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Eduardo Zaplana, el ocaso del gran conseguidor
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Eduardo Zaplana, el ocaso del gran conseguidor

Seductor, amigo de sus amigos. En la memoria de políticos y empresarios queda las veces que recurrieron a la red de contactos del ahora reo preventivo para obtener un favor o un contrato

Foto: El 'expresident' de la Generalitat, Eduardo Zaplana. (EFE)
El 'expresident' de la Generalitat, Eduardo Zaplana. (EFE)

Hay quien dice que fue una llamada de José Luis Rodríguez Zapatero a César Alierta la que abrió definitivamente a Eduardo Zaplana la puerta de su retiro en Telefónica. El exministro, completamente socarrado por la estrategia negacionista del 11-M, salía de la primera línea política por la puerta de atrás, ya distanciado de Mariano Rajoy, y con su ansiada silla en una de las cotizadas del Ibex 35 con las que tanto se había esforzado en generar vínculos en sus años como presidente autonómico la Comunidad Valenciana, primero, y como integrante del Gobierno de José María Aznar, después.

La operadora, que le había mantenido en un enigmático cargo de asesor en el departamento de Asuntos Públicos tras la llegada a la presidencia de José María Álvarez-Pallete, fue implacable cuando conoció su detención el pasado martes: cortó las líneas telefónicas de su empleado y su fiel secretaria, Mitsouko Henríquez, y anunció la suspensión de sus funciones y sueldo tras casi una década de relación laboral y a la espera de acontecimientos judiciales.

Zaplana hizo de la búsqueda de complicidades y relaciones su principal estrategia vital como político y como hombre de negocios que siempre fue

En sus buenos tiempos, era capaz de almorzar a media mañana con el que fue jefe de la Casa Real, Alberto Aza, y de cenar por la noche en Valencia con sus antiguos subordinados, marginados por Francisco Camps, para relatarles sus anécdotas capitalinas. Seductor, amigo de sus amigos, en la memoria de no pocos políticos y empresarios, grandes o pequeños, queda las veces que recurrieron a la red de contactos del ahora reo preventivo para abrir una puerta, obtener un favor o conseguir un contrato, ya sea mercantil o laboral. Pueda que fuera uno de ellos quien le avisó del operativo que la UCO estaba preparando a pocos días de que le enseñasen la placa en la puerta de su domicilio alquilado, en la calle Pasqual i Genís de Valencia. Cuando se presentaron, él ya presentía que estarían allí.

placeholder Eduardo Zaplana, en una terraza de Madrid. (Gtres)
Eduardo Zaplana, en una terraza de Madrid. (Gtres)

Zaplana hizo de la búsqueda de complicidades y relaciones su principal estrategia vital como político y como hombre de negocios que siempre fue. Conseguidor es quizás la cualidad que mejor define la personalidad pública de un político nacido en Cartagena, que inició su carrera con el voto de una tránsfuga en la alcaldía de Benidorm y que atendió la llamada de José María Aznar para dar el salto de Valencia a Madrid cuando su gestión autonómica comenzaba a sufrir desgaste.

Telefónica cortó el teléfono de Zaplana y su secretaria tras conocer su detención. Es el número que podría aparecer en los pinchazos de la UCO

Atrás dejaba una autonomía bastante más endeudada que cuando llegó y con algunos de los grandes proyectos con los que engatusó al electorado (Terra Mítica, Ciudad de la Luz, etc.) al borde del colapso económico y financiero. El “liberal para el cambio”, como lo definía el libró prologado por Aznar que sirvió como tarjeta de presentación en su asalto a la Generalitat valenciana, en 1995, fue en realidad un intervencionista nato, tiró de gasto público para apuntalar sus políticas, multiplicó el número de empresas y entes públicos e impuso un control férreo sobre las organizaciones patronales y cívicas de la autonomía. En el cénit de su poder territorial, cuando logró la mayoría absoluta en 1999 tras lanzar una OPA hostil sobre la regionalista Unión Valenciana en forma de reparto de salarios públicos a sus cuadros, muy pocos tosían a Eduardo Zaplana, y quien lo hacía era castigado.

placeholder El libro 'Eduardo Zaplana, un liberal para el cambio' fue su tarjeta de presentación para la campaña de 1995 que le llevó a la Generalitat.
El libro 'Eduardo Zaplana, un liberal para el cambio' fue su tarjeta de presentación para la campaña de 1995 que le llevó a la Generalitat.

Apenas dos años duró su experiencia monclovita. Tras llegar al Ministerio de Trabajo en 2002, Aznar lo promocionó rápido como portavoz confiando en su habilidad para las relaciones públicas y sus contactos mediáticos. En 2004 le tocó gestionar la crisis de los atentados de Atocha junto con Ángel Acebes. Sus trajes oscuros y su referencia permanente a ETA a tres días de las elecciones en contra de los indicios iniciales forman parte de la historia negra española.

La investigación abierta por los correosos fiscales Anticorrupción de Valencia (merece un capítulo aparte cómo un par de personas sin medios y casi sin despacho puede haber destapado tal cantidad de miseria) ha desvelado un presunto afán de enriquecimiento desde los primeros años de presidencia valenciana que vendría a certificar lo que se intuyó en las grabaciones anuladas judicialmente del caso Naserio a principios de los años noventa en las que se confesaba con su amigo, ya fallecido, Salvador Palop: "Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado, Boro (…) Tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir. Ahora me tengo que comprar un coche. ¿Te gusta el Vectra 16 válvulas?".

Sus allegados niegan que sea posible la comisión de los delitos que se le imputan: "Si esto es así la decepción es muy grande"

La UCO y la Fiscalía investigan si Zaplana montó un esquema de cobro de comisiones desde sus primeros días al frente de la Generalitat con los concursos de las licencias de ITV, primero, y del Plan Eólico Valenciano, después. Y si desvió el dinero obtenido a sociedades en el extranjero, empleando testaferros y con un circuito internacional con escala en Uruguay, Andorra, Luxemburgo o Reino Unido y vínculos con la familia del que fue el espía Francisco Paesa. La causa, todavía secreta, se instruye en Valencia por una magistrada completamente refractaria a los medios de comunicación pero a la que no le ha temblado el pulso a la hora de decretar prisión provisional sin fianza. Su aparición en el caso Lezo y sus confesiones con Ignacio González, consideradas insuficientes para ser investigado por la Audiencia Nacional fueron el aperitivo de lo que estaba por venir. En la operación Erial también hay pinchazos telefónicos. Y pueden ser mucho más comprometedores. Lo paradójico para el 'expresident' es que en los últimos años había cultivado la imagen de expopular ajeno a los casos de corrupción valencianos, que se han saldado con condenas a exconsejeros o a su sucesor José Luis Olivas e imputaciones a su gran enemigo político, Francisco Camps.

Asiduo al deporte y el gimnasio, primero el Atalanta en Valencia y después en el mismo Metropolitan que frecuentan vips como el actor José Coronado, la salud le jugó una mala pasada cuando le diagnosticaron, hace unos algo más de tres años, una leucemia de la que estaba recuperándose. La detención por parte de agentes de la UCO en Valencia se produjo el pasado martes en uno de los días que tenía previsto acudir a su tratamiento periódico en el Hospital la Fe de Valencia. Su mujer, Rosa Barceló, sufre también una enfermedad similar. Sus defensores han advertido de las consecuencias sobre la salud como argumento para pedir que cumpla su arresto preventivo en su domicilio.

La conmoción en el entorno familiar y de amistades por la operación Erial es enorme. Sus allegados niegan que sea posible la comisión de los delitos que se imputan. Se muestran sorprendidos. "Si esto es así la decepción es muy grande", afirman personas de su total confianza. Nadie esperaba esta operación, aunque se venía rumoreando en los recovecos de la Ciudad de la Justicia desde hacía semanas que se estaba preparando una detención con protagonistas muy mediáticos. Zaplana ya duerme en la cárcel de Picassent, donde se ha reencontrado con el que fue uno de sus hombres de confianza en Valencia, el 'exconseller' Rafael Blasco.

La enfermedad, de la que parecía haber pasado ya los peores momentos, ha alimentado las especulaciones sobre las razones que habrían llevado al exministro a repatriar supuestamente los fondos en el exterior desde hace pocos años, que es el detonante de la investigación por blanqueo de capitales. También de por qué Anticorrupción ha esperado tres años para reunir elementos suficientes como para solicitar la intervención judicial pese a tener en su poder desde 2015 los documentos de Marcos Benavent con esquemas e indicaciones incriminatorios manuscritas supuestamente por el propio exministro y que estarían en el origen de la investigación. El autodenominado ‘yonqui del dinero’ manifestó entonces, y se ratificó el pasado martes, que el empresario sirio Imad al Naddaf había encontrado las anotaciones comprometedoras en el altillo de una antigua vivienda ocupada por Zaplana. El relato, entre novela de John le Carré y folletín decimonónico, puede parecer una broma. Pero la celda del módulo de preventivos, no.

Hay quien dice que fue una llamada de José Luis Rodríguez Zapatero a César Alierta la que abrió definitivamente a Eduardo Zaplana la puerta de su retiro en Telefónica. El exministro, completamente socarrado por la estrategia negacionista del 11-M, salía de la primera línea política por la puerta de atrás, ya distanciado de Mariano Rajoy, y con su ansiada silla en una de las cotizadas del Ibex 35 con las que tanto se había esforzado en generar vínculos en sus años como presidente autonómico la Comunidad Valenciana, primero, y como integrante del Gobierno de José María Aznar, después.

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