Abusada desde los cuatro años por su abuelo: hasta en las fiestas del colegio
La víctima denunció que sufrió abusos sexuales hasta los 17 años. El hombre supuestamente amenazaba con hacerle algo malo a la madre y a la abuela de la chica si lo contaba
No importaba dónde. Daba igual que se encontraran en una reunión familiar, que durante una fiesta en el colegio. La mayor probabilidad de ser cazado no reprimía sus instintos espurios. Lo llevaba haciendo desde que la pequeña tenía cuatro años, y no se iba a detener. Hasta que su víctima, ahora adulta, ha decidido contar el calvario sufrido.
La Policía Nacional ha arrestado en Málaga a un hombre de 63 años por supuestamente abusar sexualmente de su nieta durante más de una década, una situación que la abusada llegó a interiorizar como “algo normal” y que ha decidido poner en conocimiento de las autoridades tras superar el miedo de las graves amenazas con las que su agresor se aseguraba su silencio.
Según confirmaron a El Confidencial fuentes policiales, tras las pesquisas realizadas por el Grupo de Menores (Grume), el individuo fue puesto a disposición del Juzgado de Instrucción número 8 de la capital malagueña acusado de abuso sexual continuado. Ese trámite se produjo el pasado 18 de noviembre, seis días antes de que en el de Instrucción 1 estuviese fijado un juicio rápido por otra detención del sospechoso por amenazas. Supuestamente se presentó en la casa de su nieta y dijo que haría arder la vivienda y que “se iba a arrepentir de abrir la boca”.
La denunciante, que en la actualidad tiene 20 años, acudió a la Comisaría Provincial para contar unos hechos que “siempre había callado”. Según relató, los primeros abusos de los que tiene consciencia se produjeron a los cuatro años y estos hechos se acabaron prolongando hasta los 17. A esa edad, “cuando comenzó a tomar conciencia de lo que era la sexualidad”, se percató de que lo que había asumido como algo normal, era realmente una aberración.
Según la denunciante, su abuelo le realizaba tocamientos cuando se encontraban solos
La joven explicó a los investigadores que, desde muy niña, su familiar le realizaba tocamientos y que aprovechaba para ello momentos en los que se encontraban solos. Y si no, los propiciaba, aunque fuese en un contexto donde había mucha más gente, como un encuentro familiar o incluso una fiesta en la escuela.
No obstante, en ese momento de mayor madurez, no se atrevió a denunciar. Ni solicitó ayuda a otros familiares. El motivo era que su abuelo supuestamente le advirtió que, si desvelaba algo de lo ocurrido, “le haría algo a su madre y a su abuela”, de la que el hombre se encontraba separado.
Finalmente, esta situación animó a la joven a acudir a las autoridades y revelar su pasado, sobre todo cuando comenzó a sentirse perseguida por su presunto agresor, que supuestamente la seguía por la calle.
Los responsables de la investigación dieron veracidad al relato de la denunciante y establecieron un dispositivo que concluyó con la doble detención del sospechoso: una por los abusos, otra por las amenazas.
Estudio sobre abusos
Que una menor víctima de abusos sexuales silencie lo que le está ocurriendo y no solicite auxilio es un tónica generalizada. Es lo que se desprende del trabajo 'Prevalencia del abuso sexual infantil en España: un estudio con muestra representativa' realizado por tres investigadoras de la Universidad de Málaga (UMA) y que concluye que únicamente el 27,5 por ciento de los encuestados confesó lo que le ocurría antes de alcanzar la mayoría de edad.
Para su realización se recoge las experiencias de abuso sexual vividas en la infancia por más de un millar de españoles adultos que conforman una muestra representativa de la población nacional en cuanto a edad, sexo y zona geográfica.
Un estudio de la UMA reveló que los abusos a niños se suelen producir a partir de los 6 años
“Después de muchos años sin datos representativos publicados en nuestro país, gracias a este estudio hemos podido conocer la prevalencia de estas experiencias, con resultados alarmantes”, explicó su autora principal, la investigadora del departamento de Psicobiología y Metodología de las Ciencias del Comportamiento, Marta Ferragut, que ha elaborado este proyecto junto a las profesoras María José Blanca y Margarita Ortiz-Tallo.
El 41,5 por ciento de los hombres y mujeres encuestados afirmó haber experimentado al menos uno de los diez tipos de abusos evaluados, que van desde “rozamientos intencionados con los genitales de otra persona” hasta episodios mucho más duros. Según Ferragut, esto implica que dos de cada cinco personas adultas españolas han sido víctima de este tipo de delito mientras eran menores, superando la estimación del Consejo Europeo de uno de cada cinco. Un 2,8 por ciento reconoció haber sufrido una experiencia de abuso con penetración, lo que supone uno de cada 35 menores.
Por lo general, los abusos ocurren en educación primaria, a partir de los seis años. Y las expertas han alertado de que los resultados constatan una mayor tasa de abuso entre las mujeres en ocho de las diez experiencias consideradas, destacando que no hay grandes diferencias entre niños y niñas cuando el tipo de agresión ha sido mantener un acto con penetración y siendo la prevalencia mayor en varones si la experiencia ha sido que alguien le haya enseñado material pornográfico.
El trabajo refleja diferencias entre generaciones, siendo los adultos más jóvenes, los conocidos como la 'Generación Z', los más propensos a informar sobre sus experiencias relacionadas con el abuso sexual. En concreto, tres de las identificadas, de las que dos estaban relacionados con la tecnología.
“La tecnología hace más fácil perpetrar un abuso, puesto que permite no estar cerca de la víctima por lo que potencialmente se amplía el rango en el que un perpetrador puede actuar. A la vez, al no estar en contacto y no tocar ni ser tocado es más difícil de detectar o de que se pueda identificar como un abuso por parte de las víctimas”, explicó Ferragut.
No importaba dónde. Daba igual que se encontraran en una reunión familiar, que durante una fiesta en el colegio. La mayor probabilidad de ser cazado no reprimía sus instintos espurios. Lo llevaba haciendo desde que la pequeña tenía cuatro años, y no se iba a detener. Hasta que su víctima, ahora adulta, ha decidido contar el calvario sufrido.