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Vender misiles a ETA y otras cosas que hizo Paesa antes y después de 'muerto'
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Vender misiles a ETA y otras cosas que hizo Paesa antes y después de 'muerto'

Testimonios de quienes trataron, investigaron y persiguieron al 'espía' reconstruyen la figura de uno de los personajes más controvertidos de la historia reciente tras la noticia de su muerte definitiva

Foto: El exespía Francisco Paesa. (EFE/Paco Campos)
El exespía Francisco Paesa. (EFE/Paco Campos)

Paesa ha muerto. Cualquier lector con algo de edad y memoria recordará haber leído esto antes, pero Paesa ha muerto. Otra vez. Lo dice el Registro de la localidad francesa de Bois-Colombes, según el cual este ciudadano español falleció en mayo a los 87 años de edad. Murió a las afueras de París sin que nadie se enterase hasta que elDiario.es avanzó esta semana la noticia. Lo que sigue a continuación de estas líneas es un intento de aproximación a la figura de un personaje repleto de zonas grises. Lo componen retazos de recuerdos de quien le siguió el rastro y pide no ser identificado, superiores que recuerdan sus trabajos, detectives y periodistas que le investigaron. De una forma u otra, todos alguna vez se obsesionaron con la misma misión: atrapar a Paesa.

Hay una generación para quien Paesa no es siquiera una reminiscencia borrosa del pasado, pero se trata de un hombre que estuvo implicado en algunas de las intrigas más sensibles de la última etapa del siglo XX español. Entre las más conocidas, la operación antiterrorista de Sokoa de 1986. El Estado le vendió a ETA dos misiles con los que podría haber matado al Rey, y el encargado de entregar las armas fue Paesa. Otro episodio fue la fuga del director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, en 1994. El detalle relevante es que se marchó con más de 1.000 millones de los fondos de reservados que nadie sabe a ciencia cierta en manos de quién terminaron. A partir de esos dos acontecimientos, la mayoría de la biografía de Paesa es un misterio que se alimenta de rumores, sospechas, engaños y alguna evidencia.

Foto: Momento de la llegada de Luis Roldán a España tras su fuga.

No resulta sencillo determinar con exactitud a qué se dedicaba Paesa. No hay consenso entre los consultados para este reportaje. Espía, traficante de armas, estafador, agente de Interior, un bon vivant obsesionado con el dinero, o todas a la vez. Las vivencias en primera persona conviven con relatos de terceros, como el que dibuja a Paesa fiel a unos códigos en el funeral del padre de un amigo en España, donde sabía que estaban los policías que le buscaban como el capitán Ahab al cachalote blanco. Quien dice que estuvo presente aquel día cuenta que unos y otros se miraron fijamente y entendieron que no era el momento ni el lugar de proceder a un arresto. O la que dice que Paesa atesoraba unos documentos con los que podría haber sobornado a un juez, pero renunció a ellos para que el magistrado otorgase un permiso de salida de prisión para un hombre que tenía a su hija postrada en una cama de hospital.

"Francisco Paesa no era un espía, era un traficante de armas". Lo dice Paco Marco, el responsable de la conocida agencia de detectives Método 3. Conocida en gran parte porque cuenta en su hoja de servicios con haber encontrado dos veces a un muerto. Ese muerto era Paesa. Marco sostiene que este personaje hizo trabajos para servicios de inteligencia de varios países, y allí donde estuvo contó con protección oficial. Alude a una intensa actividad de Paesa en África bajo paraguas francés. "Pero no era un espía", insiste con rotundidad Marco en conversación telefónica con El Confidencial. El responsable de Método 3 trabajó de la mano o en compañía de periodistas y la primera vez que encontró a Paesa se remonta al año 2004, después de que El País anunciase su fallecimiento en una esquela.

Foto: Luis Roldán, en su faceta como director de la Guardia Civil. (Getty)

"Francisco Paesa. Falleció el 2 de julio de 1998 en Tailandia, donde fue incinerado", decía la nota. Es de justicia recordar que el propio periódico que la publicó no se lo terminó de creer. En la edición del día siguiente, el periodista José María Irujo firmó una información titulada "¡La supuesta muerte de Paesa coincide con una orden de captura de Suiza!". Se le buscaba por un presunto delito de blanqueo de capitales. Cuenta la información que el fiscal Anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo telefoneó al juez suizo que le investigaba para comunicarle el presunto deceso, y el magistrado helvético "acogió con escepticismo la noticia". Esta semana, el diario de Prisa se mostraba así de cauto al informar, otra vez, de la muerte de este personaje: "Un ayuntamiento francés certificó que el espía Francisco Paesa murió en mayo".

Marco y el periodista de investigación de El Mundo Antonio Rubio —hoy director del máster de Periodismo de El Confidencial— seguían en 2004 el rastro de una estafa internacional, la persona a la que buscaban se llamaba Francisco Pando. Era sobre todo una investigación documental en la que se mezclaban sociedades y cuentas bancarias a lo largo de diversos países. Les llamó la atención que en una de estas sociedades figuraba a modo de testaferro el nombre de una sobrina de Paesa. Esta pista los llevó hasta Luxemburgo. Allí dieron con el tal Francisco Pando, un ciudadano con pasaporte argentino, recuerda Marco. La sorpresa llegó cuando, al analizar las fotos del individuo, la cara les resultó familiar.

"El muerto está vivo"

Antonio Rubio confirmó que el presunto estafador internacional al que buscaban no era Pando sino Paesa, el hombre que ayudó a escapar a Roldán y luego le entregó a la Policía. Aquel escándalo marcó el ocaso de Felipe González al frente del Gobierno de España, y el hallazgo en Luxemburgo valió una foto en portada del diario El Mundo bajo el título "El muerto está vivo". "Antonio Rubio le reconoció y, además, detectó que fumaba el mismo tabaco de siempre", cuenta Francisco Marco, un dato que destacó esta semana El Periódico de España en su reconstrucción de la figura de Paesa.

Aquella investigación acreditó que la esquela publicada en El País había sido la enésima treta de Paesa para no dejarse atrapar. Recientemente, ha vuelto a participar junto a El Mundo en el hallazgo del que fuera vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira, en el investigado por haber cobrado más de siete millones del Fútbol Club Barcelona mientras ejercía como jefe de los colegiados.

La segunda vez que Método 3 se lanzó a la búsqueda de Paesa fue más de un año después, en este caso de la mano de Manuel Cerdán y la ya desaparecida revista Interviú. En este caso, el trabajo los condujo en 2005 hasta París. Colocaron una moto provista de una cámara en la calle donde sospechaban que vivía Paesa. "La batería había que cambiarla cada día", relata Marco. Finalmente, captó a un hombre que podía ser Paesa o cualquier otra persona. La imagen no tenía la calidad suficiente como para salir de dudas, así que el propio Cerdán se desplazó a Francia y la revista montó guardia en el lugar. Así hasta que apareció Paesa.

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Era una calle estrecha, no era fácil establecer una vigilancia sin ser detectado. De hecho, Paesa se percató rápido de la presencia de extraños e improvisó un regate: en lugar de acudir al portal de su casa, se fue al edificio de enfrente y llamó al timbre. Tuvo la mala suerte de que no le abrió nadie, y eso le dio tiempo a Cerdán a acercarse a él y llamarle por su nombre. "¿Paco?". Pero Paesa, un hombre que dedicó buena parte de su vida a esconderse de medio mundo, no se iba a dejar coger tan fácil y se hizo pasar por un ciudadano francés que no hablaba español. Fingió que no entendía lo que le decían. "Vamos, Paco, no me jodas", le cortó Cerdán. Eso desarmó al objetivo que inmediatamente pasó del francés al español para quejarse de una presunta persecución con amenazas de muerte.

Finalmente, accedió a una entrevista en la que negó haberse quedado con los millones de Roldán: "Eso es mentira. Yo le he devuelto todo el dinero a Roldán. En metálico y en maletas, y guardo los recibos, aunque él diga lo contrario. Yo no tengo la culpa de que, mientras él estaba en la cárcel, sus abogados e intermediarios no le hayan dicho nada de la entrega del dinero. Conservo los recibos y puedo demostrarlo". Roldán murió en 2022 a los 78 años. Vivía en un piso de protección oficial con una pensión de 600 euros. Cumplió 10 años de cárcel ininterrumpida por corrupción entre 1995 y 2005.

El que fuera director de la Guardia Civil entre 1986 y 1993 se fugó con un botín de dinero de los fondos reservados. Los periodistas Cerdán y Rubio, entonces juntos en El Mundo, lograron contactar con él gracias a Paesa y le citaron en un hotel de París para entrevistarlo. Paesa presuntamente jugó con dos barajas y las cartas marcadas. Hizo creer al Gobierno socialista que las autoridades de Laos habían detenido a Roldán y montó una falsa entrega voluntaria en el país asiático. Al mismo tiempo, le dijo a Roldán que había pactado con el Ejecutivo que solo sería juzgado por delitos menores si ponía fin a su escapada. Para ello había que desplazarse hasta Laos.

"El dinero se lo quedaría Paesa"

La Policía apresó a Roldán en una escena que a todos los implicados les pareció extraña. El oficial de Laos encargado de entregar al fugitivo era un tal capitán Khan. Se trataba en realidad de un individuo con rasgos asiáticos al que Paesa había encontrado en un suburbio de París y lo reclutó para construir su farsa. Esta ópera bufa y el hecho de que nunca apareciese el dinero de los fondos reservados terminaron de sepultar al primer Gobierno socialista de la democracia. Juan Alberto Belloch era el ministro del Interior cuando sucedieron los hechos. Ha declinado la oferta de participar en este reportaje porque alega que él nunca llegó a tratar de manera directa con Paesa. El pasado mes de junio concedió una entrevista a El Confidencial en la que dio su opinión sobre el personaje sin saber que llevaba varias semanas muerto.

"Paesa –—dice Belloch— es el personaje folclórico, que posiblemente se quedó con el dinero, porque Roldán no parece que muriera rico, pues no se puede pasar 20 años disimulando." El exdirector de la Guardia Civil dejó dicho que Belloch le pagó 1,8 millones a Paesa por entregarle. El exministro pone en contexto este dato: "Usamos a Cobo del Rosal a sugerencia de la Dirección de la Policía, ya que había ayudado a los servicios de Inteligencia. Él tenía que dar el dinero a Paesa". Manuel Cobo del Rosal era un abogado de reconocido prestigio que intervino en numerosos casos mediáticos de la época. Sobre el pacto al que llegase Paesa con Roldán, Belloch tiene su tesis: "Se encargó de engañarle para que volviera y de ofrecerle un dinero para rehacer su vida. A la vista de cómo vivió Roldán cuando salió de la cárcel, no lo recibió. Se lo quedaría Paesa".

placeholder Eduard Fernández es Paesa en 'El hombre de las mil caras'.
Eduard Fernández es Paesa en 'El hombre de las mil caras'.

Este episodio de la historia reciente de España se convirtió en película en 2016 de la mano del director sevillano Alberto Rodríguez. Se tituló El hombre de las mil caras en alusión a Paesa, interpretado por el actor Eduard Fernández. Su trabajo le valió una nominación al Goya. La cinta se basó en el libro escrito por Manuel Cerdán, que presenta una leve variación en el título: Paesa, el espía de las mil caras (Plaza y Janés). Cerdán dice espía. A lo largo de sus 474 folios se pueden leer párrafos como este: "Necesita dinero contante y sonante para sacar adelante el proyecto y opta por embaucar a otra mujer. Ya ha agotado la paciencia y los fondos de la señora Tulli y ha iniciado una nueva relación con otro personaje de la jet: con Ratna Sari Dewi Sukarno, la ex compañera del harén del dictador indonesio". El capítulo se llama "De aventurero a playboy".

"En la película aparece como que yo me cruzo con Paesa y él me saluda y tal". Quien habla ahora es el secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera. Considera "forzada" esa escena. "Es posible que yo me cruzara con él, pero Paesa era un personaje que no me gustaba demasiado", dice en declaraciones a este periódico. Vera entiende las cosas que hizo Paesa en el pasado, pero afirma que, cuando llegó al Ministerio del Interior, dejó de contar con sus servicios. "Es un mundo complicado —sigue Vera—, oscuro, de doble cara. No tenía buena relación. Sí la tenía con Sancristróbal. Cuando estalló el tema de Amedo y Domínguez, le tocó a Paesa el tema de las novias que tenían entonces".

Vera se refiere a Julián Sancristóbal, su antecesor en Interior. Tanto Vera como Sancristóbal fueron condenados por el terrorismo de Estado en relación con el secuestro en 1983 de Segundo Marey, un ciudadano que residía en Hendaya y al que confundieron con un dirigente de ETA. Al frente de ese operativo del GAL figuraban los policías José Amedo y Michel Domínguez, condenados por el caso Segundo Marey y otras acciones. Cerdán detalla en su libro qué pasó entre Paesa y la novia de Domínguez.

Foto: El exgeneral Rodríguez Galindo. (EFE)

Corría el año 1988 y la novia del policía miembro de los GAL le contó al entonces juez Baltasar Garzón que su pareja y José Amedo guardaron debajo de la cama de su habituación la bomba que usaron en una de sus acciones terroristas. Un día antes de ratificar esa información en la Audiencia Nacional, Paesa fue a verla bajo la identidad falsa de Alberto Soane para que cambiase su versión y mintiera. Se presentó como un enviado del Ministerio del Interior. La mujer se derrumbó ante el magistrado. No solo contó la verdad, sino que desveló la sospechosa visita. Garzón se propuso esclarecer quién era ese presunto enviado de Interior, y así fue como el juez estrella de la Audiencia Nacional se sumó a la larga lista de personas que quisieron atrapar a Paesa, sin éxito.

Vera sostiene que Paesa "solo tenía intereses en una dirección, que era la del dinero". "Yo nunca la he pagado", zanja. Niega también que fuera un espía: "Era un señorito que se manejaba en el mundo de la gente frívola y ahí conoció a policías. Paesa era uno que colaboraba y en algún momento se le utilizó. Alguien le dijo a Paco Álvarez (delegado de la lucha antiterrorista en el País Vasco y Navarra) que para el tema de armas Paesa podía servir. De hecho, antes de Sokoa ya intervino en una entrega de pistolas a ETA que salió mal porque se marcharon con ellas".

Coincidiendo con el estreno de la película en 2016, la revista Vanity Fair publicó la que sería la última entrevista formal de Paesa. El espía, traficante, agente de Interior o playboy posaba elegantemente vestido con unas gafas de sol y contestaba a las preguntas del periodista David López Canales, el mismo que esta semana dio la exclusiva de su muerte.

Los misiles eran de Al Kassar

David López Canales ha participado en un documental sobre la operación de Sokoa elaborado por Sonora. Permitió conocer un escondite de ETA con numerosa documentación de la banda. El plan consistió en vender unos misiles a la organización con un localizador de seguimiento facilitado por la CIA. Los misiles los consiguió Paesa, pero el documental deja abierta la duda en torno a quién se los facilitó. "Los misiles no los compra Paesa diga lo que diga, a Paesa se le dice a quién se los tiene que comprar", aclara Vera a este periódico. Según los recuerdos del alto mando de Interior, los proveedores fueron "unos hermanos informadores en el tema del islamismo, los hermanos Al Kassar". "Pero no estoy seguro cien por cien", advierte Vera.

Monzer Al Kassar era un traficante de armas sirio afincado en Marbella que actualmente cumple condena en Estados Unidos por vender material a las FARC en Colombia. Su abogado en España era Manuel Cobo del Rosal y, tiempo después, se supo que uno de sus contactos más directos era el polémico José Villarejo. Paesa se lleva muchos secretos a la tumba, entre ellos algunos detalles de esta operación. "El año pasado, en septiembre, le visité en Bois-Colombes, donde ha muerto", cuenta López Canales a El Confidencial. Narra su impresión del Paesa más "crepuscular".

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Lo define como "un personaje fascinante" que nunca hablaba más de la cuenta, incluso cuando cogía confianza. "Se paraba como si temiese revelar algún secreto, me parece que vivía ya entre la realidad y la ficción, y muchas de las cosas que contaba eran mentira, pero incluso ahí había algo de verdad detrás". A juicio del periodista, la película de Alberto Rodríguez mostró a un Paesa demasiado afrancesado, era "más madrileño, más castizo". López Canales dice que no desconfió esta vez de la muerte de Paesa, la definitiva. "Le llamé a sus teléfonos, todos desconectados, y lo comprobé a través de un par de fuentes. En septiembre le vi muy mayor. Creo que ha muerto de viejo".

López Canales comenta que, a su juicio, Paesa se olvidó de España: "De él se ha hablado mucho y siempre de las mismas cosas, pero creo que eso es una visión muy limitada. Esos casos españoles creo que son la punta del iceberg, y solo referidos a España. Lo que para mí hace muy interesante a Paesa es eso, que del resto, que creo que es además lo mayoritario, no sabemos en realidad nada". En su último encuentro, Paesa vestía un traje gris con raya diplomática bajo una gabardina de cuero y un chaleco de plumas. Ya estaba muy delgado. El periodista le preguntó por su sensación cuando supo de la muerte de Roldán: "Lo que le apenaba es que sabía que ya era el último que quedaba de su vida. Que no quedaba nadie más". López Canales aprovechó para preguntarle si creía en Dios. "Por supuesto, creo en mí mismo", replicó Paesa, que murió en su casa, sin que nadie se enterase.

Paesa ha muerto. Cualquier lector con algo de edad y memoria recordará haber leído esto antes, pero Paesa ha muerto. Otra vez. Lo dice el Registro de la localidad francesa de Bois-Colombes, según el cual este ciudadano español falleció en mayo a los 87 años de edad. Murió a las afueras de París sin que nadie se enterase hasta que elDiario.es avanzó esta semana la noticia. Lo que sigue a continuación de estas líneas es un intento de aproximación a la figura de un personaje repleto de zonas grises. Lo componen retazos de recuerdos de quien le siguió el rastro y pide no ser identificado, superiores que recuerdan sus trabajos, detectives y periodistas que le investigaron. De una forma u otra, todos alguna vez se obsesionaron con la misma misión: atrapar a Paesa.

Francisco Paesa
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