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Felipe González sigue lanzando avisos a Susana Díaz y le retira su apoyo incondicional
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POR LA DECISIÓN DE ENTREGAR LAS CABEZAS DE CHAVES Y GRIÑÁN

Felipe González sigue lanzando avisos a Susana Díaz y le retira su apoyo incondicional

Las palabras del veterano socialista afeando que se haya sacado rédito político con la retirada de Chaves y Griñán no pasaron desapercibidas y ponen broche a un rosario de roces

Foto: Fotografía de archivo del exsecretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba (i), el expresidente del Gobierno Felipe González (d) y la presidenta de la Junta Susana Díaz. (EFE)
Fotografía de archivo del exsecretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba (i), el expresidente del Gobierno Felipe González (d) y la presidenta de la Junta Susana Díaz. (EFE)

Es el único que, de momento, lo ha dicho tan claro. La decisión del PSOE de entregar las cabezas de Manuel Chaves y José Antonio Griñán para allanar la investidura de Susana Díaz en Andalucía sentó mal a muchos socialistas. Consideraron que era una rendición innecesaria. “Yo nunca habría aceptado como condición que Chaves y Griñán dimitieran”, aseguró Felipe González en una entrevista en Antena 3. Por primera vez se ponía el acento en la socialista andaluza, que tragó con esta condición de Podemos y Ciudadanos y aprovechó el paso atrás de su antecesor en el cargo para trabajar su investidura. Lo de Chaves fue añadido, arrastrado por la presión tras la retirada de Griñán, pero también ha sido hábilmente utilizado por los socialistas andaluces para acercarse a Ciudadanos y Podemos, que han admitido este anuncio del fin de las carreras políticas de los expresidentes como equivalente a la “dimisión inmediata” que exigían.

Las palabras de Felipe González no pasaron desapercibidas para nadie. Los socialistas aseguran que es el único que sigue diciendo y haciendo lo que le da la gana. Enmarcan sus valoraciones dentro de esa libertad que sólo las deidades pueden permitirse. Su afirmación constató dos cosas. La primera, que su apoyo incondicional a Susana Díaz hace tiempo que quedó atrás. La segunda, que en el PSOE hay mucho ruido interno pero muy pocos que se atrevan a dar un paso adelante y poner cara a lo que dicen en privado sobre Díaz y sus últimos pasos políticos.

Susana Díaz siempre ha confesado su rendida admiración hacia González. Él respondió sus primeras muestras de cariño con desdén. Cuando la andaluza saltó a la palestra para tomar las riendas del partido en Andalucía la despachó con un “no la conozco, soy demasiado mayor”. Ella se encargó de que la conociera. Y lo convenció. De esas declaraciones públicas, el veterano al que rinden más pleitesía en el partidopasó a proclamar a los cuatro vientos que la presidenta de la Junta era la que había “ilusionado” al PSOE.

Las muestras públicas de cariño se sucedieron. Las conversaciones entre ambos líderes se hicieron también cada vez más frecuentes. Díaz comenzó a lucir para las ocasiones especiales un bonito colgante de coral negro que le había hecho y regalado el primer presidente socialista de un Gobierno en España. Dicen que comenzó a visitarlo en la finca extremeña en la que González había buscado su retiro dorado. A él le atribuyen parte de su fulgurante carrera nacional cuando llegó a la presidencia de la Junta. Le abrió puertas, le facilitó contactos. Susana Díaz nunca ha ocultado que tenía el favor del expresidente. Mimaba esta relación y, según dicen muchos, le rendía la reverencia que el ego de los exdirigentes reclama cuando están en la segunda fila.

Cuando la presidenta de la Junta decidió adelantar las elecciones, atribuyeron a González una gran influencia en la que ha sido la jugada política de más riesgo de la carrera de Díaz. Pero la idílica relación de maestro-alumna se quebró hace ya un par de meses. Nadie en el PSOE, ni en el entorno de Díaz ni entre la vieja guardia del partido,sabe muy bien por qué. No ha sido un hecho puntual, sino un cúmulo de desencuentros, advierten. Pedro Sánchez buscó a González tras la última estocada de José Luis Rodríguez Zapatero y se fue arrimando al histórico dirigente, comiendo terreno a la mandamás andaluza.

Quienes conocen de cerca los entresijos del partido aseguran que las advertencias de González sobre las graves consecuencias para el PSOE de la rivalidad entre Díaz y Sánchez no gustaron a la presidenta andaluza. Quiso poner orden. El arrollador liderazgo de la presidenta de la Junta comenzó a ser cuestionado por varias voces del grupo parlamentario socialista en Madrid. Empezaron a oírse quejas sobre el peligro de que los andaluces estuvieran constantemente segándole la hierba bajo los pies al secretario general.

Según coinciden varios socialistas, González participó de ese planteamiento. Y se lo hizo llegar a Susana Díaz. Las tensiones exhibidas durante la campaña electoral de los comicios andaluces entre Díaz y Sánchez hicieron que el histórico socialista levantara la voz. El desencuentro en un mitin en Almería, en el que la andaluza no ocultó su profundo malestar y enfado después de que Sánchez le tendiera la mano con su “Tú a San Telmo, yo a la Moncloa”, encendieron las alarmas. González, como otros veteranos del partido, incluida la presidenta del PSOE y dirigente andaluza, Micaela Navarro, han tratado de jugar ese papel de arbitro entre ambos liderazgos. Todos acaban quemados.

En plena campaña electoral, González dio una entrevista en El País en la que marcaba el camino a Díaz y aseguraba que tenía información para afirmar que se quedaría cuatro o cinco años en Andalucía. No era ningún secreto. La propia Díaz llevaba repitiendo lo mismo por activa y por pasiva. Y, sin embargo, no le gustó nada leer esa indicación pública de González. Los periodistas que la acompañaban en su campaña electoral pudieron comprobar lo poco que les había satisfechoese titular a ella y a su equipo. Era raro porque precisamente si habían tratado de conseguir algo durante las semanas previas a la campaña era inocular la idea de que no convocaba las andaluzas para su propio rédito político, ganando tiempo para dar el salto a Madrid. La reflexión, “con información”, según dijo el propio González, llegaba apenas un par de días después del desencuentro con Sánchez en Almería, aunque la entrevista se había hecho antes de aquel mitin.

Después vinieron otras señales. Cuando se abrió el debate sobre si la victoria en Andalucía era un triunfo de Díaz o del PSOE, González vino de nuevo a poner los puntos sobre las íes a la andaluza, que había hecho una campaña absolutamente personalista con su nombre propio por encima de las siglas del partido. "Las elecciones las ha ganado Susana Díaz porque añade un plus al PSOE, pero ha ganado el PSOE", rebatió frente a quienes decían que era un triunfo de la dirigente andaluza frente a Sánchez.

Un mes después González definitivamente inclinó la balanza hacia el secretario general. Cerró filas con el líder del PSOE y se puso a su disposición. Sánchez se lo agradeció “de corazón” y se apuntó ese día una triple victoria, arrinconó sin palabra a Zapatero y logró un espaldarazo rotundo de González. Además, le doblaba el pulso a Susana Díaz. Ella, sólo un día después,no se dio por aludida. No consideraba que tras ese movimiento de González le estuvieran leyendo la cartilla. Volvió a asegurar que no se posicionaría a favor de Sánchez en unas primarias apelando a la teoría de la neutralidad. Ya entonces se le había escuchado decir que ella conocía “mejor el PSOE que Felipe”.

El aviso a Díaz se ha convertido directamente en castigo cuando públicamente el expresidente ha recriminado lo que muchos piensan, que se haya jugado políticamente con las dimisiones de Chaves y Griñán. Sobre todo el primero, de quien aseguran que ha recibido muchos mensajes de apoyo, aunque nadie había salido con esa rotundidad. Aseguran que Chaves no sabía de las palabras de González cuando dijo públicamente que lo de Ciudadanos y Podemos había sido “un chantaje”. Nadie quiere exhibiciones públicas de la ruptura interna que hay en el PSOE con los jóvenes, no sólo con Díaz, sinotambién con Sánchez.

En la vieja guardia aseguran que “pasan de todo” y que no han sabido valorar que son dos nombres propios muy importantes en la historia del partido. Chaves se sentó con Díaz el pasado jueves en la sede de los socialistas andaluces en la calle San Vicente. Fue él quien le pidió hablar. Le comunicó que se retiraba de la vida pública pero que quería controlar los tiempos. Aseguran que pensaba anunciarlo esta semana para distanciarse de la carta de Griñán, que directamente atribuía su marcha a la investidura y al caso ERE.

Fuentes del partido aseguran que al parecer, en ese encuentro, Díaz no lo presionó, todo lo contrario. Le dijo que no era necesario que dieran ningún paso porque ella ya tenía hecha su investidura. No se sabe con quién, su optimismo y su seguridad están volviendo locos a sus adversarios, pero desde la semana pasada es lo que transmite. Los acontecimientos se precipitaron. Finalmente, un día después, Chaves volvió a telefonear a Díaz para decirle que públicamente asumiría esa noche su retirada en una entrevista en la SER. Todos están dolidos con todos. Y posiblemente Felipe González sólo dijo lo que muchos no se han atrevido a afirmaren público.

Es el único que, de momento, lo ha dicho tan claro. La decisión del PSOE de entregar las cabezas de Manuel Chaves y José Antonio Griñán para allanar la investidura de Susana Díaz en Andalucía sentó mal a muchos socialistas. Consideraron que era una rendición innecesaria. “Yo nunca habría aceptado como condición que Chaves y Griñán dimitieran”, aseguró Felipe González en una entrevista en Antena 3. Por primera vez se ponía el acento en la socialista andaluza, que tragó con esta condición de Podemos y Ciudadanos y aprovechó el paso atrás de su antecesor en el cargo para trabajar su investidura. Lo de Chaves fue añadido, arrastrado por la presión tras la retirada de Griñán, pero también ha sido hábilmente utilizado por los socialistas andaluces para acercarse a Ciudadanos y Podemos, que han admitido este anuncio del fin de las carreras políticas de los expresidentes como equivalente a la “dimisión inmediata” que exigían.

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