Canarias asalta los cielos: nanosatélites que vigilan la Tierra y lanzamientos a la estratosfera

Cuando el cohete Falcon 9 de la empresa de Elon Musk partió el pasado 3 de enero desde Cabo Cañaveral cargado de satélites, los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) cruzaban los dedos. A bordo estaba DRAGO-2, un dispositivo llamado a revolucionar la captación de imágenes desde el espacio.

Misión cumplida. La cámara made in Canarias, que cabe en la palma de una mano y pesa en torno a un kilo, se situó a una altura de 500 kilómetros y da una vuelta a la Tierra, acoplada a un portador de satélites, cada 90 minutos. Se trata de un instrumento único que permite observar nuestro planeta con una resolución inédita de 50 metros por cada píxel gracias a su espectro infrarrojo.

Esta definición le permite obtener imágenes con multitud de matices del terreno donde enfoca. Puede localizar focos de un incendio que no son capaces de detectar con exactitud las cámaras convencionales y ayudará a examinar los fenómenos del cambio climático, a realizar un seguimiento de los desastres naturales o a controlar las masas forestales y las zonas pesqueras.

Tras semanas de ajustes y pruebas, se han divulgado las primeras imágenes captadas por DRAGO-2. Se corresponden a zonas de Mali, Turkmenistán, India y Australia. En ellas se percibe una gran precisión que supera a su predecesora DRAGO-1, otra herramienta desarrollada por el IAC aunque con una resolución seis veces menor, que continúa su labor en el espacio desde su puesta en órbita en 2021.

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La innovación en este instituto astrofísico no termina aquí. Sus científicos ultiman el primer nanosatélite canario, ALISIO-1, que se lanzará en unos meses y al que se incorporará DRAGO-3, una versión mejorada de la actual cámara. Y más: están desarrollando otro satélite que se convertirá en un observatorio astronómico en el espacio para complementar los telescopios en tierra ubicados en La Palma y Tenerife.

Un estratopuerto en Fuerteventura

La isla de Fuerteventura también se encamina a convertirse en una referencia internacional aeroespacial. En su parque tecnológico avanzan las obras, que finalizarán este verano, para disponer de una plataforma desde donde despeguen pseudosatélites, un proyecto en el que ha colaborado la Agencia Espacial Europea.

De sus pistas saldrán naves no tripuladas —algunas a modo de zepelín— que llegan a la estratosfera equipadas con sensores, cámaras e infrarrojos, entre otros instrumentos. A más de 20 kilómetros de distancia obtendrán imágenes de gran resolución y datos sobre movimientos de personas, vertidos al mar o incendios ayudando con ello a la prevención de las emergencias.

La elección de la isla no es fortuita. Responde a sus buenas condiciones meteorológicas y a la poca afección que tienen sobre su área las corrientes en chorro que circulan por encima de la Tierra, cuyos vientos soplan a velocidades que oscilan entre los 130 y los 225 kilómetros por hora.

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Las instalaciones en su conjunto ocuparán 128 hectáreas destinadas al estratopuerto, a un operativo de control para el seguimiento de drones y naves tecnológicas avanzadas y a un centro experimental de soluciones innovadoras en seguridad, biodiversidad o logística. Una nueva infraestructura que generará una industria de alto valor y empleo especializado, según vaticina el Gobierno de Canarias.

A pocos kilómetros de Fuerteventura, la localidad de Temisas en Gran Canaria alojará otra incorporación: un radiotelescopio que se unirá a las estaciones que forman parte de una red internacional ya existente —la RAEGE— con la finalidad de observar fenómenos geodésicos y astronómicos por satélite. El anuncio de la ubicación en la isla por parte del Instituto Geográfico Nacional (IGN) hace escasos días se materializará en 2025 y será a finales de este año cuando comiencen las obras.

El radiotelescopio colaborará con el resto de la red en la monitorización de la Tierra, es decir, en los cambios que se producen en el nivel del mar, el control del movimiento de los polos, las variaciones en el campo gravitatorio o las alteraciones en las placas tectónicas. Se trata de transformaciones lentas que están afectando al planeta y cuya medición es necesaria para vigilar su evolución.

Décadas de observación y seguimiento desde el espacio

Al margen de todas estas últimas incorporaciones innovadoras, el archipiélago resume décadas mirando al cielo. También en Gran Canaria se sitúa la estación espacial de Maspalomas que ya colaboraba con la NASA en los años 60 desempeñando un papel esencial en la llegada del hombre a la Luna a bordo del Apolo XI.

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La agencia espacial estadounidense escogió la estación canaria para ubicar uno de sus puntos de comunicación con la nave. Tal fue su papel en la misión que desde sus instalaciones se comunicó a los astronautas una desviación de su trayectoria que, de no haberse corregido, es probable que hubiera fracasado el alunizaje.

54 años después, esta infraestructura se dedica al seguimiento y control de satélites y a la recepción en tiempo real de las imágenes que envían. Otra de sus tareas es salvar vidas a través del sistema Cospas-Sarsat. Es una red de solo seis centros en todo el mundo a la que pertenece la estación de Maspalomas, preparada para recibir las señales de emergencia que emiten las radiobalizas de aviones y barcos.

Y es en Tenerife y La Palma donde se despliegan los grandes observatorios astronómicos de Canarias bajo el paraguas del IAC ofreciendo al mundo grandes descubrimientos. En esta última isla, investigadores del complejo del Roque de los Muchachos acaban de encontrar moléculas precursoras de la vida como agua, hidrógeno o amoníaco en una región de la Nube del Perseo, a unos 800 años luz de la Tierra.

También desde sus instalaciones, un equipo científico internacional reveló hace algo más de un mes un sistema de anillos alrededor de Quaoar, un planeta situado en el Sistema Solar y, a finales del pasado año, contribuyó al hallazgo de cinco exoplanetas en un mismo sistema planetario compuesto por tres supertierras y dos supermercurios.

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Guillermo Cid. Cannes Vídeo: Patricia Seijas Infografía: Rocío Márquez

El observatorio del Teide, el otro epicentro del IAC y cuyo primer telescopio data de 1964, tiene en su haber destacados descubrimientos como la primera estrella enana marrón o el seguimiento de los cometas más importantes. También contribuyó en 2021 a la detección de un agujero negro a 6.000 años luz.