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'Solteronas' en 2019: retrato de las mujeres que no quisieron casarse ni tener hijos
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se prepara un documental sobre ellas

'Solteronas' en 2019: retrato de las mujeres que no quisieron casarse ni tener hijos

Denuncian presiones de amistades y familiares con algunas de las expresiones peyorativas clásicas como "te vas a quedar para vestir santos" o "se te va pasar el arroz"

Foto: Imagen promocional del documental 'Solteronas' dirigido por Manuel Jiménez (Yolaperdono).
Imagen promocional del documental 'Solteronas' dirigido por Manuel Jiménez (Yolaperdono).

La veinteañera María se escapaba por la ventana cada vez que su pretendiente llegaba a la casa de sus padres de Málaga. María quería a ese chico, pero tenía demasiada prisa por casarse. “Quizá si hubiera ido más lento…”.

Llamaban a Tecla los jóvenes que querían salir con ella. La madre tomaba el otro teléfono de la casa e interrumpía el flirteo. “Les decía que debía estudiar y ser independiente. Los espantaba”. “Tecla, tú cásate si quieres, pero tarde, lo más tarde que puedas”, le aconsejaba su madre ya sin los ‘moscones’ al otro lado del aparato.

Ni María (por pudor, prefiere que no se publique su nombre completo y apellidos) ni Tecla se casaron. Tampoco tuvieron hijos. María montó un jardín de infancia y era madre postiza por partida múltiple. Tata María, le llaman. Tecla, que conserva buena relación con los que fueron sus novios, veía el matrimonio como algo encorsetado, que le quitaría independencia para su pasión por el arte y la cultura.

Foto: Pilar con sus dos sobrinas en un mercadillo navideño. (M.Z.)

Viven a 25 kilómetros una de la otra. No se conocen, ni probablemente se llegarán a conocer. Como cada mujer, como cada persona, ambas son diferentes. María y Tecla tienen en común un término que las ha definido de una manera peyorativa, despectiva, y que refleja hasta qué punto la sociedad ha degradado a la mujer soltera. Solteronas. He aquí una aproximación a su retrato en este 8M; sí porque aunque hoy sea 9 de marzo, también debería ser 8M, como la semana pasada o dentro de un mes.

— María, María, por ahí viene uno que es soltero. Ponte los pendientes bonitos, quítate las gafas…

Estos eran los comentarios de una hermana de María. Y ella, miope desde la adolescencia como sus hermanos, más de medio siglo después de aquello, se queja. “Eso me amargaba. Me incomodaba mucho que querían buscarme novio y salir a buscarlo por obligación. Para mí ser soltera es una opción de vida”.

"Estoy muy contenta así"

María, de 77 años, se ha dedicado a lo que le gustaba, a cuidar niños. De manera profesional en su jardín de infancia en la Costa del Sol o quedándose con sus sobrinos. Y al cuidado de su padre, ya mayor, cuando vivía. “Me he sentido bien conmigo misma. Y tengo una familia de sangre y otra adoptiva. Todos me quieren y estoy muy contenta así”.

El novio que en realidad buscaba María no existía. Estaba en las novelas de Corín Tellado. Se “hartaba” de llorar leyendo esas historias. “Me las devoraba una tras otra”. Ese “superhombre” no apareció. Si le concertaban una cita, se escapaba de la reunión e “iba 40 veces al servicio”.

“Pues claro que me afecta que me digan que soy solterona, sobre todo, si lo dicen con retintín. Y lo que ya no aguanto es que cuando te dicen: 'Ah, ¿no tienes hijos?' Porque una cosa es ser soltera, lo que soy, y otra solterona. Las palabras se manipulan. Yo sí me he sentido muy madre sin haber parido nunca”.

Lo complicado era competir con las suecas. "Eran fresquísimas". "Conocías a montones de chicos y estaban casados con extranjeras"

María hace los planes por sí sola. Si tiene que ir a un concierto, o al cine o a tomarse una cerveza en un bar, lo hace. Sin complejos. No espera a hacerlo acompañada. Hay veces que alguien le dice que podría haber ido con ella. Ella prefiere tomar sus propias decisiones. En su comunidad cristiana no solo se dedica a “rezar, rezar y rezar”. “También nos divertimos”, avisa. “Que sea soltera no quiere decir que sea beata”, aclara.

La competencia de las suecas

Uno de los momentos de los últimos años que recuerda como más alegre fue cuando cumplió el tópico de “te vas a quedar para vestir santos”. Literalmente cosió la saya de una imagen de Virgen en un pueblo de la provincia malagueña y cuando se vio en esa guisa tan tópica no podía parar de reír. “Me lo pasé estupendamente”. Ríe y no quiere olvidar que en un momento determinado “lo complicado era competir con las suecas”. “Eran fresquísimas”, suelta con gracia. “Conocías a montones de chicos que estaban casados con extranjeras. La mujer española no iba precisamente en bikini en los sesenta”.

Eran años en los que María no se sentía con el ánimo de llevar una casa adelante. Iba a la playa con el novio que no dejaba de agasajarla y le daba vergüenza ponerse en bañador. “Él tenía un buen trabajo, un piso, las ganas de casarse y a mí me asustaba tanto correr. A mi madre le gustaba para mí”. Y eso dificulta mucho más aquella situación tan incómoda. La presión familiar. “Había leído tantas novelas de Corín Tellado...”, insiste. María es feliz. Siempre a su manera. Sin rendir cuentas a nadie.

placeholder Tecla Lumberas, en una fotografía de 2009 (Archivo de TL).
Tecla Lumberas, en una fotografía de 2009 (Archivo de TL).

Tecla enciende otro cigarrillo. Muy despacio, recreándose en su adorado vicio. La ventana de su casa de Pedregalejo está abierta para que el humo no se afinque en el interior. En su mesa/camilla (con el brasero puesto) hay fotos de sus novios y personajes de su mundo de la cultura, de la música (Alaska) o del periodismo (Jesús Quintero).

“Yo nunca he tenido la conciencia de ser una solterona”, dice, sonriendo y con un cierto orgullo de la vida bien vivida, esta mujer de apariencia frágil, de sonrisa agradecida. De voz contundente y oralidad lenta, precisa, para detallar sus pensamientos y memoria. Tecla Lumbreras es la vicerrectora de Cultura de la Universidad de Málaga y no responde al canon fijado en España de lo que se considera una solterona. “Para mí estar soltera ha sido un acto consciente y decidido. Yo no me he casado porque no he querido. He tenido novios y convivido con ellos, pero cada uno vivía en su casa, aunque compartiéramos días juntos”.

Su madre, de ascendencia alemana, y nacida en 1922, era muy moderna para la época: dominaba tres idiomas y fue campeona de tenis de Andalucía

Hija del mayo del 68, se creyó “de verdad” lo del amor libre. Su madre, de ascendencia alemana, y nacida en 1922, era muy moderna para la época: dominaba tres idiomas y fue campeona de tenis de Andalucía. Pertenece a una familia de nueve hermanos (ella es la sexta), la tribu feliz que rememora entre el humo rubio que aparece en mitad del salón formando un hilo conductor de su experiencia.

“Yo fui hippy antes que comunista”, declara con sonrisa entre inocente y melancólica. Estudió Filosofía y Letras “con Franco vivo”, luego ingresó en el PCE y esa mentalidad libre la heredó en cierta manera de una tía, una hermana de su padre que pintaba y dibujaba de forma “maravillosa” aunque no pudo estudiar Bellas Artes, como era su deseo. Su hermana, la más pequeña, llega al salón y le pide que le acerque los cuadritos de la tía pintora. También está, arriba, a la derecha del sofá, uno de su hermano Chema, reputado artista plástico.

Sin renunciar a la pasión

Tecla se fue con su novio de la Facultad a París. Esas vacaciones de unas semanas, acaso un mes, se convirtieron en un intenso recorrido inicáitico de dos años, en un Erasmus adelantado a su época. Limpió las oficinas de una casa de subastas y otra de películas de serie B. Su pareja era músico y tocaba con la guitarra ‘Romance Anónimo’ (Narciso Yepes) y piezas de Andrés Segovia. “Éramos muy modernos y yo de alguna manera sabía lo que significaba casarme. Casarte y tener hijos indudablemente significaba renunciar a lo que realmente me apasionaba y no estaba dispuesta”.

A los 14 años empezó a devorar literatura europea. Fue fundamental la biblioteca de Juancho, uno de sus hermanos. También los cuentos que leía su padre (consignatario de buques del Puerto de Málaga) o ‘Los cinco’. En el colegio de monjas el surtido de letras ofrecía “lecturas de piedad” y se acuerda, en un no parar de anécdotas que relata con gusto, del sonido de un tocadiscos con la canción de Karina ‘Buscando en el baúl de los recuerdos’. Tecla se rió. “Mirad, Tecla se está riendo. Ella se cree que es una intelectual”. Se lo dijo la monja como si ser intelectual (o aspirar a serlo) fuera un insulto.

Una monja le recomendó que se fuera de misionera, "porque tú te llevas bien con las niñas buenas y con las niñas malas; puedes ser la intermediaria"

Tecla llegaba a la clase y encima de su pupitre colocaba el libro que se estuviera leyendo. Esa semana tocaba ‘Werther’, de Goethe. La monja llamó a su madre y le dijo que la niña leía libros ateos. Otra monja, debajo de una pérgola del colegio, le recomendó que se fuera de misionera, “porque tú te llevas bien con las niñas buenas y con las niñas malas; puedes ser la intermediaria entre unas y otras”. Su “perdición” llegó cuando estudió COU en el Instituto de Ciudad Jardín de Málaga, en la parte norte de la ciudad. “Conocí gente de diferentes clases sociales ¡y era mixto! Por primera vez tenía a compañeros de clase”.

“Yo nunca sentí la llamada de la maternidad, el deseo de tener hijos… Bueno, quizá, quizá, cuando era pequeña, muy chica, como éramos muchos hermanos en casa pensé que si algún día me casaba tendría muchos hijos, pero eso no duró mucho”. Le encantan los niños y es una supertía. Ya tiene hasta sobrinos-nietos y por Navidades cada uno recibe su regalo. Nada de amigo invisible o similar. Y si llegan a su casa siempre tiene preparado algún detalle para los sobrinos. Cuando se reúnen todos juntos son unos 40.

Organizarte tu tiempo

¿Qué es lo que menos le gusta de la vida en pareja? “La convivencia y las rutinas. Es fantástica la libertad de volver a la hora que te da la gana y organizarte tu tiempo como quieras. Yo hay días que estoy escribiendo el catálogo de una exposición hasta las 2 de la mañana sin cenar y eso sería impensable si estoy con alguien”. De poco apetito (siempre ha sido muy delgada), todos sus novios, asegura, han sido “muy buenos cocineros”. “No sé si me los he buscado así”, bromea.

Sus padres jamás le pusieron una hora para llegar a casa. El contraste con su primer novio que estudiaba en Granada y los fines de semana que estaba en Málaga le exigía que el sábado y domingo fueran completos para él y siempre la telefoneaba, de lunes a viernes, a las nueve en punto de la noche. El control. Quizá ahí se forjó su vocación de soltera, de ir a su aire, de un cierto miedo a atarse a alguien, de vivir la vida de la pareja, del otro, no la suya. “Consideraba un castigo tener que estar con él todo el fin de semana. Yo quería estar con mis amigos, ir al cineclub…”.

No fue hasta que se hizo mayor cuando descubrió a fondo el universo femenino. "Ahora me siento muy solidaria, aunque yo no me he sentido reprimida"

Tecla siempre se ha sentido muy feminista, pero algunas de sus amigas la tildaban como “muy masculina de pensamiento, que no actuaba como se suponía debían de actuar las mujeres”. “A mí toda la vida me han gustado los hombres y cuando era joven me relacionaba más con ellos que con ellas. Me identificada más con su libertad y jugaba de niña con los niños”. No fue hasta que se hizo mayor cuando descubrió a fondo el universo femenino. “Ahora me siento muy solidaria, aunque yo no me he sentido reprimida. Es verdad que hay muchos mundos y yo siempre viví en un mundo diferente al mayoritario”. Sabe que es una privilegiada.

placeholder Una imagen del proyecto 'Solteronas' (Yolaperdono).
Una imagen del proyecto 'Solteronas' (Yolaperdono).

Claro que esta vicerrectora, comisaria de arte en el Colegio de Arquitectos de Málaga (1983-1993), fue este viernes a la huelga del 8 de marzo. “A mí difícilmente me van a cambiar”, admite, pero lo hizo por su sororidad con las chicas más jóvenes. “Ellas se merecen un mundo más igualitario. Es demencial que en pleno siglo XXI estemos con las manadas o lo que oí el otro día a una señora que, acompañada de su hija, que repartía folletos de la manifestación, me dijo que su marido no la dejaba manifestarse. Somos más del 50% de la población y mayoría en muchas facultades… Hay que echarse a la calle”.

Cambio de percepción

A la búsqueda de testimonios de solteras se encuentra el cineasta Manuel Jiménez Núñez, codirector de la primera y segunda de ‘Las Sinsombrero’, quien prepara el documental ‘Solteronas’, que contará con la producción ejecutiva de Gele Fernández Montaño, creadora de la Muestra de Cine de Mujeres de Huelva. Relatos similares a los de María o Tecla se verán reflejados en su cinta, un proyecto transmedia que acaba de arrancar su difusión en redes sociales.

“El término siempre ha tenido y tiene un sentido peyorativo, pero ahora puede ser un buen momento para darle una vuelta. Se podría poner en evidencia algo que tampoco es negativo, una forma de libertad que en un momento solo lo podían hacer antes las mujeres que se metían a monjas”, expone Tecla Lumbreras.

Foto: Reproducción fotográfica de las Sinsombrero. (David Navas Cañedo)

Ante la soltería femenina la sociedad siempre pregunta: ¿Por elección? “Y hemos avanzado, ahora al menos se lo pregunta”, se alegra Jiménez. “Las mujeres que no se casan han sido estigmatizadas a lo largo de la historia como raras, neuróticas, amargadas, poco agraciadas o, directamente, fracasadas. En la actualidad su número va en imparable aumento y la percepción social ha cambiado. Pero algunos prejuicios perviven. Y muchas sienten que deben aún reivindicar ese espacio de libertad para elegir su destino”.

La sinopsis de ‘Solteronas’ recoge algunas ideas a tener muy en cuenta. El aura de fracaso de las solteras. El estigma, en el mejor de los casos, de lástima. Se veía el matrimonio como el medio para subsistir. Los cuarenta años de dictadura dejaron también su huella. Unas ideas fijas de lo que era la feminidad y masculinidad. “La mujer ocupa un papel central en la construcción del régimen tras la guerra, pero con la función eminente de ser esposa y madre de la familia, sonando cualquier atisbo de libertad feminista a infame pasado republicano. A los otros, a los perdedores, a los vencidos”, cuenta Jiménez.

"Solteritos" o "solterón de oro'

Amparo Quiles, profesora de Filosofía y Letras de la UMA especializada en género e igualdad de oportunidades, asesora en este documental a Jiménez y Fernández Montaño. “¿Por qué los hombres solteros son los ‘solteritos’ o ‘solterón’ de oro y las mujeres son solteronas? Que si se ha quedado para vestir santos o si se le ha pasado el arroz. También la que malmete en el matrimonio de la hermana, la que hace de Celestina o la tía rica muy admirada y muy libre”.

Y hoy, a pesar de estereotipos rompedores como el de las actrices de la serie ‘Sexo en Nueva York’ (“muy modernas ellas, llenas de sororidad, solas, muy amigas, ideales, con una vida disfrutando de cruceros y gastando mucho en tiendas caras”), todavía se las sigue mirando con una cierta condescendencia, de manera solapada. “A las solteronas se las puede mirar como un poco raras y en las ciudades pequeñas o pueblos la situación es peor. Mientras el círculo sea más pequeño, más estigmatizada estará ella. También están más protegidas por la familia y se las considerará extrañas, incluso se las puede tachar de lesbianas, marisabidillas, insoportables o de mal carácter”.

La mujer se tiene que defender y bastante años hemos estado con la pata quebrada. ¡Ya está bien! Yo, como mujer, hasta la muerte con todas

Carmen Sanromán vive en uno de sus círculos pequeños: en Herrera, un pueblo de 6.500 habitantes del sur de la provincia de Sevilla. Tiene 63 años, es invidente, y trabajó en la ONCE entre 1992 y 2013. Ahora sí ha encontrado pareja. El mes que viene se casa. Ayer por la tarde andaba un par de kilómetros con su prometido por las calles del municipio.

“Claro que me han dicho solterona, es normal; pero yo a la gente no le he echado mucha cuenta. Yo he hecho lo que me ha parecido. Nunca me he achicado, ni acomplejado”, cuenta Carmen. “Yo estaba más amargado que el cubo de un pepino”, dice Francisco, de 67 años. “Ahora somos más felices”. ¿Y qué dice Carmen del feminismo? “La mujer se tiene que defender y bastante años hemos estado con la pata quebrada. ¡Ya está bien! Yo, como mujer, hasta la muerte con todas”.

Foto: Cartel de la 77ª edición de la Feria del Libro de Madrid | Paula Bonet

La literatura española está llena de solteronas, como las dos hermanas de clase media y sin recursos que chillaban como gatos (‘Miau’ (1888), de Benito Pérez Galdós), ‘Doña Rosita la soltera’, de Lorca (1935), “la mujer soltera que anhela que llegue el novio”, apunta Quiles, "o la visión que a mí al principio de dedicarme al estudio del feminismo me resultaba muy chocante como la mujer sola de ‘La Tía Tula’”.

placeholder 'Solas', de Carmen Alborch.
'Solas', de Carmen Alborch.

Emilia Pardo Bazán o Carmen de Burgos (Colombine) lucharon para cambiar ese imaginario peyorativo en un mundo en que las solteras eran mal vistas socialmente (muchas se hicieron maestras o modistas), pero que al menos no se morían de hambre. En Málaga existe hasta un término más despectivo todavía que el de solterona. Se trata del de 'poyetona', la mujer “soltera y madura” que se sienta en un poyete para esperar al pretendiente.

'Solas' de Carmen Alborch

Libros como ‘Solas’, de Carmen Alborch, fueron decisivos para reivindicar a la mujer moderna y realzar la imagen de las solteras. Jiménez Núñez pretende ofrecer en el documental una banda sonora íntegra de coplas, algunas sexistas que denigran este estado civil. También remarcar cómo la televisión, el cine, la publicidad y la literatura han mostrado a los solteronas. La prolongación de la edad de la juventud (ahora a los 40 años todavía a una mujer o un hombre se le puede considerar joven) también ha extendido el tiempo de la soltería.

Si se bucea más en la memoria hay que acordarse de las ‘Viajeras intrépidas y aventureras’, el libro de Cristina Morató, en el que aparece la figura de la soltera Mary Kingsley, que esperó a que se muriera toda su familia en Londres para irse a África a buscar especies, no a hombres. El ejemplo de Kingsley es el de muchas mujeres contemporáneas como Tecla o como María. Las tres tan distintas, en realidad tan cercanas. Mujeres que por elección viven tan estupendamente sin marido, ni hijos. Sí, porque hubo una época en la que si la mujer no se casaba o no era madre (mucho más ambas cosas) se convertía en una proscrita en esta sociedad. Esos tiempos ya pasaron.

La veinteañera María se escapaba por la ventana cada vez que su pretendiente llegaba a la casa de sus padres de Málaga. María quería a ese chico, pero tenía demasiada prisa por casarse. “Quizá si hubiera ido más lento…”.

Documental Mujeres influyentes Málaga
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