La transición de Feijóo, del birrete a la boina para construir un fraguismo 2.0
El ahora "alcalde de los alcaldes gallegos" y "niño de aldea" llegó a la Xunta blandiendo un perfil urbano y burócrata, alejado del galleguismo. Flexibilidad y don de la oportunidad han sido sus claves
Adaptación, transformismo, control del debate público y mitología. La cuarta mayoría absoluta encadenada por el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, en plena era del multipartidismo, la división de la derecha y la cultura de la coalición, descansa sobre unas claves que no siempre casan con los marcos interpretativos de los analistas más allá del Bierzo. La incomparecencia de la oposición, que desde hace más de una década vive en cíclicas guerras internas, ha allanado su camino para replicar las cotas de su predecesor, Manuel Fraga, pero el constructo del 'Feijóo invencible' tiene más que ver con un armazón propio del denominado 'feísmo' arquitectónico gallego. En este se van mezclando materiales y estilos para ir adaptándose a diferentes usos y necesidades, conviviendo con otras edificaciones y cuya construcción siempre queda inacabada o abierta a nuevos encajes.
Diseñado mano a mano con Mar Sánchez Sierra, la que es su sombra desde hace más de dos décadas y responsable de comunicación coincidiendo con su época al frente de Correos, el mito de la invencibilidad, que contradicen algunas citas electorales municipales y generales, tiene mucho de don de la oportunidad y de la flexibilidad. Si en 2009 Feijóo llegó a la Xunta plantando batalla contra la "imposición del gallego" —entonces UPyD amenazaba con cerrarle esta puerta— y presentándose como un gestor tecnócrata amante de la austeridad para corregir el "régimen de despilfarro" del bipartito entre socialistas y nacionalistas, en 2020 ha logrado mantenerse en la presidencia presentándose como galleguista, defensor del gasto público para salir de esta crisis y niño de aldea.
Del birrete a la boina, según las necesidades. Esto es, del sector urbano, castellanohablante y universitario del PP gallego, más conectado con Génova, a mimetizarse en el sector con el que rivalizaba, los alcaldes del rural llamados "los de la boina", gallegohablantes y más conectados al territorio y los sectores populares.
Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961) no es el presidente de la Xunta, sino el "alcalde de los alcaldes" gallegos. Así lo definen muchos de sus compañeros de filas del rural, como la diputada por Ourense y vecina de Bande, Ana Belén Vázquez. Una de las principales claves que subraya de su éxito es tan simple como poco practicada por quienes tras pisar moqueta se alejan de la realidad y comienzan a considerar banal lo que en realidad es trascendental para no perder apoyos. "Tiene el móvil de todos los alcaldes y todos los alcaldes el suyo. Cuando le escribes un wasap por algún problema, siempre responde al minuto, y eso no es habitual en el mundo de la política", explica Vázquez.
"Tiene el móvil de todos los alcaldes y todos los alcaldes el suyo. Cuando le escribes un wasap por algún problema, siempre responde al minuto"
Para ello, pone un ejemplo reciente: "Durante la pandemia, lo llamé porque una familia de aquí que elabora quesos para vender principalmente en las ferias se quedó sin poder trabajar. De forma casi inmediata, la Consellería de Medio Rural se puso a buscar soluciones y creó un servicio para que este tipo de productores pudiesen vender directamente a las superficies comerciales a través de la Xunta". Otra clave derivada de ello y que se desprende de sus palabras: "Estamos todos trabajando en esta campaña como si fueran unas municipales", dice mientras hace un receso en su reparto de propaganda en el mercado semanal de Celanova para atender al teléfono.
Manuel Seoane, alcalde de A Peroxa por el PP, situado a escasos kilómetros de la casa natal de Feijóo, refuerza estas impresiones de la diputada gallega en el Congreso. "Para mí, es importantísimo que cumple con la palabra que da. Es verdad que no es fácil sacarle a la primera un 'sí', pero cuando te lo da es como una escritura, lo cumple". Y cumple también con su pueblo, donde Feijóo gusta de arrancar las últimas campañas electorales, porque, según dice, "cuando era presidente de Correos algunas de las negociaciones las venía a cerrar a Os Peares".
El hincapié que hace en su "compromiso" le lleva a pensar que en la mente de Feijóo no está retomar el tren hacia Madrid que ya dejó pasar una vez. "Si se compromete cuatro años con Galicia, va a estar cuatro años", pero después de esta legislatura "sabe Dios lo que pasará", matiza el que lleva siendo alcalde en la tierra donde nació Feijóo desde las primeras elecciones democráticas. Eso sí, a sus primeras contiendas electorales se presentó bajo las siglas del PSOE. Igualmente, Feijóo votó en 1982 al PSOE de Felipe González.
En apenas una década, Feijóo ha sido capaz de limar las asperezas con quienes en su partido lo llamaban "pijo" por venir de Madrid, prácticamente impuesto por José María Aznar y como hijo político del representante del sector urbanita, el del birrete de José Manuel Romay Beccaría, para convertirse en "un niño de aldea" tan empático con el mundo rural como sus compañeros del sector de la boina. "En el posfraguismo, se desmonta aparentemente este binomio entre la boina y el birrete. Los 'chicos' de Romay Beccaría se hacen con el poder", pero esa segunda generación con Feijóo consiguió soterrar ese conflicto, relata el periodista gallego y director de 'praza.gal', David Lombao. Su única laguna, añade, fue su fracaso "al intentar tumbar al 'baltarato' [el núcleo del PP ourensano liderado por José Luis Baltar] en el congreso provincial de 2010, por lo que asumieron que debían transigir con él".
"Consiguió ser sinónimo de Xunta, como Fraga, lo que le funciona por el hecho perverso de que sus competidores son partidos y él la institución"
Una transición que Lombao destaca como otra de las claves para entender su éxito, y que supuso un cambio profundo respecto al primer Feijóo, que llegó a la presidencia del PP gallego en 2006 para tres años después reconquistar la Xunta para los populares. Esto es, "consiguió ser sinónimo de Xunta de Galicia, al igual que lo era Fraga, además de separarse de Pablo Casado y las siglas, lo que le funciona por el hecho perverso de que sus competidores son partidos y él es la Xunta". 'Galicia, Galicia, Galicia' ha sido precisamente su lema de campaña, sin alusiones a las siglas. La diputada gallega en el Congreso Ana Belén Vázquez va más allá si cabe: "Yo siempre digo que Feijóo es una marca en sí mismo" y concluye que es sinónimo de Galicia, aplaudiendo su carácter de "centro galleguista". Esto le lleva a asegurar que "cada vez que se ataca a Feijóo se ataca a Galicia", en referencia a sus rivales políticos, que dibuja como un 'totum revolutum' cuyo único punto de encuentro sería su voluntad de derribar al presidente de la Xunta.
Lombao subraya esta transformación de Feijóo recordando sus primeros discursos y el perfil con el que llegó a la Xunta. "Al principio tenía un perfil de funcionario frío, parecía que hablaba con una hoja contable delante, pero fue dándole una pátina de emotividad y galleguismo, hasta el punto de que parecía que se emocionaba hasta con la fusión de las cajas gallegas. Evolucionó a un fraguismo 2.0". Un salto que emprendió, según añade, como mecanismo para retener el poder, calificando su españolismo inicial de algo meramente "utilitarista".
De burócrata con gomina a líder popular del rural, y de su defensa del idioma español al galleguismo. "Llegó con un discurso muy duro contra el idioma gallego, no demasiado diferente al que tiene ahora Vox para contrarrestar a UPyD en las zonas urbanas y atacar al bipartito, pero al final de esa primera legislatura lo abandona. Desde que sustituyen el decreto del gallego por el del plurilingüismo, no ha sido nada agresivo, aunque a nivel presupuestario sí ha disminuido drásticamente las partidas para política lingüística", apunta el director de 'praza.com'. La emotividad, asimismo, es otra de las características que ha tratado de explotar Feijóo, alejándose del perfil iniciático de mero gestor "que viene de Correos, el Insalud o de la Consejería de Sanidad".
Precisamente en Correos fue donde intensificó su relación profesional con quien muchos llaman "vicepresidenta en la sombra", con un poder que va mucho más allá de su cargo como 'secretaria xeral' de Medios, y que para Lombao "es la responsable de un porcentaje elevado del Feijóo que conocemos": Mar Sánchez Sierra. Discípula también de Romay Beccaría, a quien se ha vinculado al Opus Dei —"Beccaría, ave María", lo solía llamar Xosé Manuel Beiras—, como miembro de su gabinete de Comunicación en la Consellería de Sanidade, luego dio el salto a Madrid junto a Feijóo al ministerio del mismo ramo. Luego, en 2000, asumió la dirección de Comunicación en Correos, cuando Feijóo asumió su presidencia. Tres años en los que se abolió el monopolio de este servicio público estatal y tras los que siguió acompañando a Feijóo en los sucesivos cargos que fue ocupando como directora de Comunicación.
"Llegó con un discurso muy duro contra el idioma gallego, no demasiado diferente al que tiene ahora Vox, para contrarrestar a UPyD y atacar al bipartito"
Durante este tiempo, se fue reescribiendo la biografía de Feijóo, comenzando por sus primeros años, pasando de dar cuenta testimonial de sus orígenes rurales a reivindicarlos. De haber estudiado desde los 10 años en un elitista internado de los Maristas en León al nieto de la estanquera y de un obrero de la construcción que, según el propio Feijóo, comían pan duro, no tenían agua en casa y salían a repartir leche por las noches. "Yo lo aprendí todo aquí, no como otros que lo hicieron en universidades extranjeras", aseguró dirigiéndose a los vecinos del pueblo en el que nació en un arranque de campaña electoral. "Aquí soy el nieto de Eladia y, como mucho, el hijo de Saturnino y Sira", decía para calzarse la boina y dejar atrás el birrete. Sin embargo, tampoco ha renegado del todo de esta otra familia política.
Cuando en 2017 concedió emocionado la medalla de Galicia a su padre político, Romay Beccaría, este se la dedicó refiriéndose al presidente de la Xunta como "ese otro hijo que representa todos mis sueños políticos". Ni siquiera en campaña electoral, pocos son los que atreven a descartar que Feijóo no retome su intención de volver a Madrid, en esta ocasión para tomar las riendas de Génova. El modelo más centrado que representa el líder del PP gallego en contraposición al de su jefe de filas en Madrid, Pablo Casado, ha sido avalado por las urnas. Se legitima así la vía Feijóo frente a la de Génova, aunque, para Ana Belén Vázquez, "cada región es un mundo y lo que funciona en Galicia no tiene por qué funcionar en Madrid". El tren a la capital que el barón popular declinó tomar en el último congreso del PP, donde acabó apoyando a Casado, podría sin embargo volver a ser una opción para los sectores del PP que apuestan por una estrategia menos beligerante para volver a conquistar la Moncloa.
Adaptación, transformismo, control del debate público y mitología. La cuarta mayoría absoluta encadenada por el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, en plena era del multipartidismo, la división de la derecha y la cultura de la coalición, descansa sobre unas claves que no siempre casan con los marcos interpretativos de los analistas más allá del Bierzo. La incomparecencia de la oposición, que desde hace más de una década vive en cíclicas guerras internas, ha allanado su camino para replicar las cotas de su predecesor, Manuel Fraga, pero el constructo del 'Feijóo invencible' tiene más que ver con un armazón propio del denominado 'feísmo' arquitectónico gallego. En este se van mezclando materiales y estilos para ir adaptándose a diferentes usos y necesidades, conviviendo con otras edificaciones y cuya construcción siempre queda inacabada o abierta a nuevos encajes.