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Las difíciles transiciones en el PSOE o cómo el líder se agarra al sillón de Ferraz
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Sánchez expresa su deseo de continuar

Las difíciles transiciones en el PSOE o cómo el líder se agarra al sillón de Ferraz

Sánchez anticipa que se quedará al frente del PSOE aunque pierda el 23-J. Tiene aún dos años de mandato orgánico. González tardó un año en irse. Rubalcaba quiso sin éxito heredar el liderazgo al ser nombrado sucesor de Zapatero

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el mitin de Dos Hermanas. (EFE/Julio Muñoz)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el mitin de Dos Hermanas. (EFE/Julio Muñoz)

Felipe González tardó un año en dejar la secretaría general del PSOE desde su derrota frente a José María Aznar en las elecciones generales de 1996, y se quedó durante ese periodo como líder de la oposición en el Congreso. Alfredo Pérez Rubalcaba tardó ocho meses en hacerse con el poder orgánico desde que fue designado candidato a los comicios de noviembre de 2011 por José Luis Rodríguez Zapatero, que le negó las riendas en primera instancia. En caso de derrota el 23-J, Pedro Sánchez todavía tendría dos años de mandato por delante, si quisiera, para pilotar una transición desde la cúpula del partido y diseñar el postsanchismo. No sería raro que el líder socialista y presidente del Gobierno se agarrase al sillón de Ferraz, algo que ha ocurrido de forma habitual en los cambios de guardia dentro del partido y que tiene su eco en los territorios. "No estoy dispuesto a que este viaje termine el 23-J", dijo Sánchez el domingo en Dos Hermanas, en un mensaje que encaja perfectamente en esta tesis.

El PSOE andaluz es un buen paradigma que demuestra lo difíciles que son las transiciones en el partido del puño y la rosa. Hasta el punto de que es capaz de romper amistades, como les pasó a Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Era conocido que los dos expresidentes de la Junta solían acudir junto a sus esposas al cine los domingos, pero esas tardes cinéfilas acabaron cuando la relación entre ambos se enfrió. Y lo hizo porque el exconsejero de Hacienda quiso hacerse con el poder orgánico cuando su antecesor lo eligió como sucesor. Y Chaves no estaba por la labor de hacerlo. O al menos no tan rápido como lo habría querido Griñán.

Foto: Pedro Sánchez saluda a los asistentes al mitin de Dos Hermanas. (EFE / Julio Muñoz)

Eso provocó una bicefalia dentro del PSOE andaluz que no fue fácil de gestionar. Griñán, hoy pendiente de entrar en la cárcel por la condena en el caso de los ERE, tardó 11 meses en convertirse en secretario general del PSOE andaluz desde que tomó posesión del cargo de presidente de la Junta. El propio Griñán reconoció que aquella duplicidad, con Chaves como líder orgánico de la mayor federación del partido y él como jefe del Ejecutivo autonómico, era un “problema”. "Lo que hay que hacer es que lo normal se convierta en normal en la legalidad misma del partido", dijo en enero de 2010, un par de meses antes de convertirse en secretario general de los socialistas andaluces en un congreso extraordinario.

La sucesora de Griñán en la Junta no dejó pasar tanto tiempo y solo tardó dos meses en hacerse con el liderazgo del partido tras llegar a San Telmo. Pero Susana Díaz sí se resistió a dejar el liderazgo del partido tras perder la Junta de Andalucía en diciembre de 2018. La trianera controló el partido ya muy debilitada después de haber comandado la revuelta de los barones que defenestró a Pedro Sánchez y perder las primarias frente al actual presidente del Gobierno. En el tiempo que estuvo al frente del PSOE andaluz desde su derrota hasta las primarias que acabaron con su liderazgo, planteó varias batallas al jefe del partido, algunas muy llamativas, como el diseño de las listas de las generales de 2019. Fue otra derrota orgánica, ya que Ferraz acabó imponiendo su criterio.

placeholder Susana Díaz, entre los cuatro expresidentes socialistas de la Junta de Andalucía. (EFE)
Susana Díaz, entre los cuatro expresidentes socialistas de la Junta de Andalucía. (EFE)

De cara al 23-J, Sánchez ha hecho lo mismo, aunque sin conflicto con Andalucía, puesto que el líder del partido en la comunidad huye de cualquier choque con su jefe de filas. No ocurre igual, por ejemplo, en Aragón, donde las imposiciones de Ferraz y la Moncloa han provocado cierto resquemor entre los afines a Lambán. Es lógico, en cualquier caso, que Sánchez quiera tener un grupo parlamentario afín en el Congreso. Y esto adquiere relevancia en caso de derrota socialista, ya que la gestión de la transición es más sencilla si el grupo parlamentario es afín al líder. Sánchez vivió en sus carnes el problema de contar con un grupo parlamentario más afín a sus barones que a él mismo en aquella investidura de Mariano Rajoy en la que el PSOE se abstuvo, con la excepción de los fieles al ahora presidente del Gobierno.

La elaboración de las listas del PSOE al 23-J tiene lectura también en esta hipotética transición. Las candidaturas están plagadas de los ministros del gabinete de Sánchez y su equipo más cercano, junto con los rebotados de la derrota de las municipales y autonómicas del 28-M. El líder socialista se asegura así el control del partido si los cuadros socialistas tienen que dejar los puestos institucionales si el PP logra gobernar y es Alberto Núñez Feijóo quien se queda en la Moncloa. Esto hay que entenderlo como una forma de garantizar que los mandos de la transición estarán en manos de Sánchez.

Ya hay voces dentro del partido que esgrimen la necesidad de ir hacia un modelo menos cesarista y con más contrapesos territoriales

Hay que recordar que el último congreso del PSOE fue en 2021, en Valencia, por lo que el mandato orgánico se puede extender hasta 2025. No obstante, cargos socialistas admiten que el partido debe afrontar un “cambio de modelo”, una suerte de catarsis, si el político madrileño pierde. Los cambios orgánicos en los territorios después de la caída de barones como Guillermo Fernández Vara, Javier Lambán y Ximo Puig están en el congelador hasta después del 23-J. Pero ya hay quien habla de la necesidad de huir de un modelo tan cesarista dentro del PSOE.

Sánchez, al llegar por segunda vez a Ferraz, tras derrotar en las primarias a Susana Díaz, se garantizó un poder casi absoluto. El leitmotiv de su vuelta al poder orgánico se basó en la idea de que el poder debía estar en manos de la militancia, que lo aupó al liderazgo con el aparato en contra. Por eso, el secretario general socialista restó poderes al Comité Federal, el máximo órgano entre congresos. Hay que recordar que fue la dimisión masiva de dirigentes contrarios a Sánchez lo que desembocó en el golpe de los barones que tumbó al madrileño el 1 de octubre de 2016. Esta posibilidad se aleja ahora, con una cúpula diseñada por Sánchez a su imagen y semejanza, pero dentro del partido ya admiten la posibilidad de virar hacia un modelo con más contrapesos.

Felipe González tardó un año en dejar la secretaría general del PSOE desde su derrota frente a José María Aznar en las elecciones generales de 1996, y se quedó durante ese periodo como líder de la oposición en el Congreso. Alfredo Pérez Rubalcaba tardó ocho meses en hacerse con el poder orgánico desde que fue designado candidato a los comicios de noviembre de 2011 por José Luis Rodríguez Zapatero, que le negó las riendas en primera instancia. En caso de derrota el 23-J, Pedro Sánchez todavía tendría dos años de mandato por delante, si quisiera, para pilotar una transición desde la cúpula del partido y diseñar el postsanchismo. No sería raro que el líder socialista y presidente del Gobierno se agarrase al sillón de Ferraz, algo que ha ocurrido de forma habitual en los cambios de guardia dentro del partido y que tiene su eco en los territorios. "No estoy dispuesto a que este viaje termine el 23-J", dijo Sánchez el domingo en Dos Hermanas, en un mensaje que encaja perfectamente en esta tesis.

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