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Los derrotados de los barrios: los comerciantes que se llevan la esencia de Madrid al bajar la persiana
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"LA CULPA ES DE LA GENTRIFICACIÓN"

Los derrotados de los barrios: los comerciantes que se llevan la esencia de Madrid al bajar la persiana

Una zapatería, un estudio de fotografía y el mítico bar El Palentino se han visto obligados a clausurar sus negocios por distintos motivos: desde quedar desactualizados hasta el avance de los pisos turísticos

Foto: La zapatería de la familia de María Jesús tendrá que cerrar y afronta la liquidación. (Cedida)
La zapatería de la familia de María Jesús tendrá que cerrar y afronta la liquidación. (Cedida)

Calzados Vinigon ha anunciado su cierre, después de 84 años en la calle Tribulete 7, en el corazón de Lavapiés. Para su dueña, María Jesús González Fernández, tercera generación al frente de este negocio, el culpable es la gentrificación del barrio. Su abuela Marcelina fundó la tienda de calzado en 1940, cuando llegó a vivir a Madrid desde Extremadura. Al principio, en la tienda vendían un poco de todo, desde estropajos hasta alpargatas. Sin embargo, sus clientes cada vez le pedían más zapatos porque eran de muy buena calidad, así que decidió especializar el negocio en el calzado, recuerda González. Desde ahí, su padre se puso al frente de la tienda, mientras que su abuela viajaba por España buscando los mejores proveedores para el local.

Los zapatos forman parte del ADN de González. "Cuando creces desde pequeña en la tienda, se convierte en tu forma de vivir. No es solo la forma en la que me gano la vida, es que todo lo que siempre he pensado ha girado en torno a la tienda", afirma. Desde los años 90, el negocio empezó a entrar en declive. "Mi padre enfermó y yo asumí las riendas en el 2000. Ver cómo la tienda cada vez iba a peor ha sido como ver a un enfermo terminal e intentar darle vida", cuenta. Entre la pandemia, el comercio electrónico y las nuevas tendencias hacia el calzado deportivo, no han podido remontar las ventas.

No obstante, para González el mayor problema es que el barrio ha evolucionado mucho y la forma de consumir en los negocios locales ha cambiado. "Ha sido la gentrificación. El comercio de barrio necesita vecinos fieles que consuman los productos del barrio", afirma, y explica que el secreto de su negocio durante años fue ir viendo la evolución de la talla del pie de sus clientes y saber los gustos de sus vecinos. Para González, aunque Lavapiés ha intentado resistirse, cada vez queda menos del barrio en donde su negocio pudo florecer.

Foto: La icónica fachada de Capas Seseña, en Madrid. (Cedida)

Después de pedir préstamos, sacar créditos e intentar modernizarse, entre lágrimas, González ha tomado la decisión de liquidar la tienda. "Cuando llegó el momento de pedir género para la próxima temporada de invierno, tras darle muchas vueltas al asunto, hemos creído necesaria tomar la decisión de parar", afirma, aunque confiesa que no se imagina la vida sin la tienda. "Sé que en Madrid hay muchos negocios que ahora mismo están pasando por la misma situación y tenemos que alzar la voz porque nos vamos a quedar sin la esencia de los barrios", asegura González.

Y sí, González no ha sido la primera ni será la última que se ha tenido que enfrentar a la gentrificación del centro de Madrid y ha perdido la batalla. La fotógrafa María Gil Jaime, de 50 años, tuvo durante 14 años su estudio de fotografía en el barrio de Retiro hasta que su casero le dio un preaviso para irse en 2023. La razón: pagaba 1.200 euros por un local cuyo propietario quería alquilar en 1.800. "Me tuve que ir deprisa y corriendo a un local en Moratalaz, donde ahora pago la mitad", afirma, y confiesa que se sintió expulsada del barrio.

"Sé que hay muchos negocios que ahora mismo están pasando por esta situación y tenemos que alzar la voz porque se nos va la esencia"

Gil cuenta que ayer pasó por su antiguo local y vio que están haciendo un piso allí. "El barrio se está volviendo un sitio de restaurantes y pisos turísticos", dice todavía con pena. "He tomado las fotos de los momentos más importantes de la vida de muchos de mis vecinos, desde su primera foto de DNI hasta de su boda". Y aunque le encantaría volver, sabe que ahora es inviable con los precios que ha alcanzado el barrio.

Si hay un bar en la memoria de los madrileños que ha tenido que cerrar y ha causado gran vacío es, sin duda, El Palentino. El mítico bar de los pepitos de ternera de la calle Pez, en Malasaña, regentado por Dolores López, de 73 años, durante medio siglo.

placeholder Una de las últimas imágenes del antiguo bar Palentino, regentado por Dolores, y en la que se puede ver a otro copropietario ya fallecido, Casto. (EFE/Kiko Huesca)
Una de las últimas imágenes del antiguo bar Palentino, regentado por Dolores, y en la que se puede ver a otro copropietario ya fallecido, Casto. (EFE/Kiko Huesca)

"Cada vez que bajo a Madrid y paso por la calle Pez, me da depresión. Ahora, esa esquina se ve tan oscura. Ya no se ve alegría ni juventud. Es una pena que el barrio se haya deteriorado tanto, después de que cerramos aquel 15 de marzo de 2017", afirma López. Al bar iban señores y señoras del viejo Madrid de los años 70 y hipsters y millennials, y todos tenían algo en común: acudían a El Palentino porque se sentían como en su casa, fuera por las cañas que les servía Casto o por los desayunos de Loli, como la llaman sus amigos.

Y aunque, para López, la gentrificación no fue la razón principal para cerrar, asegura que lo hubiera sido unos años después. "Primero falleció mi marido y después mi cuñado, Casto Herrezuelo, copropietario, y mis hijos no querían continuar, así que no me quedó de otra más que jubilarme, cerrar y vender". Del barrio donde trabajó detrás de la barra del bar, según Loli, no queda nada: "Todos los míticos han ido cerrando después de nosotros".

Calzados Vinigon ha anunciado su cierre, después de 84 años en la calle Tribulete 7, en el corazón de Lavapiés. Para su dueña, María Jesús González Fernández, tercera generación al frente de este negocio, el culpable es la gentrificación del barrio. Su abuela Marcelina fundó la tienda de calzado en 1940, cuando llegó a vivir a Madrid desde Extremadura. Al principio, en la tienda vendían un poco de todo, desde estropajos hasta alpargatas. Sin embargo, sus clientes cada vez le pedían más zapatos porque eran de muy buena calidad, así que decidió especializar el negocio en el calzado, recuerda González. Desde ahí, su padre se puso al frente de la tienda, mientras que su abuela viajaba por España buscando los mejores proveedores para el local.

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