El 'procés' devora la universidad: "Si nos encerrásemos por España, nos sacan a palos"
Aunque el claustro de esta universidad había votado en contra de la evaluación única, tras el encierro de los estudiantes independentistas, se cambió de criterio
"Han ganado", explica el alumno de la Pompeu Fabra, Ernesto López Vallet, "ya está toda la situación normalizada, pero porque han ganado ellos". Se refiere a las escenas que aparecieron en todas las televisiones esta semana. Los alumnos querían entrar a clase en la universidad, pero un grupo de compañeros encapuchados no se lo permitía. López Vallet revela que mientras estaban bloqueados fuera, telefonearon para intentar contactar con el rector, pero fue imposible: "Estuvimos toda la mañana llamando y nada, resulta que el rector estaba reunido con los encapuchados, una reunión bilateral a la que no estábamos invitados, pese a ser nosotros más que ellos y los derechos que se estaban violando eran los nuestros por parte de ellos".
Los alumnos encerrados exigían una evaluación única, es decir, un examen final teórico que les eximiese de las prácticas y asistencia a clase obligatoria. Una medida que les facilita acudir a manifestaciones y movilizaciones a favor de las tesis independentistas, que han aumentado exponencialmente desde la sentencia del juicio del 'procés'. Aunque el claustro de esta universidad había votado en contra de la evaluación única una semana antes, tras el encierro de los estudiantes independentistas, se aprobó la medida debido al "momento excepcional". Nunca antes se había cambiado sobre la marcha el plan de estudios una vez iniciado el curso.
Otro alumno que estuvo frente al piquete, Ignacio Fernández, entiende que hay cierta connivencia entre las autoridades universitarias y los estudiantes independentistas: "El rectorado actúa así porque está de acuerdo con ellos, aquí somos 15.000 estudiantes y el día que actuó el piquete habría unos 140 encerrados y 5.000 fuera intentando entrar a clase".
Un día después, fue la Universidad Autónoma la que tomó la misma decisión. Para Jordi Gràcia, catedrático de Literatura española de ese centro, el arreglo "desprende un cierto aire de confraternización compasiva que habrá que aplicar de la misma manera cuando las movilizaciones afecten a las tasas universitarias, que son las más altas de España, contra la desigualdad galopante y creciente o la financiación de comedores escolares en lugar de favorecer a instituciones del Opus Dei y su segregación por sexos, como sucede ahora".
Ese doble rasero ya lo perciben desde las organizaciones de estudiantes que le son más antipáticas al independentismo, como la de Jóvenes de Sociedad Civil Catalana. López Vallet se queja de que "si un colectivo no independentista como SCC se hubiese encerrado en la universidad por la unidad de España, ¿se nos hubiese dejado? Nos habrían sacado a golpes, nos habrían sacado del registro de asociaciones, abierto un expediente y tendrían toda la razón del mundo".
La razón de fondo se percibe en los pequeños detalles, explica. La burocracia no es igual para unos y para otros. "Nosotros si queremos poner una mesa con unos folletos nos vuelven locos a trámites, pero los independentistas deciden qué día quieren dormir por la noche en la universidad y no hay trámites, los derechos dependen de la ideología. También hay espacios reservados para la propaganda, pero luego la universidad está desbordada de propaganda independentista" Y sentencia: "El mensaje que dan es que si no vas encapuchado rompiendo cosas no te van a hacer caso".
Acampada de estudiantes
Como un resorte, justo después de obtener la evaluación única en estos dos centros, grupos de estudiantes fueron acampando en la plaza de Universitat, en pleno centro de Barcelona. El manifiesto clavado en la tienda principal no hacía referencia directa a las reivindicaciones independentistas. Las primeras líneas decían: "Somos una generación sin futuro. La generación de la precariedad. La que no tiene acceso a la vivienda, la que es víctima de un sistema que amenaza la propia existencia de nuestro planeta". Hasta la cuarta línea no aparecía el independentismo: "La que acompañó a nuestras abuelas a votar el 1 de octubre".
Las reivindicaciones de la acampada, que tiene cortados los seis carriles de Gran Vía y cuatro de Ronda de Sant Antoni, son que se depuren responsabilidades entre los Mossos d'Escuadra y la Policía Nacional por la "represión" en los disturbios tras la sentencia, que Pedro Sánchez pida perdón y ya, en el punto tres, amnistía para los "presos políticos". El cuarto punto hace referencia a los derechos eliminados por la sentencia del Tribunal Supremo y el quinto cambia de tercio para exigir medidas reales que frenen la emergencia climática.
Esa primera noche, un grupo de estudiantes de la Universidad de Barcelona que se encuentra en la plaza cortando Gran Vía, repite el espíritu del manifiesto cuando se le pregunta por qué está ahí: "Va mucho más allá del tema de la independencia, de hecho, tiene muy poco que ver con la independencia ahora mismo ni con los presos políticos (sic), tiene que ver con la represión del Estado de los últimos días y con que no se respetan los derechos básicos de la ciudadanía".
En el lado de Ronda de Sant Antoni, hay dos chicas de universidades privadas, la Pere Tarrés y la Ramón Llull. En su caso, sus centros no han realizado una evaluación única. "Las privadas funcionan así, lo que hemos conseguido es que los profesores no pasen asistencia en clase y si hay actividades evaluables las cambien de día, pero las clases se continúan haciendo. No estamos poniendo mucho en riesgo nuestros estudios, pero lo haríamos", explican. Tampoco pasarán ahí la noche, pero están en ese momento en la plaza "porque lo que está pasando en Cataluña es una injusticia, es vergonzoso, vulneran los derechos de las personas y tanto los políticos españoles como los catalanes envían a los mossos a pegarnos".
A mediodía del jueves a la acampada llega algo de lluvia. Los jóvenes se resguardan bajo la parada del autobús. No hay mucho más de un centenar de tiendas cortando una de las principales vías de la ciudad. Un trabajador se queja a este periodista de que no ha podido llegar como cada día a su puesto: "No había avisos en la entrada a Barcelona y al llegar te los comes con patatas, en Urgell te tienes que desviar y comerte el follón que se monta allí, un trayecto de media hora se ha convertido en más de una hora". Un profesor que prefiere guardar el anonimato se pregunta quién va a tener el valor de desalojar con los antidisturbios a los estudiantes acampados o si realmente van a mantener la ciudad cortada indefinidamente.
Comida y "apoyo moral"
Hay momentos un tanto caóticos en la plaza. Por un lado, varias tiendas, las más grandes, no son de ellos, sino de una campaña de donación de sangre. En el punto central de la protesta, hay dos urnas como las del 1 de octubre, pero para meter dinero. Son cajas de resistencia y hay billetes dentro, no solo monedas. Por lo menos un tercio de los acampados tiene estética 'punk' o antisistema, hay bastantes restos del botellón de la noche anterior, aunque han colocado puntos para reciclar los desperdicios. Al final de la semana se viralizará una fotografía en la que los acampados piden en un cartel que les lleven condones.
Esto ya no es independencia sí o no, como al principio, ahora criticamos que se están saltando mil derechos
Entre la gente que lo que lleva es comida, en bolsas o en carros de la compra, irrumpe de repente un grupo de cuatro Hare Krishna cantando. Uno de ellos le acerca un folleto a un menor de edad que está sentado con una bandera estelada y este se lo devuelve con incredulidad. El chico no es universitario, ha hecho huelga en su instituto de secundaria.
Está con una docena de compañeros. Son de Cardedeu, un municipio cercano. Dicen que ellos no pueden hacer huelga indefinida, pero que se han acercado a "llevar comida, dar apoyo moral, poner un granito de arena". También tienen interiorizado el espíritu del manifiesto y esta nueva línea del independentismo. Dice uno: "Esto ya no es independencia sí o no, como al principio, ahora criticamos que se están saltando mil derechos, muchas veces se lo toman como un juego, hemos visto que los policías gritan 'vamos a por vosotros hijos de puta'".
Cerca hay otros que sí han pasado la noche en la calle. Uno estudia FP, otra va al instituto y una tercera está en una universidad on-line. El chico proclama: "La gota que ha colmado el vaso es el encarcelamiento de los presos políticos (sic) con condenas de más de cien años, estamos hartos de que no se nos escuche, queremos libertad para los presos y disculpas por la brutalidad policial".
En este momento en la Universidad Pompeu Fabra reina la normalidad. Hay alumnos que asisten a clase que consideran que la evaluación única para sus compañeros es una buena opción. Una chica, independentista, piensa que, de todos modos, "una huelga sin consecuencias no se puede tener".
Un alumno de Ingeniería en la Autónoma revela que depende mucho de la carrera el nivel de movilización: "En Ingeniería no acostumbran a hacer huelgas por la exigencia de la carrera, la gente de mi clase no tiene una opinión firme de lo que está pasando, dice que la universidad es lo único que importa, eso para mí es una falta de criterio y madurez importante, sin embargo, en Ciencias Sociales o Ciencias Políticas el movimiento es mucho mayor".
Punto de vista del profesorado
Josep Manuel Silva, profesor de Periodismo en la pública y en la privada, en la Autónoma y en la Abat Oliba, aprecia cierta confusión en las reivindicaciones de los alumnos, "si quieres una huelga sin consecuencias no lo llames huelga, ponedle imaginación". Lo que más preocupa a este profesor es el deterioro que para la universidad pública suponen este tipo de desajustes. "En la Abat Oliba nadie ha pedido hacer huelga, está yendo a todas las clases todo el mundo, la asistencia es igual de obligatoria y lo que hay es paz, nadie se lo plantea ¿A quién perjudica esto? ¿quién sale ganando? Nos estamos cargando la universidad pública, los que pueden pagarse la privada no van a tener problemas y los que van a salir perjudicados son los que tienen menos recursos".
Silva también ha notado que los estudiantes hablan más de lucha "contra el sistema" y "por su futuro", que del independentismo, pero entiende que están un poco "perdidos" a tenor de detalles como que "en Cataluña pagamos las tasas universitarias más altas de España y uno de los responsables de esto, Antoni Castella, cuando fue secretario de universidades fue el que las subió, y ahora es uno de los líderes más radicales del independentismo". En este clima de falsas expectativas que se les ha creado a los jóvenes, anticipa, "al final contra quienes se volverá es contra los propios promotores que les han llevado hasta aquí".
En el Parlament se niega comparecer a los colectivos críticos mientras tienen una pancarta en la Generalitat por la libertad de expresión
Ese nexo que une a los alumnos movilizados con los líderes políticos del independentismo pasa por los claustros. Como ha denunciado la profesora Isabel Fernández, de Universitaris per la Convivencia, desde hace años se manifiestan de manera alineada inequívocamente con el Govern. "Han estado a favor del derecho a decidir, del referéndum... en todos los posicionamientos del mismo signo, pero no dijeron nada de lo que pasó el 6 y 7 de septiembre en el Parlament, mientras que para el manifiesto que sacaron tras la sentencia se dieron tanta prisa que era imposible que incluso se la hubiesen llegado a leer".
Fernández denuncia que los miembros del claustro no pueden ejercer una representación política porque no han sido votados para ello. En estas situaciones, muchos miembros, revela, en lugar de significarse llevando la contraria, prefirieron no ir. Por eso todo este tipo de manifiestos han sido votados con la mitad del claustro, así han logrado las mayorías. "Hay una presión ambiental, cuando yo me he pronunciado sobre estas cuestiones se produce un silencio atronador. Tenemos universidades arrodilladas ante el poder y a los que discrepamos no se nos da la palabra, incluso en el Parlament se niegan las comparecencias de los colectivos críticos mientras tienen una pancarta colgada en el balcón del Palau de la Generalitat por la libertad de expresión".
"Han ganado", explica el alumno de la Pompeu Fabra, Ernesto López Vallet, "ya está toda la situación normalizada, pero porque han ganado ellos". Se refiere a las escenas que aparecieron en todas las televisiones esta semana. Los alumnos querían entrar a clase en la universidad, pero un grupo de compañeros encapuchados no se lo permitía. López Vallet revela que mientras estaban bloqueados fuera, telefonearon para intentar contactar con el rector, pero fue imposible: "Estuvimos toda la mañana llamando y nada, resulta que el rector estaba reunido con los encapuchados, una reunión bilateral a la que no estábamos invitados, pese a ser nosotros más que ellos y los derechos que se estaban violando eran los nuestros por parte de ellos".