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"Los políticos son los grandes enemigos de la cultura"
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EL ARTISTA BERNARDÍ ROIG REFLEXIONA SOBRE LA MIRADA Y LA SOLEDAD EN 'EL COLECCIONISTA DE OBSESIONES'

"Los políticos son los grandes enemigos de la cultura"

CEGADO POR LA LUZ Alguien derribó una de sus valiosas esculturas y le convirtió para su desgracia (y la de la maltrecha figura, uno

Foto: "Los políticos son los grandes enemigos de la cultura"
"Los políticos son los grandes enemigos de la cultura"

CEGADO POR LA LUZ

Alguien derribó una de sus valiosas esculturas y le convirtió para su desgracia (y la de la maltrecha figura, uno de sus característicos hombres blancos) en la anécdota de la presente edición de ARCOmadrid. Sin embargo, Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965) es uno de los artistas españoles más prominentes de la escena internacional y uno de los más laureados. Presenta su exposición El coleccionista de obsesiones en la madrileña Fundación Lázaro Galdiano y allí nos recibe para hablar de transgresión, de IVA cultural y de la convicción tan extendida de que el arte contemporáneo no es más que algo "que puede hacer cualquier niño". 

-"Uno de los artistas españoles que más vende fuera". ¿Te gusta la etiqueta?

-Es una etiqueta periodística no del todo cierta, porque grandes artistas como Barceló, por ejemplo, seguro que venden más que yo. En todo caso da lo mismo vender fuera que dentro: lo importante es vender para así financiar tu próximo proyecto y materializar las ideas que tienes en la cabeza.

-Buceando en Internet uno descubre que en Wikipedia no hay una entrada dedicada a ti en español o catalán, pero sí en alemán. ¿Me lo tomo como una anécdota o como un detalle revelador?

-No lo sé, la verdad, pero lo cierto es que trabajo desde hace muchos años en Alemania, Austria e Italia, así que imagino que es normal. No sabía lo de Wikipedia, pero sí es cierto que tampoco tengo una página web ni estoy en las redes sociales. Soy muy dejado para toda esa dimensión comunicativa tecnológica.

-¿Y puedes permitírtelo?

-Yo creo que sí (ríe). Yo tengo 48 años, sigo vivo, leo libros, viajo, amo, sufro... Se puede perfectamente.

-La ceguera o, en tus propias palabras, la "obturación de la mirada", es uno de los grandes temas de tus obras. ¿Hablas de ti o hablas de todos?

-Hablo de lo difícil que es ver, del hecho heroico de la mirada y de la metamorfosis que se opera en quien consigue ver. Es algo que resume muy bien el mito de Diana y Acteón, en el que él consigue espiarla mientras ella se baña y la diosa lo castiga convirtiéndolo en ciervo para que lo despedacen sus propios perros. El arte, la poesía o la música son una experiencia que, mirando, nos transforma.

-Como le ocurrió también a Orfeo, que perdió a Eurídice por mirarla antes de salir del infierno, o la mujer de Lot, que se convirtió en una estatua de sal por volver la mirada hacia la destrucción de Sodoma.

-Exacto. Lo que nos enseñan esos mitos es que mirar es arriesgarse, porque resultamos transformados cuando lo hacemos, aunque a priori no sabemos en qué. El ojo, a fin de cuentas, es nuestra herida más profunda.

-¿Por qué prescindes del color?

-Porque me resulta prescindible. Lo hice a la vuelta del Tíbet, que para mí fue un viaje iniciático, en un intento por buscar el silencio e ir a lo esencial. Cuando regresé eliminé el modo que tenía de representar, me puse ante un papel con un carboncillo y volví a empezar sin color, intentando evitar toda la retórica accesoria. Por eso lo que más me gusta es dibujar, que es algo urgente: pone la mano en contacto con el cerebro, con la dureza del pensamiento, y los traslada al papel sin intermediación.

-Tuve un profesor de Historia del Arte que decía que el arte murió en el siglo XIX. ¿Te sientes capaz de convencer de lo contrario en un par de líneas?

-No, pero sí de convencer de que hay que estudiar. Para hablar de biología, debes estudiar de biología, para hablar de astrofísica, debes estudiar astrofísica, y para hablar de arte contemporáneo y no decir bobadas, entonces debes estudiar arte contemporáneo. Para comprender hay que saber, y para saber, hay que estudiar. Los artistas no estamos en una ciénaga de la interpretación en la que todo lo que hacemos debe interpretarse, ¡qué va! Pero el arte siempre está formulado lingüísticamente y entender ese lenguaje exige un esfuerzo. Hay que conocer el idioma, aunque sea de forma rudimentaria, o al menos conocer el abecedario. Sí no, acabas reduciéndolo al "esto lo puede hacer mi hijo" o al "esto es una estafa" que tanto se oye.

-¿Y no eres optimista? ¿No crees que eso está cambiando?

Afortunadamente sí, aunque lentamente. Hay algo que está claro: todas las épocas tuvieron su arte contemporáneo y en todas resultó incomprendido, pero natural en su contexto histórico. Joan Miró no pudo haber pintado en 1865 el Perro ladrando a la luna, por ejemplo. En ese año, en cambio, se pintó la Olympia de Manet, que también fue incomprendida pero propia de su tiempo. Y después, en 1917, llegó el urinario de Duchamp, que será un urinario, pero es algo que no podemos obviar. El negador del arte contemporáneo, lo digo con rotundidad, es un ignorante.

-¿Y el que se lo carga directamente? Porque el otro día alguien derribó una escultura tuya en ARCOmadrid.

-Y se convirtió en la gran anécdota de la feria, sí. Esperemos que deje de serlo, porque lo que me gustaría oír es que el MOMA de Nueva York ha comprado una pieza, no que alguien la ha tirado al suelo (ríe).

-Dicen que la crisis se está notando en ARCOmadrid, que ha perdido parte del intento transgresor o provocador que ha caracterizado otras ediciones para garantizar ventas. ¿Estás de acuerdo?

-¿Transgresión? Es que estamos hablando de una feria, no un museo. Lo relevante es que ARCOmadrid ha llenado un gran hueco que había en España no solo en el mercado, sino también en formación. Ha formado coleccionistas, de los que ya hay al menos dos generaciones en España, y ha formado autores. Yo mismo voy allí desde 1987, desde que tenía 18 años. Pero es una feria, que no se nos olvide.

-¿Y no se puede ser transgresor en las ferias?

-Claro, pero no es relevante. Una feria es un lugar donde hay profesionales de la venta y de la compra y allí los artistas, en principio, no pintan nada. ¿Que ARCOmadrid ha perdido transgresión con la crisis? No lo sé. Pero tampoco sería importante porque la transgresión y la subversión, a fin de cuentas, están subvencionadas.

-Y a muchos les resulta rentable. ¿Se provoca porque vende o porque es necesario?

-Se provoca porque el arte tiene que provocar algo. Sin caer en la agitación vacía, claro, o en el pompierismo. La pieza artística es un objeto extraño insertado en el mundo que aspira a provocar una emoción, en mi caso la soledad, generando el vacío alrededor del espectador. Lo que ocurre es que cada vez resulta más complicado, porque vivimos en un universo saturado de reclamos.

-Este año los responsables de ARCOmadrid han retirado una instalación espontánea en la que una artista vestida de flamenca se tiraba al suelo, como muerta, para escenificar la muerte de España. ¿No te sientes tentado de hablar también de lo nacional?

-Yo siempre he oído decir que uno habla de las cosas que ama, y a mí mi pueblo me gusta mucho y me ofrece muchas de ellas, pero hay otras que no. Está claro que cualquiera proviene de un lugar y de una memoria cultural concreta, pero la transnacionalidad de los autores está bastante asumida desde 1945 y, desde entonces, los artistas recurren a una definición más a través del viaje, como en la Odisea de Homero. Lo otro es folclore, que es muy respetable, pero es diferente. El caso de esta performance es comparable a la de un chino que se hiciera el muerto en Hong Kong junto a un dragón para decir que China ha muerto. Arte que habla de lo nacional a través del folclore. Vale, de acuerdo. Pero para mí lo nacional ya no es presentable artísticamente.

-O sea, que no vas de artista español por la vida.

Es que no hay que ser un artista español o un artista catalán. ¿Qué más da ya de dónde seas? Yo nací en Mallorca, tengo casa en Madrid, trabajo en muchos sitios y ya está. No creo que sea una etiqueta ni mala ni buena, pero sí me pregunto por su utilidad en las diferentes plataformas de exportación. ¿Sirve? Creo que no. Quizá al arte español habría que quitarle ya lo de español y dejarlo en arte a secas. A lo mejor hasta funcionaba mejor.

-¿Funciona mal?

-Funciona, pero hay pocos artistas españoles en el circuito internacional y esa sí que es una pregunta que se hacen muchos. Durante un tiempo, en los ochenta, se produjo un interés por fenómenos como el de la Movida y un cierto entusiasmo en torno al arte, ahora sí, español. Pero ya está. Hoy al artista que recorre el circuito internacional se le espera igual siendo español, francés o griego.

-Y eso que lo nacional, como el diablo, sí cree en uno aunque uno no crea en él. ¿Qué tal lleváis los autores la subida del IVA?

-Mal. Es demasiado. Estamos en mano de una política que desprecia profundamente la cultura y que la quiere aniquilar, seguramente porque la desconoce y la teme. Pretenden que deje de existir, pero no van a conseguirlo. Aunque eleven los impuestos culturales al 50%, seguiremos vivos y haciendo que se piense. Es probable, eso sí, que mermen el número de gente que vive de la cultura, que fuercen la cultura hasta casi desaparecer y que dañen el mercado irremediablemente. Podremos empezar a verlo ya mismo en ARCOmadrid. Se comprará menos, porque la gente ojeará piezas pero irá a comprar esas mismas obras a otro lugar en el que no tengan tantos impuestos.

-Como Alemania.

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