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El corazón de Sevilla está de fiesta: la 'velá' de Triana descubre la ciudad más genuina
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El corazón de Sevilla está de fiesta: la 'velá' de Triana descubre la ciudad más genuina

Las fiestas en honor a Santiago y Santa Ana son una de las más antiguas de España y un patrimonio cultural protegido que enseña esta semana la cara más íntima de un arrabal que ya es destino del turismo de masas

Foto: Vista desde el río de las casetas de la 'velá' en la calle Betis. (Ayuntamiento de Sevilla)
Vista desde el río de las casetas de la 'velá' en la calle Betis. (Ayuntamiento de Sevilla)

Una fila de turistas con sombreros y en patinetes eléctricos cruza el puente y llega a la Plaza del Altozano, puerta de entrada al barrio de Sevilla más universal: Triana. Bajo la estatua del torero Juan Belmonte en una reunión de parroquianos se habla con nostalgia de los puestos de avellanas verdes y de los cacahuetes amargos que pocos se atreverían a probar, que escasean desde que murió una de sus vendedoras más emblemáticas. Y se despiden citándose para degustar unas sardinas tras el pregón que esta noche de jueves abre oficialmente la ‘velá’ de Santiago y Santa Ana, una fiesta que viste de gala cada julio este antiguo arrabal hoy invadido por forasteros que se hacen ‘selfies’ en el mercado de abastos donde la esencia de barrio se mezcla con puestos gourmet, clases de cocina y precios desorbitados. Son estampas de una ciudad dual donde lo más antiguo y lo más vanguardista se dan la mano, donde se libra una pelea continua por frenar los “parques temáticos” para turistas que amenazan a los últimos reductos de la Sevilla más castiza que sigue viva.

placeholder Triana recuperó este jueves sus fiestas. (Cedida)
Triana recuperó este jueves sus fiestas. (Cedida)

Uno de ellos está estos días en la calle Betis que, a pesar de las creencias de algunos extranjeros, no debe su nombre al real club de fútbol, sino al nombre que tuvo el río de Sevilla en época romana. Desde el famoso puente de Triana, uno de los que cruza el Guadalquivir, se observa la hilera de una treintena de casetas que forma una particular feria, veraniega y muy marinera, que tiene incluso como preludio una procesión de la Virgen del Carmen, patrona de la gente del mar que, aunque suene raro, también está presente en Sevilla. Esta provincia, geográfica y legalmente, tiene costa: un litoral de 600 kilómetros en la ría del Guadalquivir y un puerto marítimo interior único en España.

Foto: Suelo adquirido por Inbisa en Sevilla

La velada se prolonga durante seis noches y es una de las fiestas de origen religioso más antiguas de España. Ocho siglos de historia, esplendores y declives de un patrimonio inmaterial que desde 2018 está considerada como una Fiesta Mayor en el calendario sevillano, a la semejanza de la Feria de Abril, la Semana Santa o el Corpus, y también ha sido declarada Bien Cultural de Andalucía. Son medidas que persiguen proteger una fiesta con raíces históricas y que recuerda a una Sevilla de antaño, cuna de la soleá y cava de los gitanos, madrina de artistas flamencos y maestros ceramistas, oficios alfareros y de marineros como los muchos que zarparon desde allí hacia las Américas.

Quien se interese por esta fiesta tiene la ocasión de abrir un libro de historia pues el relato se remonta a mediados del siglo XIII, cuando Sevilla volvió a ser cristiana y el rey Alfonso X ordenó la construcción de un templo en Triana en honor a Santa Ana, la patrona de este barrio y cuya onomástica se celebra en la madrugada del 26 de julio. La citada ‘velá’ tiene su origen en la noche que los sevillanos pasaban velando a la imagen en las vísperas y que también tenía un aspecto lúdico, pues las familias se reunían en las calles y bailaban y cantaban mientras los más jóvenes iban al río, donde acababa siempre la fiesta. El escritor Ángel Vela recuerda en su obra 'Triana y su Velá' cómo ya en el siglo XVIII es el Ayuntamiento de la ciudad quien comienza a regular la fiesta y ejercer un control que había recaído antes en el propio pueblo.

La Guerra Civil y postguerra dejaron al barrio durante una década sin su fiesta que, no obstante, vivió sus mejores momentos entre 1910 y 1920, años de auge económico que se reflejaba también en estos festejos congregando numerosas actividades alrededor del río. El cronista Ángel Vela recuerda episodios que hoy parecen insólitos como la caza del pato, juego en el que los nadadores intentaban agarrar al ave, que era el premio, como el cochino untado en sebo. Era la parte lúdica de una fiesta que se trasladaba de noche a tablaos al aire libre con música popular y flamenco, aunque en los años 50 la programación contemplaba incluso competiciones de boxeo, lucha libre y concursos de chistes. Prueba de que la ‘velá’ era una fiesta para Triana y sus habitantes, un momento de convivencia que los primeros ayuntamientos democráticos quisieron reflotar en los años 80, devolviéndole ese espíritu íntimo y ajeno al espectáculo de masas que se congrega desde hace años en esa orilla del Guadalquivir.

De aquellas fiestas queda hoy la cucaña, su tradición más famosa que sigue reuniendo a personas de todas las edades en el río para escalar, trepar o marinear sólo con la ayuda de brazos y piernas por un palo engrasado colocado, en esta ocasión, en horizontal en la proa de una barcaza. Quienes consiguen alcanzar la bandera que se sitúa al final del poste sin caer al río logran el premio. Toda una experiencia que cuenta con auténticos profesionales y que, según los registros, se celebró por primera vez en 1852 con motivo del nacimiento de la infanta María Cristina de Orleans, hija de los duques de Montpensier cuando era una práctica que sólo se conocía en Nápoles.

placeholder Cucaña sobre el Gudalquivir. (Marcos Pacheco)
Cucaña sobre el Gudalquivir. (Marcos Pacheco)

Muchos turistas acudirán a Triana “estos días señalaítos”, como se dice en Sevilla, en busca de su esencia que desde el Gobierno municipal y las asociaciones del barrio que colaboran en la fiesta se intenta mantener también en un programa de actividades deportivas, coronadas por una llamativa regata nocturna, y culturales que va más allá del espectáculo bajo las lonas de las casetas y que incluye varias sesiones de corral de comedias en un escenario habilitado en un antiguo corral de vecinos y también de flamenco de altura. El Ayuntamiento de Sevilla llama a la mesura tras la recuperación de la fiesta suspendida en los dos últimos años por la pandemia. “Los trianeros y trinaras son los verdaderos protagonistas de la ‘velá’, que no sólo es un reclamo para visitar la ciudad, sino que acerca a la vecindad a una fiesta que ha ido evolucionando gracias a su implicación”, comenta la delegada del distrito, la concejal Encarnación Aguilar.

La verdadera idiosincrasia del barrio, ésa que defiende la 'velá', está en sus propios vecinos, trianeros de nacimiento o de adopción que se convierten en los protagonistas de la fiesta al recibir diferentes distinciones que unen bajo el mismo paraguas de luces y flores de papel a deportistas de élite, dirigentes vecinales, empresarios, profesores y padres de alumnos y hasta a una vendedora ambulante de origen senegalés que llegó hace 25 años al barrio y sabe por qué Triana es una república independiente, lema que se popularizó hace unas décadas y que no tiene nada que ver con la polémica suscitada años atrás por el uso partidista de la feria y la exhibición de la bandera tricolor. Y también por qué aún hay trianeros que, cuando cruzan el río, dicen que van a Sevilla, convencidos de que “Triana es otra cosa”.

Una fila de turistas con sombreros y en patinetes eléctricos cruza el puente y llega a la Plaza del Altozano, puerta de entrada al barrio de Sevilla más universal: Triana. Bajo la estatua del torero Juan Belmonte en una reunión de parroquianos se habla con nostalgia de los puestos de avellanas verdes y de los cacahuetes amargos que pocos se atreverían a probar, que escasean desde que murió una de sus vendedoras más emblemáticas. Y se despiden citándose para degustar unas sardinas tras el pregón que esta noche de jueves abre oficialmente la ‘velá’ de Santiago y Santa Ana, una fiesta que viste de gala cada julio este antiguo arrabal hoy invadido por forasteros que se hacen ‘selfies’ en el mercado de abastos donde la esencia de barrio se mezcla con puestos gourmet, clases de cocina y precios desorbitados. Son estampas de una ciudad dual donde lo más antiguo y lo más vanguardista se dan la mano, donde se libra una pelea continua por frenar los “parques temáticos” para turistas que amenazan a los últimos reductos de la Sevilla más castiza que sigue viva.

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