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Hay un restaurante en Madrid donde cantan ópera mientras cenas (pero puede desaparecer)
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LA CASTAFIORE

Hay un restaurante en Madrid donde cantan ópera mientras cenas (pero puede desaparecer)

Una operación inmobiliaria compromete el futuro de uno de esos locales que los madrileños guardan en secreto y donde todavía se respira la ciudad de otra época que poco a poco se extingue

Foto: Un improvisado recital de ópera en una noche de La Castafiore. (Cedida)
Un improvisado recital de ópera en una noche de La Castafiore. (Cedida)

Por fuera dan pocas pistas de lo que pasa dentro. Se trata de una discreta fachada en una estrecha calle del barrio de Chueca. Muy cerca del Teatro María Guerrero. La Castafiore es uno de esos secretos que pasan desapercibidos en la capital para todos los que no son madrileños, una rareza en una ciudad en la que los alojamientos turísticos se imponen a los negocios de toda la vida.

La única pista de lo que se esconde tras la fachada está en el letrero. En él se aprecia una máscara veneciana y, a través de las ventanas que dan a la calle del Marqués de Monasterio, se ve una barra, donde tampoco nada hace sospechar que allí se cante ópera. Para descubrirlo hay que entrar, atravesar un largo pasillo y alcanzar la sala principal.

En medio hay un gran piano de cola rodeado de mesas. La iluminación es tenue y, de fondo, se escucha tanto el trasiego de los platos como el calentamiento vocal propio de los grandes escenarios. La sorpresa llega cuando, después de servir los entrantes, una de las camareras se acerca al piano y le hace una señal al maestro.

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Entonces empieza el espectáculo y el comedor se convierte en la platea de un auditorio. El ruido de los cubiertos rasgando sobre los platos se detiene y el protagonismo es para los artistas. Sopranos, mezzosoprano, tenores, barítonos, contraltos, bajos… todos ellos van pasando bajo el foco y deleitando a los presentes solo unos minutos después de haber servido las mesas.

"Yo no soy camarero, soy cantante, soy artista, he cantado con los mejores", dice uno de ellos al ser preguntado, entre plato y aria, por cómo son las entrevistas de trabajo en este local. Abrió hace 30 años y los dueños, como admiten, tienen mucho oído, cultivado a base de noches y noches de buena ópera. De hecho, reconocen que hacen audiciones para aceptar a sus particulares camareros-cantantes.

Allí no vale cualquier cosa y los feligreses subrayan que, muchas veces, el público que intentaba entrar al teatro cercano y se quedaba sin localidades, acababa en La Castafiore, igual que profesionales de la ópera que, bien por la mística o bien por casualidad, acababan allí y se animaban a cantar pergeñando veladas improvisadas para el recuerdo.

"Yo no soy camarero, soy cantante, soy artista, he cantado con los mejores", dice uno de ellos al ser preguntado, entre plato y aria

Pues bien, en la cena en la que se celebró el 30 aniversario de este refugio cultural, reconocido como uno de los 50 lugares más representativos de la Comunidad de Madrid, los propietarios anunciaron que su futuro está en el alero. Según informan desde el restaurante en un comunicado, "una posible venta del edificio a un grupo inmobiliario" amenaza el legado del restaurante.

"Solo mediante la unidad se podrá garantizar que este restaurante continúe siendo un faro de cultura y autenticidad en el corazón de Madrid", apela Paca Fernández de Pedro, CEO del restaurante. En cualquier caso, y hasta que haya un desenlace, el telón no caerá en La Castafiore. Al menos, y como se dice en este mundillo, "hasta que no cante la gorda". Que siga, noche tras noche y hasta que se pueda, la ópera.

Por fuera dan pocas pistas de lo que pasa dentro. Se trata de una discreta fachada en una estrecha calle del barrio de Chueca. Muy cerca del Teatro María Guerrero. La Castafiore es uno de esos secretos que pasan desapercibidos en la capital para todos los que no son madrileños, una rareza en una ciudad en la que los alojamientos turísticos se imponen a los negocios de toda la vida.

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