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Manual de crisis para la nueva política: lo que Vox puede aprender de las caídas de Podemos y Cs
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Manual de crisis para la nueva política: lo que Vox puede aprender de las caídas de Podemos y Cs

El mal resultado de los de Abascal y la salida de Espinosa de los Monteros recuerdan a la decadencia de los dos partidos que surgieron tras el 15-M. El "caudillismo" y la falta de estructura territorial, entre los problemas comunes

Foto: Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, en el Congreso durante la moción de censura de Ramón Tamames. (EFE/Chema Moya)
Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, en el Congreso durante la moción de censura de Ramón Tamames. (EFE/Chema Moya)
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Podemos y Vox están cada uno en una esquina del tablero ideológico, pero no muchos caen en la cuenta de que son dos partidos que nacieron casi al mismo tiempo, con solo un mes de diferencia. Santiago Abascal fundó la formación ultra el 17 de diciembre de 2013 y Pablo Iglesias hizo lo propio con los morados el 17 de enero de 2014. A punto de cumplirse una década, Podemos ya alcanzó su pico y ahora, en el esqueleto de lo que fue, Sumar lo ha fagocitado. Vox entró en ebullición en las generales de 2019, dio su primer tropezón de importancia el pasado 23-J y está en plena crisis interna provocada por la salida de Iván Espinosa de los Monteros.

Hay quien se pregunta si, como ocurrió con Podemos (y también con Ciudadanos) este temblor supondrá el principio del fin de Vox. "Soy reacio a pensar que esto sea una especie de burbuja que se está comenzando a pinchar", explica Guillermo Fernández, doctor en Ciencia Política y profesor en la Complutense especializado en la situación de la extrema derecha en Europa, lo que le permite vaticinar que Vox "ha venido para quedarse". Igual que han hecho el resto de formaciones de su familia política en el resto de Europa.

Foto: Iván Espinosa de los Monteros, durante su despedida política. (EFE/Fernando Alvarado)

Con ese caldo de cultivo, este experto considera que los de Abascal se moverán en los próximos años entre el 10% y el 17% de los votos, que es la horquilla en la que se manejan los partidos de su mismo corte, aunque hay algunos, como el alemán AfD, que ahora están por encima después de vivir crisis que recuerdan, en parte, a lo que ahora atraviesa Vox. "Hubo purgas y gente que se fue", detalla el politólogo en referencia a lo que ha ocurrido con él, hasta ahora, portavoz parlamentario y fundador de Vox.

Esa marcha de una de las principales caras del partido ultra es precisamente lo que recuerda a lo que pasaron antes partidos como Podemos y Ciudadanos. Es muy similar el caso morado. Ese clan de profesores universitarios que, junto con Iglesias, parieron al partido que hoy dirige Ione Belarra se fue descolgando. Y algunos de ellos acabaron armando nuevas formaciones que han competido de forma más o menos exitosa con el partido matriz, como le ocurrió a Íñigo Errejón con Más Madrid. En Vox, lo más parecido es el intento infructuoso de Macarena Olona tras su marcha, hace ahora un año.

La falta de estructura territorial impide a los críticos refugiarse hasta esperar en minoría una nueva oportunidad, como ocurre en PSOE y PP

El "caudillismo", en palabras de Guillermo Fernández, hace mucho más complicado para este tipo de formaciones gestionar la "pluralidad interna". "En Vox, el que se va, lo hace sin capacidad de volver", señala Pablo Simón, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid. Y eso tiene que ver con la bisoñez de un partido que no tiene la estructura territorial suficiente como para dejar que los críticos se queden dentro de la formación de forma latente, esperando su oportunidad. "En el PSOE o en el PP, esperan su turno en minoría hasta que llegue una nueva ocasión", explica este politólogo, que otorga a populares y socialistas una ventaja extra: su veteranía. "Hay gente que es del PSOE o del PP igual que del Betis, manque pierda", bromea el profesor de Ciencia Política, que apela a esta conexión sentimental que solo puede conseguirse con el paso del tiempo.

Vox tiene además una peculiaridad y es que es el único partido de España que se organiza solo en demarcaciones provinciales y no tiene estructura autonómica. Esto es una buena noticia para Abascal, ya que así es más difícil que surja un contrapoder como el que siempre han tenido los barones en el PSOE —ahora de capa caída— mientras que Feijóo es, para Simón, "el presidente de una gestora de barones".

"Una forma de conocer la viabilidad de un partido es comprobar si sobrevive a su fundador", dice Simón antes de constatar que morados y naranjas han fracasado en ese intento. La diferencia es que Podemos está ahora integrado en Sumar dentro de un espacio "que existe y tiene trayectoria”, que es el que está a la izquierda del PSOE y ocuparon de forma sucesiva el PCE e IU hasta la llegada de los morados. "Ciudadanos lo tenía muy complicado, era un partido orientado a políticas concretas", añade el politólogo riojano en referencia a la regeneración democrática o el asunto catalán, temas que tienen ahora una relevancia muy distinta que cuando los naranjas lograron sus mayores cuotas de poder. El resultado es su práctica extinción después de que no se presentasen el 23-J.

La corriente europea

En este punto, Vox se parece más a Podemos y por ese motivo Simón cree que es "difícil" que el partido de Abascal siga los mismos pasos que Cs. "Existe una demanda electoral en toda Europa y, a pesar de las rupturas, ocupa un espacio similar al que hoy ocupa Sumar a la izquierda del PSOE", zanja Simón. Y esa condición lo acerca a convertirse en muleta del PP, como ha ocurrido en los gobiernos autonómicos de la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Extremadura y Castilla y León.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (Reuters/Vicent West)

"Aunque sus resultados queden por debajo de la cota actual, Vox podría acabar siendo necesario para formar un gobierno con el PP", aventura Guillermo Fernández, que no descarta un escenario con los de Abascal por debajo de la treintena de diputados, pero con varios ministerios en caso de que sumen con los populares en futuras elecciones. La relación del PP con los socios de su derecha es complicada porque, expone Pablo Simón, "el modelo de crecimiento de Vox es a costa del PP" a diferencia de otras formaciones radicales de derecha que tienen más fácil captar en viejos caladeros de la izquierda, sobre todo en el ámbito obrero.

Otra de las dudas que se asoman al futuro de Vox es cómo afectará la marcha de Iván Espinosa de los Monteros, que es la última salida de varios de los perfiles del ala considerada más neoliberal. "En cuestiones de integrismo religioso, yo veo poca diferencia entre Espinosa y Jorge Buxadé", apunta Guillermo Fernández, que cree que el "ultraconservadurismo" es común en toda la cúpula del partido y la salida del exportavoz no tiene por qué traducirse en una caída en votos.

"En el integrismo religioso veo poca diferencia entre Espinosa y Buxadé", defiende el politólogo Guillermo Fernández, de la Complutense

Simón, sin aludir a una consecuencia directa de la crisis interna, sí ve una posible marcha de votantes a la abstención en futuras elecciones, ya que, como ocurrió con la absorción de Ciudadanos, no todo el voto que abandonó a los naranjas acabó en el PP. "Lo que más daño hace a Vox en su electorado es lo que ocurre en su entorno mediático", teoriza el profesor de la Complutense, que pone el ejemplo de las críticas de Federico Jiménez Losantos a Rocío Monasterio cuando decidió no apoyar el presupuesto de la Comunidad de Madrid del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. "La corriente de Iván Espinosa de los Monteros era subalterna", asegura este experto, que cree que el empresario no estaba en el núcleo de la toma de decisiones del partido ultra.

Podemos y Vox están cada uno en una esquina del tablero ideológico, pero no muchos caen en la cuenta de que son dos partidos que nacieron casi al mismo tiempo, con solo un mes de diferencia. Santiago Abascal fundó la formación ultra el 17 de diciembre de 2013 y Pablo Iglesias hizo lo propio con los morados el 17 de enero de 2014. A punto de cumplirse una década, Podemos ya alcanzó su pico y ahora, en el esqueleto de lo que fue, Sumar lo ha fagocitado. Vox entró en ebullición en las generales de 2019, dio su primer tropezón de importancia el pasado 23-J y está en plena crisis interna provocada por la salida de Iván Espinosa de los Monteros.

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