Ramon Espadaler, el hombre tranquilo de derechas que nunca levantó la voz
La mayor sorpresa de la precampaña catalana se produjo cuando el socialista Miquel Iceta anunció que se incorporaba a su candidatura el pequeño partido Units per Avançar
La mayor sorpresa de la precampaña catalana se produjo cuando el socialista Miquel Iceta anunció que se incorporaba a su candidatura el pequeño partido Units per Avançar, heredero de lo que en su día había sido la histórica Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Al frente de esta pequeña formación nacionalista está Ramon Espadaler, el hombre tranquilo por excelencia, un veterano de la política al que no se le conoce una elevación de voz. Ahí está la gran paradoja: el 21 de diciembre, concurre como número 3 en la lista del PSC, en una lista que cierra un excomunista como Carlos Jiménez Villarejo (exfiscal Anticorrupción que había militado hace décadas en el PSUC y hace poco tonteaba con Podemos). Dos talantes distintos, dos formas de ver la sociedad… pero dos hombres públicos que nunca han dicho no a un diálogo.
Nacido en 1963, a los 27 años Espadaler ya era concejal de CiU en su pueblo, Sant Quirze Besora, hasta que se trasladó a Vic, la capital de la Cataluña profunda, donde en 1999 fue teniente de alcalde. Compaginó este cargo con el de director general de Administración Local hasta que en 2001 fue elegido consejero de Medio Ambiente de la Generalitat, en el último gobierno de Jordi Pujol.
Ahí comenzó su despegue político: cuando CiU deja la Generalitat, Espadaler pasa a ocupar cargos en el partido: en 2003 es elegido presidente del comité nacional de UDC y en 2012 relevó a Felip Puig como consejero de Interior bajo la presidencia de Artur Mas. Las discrepancias entre Convergència y su socia Unió forzaron que en junio de 2015 presentase su dimisión como consejero. Espadaler era uno de los partidarios de la no unilateralidad. Y fiel a su trayectoria, se despidió del poder sin algaradas, casi en silencio.
En las elecciones del 27 de septiembre de 2015, UDC se presentó con Espadaler como cabeza de lista. Fue una presencia testimonial: en plena vorágine independentista, arañó solo un 2,5% de los votos y se quedó fuera del Parlamento catalán por primera vez desde el restablecimiento de la democracia. Tras la debacle, a Espadaler le tocó el 'marrón' de dirigir el funeral de Unió y de enterrar las aspiraciones democristianas a la espera de mejores tiempos.
El fichaje de Espadaler por Iceta soliviantó a sus otrora socios. Comenzaron las críticas por el pacto entre el PSC y "la ultraderecha catalana"
En su etapa de consejero de Interior dejó buen sabor de boca al personal. Los sindicatos policiales le acogieron con prevención porque venían de una etapa con el duro Felip Puig. Y Espadaler fue un bálsamo. Se encontraron con un consejero que no solo les escuchaba y se interesaba por sus reivindicaciones, sino que intentaba solucionar los problemas. El caballo de batalla en aquellos momentos era que se proporcionasen chalecos antibala a los agentes. El Gobierno de Artur Mas estaba empeñado en que los chalecos debían pagárselos los propios policías y todas las peticiones de negociación caían en saco roto. Pero el nuevo consejero encontró margen de maniobra y comenzó a solucionar el problema.
Nieto de alcalde franquista
El fichaje de Espadaler por Iceta soliviantó a sus otrora socios. Desde algunas partes, comenzaron a lanzarle críticas por el pacto entre el socialista y "la ultraderecha catalana democristiana". Todo eran envidias. La 'ultraderecha' de Espadaler se sitúa, en realidad, a la izquierda de Puigdemont, por poner un ejemplo. Nadie puede situarle en la ultraderecha sin dejar de sonrojarse, a menos que sea un mentiroso compulsivo.
Que sus ideas tienen un tinte cristiano es indudable. Y que no sea un político de izquierdas es también indudable. Pero de ahí a ubicarlo como ultramontano dice poco positivo de sus detractores. El número 3 de la lista del PSC fue siempre un hombre dialogante, respetuoso y, sobre todo, tranquilo, huidizo siempre con los extremismos y abominador de la radicalidad.
En su biografía consta que es nieto del último alcalde franquista de Sant Quirze de Besora, aunque eso ni quita ni pone méritos. Los abuelos de algunos radicales de la CUP, del PDeCAT y de ERC también tuvieron esa condición, lo que no imposibilita a sus descendientes abrazar la ideología que consideren oportuna. Licenciado en Geografía e Historia, llegó a la democracia cristiana por convicciones propias y acabó siendo el catalizador de las diferentes sensibilidades del partido, hasta que el radical Antoni Castellà decidió crear una escisión y convertirse en cabeza de ratón con su formación Demòcrates de Catalunya, que se presenta en coalición con ERC.
[Encuesta: ¿Quién será el próximo presidente de la Generalitat?]
Espadaler aceptó ser el enterrador oficial de Unió y cuando desapareció Josep Antoni Duran i Lleida, él continuó manejando la formación hasta el suspiro final. O sea, hasta su desaparición, inmersa en un mar de deudas. Hay quien dice que Duran era Unió, pero Espadaler representaba mucho mejor el espíritu del partido que el propio presidente. Puede ser. En todo caso, la política catalana no podía permitirse perder a un hombre como él. Persona de ideas profundas, de convicciones fuertes, en el 2015 fue el abanderado de romper con CDC por convicciones. Cuando Artur Mas plantea unas elecciones plebiscitarias y abraza el independentismo como eje principal de su estrategia, el grueso de UDC se desmarca inmediatamente. Y Espadaler es el primero en iniciar esa separación.
Personalidad propia
Su 'resurrección' en las listas del PSC le aseguran escaño en el próximo Parlamento. Da palabra fácil e ideas bien estructuradas, no se puede decir que sea un mero peón. De hecho, llega de nuevo al redil político de la mano de Iceta con carácter propio. Que nadie dude de que Espadaler continuará teniendo sus propias ideas y sus propias convicciones, que en ocasiones no coincidirán con las de su jefe de filas.
Espadaler aceptó ser el enterrador oficial de Unió y cuando desapareció Duran i Lleida, él continuó manejando la formación hasta el suspiro final
El pacto político entre PSC y Units per Avançar es inteligente. Iceta sabe que ha puesto ya una cuña en la centralidad política catalana, que tarde o temprano volverá a su perfil tradicional histórico, una vez pasados los efectos del tsunami independentista. El socialista es un pionero en la búsqueda de la centralidad política catalanista, esta vez teñida de transversalidad por la policromía política de su candidatura (donde se amalgaman excomunistas con democristianos pasando por socialdemócratas, sindicalistas o librepensadores de entidades cívicas federalistas, socialistas o incluso liberales).
En este 'potaje', Ramon Espadaler llega como hombre fuerte, como figura de peso al ocupar el tercer lugar de la lista, tras Iceta y su mano derecha, Eva Granados. Públicamente, los rivales critican la "alianza contra natura", pero en 'petit comité', alaban la destreza del socialista por conseguir esos pactos y, especialmente, por incorporar "sin acritud" a un partido de derechas heredero de UDC a una candidatura que, teóricamente, se disputa a cara de perro el espacio de la izquierda frente a los comunes (con Catalunya en Comú, Podemos e ICV como referencias) o la propia Esquerra.
De hecho, durante el último Gobierno de Mas, los problemas de este con sus socios de ERC se debieron casi siempre a las tensiones entre los republicanos y los democristianos. Incluso el ala más radical de CDC provocaba periódicamente una crisis de identidad de CiU para reconducir la situación y hacer que Unió cediese en sus presiones. En cierto modo, los democristianos siempre fueron los patitos feos de CiU, aquellos a quien echar la culpa cuando las cosas no iban bien.
Pero hay una cosa que no se ha de pasar por alto: nadie le puede discutir a Espadaler su convicción catalanista. Es un catalán de raíces profundas, de los pies a la cabeza. Por tanto, su fichaje es una garantía para la lista del PSC. Otra cosa es el independentismo, concepto con el que ni el democristiano ni su jefe de filas comulgan. Y eso lo han dicho por activa y por pasiva. Ello no quita que sean dos auténticos dialogadores capaces de entenderse casi con cualquier rival y de vender neveras en el polo Norte. Su meta ahora es echar a andar, tender puentes con el Gobierno central, curar la fractura social y dar confianza al mundo económico para recuperar la estabilidad perdida por la unilateralidad. En esas labores tienen experiencia.
La mayor sorpresa de la precampaña catalana se produjo cuando el socialista Miquel Iceta anunció que se incorporaba a su candidatura el pequeño partido Units per Avançar, heredero de lo que en su día había sido la histórica Unió Democràtica de Catalunya (UDC). Al frente de esta pequeña formación nacionalista está Ramon Espadaler, el hombre tranquilo por excelencia, un veterano de la política al que no se le conoce una elevación de voz. Ahí está la gran paradoja: el 21 de diciembre, concurre como número 3 en la lista del PSC, en una lista que cierra un excomunista como Carlos Jiménez Villarejo (exfiscal Anticorrupción que había militado hace décadas en el PSUC y hace poco tonteaba con Podemos). Dos talantes distintos, dos formas de ver la sociedad… pero dos hombres públicos que nunca han dicho no a un diálogo.