vistiéndose ellos de luces y pisando algún albero. Mirando a la cara a morlacos como estos de El Torero. Los pitos tornarían besos, hasta en los pies de los pitados, por conversos y humillados.

placeholder El diestro Álvaro Lorenzo . (EFE/Mariscal)
El diestro Álvaro Lorenzo . (EFE/Mariscal)

Debilidad por Ángel Tellez la tengo desde el principio. La misma que me trasmite puesto en la cara del toro. Esa debilidad ficticia que deja en mera incógnita cada embestida del toro. No sabes qué va a pasar, si ole, suspiro o angustia. Es de esa incertidumbre de la que viven los toreros más artistas, cuando no sabes que esperar y el pellizco te espera a la vuelta de la esquina. Sin suerte hoy con sus toros pero con mi fe intacta, su fallo a espadas me importa tan poco como los gritos de los despistados que aplaudían en el arrastre embestidas inconexas, cara alta o poca raza.

placeholder El diestro Ángel Téllez sufre una cogida con su segundo toro. (EFE/Mariscal)
El diestro Ángel Téllez sufre una cogida con su segundo toro. (EFE/Mariscal)

Este cartel sin renombre, esta combinación de clase, la repetía sin duda sin toros a contraestilo. Entiendo que suenan poco, entiendo que sueñen mucho. Sacaría las entradas que resultaran necesarias hasta rematar su triunfo. Sensibilidad, entrega y pureza no se juntan cada día. Ojalá que eso ocurriera en todos los órdenes de la vida. Mucho mejor nos iría.

Plaza Monumental de Las Ventas, 22 de mayo de 2024

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