Feijóo pasa apuros en un crispado debate ante los aspirantes a sucederle
Los aspirantes de PSOE, En Marea y BNG evitan cruzarse ataques y centran sus fuerzas en las críticas al Partido Popular
A Feijóo no le bastaron las tablas de 13 años de gimnasia parlamentaria para hacer frente a un debate que no le convenía. Se vio solo contra tres de los restantes candidatos a la presidencia de la Xunta en las autonómicas gallegas del 25 de septiembre, sin que el auxilio de una inexperta aspirante de Ciudadanos le sirviese de ayuda. El aspirante del PP a la reelección pasó más apuros de los que quizá preveía cuando aceptó el debate televisivo a cinco de este lunes, un debate en el que sus opositores se esforzaron por evitar cualquier sensación de conflicto ante un eventual Gobierno de coalición, en el caso de que el PP pierda su mayoría absoluta.
A diferencia del último debate previo a las elecciones generales, no hubo ataques cruzados entre los aspirantes al relevo. Funcionó una especie de pacto no escrito por el que Xoaquín Fernández Leiceaga por el PSOE, Ana Pontón por el BNG y Luis Villares por En Marea prescindieron de cualquier reproche mutuo y salieron a degüello desde el primer minuto a por Feijóo. Y como Cristina Losada, de Ciudadanos, hizo una exhibición de inexperiencia en oratoria, el líder del PP se quedó solo ante el peligro. No siempre salió mal parado, pero fue suficiente como para que se visualizara lo que está en juego dentro de dos semanas: o el PP o una coalición alternativa.
No hubo grandes frases en el debate, pero sí una intensidad verbal que no es habitual en este tipo de programas de televisión, por lo general tan encorsetados. Y eso que el formato no invitaba a pronosticarlo, lo que quizá contribuyó al exceso de confianza de Feijóo. Estaba la escaleta dividida en cinco grandes bloques. Se iba a tratar de Economía y empleo, Sectores productivos, Bienestar social, Regeneración democrática y, por último, Modelo institucional. Con 20 minutos por bloque y cinco candidatos, el debate prometía convertirse en pequeñas exposiciones de apenas cuatro minutos por apartado y candidato.
Nada más lejos de la realidad. Los moderadores del debate —organizado por la televisión autonómica, tachada de institucionalista por la oposición— animaron a los candidatos a interrumpirse unos a otros y fueron generosos con los tiempos, lo que hizo que el debate se prolongara hasta después de la medianoche y que ganara en tensión. Tanta que, ya en el tramo final, esta se disparó cuando, a petición de Feijóo, los presentadores abrieron un bloque no previsto sobre pactos poselectorales; un apartado con el que el candidato del PP había retado a sus contrincantes tras desvelar que sus equipos de campaña se habían negado a ello. El enfrentamiento acabó salpicando a uno de los moderadores, que afeó a los contrincantes del PP que no respondieran a las preguntas de este y se ganó los reproches abiertos de un Leiceaga visiblemente indignado.
El debate permitió comprobar claramente la diferencia entre los candidatos que son o han sido diputados y los que se estrenan en política. Curtidos en cientos de debates parlamentarios, Feijóo, Leiceaga y sobre todo Ana Pontón estuvieron muy por encima de un Villares algo atenazado por los nervios, aunque no tanto como Cristina Losada, que fracasó con estrépito.
El debate se animó especialmente cuando se trataron asuntos relacionados con la corrupción. Feijóo se puso a la defensiva, principalmente cuando le recordaron su participación en el fiasco de las cajas de ahorros gallegas. “Las dejaron quebradas, lo dice el Banco de España, que estaba liderada por el PSOE”, les replicó. Leiceaga contrastó esta afirmación con las reiteradas llamadas a la solvencia de las entidades de ahorro cuando promovió Feijóo su fusión, supuestamente avalada por una auditoría encargada por la Xunta. “Su Conselleira de Facenda me aseguró a mí personalmente que esa auditoría garantizaba la solvencia”, acusó.
Coincidieron los candidatos de PSOE, En Marea y BNG en reprochar a Feijóo su apoyo al presidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar, imputado judicialmente por ofrecer un puesto de trabajo a una mujer a cambio de sus favores sexuales. También su amistad con el narcotraficante Marcial Dorado, que se conoció en 2013 con la publicación de unas polémicas fotos de los años noventa. Y completaron sus dardos con el caso Gürtel y la imputación del Partido Popular por financiación ilegal. Fue entonces cuando Feijóo contraatacó con la reclamación de un bloque sobre pactos poselectorales, para encontrar un rápido respaldo de los moderadores.
El debate se había iniciado con una pequeña introducción que sirvió para detectar las claves de cada candidato. Feijóo lo planteó como una elección entre dos posibilidades: varios partidos que no se ponen de acuerdo o “el proyecto de un Gobierno para gobernar”. Para Leiceaga también se trataba de elegir, pero entre “la Galicia que va a menos del PP o la solidaria del PSOE”. También Villares y Pontón expusieron la necesidad de pasar la página de dos legislaturas del Partido Popular. Losada, que inició el debate en gallego para pasarse rápidamente al castellano, habló de “regeneración de la sociedad civil”.
Pobre papel de la candidata de Ciudadanos en un debate en el que Ana Pontón puso en valor su experiencia parlamentaria
Los argumentos de unos y otros se repitieron cuando hablaron de Economía y de Sectores productivos, dos bloques íntimamente ligados que quizá no merecían ser tratados de forma diferenciada, y que derivaron en una guerra de cifras. “Usted tortura los datos”, le acusó Pontón al presidente de la Xunta, al que culpó de triplicar la deuda pública de Galicia hasta casi 10.000 millones de euros. Feijóo presumió de contar con un esbozo de Presupuesto para 2017, frente a lo que puedan ofrecer sus contrincantes. “¿Tienen ustedes Presupuesto? ¿Pueden decir siquiera quién llevará Hacienda: Podemos, el PSOE o nadie?”, les retó, en referencia a la necesidad del resto de partidos de ponerse de acuerdo para gobernar, en el caso de que el PP no conserve la mayoría absoluta ni cuente con el auxilio de Ciudadanos.
En el bloque de Bienestar aparecieron los recortes, una de las grandes preocupaciones de un PP que ha quemado sus principales cartuchos de los últimos meses de mandato con medidas sociales 'in extremis'. También aquí hubo guerra de cifras, aunque Feijóo se vio en muchos apuros para contrarrestar las que reflejan el recorte en gasto social o la reducción de profesionales de la enseñanza y en la salud. También en este apartado del debate, Villares introdujo el conflicto por la imputación de dos cargos de la Xunta por negar fármacos para la hepatitis C por razones presupuestarias. “Hemos destinado 130 millones a la hepatitis C”, replicó un Feijóo visiblemente enojado.
Tras un último apartado en el que la cuestión lingüística centró la discusión, el debate concluyó con una breve intervención de un minuto de cada uno de los aspirantes. De menor a mayor, comenzó Ciudadanos y cerró el PP. En medio, Villares apostó por evolucionar “de la indignación al compromiso”, Pontón por apostar por las fuerzas políticas propias de Galicia y Leiceaga por elegir entre “resignación y esperanza”. Feijóo trató de mostrar su lado más emotivo, el que le hizo llorar en repetidas ocasiones cuando anunció que optaría a un último mandato. Pero un minuto no era tiempo suficiente para que brotaran las lágrimas, y el candidato del PP solo acertó a defender un “Galicia, Galicia, Galicia” como un auténtico eslogan.
A Feijóo no le bastaron las tablas de 13 años de gimnasia parlamentaria para hacer frente a un debate que no le convenía. Se vio solo contra tres de los restantes candidatos a la presidencia de la Xunta en las autonómicas gallegas del 25 de septiembre, sin que el auxilio de una inexperta aspirante de Ciudadanos le sirviese de ayuda. El aspirante del PP a la reelección pasó más apuros de los que quizá preveía cuando aceptó el debate televisivo a cinco de este lunes, un debate en el que sus opositores se esforzaron por evitar cualquier sensación de conflicto ante un eventual Gobierno de coalición, en el caso de que el PP pierda su mayoría absoluta.