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Entre el salitre y el cloro: la España a remojo en las primeras elecciones en verano del país
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Entre el salitre y el cloro: la España a remojo en las primeras elecciones en verano del país

Papeletas, sombrillas y tortilla de patata. La mañana del 23J, los españoles hicieron todo lo posible por ejercer su derecho sin renunciar a lo que más les gusta: darse un chapuzón veraniego

Foto: Juan Manuel plantando su sombrilla en la arena. (P.D.A.)
Juan Manuel plantando su sombrilla en la arena. (P.D.A.)

Falta poco más de un cuarto de hora para que abran los colegios electorales y en la playa de La Milagrosa, en el barrio malagueño de El Palo, unas pocas personas se acomodan en la arena. No son muchos, pero representan la avanzadilla del gran desembarco que se espera a mediodía. Una toma escalonada, donde cada sombrilla marca el terreno conquistado. En la que las carpas se adosan unas a otras como urbanizaciones de tela con esqueletos extensibles. Y que desprende una mezcla de olores y sabores que inevitablemente devuelven a la infancia. Tortilla de patatas, pipirrana de pulpo, filetes empanados y gazpacho. Es la España a remojo ante las primeras elecciones generales en verano. Niños embadurnados en crema, partida de dominó a la sombra y nevera de plástico azul y blanca a rebosar de hielo. Política con regusto a salitre y cloro.

María Lourdes repasa la pantalla de su móvil sentada en una silla a pocos metros de la orilla. Vecina de Antequera, todos los domingos se desplaza a la capital para pasar el día de playa. "Por eso voté por correo, para despreocuparme". Mientras a su alrededor comienzan a instalarse otras personas, explica que no tuvo "ningún problema" durante este proceso de votación y cuenta que también recurrió a este método porque tenía claro a quién iba a votar: "El PSOE".

Foto: Resultados de  las elecciones generales en España 2023 | EC Diseño

Es el mismo partido al que tenía pensado dar su apoyo Salvador, un vecino de la zona que ha bajado temprano a la playa para caminar por la arena. "Tengo problemas en la espalda y me lo ha recomendado el médico", apunta tras salir amablemente del agua. Todavía no ha ido a votar, "pero lo haré en cuanto acabe". "Estoy 20 minutos, voy a casa, me ducho, cojo el DNI y a votar". "Hasta el último momento pensé en coger la papeleta del PP, pero no me han gustado los pactos con la ultraderecha", detalla, antes de explicar que su colegio electoral está en un edificio múltiple "donde está el conservatorio".

placeholder Vecinos de El Palo, listos para pasar el domingo. (P.D.A.)
Vecinos de El Palo, listos para pasar el domingo. (P.D.A.)

"A ese sitio le llamaban El Matadero", había desvelado minutos antes Juan Manuel, un frutero del mercado de la zona que pacientemente va colocando sillas y sombrillas para toda la familia. "Mi suegra vive en la calle de atrás y aquí se reúnen sus tres hijas, los yernos y siete nietos". Reconoce que aún no ha ido a votar, pero avisa que acudirá a mediodía. Pensó en ir a primera hora, aunque le echó para atrás la advertencia de una clienta que le avisó de que podían obligarle a formar parte de la mesa electoral si se producía alguna ausencia. "Me tendrían que matar para que me quedase", advierte, porque "al final nos quedan estos domingos". "Hace una semana, el día de la Virgen del Carmen, murió un amigo con 58 años. Lo enterramos el lunes. Así que hay que vivir".

El hombre, que recorre la playa porteando bolsas, se apremia antes de la llegada de los autobuses que proceden de pueblos de Granada, Córdoba y el interior de la provincia y que descargan a cientos de domingueros. "Aquí cabemos todos", afirma, pero por si acaso, trata de dejarlo todo montado. "Los sábados baja más gente. Muchos padres que el lunes tienen que trabajar prefieren bajar ese día y así pueden descansar el domingo".

placeholder Manuel Prada junto a su sombrilla. (P.D.A.)
Manuel Prada junto a su sombrilla. (P.D.A.)

Una teoría que parecen versionar los jóvenes que, tras una madrugada de marcha, tratan de dormir arropados por la sombra de los oasis de césped y palmeras. Incluso hay alguno que se tapa con una toalla a modo de manta. Porque a pesar de que la climatología ha dado un respiro, y el termómetro se aleja de los 40 grados de los últimos días, la noche junto al mar es fría.

En el rebalaje, aunque la gente tiene más o menos claro a quién va a votar, el desencanto con la clase política es mayoritario. "Todos prometen mucho, pero a la hora de la verdad…", señala Salvador, mientras que Juan Manuel incide en la necesidad de atajar el paro juvenil. "Hay que echarles una mano, motivarlos, porque tener a los jóvenes sin curro es un peligro", comenta, para rematar: "Yo empecé a trabajar con 14 años, y hasta hace no mucho libraba un día a la semana. Soy autónomo y le dedico al puesto 12 ó 13 horas al día".

Este desencanto también lo percibe Manuel Prada, quien opina que la solución la tiene Vox. Ha llegado pronto para "poder aparcar y coger sitio junto a la orilla". Le acompaña su hijo, a quien le pide que guarde en el móvil la dirección de El Confidencial. A sus 49 años señala que "muchos partidos no me convencen" y siente que "España se va al carajo". "La izquierda, el comunismo, no ha traído nada nuevo", añade, antes de resumir que la legislatura que se acaba ha estado marcada por "normas que eran chorradas".

placeholder Colegio San Estanislao. (P.D.A.)
Colegio San Estanislao. (P.D.A.)

Esta zona es especialmente llamativa electoralmente. Cuenta con dos calles, de unos pocos de cientos de metros, que son las únicas del distrito Este en las que el PSOE se impuso en las pasadas elecciones municipales. Una pequeña franja roja en el litoral que resiste ante el tsunami azul que representan barrios como La Malagueta, El Limonar, Pedregalejo, Cerrado de Calderón, Miraflores o El Palo. La actividad de los colegios electorales de estos puntos claves para el PP era frenética desde bien temprano. En el colegio San Estanislao de Kostka las colas eran amplias pasadas las diez de la mañana; al igual que en el Valle Inclán, adonde acudían muchos votantes tras disfrutar de unos churros con chocolate en la cafetería de enfrente. Un flujo que ha impulsado la participación durante la mañana haciendo que crezca casi ocho puntos con respecto a 2019 y situándose en el 40,1% a las dos de la tarde.

Santiago y Elvira se ajustaban los sombreros tras salir de votar en el colegio La Asunción. "Hemos venido tempranito, por evitar el calor e irnos a la playa", comentan. A pesar que desde el exterior se observaba aglomeración, afirman que han tardado "un par de minutos" en votar. Votación que ambos tenían "clarísima". "Indecisión ninguna".

Foto: Una panorámica de la ciudad de Málaga. (EFE/Jorge Zapata)

Cerca de allí, en la entrada del Centro Social de Mayores de Pedregalejo, en unos bancos que resguardan del sol que empieza a caer a plomo, un grupo de ancianas esperan a la fresca la llegada de un vehículo. El turismo, de color blanco, llega segundo después. Un chófer se baja apresurado. Abre el maletero y comienza a sacar andadores. Del interior del coche, de forma pausada, comienzan a bajar personas mayores. Son algunos de los residentes de las numerosos asilos privados que hay por la zona. Las mujeres que esperaban se suben y el conductor da un nuevo viaje. Por las aceras, mientras tanto, varias parejas y grupitos de jóvenes caminan con las toallas al hombro.

Madrid también quiere bañarse

En la capital tampoco han querido perdonar un chapuzón. Como buenos domingueros, los madrileños han abarrotado las piscinas municipales de la ciudad. No es la playa: no hay arena, ni agua de mar, ni chiringuitos, pero es lo suficientemente práctica para desconectar del ruido del asfalto.

Además, hoy es el cumpleaños de Isabel García. Cumple 64 años, se proteje del sol bajo y sombrero y ya ha ido a votar. "¡La primera! Sí, había cola, sí…", señala a este periódico. No se esperaba tantas personas a las nueve plantadas, como un reloj, en la puerta del colegio electoral "Llevábamos todos bastón", comenta entre risas haciendo referencia a la avanzada edad de los votantes. Tiene su lógica: quienes llegan a las urnas los primeros, pueden ir después a darse un baño. Tal y como ha hecho la cumpleañera.

placeholder Madrileños en la piscina de Casa de Campo. (A.F.)
Madrileños en la piscina de Casa de Campo. (A.F.)

Chanclas, toallas y una nevera con bebida fría. Así están pasando los madrileños la mañana electoral en la piscina municipal de Casa de Campo. Hay de todo: jóvenes, familias, adultos. Y a algún que otro extranjero al que le gustaría poder ir a las urnas. "Yo soy brasileño", comenta un padre de mediana edad mientras parte un melocotón para su hijo, "espero tener la nacionalidad pronto para votar en las próximas". Mientras tanto, pasará el domingo a remojo junto con las otras 2.000 personas que han comprado entrada. Oficialmente, el aforo es de 4.000, pero desde el covid –y las obras de los baños de arriba– han limitado el cupo.

El gran temor de estos comicios era que los ciudadanos renunciasen a su derecho al voto para disfrutar de las vacaciones. Pero se pueden hacer las dos cosas. Bien lo saben Lucía, Maribel y Mari Carmen, que han llegado a la piscina a primera hora. Tienen entre 75 y 77 años y llevan yendo a Casa de Campo "toda la vida", aunque ahora dicen que está mas descuidada que antaño. Van estupendístimas, alguna incluso se ha colocado maquillaje esta mañana. Bañador, pamela, y cascos en los oidos para escuchar la radio. Pidieron el voto por el correo y entregaron su papeleta la semana pasada. ¿La razón? Los domingos en esa piscina municipal con las amigas, son sagrados. Podrían haber elegido votar por la tarde: "No no, después una cervecita en las terrazas de Lago". No se hable más.

placeholder Los sobres electorales de Teresa, protegidos con una bolsa de plástico para que no se mojen. (A.F.)
Los sobres electorales de Teresa, protegidos con una bolsa de plástico para que no se mojen. (A.F.)

- Esta es que ha ido a votar al Pedrito... - dice entre risas Maribel a su amiga Teresa, la cumpleañera que fue presencialmente al colegio. Ella se aleja, también riéndose. Al segundo, Maribel confiesa: "Yo es que quiero un cambio, sí, sí".

Lo cierto es que está repleta de gente. Césped artificial, alguna zona un tanto descuidada —más que hierba. hay rastrojos—, tumbonas, juegos de cartas y libros. Es mejor asegurarse las entradas dos días antes para evitar quedarse sin ellas. Según avanzan los minutos, cada vez más personas se acumulan en la puerta para enseñar su código QR de acceso. Dos trabajadoras de la piscina explican que esperaban este aforo, "como todos los fines de semana". ¿Cómo lo harán ellas para votar? "Una compañera pidió las cuatro horas a las que tiene derecho par ir por la mañana, pero como nosotras tenemos turno partido, iremos tranquilamente por la tarde", explica.

placeholder Pablo y Lucía deseando estar en Cádiz. (A.F.)
Pablo y Lucía deseando estar en Cádiz. (A.F.)

Alba, de 27 años, también ha ido pronto a su colegio electoral en Cuatro Caminos para poder aprovechar el día en el agua, pero apenas ha tenido que esperar 5 minutos para entregar su papeleta. Teresa, en cambio, tiene un plan. Ha venido con su marido a pasar la mañana a la piscina, pero sabe que a medio día es cuando menos gente se acumula en los colegios. Por ello se ha traido los sobres envueltos en una bolsa de plástico. "Las tengo aquí a buen recaudo. Ya he dejado la comida preparada. A si que cuando salgamos a las tres, paramos un segundo en el colegio, votamos, y a comer", explica. Confiesa a este periódico que siente que los jóvenes no se involucran tanto en política como en su época. Tiene 72 años: "Tengo hijos y nietos y bueno, yo creo que nos ha costado mucho poder votar", dice mientras guarda la bolsa con los sobres en su mochilita del Decathlon.

Hay también quienes votaron por correo a la fuerza, muy a su pesar. No por desconfianza en el sistema, ni mucho menos; sino porque Pablo es de Cádiz. Ha venido con su amiga Lucía a la piscina porque es domingo y no trabaja. Pero meter la papeleta en su colegio electoral presencialmente significaría que está pasando julio en la playa, no en Madrid. Otro año será.

La mañana electoral de la España a remojo coincide con un altercado en un tren de Renfe Valencia-Madrid. Había quienes habían dedicico volver en Ave a la capital porque dudaban de Correos. "Ay, nosotras no tuvimos ningún problema", señala Lucía, una de las electoras piscineras. El porcentaje de personas que han votado por esta vía supera el 94%, la cifra más alta registrada en unas elecciones generales.

Falta poco más de un cuarto de hora para que abran los colegios electorales y en la playa de La Milagrosa, en el barrio malagueño de El Palo, unas pocas personas se acomodan en la arena. No son muchos, pero representan la avanzadilla del gran desembarco que se espera a mediodía. Una toma escalonada, donde cada sombrilla marca el terreno conquistado. En la que las carpas se adosan unas a otras como urbanizaciones de tela con esqueletos extensibles. Y que desprende una mezcla de olores y sabores que inevitablemente devuelven a la infancia. Tortilla de patatas, pipirrana de pulpo, filetes empanados y gazpacho. Es la España a remojo ante las primeras elecciones generales en verano. Niños embadurnados en crema, partida de dominó a la sombra y nevera de plástico azul y blanca a rebosar de hielo. Política con regusto a salitre y cloro.

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