Las abuelas grafiteras que han tomado Lavapiés: "Esta es mi casa y ahora puedo aportar a sus calles"

Más de una docena de mujeres del centro de mayores de Antón Martín han dejado su huella en la fachada de la cafetería Amanda, en la calle Argumosa, en el madrileño barrio de Lavapiés. Y con huella quieren decir que en esta ocasión han prestado sus propios cuerpos como moldes para resaltar la historia del barrio y como esta reside en sus vecinos más veteranos. Sobre tablones de madera, han pintado con sprays de colores la estructura que sostiene las máscaras sobre la pared del lugar.

El grafiti, aunque las intimidó en un primer momento, las terminó enganchando. Al comienzo, estaban un poco tímidas y hasta pidieron guantes para protegerse las manos de la pintura, pero una vez entraron en calor, ya nada ni nadie las pudo parar. “La pintura se la lleva el aire y se va para otro lado, ¿Cómo hago?”, grita una de las abuelas mientras que otra, harta de no lograr pintar lo que quiere con el tarro, coge una brocha y le da duro. “Así, así, como si fuera un cura”, exclama eufórica. Entre una explosión de color, brochas de todo tipo y las manos llenas de arrugas, después de unos minutos la obra se da por terminada.

Magdalena, de 77 años, no quiso poner su cara sobre el yeso porque sentía que le iba a dar claustrofobia, así que decidió dejar su huella inmortalizando su mano derecha. “He vivido en Lavapiés toda mi vida, por lo que significa mucho para mí poder aportar algo a sus calles”, explica, y confiesa con una risa malévola que ha firmado la obra como San. “Es el seudónimo que utilizaba mi hijo cuando tenía 15 años, si se entera le va a hacer mucha gracia”, asegura.

A su lado, está Mary López, de 85 años, que fue una de las pocas valientes que se dejó poner la máscara de yeso en la cara. “Me quedé tan relajada, ahí sentada, esperando a que el yeso se secara, que me quedé dormida. Vaya susto les di en el centro”. Todo el proceso estuvo acompañado por el artista Rodrigo Casillas y la profesora Ana Noci.

Amigas por amor al arte

La mayoría han participado los últimos cuatro años en las actividades del festival. El amor por el arte las ha hecho amigas. “Es muy divertido. Nos tratan muy bien, venimos, pintamos y después tomamos algo todas juntas”, cuenta Pilar Raya, de 81 años. Todas coinciden en que llenar el barrio de arte es la mejor forma de mostrar todo lo bueno que tiene Lavapiés.

La obra de las abuelas grafiteras es solo una más dentro del marco del festival Calle que está celebrando su 11ª edición hasta el 5 de mayo. Este proyecto nació con el espíritu de fortalecer el pequeño comercio del barrio gracias a la iniciativa de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Lavapiés. ”La asociación nace en 2005 con la intención de contribuir al desarrollo de este barrio con su proyecto Lavapiés en Positivo dedicado a la mejora de la convivencia, la paz social y la calidad de vida del barrio”, explica la gerente de la asociación, Mercedes Saracho.

En esta ocasión, han participado 52 artistas que han intervenido en otras tantas fachadas del barrio a través de diferentes disciplinas. Lo han hecho de la mano de artistas del grafiti como Dante Arcade, Zai, Sara Frattini, SOEM, Mowcka, Pyramid, Krasy y Korbe, Gerbos, Ninon Reo, Inopia, Soga 303 o Crono Sapiens; artistas del diseño gráfico y la ilustración como Pezones Revueltos, Srta. Escarlata, Cris Valencia, Its Mancho o Aída Poppy; expertos en arte conceptual y la instalación, de la mano de No€ra o Esencial Colectivo; y artistas especializados en intervenciones con la técnica paste up como Álex Múñoz o Rafa Álvarez. Por supuesto, no faltará el arte plástico, a cargo de Aneo, Daniel Martín, Ana Salamanca, Raquel Coba, Sr.Gotta o Elisa Kivi, entre otros.

El artista invitado este año ha dejado su obra en la fachada de La Tiendina, en la calle Salitre esquina con Argumosa en la mitad de la noche, sin que nadie lo pudiera ver. Basket of Nean es uno de los referentes del arte urbano en Madrid, sin embargo, nadie nunca lo ha visto. Nean comenzó en el arte urbano con pegatinas hasta evolucionar su icono, una canasta de baloncesto, hacia el píxel, permitiéndole de esa manera usar la técnica del mosaico. Se inspira en elementos cotidianos para sus piezas, así como en otras obras de arte o en el propio entorno urbano, para adaptar la propia obra al espacio y que, de esta manera, cobre más sentido.

En esta ocasión, ha hecho una obra que ha titulado La fuente de Lavapiés que está inspirada en la historia de la fuente central que, cuenta la leyenda, es el origen del nombre del barrio, y que hoy se encuentra en el museo de Historia de Madrid. “Se dice que el barrio era una judería en cuya entrada la gente se lavaba los pies”, cuenta la guía encargada de los tours de Calle, Irene Eguiluz.