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De Sofia Loren a Sorrentino: el festival de cine que explica cómo cambia Valencia
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De Sofia Loren a Sorrentino: el festival de cine que explica cómo cambia Valencia

La Mostra vivía en 1999, con la visita de la actriz italiana, uno de sus momentos de mayor esplendor. Tras su cancelación regresó en 2018. Ahora, coincidiendo con la visita de Paolo Sorrentino, Vox pide su desaparición

Foto: Sofía Loren, en el NODO. (DMAX)
Sofía Loren, en el NODO. (DMAX)

¿Puede un festival de cine explicar el rumbo de una ciudad? Si lo hubiera, el de la Mostra de València tiene todos los condicionantes para explicar los principales puntos de inflexión que ha vivido en la ciudad en sus últimos 25 años. Aunque en 2011 Rita Barberá confesó a la revista Vanity Fair que la última vez que había ido al cine había sido para ver Titanic (1998), el festival valenciano se convirtió en una cita para contribuir a la estrategia de ciudad por situarse en el mapa: la aspiración a la internacionalidad. Por eso durante unas cuantas ediciones había intentando fichar a la actriz Sofía Loren para mayor deslumbre local.

La Mostra lo consiguió para su edición XX, en 1999. Cuentan las crónicas que jamás hubo tanta expectación en el Palau de la Música aquella noche del 14 de octubre. “En algunos casos desembocó en tumultos por acercarse a ella”, contaba al día siguiente el diario El País. La italiana vestía un traje se seda y raso, de color rojo alcaldesa, y la ceremonia se convirtió en un alegato del afán de Valencia, también en una congregación bien representativa de las fuerzas vivas de la ciudad. Por allí estaban José Sacristán, los Ozores, Imanol Arias, Rosa María Sardá, Juan Antonio Bardem, Alaska y Rosita Amores. Presentaban dos estrellas del Canal Nou del momento: Paco Nadal y Maria Abradelo.

placeholder El director artístico de la Mostra de València, Cinema del Mediterrani, Eduardo Guillot, junto al director italiano Paolo Sorrentino, durante la presentación de un ciclo integral. (Rober Solsona/Europa Press)
El director artístico de la Mostra de València, Cinema del Mediterrani, Eduardo Guillot, junto al director italiano Paolo Sorrentino, durante la presentación de un ciclo integral. (Rober Solsona/Europa Press)

La presencia de Sofia Loren era un pequeño paso para la historia del festival, pero un gran avance para la popularidad de un certamen que dedicado a posicionar las películas creadas en el Mediterráneo corroboraba su modelo. El esplendor, apenas una décadas después, se transformaría hasta dar paso a la caída libre de un modelo. Rita Barberá anunciaba en 2011 que la fiesta había acabado. La Mostra bajaba la persiana tras 32 ediciones en un contexto de crisis y apretura económica. “Se va a ahorrar y dedicar a otras cosas necesarias”, explicaba la alcaldesa.

Uno de los damnificados fue su director Salomón Castiel, quien apenas unas semanas antes había declarado a La Opinión de Málaga que se dedicaba al festival “en sus ratos libres”. Castiel acabaría siendo un peso pesado en la política cultural malagueña, de la mano de Elías Bendodo. Director de La Térmica, recientemente se incorporó a la Junta de Andalucía como secretario general de Cultura.

'Revival' de la Mostra

La Mostra, como la ciudad, entró en una etapa de desconcierto después de que los mejores presagios se fueran al traste. No sería hasta 2018 cuando, coincidiendo con el fin del primer mandato de Joan Ribó, regresó bajo el paraguas municipal. Pero unas cuantas cosas habían cambiado. El festival encaró su revival con una panorámica del cine palestino contemporáneo. Manteniendo su pulsión por exhibir la visión del Mediterráneo desde la creación cinematográfica, las diferencias eran significativas. También en lo presupuestario: si Barberá canceló el festival cuando tenía un presupuesto de 1,7 millones, Ribó impulsó su reestreno con 375.000 euros.

Desde el 2018 ha logrado recuperar cierto vuelo. Especialmente por el prestigio y posicionamiento de su programación, si bien lejos de citas de largo recorrido como la Seminci, con un presupuesto de tres millones y coincidente en fechas. La llegada del director Paolo Sorrentino estos últimos días a Valencia para inaugurar la nueva edición de la Mostra –su dotación ahora es de 619.000 euros– hacía recordar los episodios más flamantes del festival. Aunque la estética y las ínfulas eran bien distintas a aquel octubre de 1999. Sorrentino recibió la Palmera de Honor.

En el paralelismo entre el momento de la ciudad y el festival, una nueva muesca: el mismo viernes que el PP y Vox cerraban su acuerdo de gobierno municipal, la Mostra proyectaba Marina, unplugged, una cinta en el que “una líder de extrema derecha prepara el discurso con que se dirigirá a sus simpatizantes”. Unos días antes Juanma Badenas, líder municipal de Vox y nuevo teniente de alcalde, declaraba que “La Mostra de València debería desaparecer”. Continuará.

¿Puede un festival de cine explicar el rumbo de una ciudad? Si lo hubiera, el de la Mostra de València tiene todos los condicionantes para explicar los principales puntos de inflexión que ha vivido en la ciudad en sus últimos 25 años. Aunque en 2011 Rita Barberá confesó a la revista Vanity Fair que la última vez que había ido al cine había sido para ver Titanic (1998), el festival valenciano se convirtió en una cita para contribuir a la estrategia de ciudad por situarse en el mapa: la aspiración a la internacionalidad. Por eso durante unas cuantas ediciones había intentando fichar a la actriz Sofía Loren para mayor deslumbre local.

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