Encerronas, acoso y luces rojas: el Miguel Ángel Revilla que usted no conoce
Cómo Revilla le comió la tostada al bipartidismo con trucos de pueblerino astuto, se convirtió en personaje mediático y montó un relato de hombre campechano del pueblo con verdades asilvestradas y agujeros cósmicos
Lugares imprescindibles para visitar en Cantabria durante unas vacaciones de ensueño: los Picos de Europa, el Centro Botín, Miguel Ángel Revilla…
Son las 10 de la mañana del jueves 20 de abril de 2023. Unos 40 jubilados navarros entran en el patio del Gobierno de Cantabria: quieren ver a Miguel Ángel Revilla. En principio, no basta con querer fotografiarse con, digamos, Barack Obama en la Casa Blanca para conseguirlo, pero el revillismo va por libre…
De pronto, Revilla sale por la puerta del edificio y recibe pletórico a los turistas:
—¿Os han dado bien de comer en mi tierra?
—¡Siiiiiiii!— responde la multitud navarrica al unísono.
"¡A ver si vuelves pronto a El Hormiguero!", reclama una excursionista a la que, por lo visto, le parece poco que Revilla haya ido ¡31 veces! al programa de Pablo Motos.
Tras charlar unos minutos con los turistas, Revilla organiza el dispositivo visual: "Hacemos la foto de familia y luego las individuales". Los turistas navarros van pasando para fotografiarse con una de las grandes atracciones turísticas cántabras que, a sus 80 años, aspira a un quinto mandato presidencial el 28-M con el Partido Regionalista de Cantabria (PRC).
"¡Vienen de un pueblo de Bildu a hacerse fotos conmigo, que soy más español que el Cid Campeador! ¿Quién más consigue eso?"
Revilla está orgulloso de la procedencia de los turistas que han venido hoy a verle. Son de Leitza, pueblo navarro de 2.900 habitantes en el que EH Bildu sacó el 82% de los votos en las últimas municipales. Esto no solo demuestra que hasta en Bildu ven El Hormiguero; también que la campechanía de Revilla no tiene límites fuera de Cantabria: "¡Vienen de un pueblo de Bildu a hacerse fotos conmigo, que soy sargento en la reserva y más español que el Cid Campeador! ¿Quién más consigue eso?", cuenta luego un ufano Revilla junto a su despacho.
En efecto, a ojos de los jubilados navarros, Miguel Ángel Revilla es Mick Jagger, algo chocante en un país en el que los políticos no son precisamente los profesionales más admirados.
PREGUNTA. ¿Ocurre esto a menudo?
RESPUESTA. Constantemente. Los fines de semana del verano me dedico a recibir turistas. Cientos y cientos. Autobuses y más autobuses. Vienen a verme y, de paso, visitan las cuevas [de Altamira].
P ¿Qué ven en usted?
R. Que no les cuento milongas. No me oculto. Soy exactamente lo que parezco.
Vale, pero ¿lo es realmente? ¿Es Revilla quien aparenta ser? ¿Seguro?
El niño zorro
"Revilla es experto en captar la atención de los medios y el público, algo cada vez más difícil por exceso de ruido y competencia. Gestionar nunca ha sido su mayor interés, eso lo hacen los consejeros, él está para desplegar el relato, es un mago generando expectativas, contando historias y poniendo el marco a las cosas, algo fundamental en política", cuenta una fuente de los pasillos cántabros del poder.
Nadie duda de que el presidente cántabro es un gran narrador, aunque su entorno admite que tiende a adornar las historietas en beneficio del espectáculo.
El Macondo de Revilla es Polaciones, en el valle más alto de Cantabria, donde vivió una infancia asilvestrada y bucólica, según contó en varios libros: 1) A los siete años, cuidando las ovejas de todo el pueblo, una manada de lobos devoró "100 ovejas en 10 minutos". Quedó consternado. 2) El niño Revilla pescaba truchas con sus propias manos y comía zorros. 3) No se bajó de las albarcas (zuecos de madera) hasta los 12 años.
En 1953, a los 10 años, visitó la ciudad por primera vez: fue a Santander a ver a Francisco Franco entre multitudes. No vio nada. "Mi padre era falangista, muy del régimen, para él Franco era Dios", contó a Victoria Drake en su biografía, donde también se explayó sobre su convulsa etapa escolar. Porque el segundo impacto urbano de Revilla no fue mejor que el primero: a los 12 años, le metieron en un colegio de curas (los Salesianos) en Santander. No lo pasó bien.
Según sus recuerdos escolares, un cura le pegó un día un puñetazo a su hermano y le "reventó" el ojo. El padre falangista de Revilla se presentó en el cole blandiendo un arma para pedir explicaciones…
Pedagogía de mano de hierro.
Varias décadas después, y siendo ya presidente de Cantabria, Revilla rechazó participar en el centenario de los Salesianos. Ni perdón, ni olvido. Al octogenario Revilla se le sigue torciendo el morro hablando de esto.
P. ¿Qué le pasó a usted en los curas?
R. Me machacaron, porque hablaba con la u, me hicieron un bullying brutal, los curas y los alumnos.
P. Se reían de usted por pueblerino…
R. Sí, me traumatizaron y aprobé por los pelos. Cuando fui a estudiar a Bilbao, una ciudad cosmopolita y abierta, saqué unas notas de cojones: no tenía a un tipo pegándome con la regla. La educación de los curas en los cincuenta era terrible.
P. Cuando entró en política, ¿el establishment santanderino le recibió con recelo por alardear de venir del pueblo?
R. ¡Lo siguen haciendo! El otro día, en un mitin de Vox, gritaban: "¡Revilla, mamarracho!". La derecha cántabra me ve como el tipo que lleva albarcas, que canta y que da una imagen cutre de Cantabria en El Hormiguero. Se olvidan que también soy profesor universitario de Economía. Pero yo no quiero jugar a eso. Yo crecí en el pueblo, rodeado de vacas y gallinas, no lo oculto.
En las anteriores autonómicas, el PRC fue el partido más votado en Santander por primera vez; el PP solo ganó en las zonas de más rancio abolengo, donde a mí no me pueden ni ver. Fue un milagro, porque Santander es la ciudad más de derechas del globo terráqueo.
"Santander es la ciudad más de derechas del globo terráqueo"
Dicho lo cual, Revilla se levanta, pide al periodista que le siga, sale al pasillo donde están los cuadros de todos los gobernantes cántabros de los siglos XIX y XX, y espeta: "Mira los nombres de todos estos señores, los apellidos compuestos santanderinos de siempre".
El relato
La densa experiencia escolar del joven Revilla —paleto al pilón urbano— sirve como zona cero de la psicología política revillista. Revilla es el pueblerino astuto que le robó el show a la derecha santanderina hegemónica subido a unos zuecos. El fundador del partido de bolsillo (PRC) que despegó en los pueblos para acabar birlando la autonomía al bipartidismo. El showman que te entretiene en la tele con leyendas sobre zorros y gallinas, es decir, fácil de tomar a broma, pero difícil de descabalgar del poder. El hombre que vino del pueblo y se convirtió en el hombre del pueblo (que no es lo mismo) tras pulir su campechanía folk en los platós televisivos de Madrid.
El relato revillista está claro: la estirada oligarquía local contra el sencillo hombre de pueblo.
El relato funciona gracias a las habilidades retóricas de Revilla, pero también por retroalimentación, pues la oposición conservadora lo compra, aunque sea para criticarle. "El Santander de Toda la Vida [STV] no soporta a Revilla, le odia, le sigue mirando por encima del hombro, como si fuera un paleto llegado hace dos días a la ciudad", cuenta un trabajador del Gobierno cántabro
"Su gusto por el costumbrismo y la bota de vino es genuino, pero exagera su lado rural", añade.
“El Santander de Toda la Vida no soporta a Revilla, le sigue mirando por encima del hombro"
En efecto, el relato revillista no solo se sostiene sobre vivencias reales, también tiene agujeros.
Los orígenes campesinos de Revilla no son tan humildes como se ha vendido: un tío suyo que hizo dinero en el Madrid de mitad de siglo (acabó controlando el Rayo Vallecano) enviaba dinero a los padres del presidente cántabro; además, Revilla fue delegado del sindicato vertical en Torrelavega, profesor universitario de Estructura Económica y director de sucursal del Banco Atlántico.
Revilla, en definitiva, no es tan pueblerino como aparenta en El Hormiguero.
Dentro de Revilla viven al menos dos Revillas, hasta en su manera de expresarse, como cuenta Drake en su biografía: "De Revilla he aprendido a distinguir dos lenguajes y acentos. El más cantabrón, el que utiliza cuando habla para la galería, cuando me cuenta lo mismo que en su continuo peregrinar televisivo, el que está lleno de pretéritos que rozan la leyenda, repleto de paquetucos, casucas y anchoas...Y el más castellano, culto, concreto y directo del político audaz que no ha perdido el tiempo, que no improvisa porque todo en él está milimétricamente medido y que nada hace ni dice por casualidad. Pero uno y otro, cantabrón e ilustrado, confluyen en él de manera tan natural que no hay contradicción alguna entre ambos".
¿No la hay? Digamos que la mezcla de naturalidad costumbrista y cálculo político está tan engrasada que no es fácil medir el grado de espontaneidad.
"Nunca llevo papeles cuando hablo", cuenta Revilla. El trabajador del Gobierno cántabro lo explica más castizo: "Revilla dice siempre lo que le sale de los cojones, pero no habla a lo loco, es un portento en darles la vuelta a las cosas para llevarlas al terreno que más le conviene. Puede meter la pata, pero sus mensajes marcan la agenda".
Ha nacido una estrella
El desdoblamiento de Revilla se ve sobre todo en el personaje mediático.
En 2004, un año después de convertirse en presidente, logró su primer viral para toda España, al contar que los invitados a la boda de Felipe y Letizia, a la que asistió, se habían muerto de hambre.
A la gente le hizo gracia (realmente la tenía) y las teles tomaron nota.
Tras diversas apariciones en las privadas, su salto al estrellato vino de la mano de uno de los grandes descubridores de talento cómico de España: Andreu Buenafuente.
"El primer día, Buenafuente me hizo una encerrona. ¿No has visto ese programa? Ahí empezó todo", recuerda.
La encerrona fue la siguiente: Buenafuente le sacó a Revilla tres quesos, tres anchoas y tres aguas, para una cata a ciegas de productos cántabros ocultos.
Sostiene Revilla que el reto le pilló por sorpresa, pero aceptó. "Pensé, con la anchoa raro será que no acierte, pero como me equivoque con el queso, no puedo volver a Cantabria".
Revilla acertó las tres pruebas y la casa se vino abajo: había nacido una estrella televisiva. Buenafuente le llevó a 14 programas más, con el siguiente contrato: 2.000 euros por programa —destinados al asilo de Torrelavega, Revilla no cobra personalmente por sus apariciones televisivas— y el compromiso de hablar un mínimo de un 20% del tiempo sobre Cantabria.
"Revilla ha convertido Cantabria en un circo en los platós de Madrid", cuenta la oposición autonómica. Él lo ve de otro modo: “Yo fui el primero en ir a la tele a vender el prado”. Para bien y para mal, algo de razón tiene: cuando Iglesias, Sánchez, Sáenz de Santamaría y Rajoy empezaron a hacer campaña en El Hormiguero, Revilla ya llevaba varios años dando el callo pop. Ahora que todo el mundo lo hace, no es tan fácil criticarle; aunque, eso sí, él lo haga mucho más que los demás.
Como buena figura del show business, con Revilla no es fácil saber dónde acaba la persona y dónde empieza el personaje.
Manuel Ángel Castañeda, exdirector de El Diario Montañés, periódico regional de referencia, sostiene que "el personaje y la persona son el mismo". Otro periodista cántabro matiza: "El personaje devoró hace tiempo a la persona. Revilla es el personaje 24 horas al día".
El desdoblamiento tiene también su lado oscuro, según este periodista, que ha estado con Revilla en estudios y platós locales. "Yo diría que Revilla es una persona más bien arisca, hasta que se enciende la luz roja del directo y se transforma en otro".
No es el único que pincha el globo del Revilla campechano 24/7: varias fuentes aseguran que es más "borde" de lo que aparenta ser.
"Yo diría que Revilla es una persona más bien arisca, hasta que se enciende la luz roja del directo y se transforma en otro"
Varios reporteros locales insisten en que Revilla trata mejor a los periodistas de Madrid que a los de su tierra, como esos niños omnipotentes que se portan mal en su casa y fenomenal en casa ajena.
Sobre estas fricciones Cantabria/resto de España, la fuente de los pasillos cántabros del poder hila fino: "El espectador español interpreta las visitas de Revilla a El Hormiguero de forma diferente al cántabro. Cuando Revilla hace un chiste sobre Biden, el español ríe, pero el cántabro se pregunta por qué Revilla tiene soluciones para todo —guerra en Ucrania, Putin, Casa Blanca— menos para los problemas de Cantabria".
El entorno socialista local confirma que "el Revilla televisivo frívolo genera más simpatía en España que en Cantabria", algo que el interesado asume a su manera…
P. ¿Le quieren a usted más en el resto de España que en Cantabria?
R. Sí, pero es lógico. Si me presentara contra Ayuso en Madrid, me tendrían manía los madrileños que votan al PP, pero es un hecho que, cuando viajo por España, la gente me para para abrazarse y hacerse fotos conmigo.
P. Algunos le critican fuerte en Cantabria por ir tanto a divertirse a la tele…
R. Mira, gracias a mis apariciones en televisión, Cantabria es destino de referencia. Lograr eso no es fácil, requiere de campañas promocionales carísimas, pero a los cántabros nos sale gratis. Yo soy un vendedor, una de mis obligaciones como presidente es poner Cantabria en el mapa. En los años sesenta, yo hablaba de Cantabria en Bilbao y la gente no sabía qué era eso, éramos la provincia de Santander, yo logré cambiar eso.
Profeta Balbín
En 1984, el espectador español puso cara por primera vez a Miguel Ángel Revilla en un especial de La Clave sobre Cantabria. Visto ahora, el programa deja en buen lugar la teoría de que Revilla sigue siendo la misma persona que entonces; o, mejor dicho, el mismo político.
La principal diferencia entre el Revilla de 1984 y el de 2023 es que el antiguo lanzaba muchos datos económicos y pocos chascarrillos. El resto es asombrosamente parecido. Revilla ya era un piquito de oro en los ochenta. Rodeado de tertulianos típicos del programa de Balbín —fumando pitillos parsimoniosamente, disertando en tono narcótico—, la energía mitinera de Revilla monopolizó tanto el debate que, en un momento dado, un irónico Balbín rogó al resto de contertulios que espabilaran: "Ustedes también pueden intervenir".
Ya dominaba la escena con un discurso basado en el agravio hacia Cantabria —"Nuestra autonomía es de segunda regional"; "tenemos carreteras tercermundistas"; “el puerto de Santander ya no existe”; "la clase política cántabra se va a comer a Madrid y pacta cualquier cosa", son "siervos de las consignas madrileñas"—. Además de constantes alusiones a que Asturias y el País Vasco recibían mejor trato porque sus habitantes eran más guerreros que los “contemplativos” cántabros: "En Cantabria, no saldremos a la calle hasta que tengamos la soga al cuello".
Revilla pasó de líder extraparlamentario a presidente de Cantabria, pero el discurso del agravio regional sigue vivo cuatro décadas después, solo que ajustado a su nueva posición de poder. "Si las cosas salen bien en Cantabria, es gracias a él; pero si salen mal, es porque nos han engañado en Madrid", susurra el entorno socialista cántabro.
El Revilla de La Clave era más un economista indignado que un campechano carismático, pero ya tiraba de populismo regionalista ("yo no hago una política populista, solo soy responsable con mi tierra, porque me duele, y cuando veo una parado más, me rebelo contra eso") y flirteaba con la antipolítica: "Bien sabe dios que yo en la política estoy a disgusto, estoy deseando que estos socialistas que dicen que lo van a arreglar todo lo hagan, para volverme a pescar a Polaciones y colgar mi chaqueta de político, que odio”.
Un avispado espectador de La Clave criticó a Revilla por "hablar solo de vacas", algo que el aludido negó a medias: "No hablo solo de vacas, aunque hablo mucho de vacas porque es un sector que se va a llevar un palo tremendo”.
Según Revilla, cuando acabó La Clave, Balbín le dijo en un despacho: "Chaval, si yo entiendo de algo, es de televisión. Déjame darte un consejo: cada vez que te pongan una cámara delante, párate y habla. En esto de la tele, se vale o no se vale, y tú sí vales".
Profeta Balbín.
La bisagra
En La escopeta nacional, el empresario catalán Jaume Canivell hacía malabarismos ideológicos para intentar colocar sus telefonillos entre las tribus del tardofranquismo: "Yo soy apolítico total, de derechas, como mi padre".
Si la ideología de Canivell es evidente, la de Revilla no lo es tanto, aunque él lo mida en decimales: "Yo me veo un 6,5 de izquierdas".
Tras preguntar a varios protagonistas de la política cántabra si Revilla es de izquierdas o de derechas, y no obtener dos respuestas iguales, es tentador concluir que Revilla ha inventado el peronismo cántabro.
Habla el entorno socialista local: "Yo creo que Revilla es de derechas, pero ha sabido utilizar bien los símbolos para reforzar su progresismo, como traer a Serrat a tocar o entrevistarse con el expresidente uruguayo Mujica. Al mismo tiempo, no tiene problema en abrazarse a la bandera española las veces que haga falta y jactarse de que a español a él no le gana nadie".
Castañeda cree que una de las claves del éxito del PRC es que "no tiene ideología". "Si les preguntas si prefieren vivienda pública o privada, responden: 'Preferimos lo mejor para Cantabria', y así con todo". Un nadar y guardar la ropa que, según Castañeda, se ajusta bien a la psicología política local: "Cantabria siempre fue de centro derecha. Una región de pequeños ganaderos con terreno propio, es decir, con algo que perder/conservar. Es el cántabro del haz lo que quieras, pero no toques mis cosas. Al PRC le ha ido bastante bien sin mojarse".
El apunte de Castañeda es relevante para explicar el bisagrazo que Revilla metió al bipartidismo contra todo pronóstico.
Más allá del relato del Revilla del pueblo contra el Santander de toda la vida, lo cierto es que Revilla y el PP fueron aliados naturales durante muchos años, pero, justo cuando la derecha creyó haberle absorbido, les dio el golpe de gracia.
Antes de ser presidente, Revilla fue vicepresidente de un Gobierno de coalición con el PP dos legislaturas. "Aún no tenía acceso a las teles del show madrileño, pero hizo los suficientes guiños folclóricos para destacar por encima del presidente, José Joaquín Martínez Sieso, más tecnocrático y soso que él", cuenta la fuente de los pasillos locales del poder.
Pero lo relevante fue otra cosa.
Como la parte débil de una coalición suele acusar más el desgaste, y el PRC era aún débil, Revilla aprovechó su cargo de consejero de Obras Públicas para seguir la senda clásica de los ministros de Fomento (de Álvarez Cascos a Pepe Blanco): conquistar territorio para el partido a golpe de obra pública. "Revilla hizo entonces algo más importante que ir a la tele: extendió el PRC construyendo carreteras hasta en el último lugar de Cantabria. Ahí le empezó a comer la tostada al PP”, cuenta el trabajador del Gobierno cántabro.
Quizá porque las encuestas internas les acercaban a la mayoría absoluta, quizá porque —llegado el ecuador de la segunda legislatura— tocaba distanciarse de su socio regionalista, el PP cometió un error de cálculo, al abrir una brecha con el PRC… por la que se coló Revilla para pactar con los socialistas. Según una fuente conocedora de la situación, el factor humano fue relevante en la degradación de las relaciones PRC/PP. Revilla tenía una nueva pareja entonces, Aurora Díaz, con influencia en el PRC. Fuera porque no estaban casados (y la relación no se veía bien a ojos conservadores), fuera porque el PP quería desestabilizar a Revilla, "Aurora Díaz sufrió varios feos protocolarios en actos oficiales, le hicieron el vacío y a Revilla le sentó muy mal". Quizá Revilla no cambió de bando por eso —su voluntad de poder quizá sea demasiado fuerte como para dejarla al albur de las relaciones personales—, pero todo suma: "Los agravios a su pareja fueron uno de los detonantes de la ruptura", zanja la fuente.
P. ¿Le perdonará alguna vez el PP que lo cambiara por Zapatero?
R. No, no, nunca. Esas cosas no se perdonan, pero es lógico. Lo que el PP no ha asumido nunca es que la política cántabra cambió con la irrupción del PRC.
P. ¿La idea de hacerle presidente fue de Zapatero?
R. Totalmente. Zapatero había sido elegido secretario general del PSOE poco antes. Fui a Ferraz, donde noté cierto desprecio a Zapatero en la puerta, y al entrar en su despacho, Zapatero me dijo: "Esperaban que ganara el otro".
Más allá del tirón popular de Revilla, PP y PSOE admiten en privado fallos relevantes en el ascenso de Revilla.
El error del PSOE fue darle la presidencia a Revilla en 2003 pese a sumar menos votos que ellos. Fue una operación de un Zapatero que venía de ganar las primarias por los pelos y deseaba arrebatarle una autonomía conservadora al PP para sacudirse la fragilidad. Asentado Revilla en la presidencia, el PRC adelantó al socialismo cántabro y ahí sigue dos décadas después.
“Para los socialistas cántabros, Revilla es un mal menor necesario. Ha permitido gobiernos progresistas y, al mismo tiempo, frenado al PP y a Vox. ¿El precio a pagar por el PSOE? Ser muleta del revillismo”, razona un periodista progresista cántabro.
Los populares deslizan que Revilla se aprovechó de que el PP pareciera una sucursal de Madrid, de la "catastrófica" decisión de Casado de nombrar candidata (a dedo) a la atleta Ruth Beitia y del envío de paracaidistas madrileños tan aparatosos como Juanma Moreno Bonilla y, ojo al dato, Luis Bárcenas, senadores del PP por, ejem, Cantabria. Todo ello dio votos a un Revilla que el 28-M se enfrentará a un PP más localmente empoderado que los últimos años, el de María José Sáenz de Buruaga, habilidosa en su trato con Revilla (menos frontal) y convencida de recuperar su posición como partido alfa.
Amor y odio
A Juan Bedoya —exdirector de La Hoja del Lunes de Santander (1975-1980), ex redactor de El País y ex hombre fuerte del socialismo cántabro noventero (rompió con el PSOE hace dos décadas)— se le acusa de impulsar la carrera de Revilla al darle carrete mediático cuando aún era un desconocido director del Banco Atlántico en Torrelavega. "Cada vez que Revilla escribía en el periódico, llamaba la atención, te hablo de 1975, con Franco aún vivo", recuerda.
Bedoya, que batalló junto a Revilla en episodios clave de la historia cántabra —de la creación de la autonomía (fuera de Castilla y bajo el disputado nombre de Cantabria) al derribo del presidente Juan Hormaechea—, mantiene con Revilla una relación de amor/odio. Hablamos con él.
PREGUNTA. ¿El Revilla de 2023 recuerda en algo al de 1975?
RESPUESTA. No ha habido ninguna evolución en Revilla, hazme caso, le conozco desde que éramos veinteañeros, cuando las personalidades ya no cambian demasiado. El joven Revilla estaba poco interesado en la cultura, pero tenía viveza e inteligencia natural para saber por dónde soplaba el viento. Sigue siendo exactamente así. Pese a sus lagunas culturales, Revilla escribe libros tan elementales como hábiles, le basta con lo que sabe para manejarse estupendamente en la vida social y política. Prueba de ello es que fundó un partido regionalista en una región sin sentimiento regionalista ¡y llegó a presidente! Eso tiene un enorme mérito político. Revilla pasó la travesía del desierto, pero acabó superando al PSOE y al PP, por tiros en los pies de sus rivales, pero también por su inteligencia política aguda.
"Revilla fundó un partido regionalista en una región sin sentimiento regionalista ¡y llegó a presidente! Eso tiene un enorme mérito político"
P. Su visión de un Revilla inmutable, contrasta con la de otras voces críticas, que hablan de un Revilla en órbita desde que alcanzó la doble presidencia de Cantabria y… El Hormiguero.
R. El joven Revilla ya era un personaje habilidoso —siendo jefe del sindicato vertical, se llevaba bien con UGT y Comisiones Obreras— y mediático, por sus artículos de prensa y su capacidad para convocar actos y atraer personalidades a la Asociación por la Defensa de los Intereses de Cantabria. Ya era un hombre mediático, movilizador y capaz de enamorar a los periodistas ilusos. Lo era a los 27 años y lo sigue siendo a los 80.
P. La derecha cántabra no lo puede ni ver. Al margen del lógico enfado por cambiarles por el PSOE, ¿hay una visceralidad especial por el paletismo de Revilla?
R. A la derecha siempre le ha escocido Revilla, aunque el primero que le encumbró al Gobierno regional fue el PP, que siempre pensó que le quitaba votos, aunque yo creo que a quien le quita es al PSOE. No diría yo que Revilla sea de izquierdas, es un hombre con poquita ideología, pero desde luego no es de derechas. Ha hecho declaraciones muy despectivas contra la derechona del paseo de Pereda de Santander.
P. ¿Cuál es el legado de Revilla?
R. No ha gobernado Cantabria, se ha dedicado a salir en las televisiones nocturnas, donde ha dado una imagen muy paleta y muy simplona de Cantabria, entre Belén Esteban y Jesús Gil. A Revilla le llaman las teles de Madrid porque hace reír a la audiencia, algo estupendo si eres cómico, no tanto si eres político. Cantabria es la última región de la cornisa cantábrica en salir de la crisis. Dice Revilla que aquí no hay paro, lo que no hay son ofertas de empleo y lo que sí hay es éxodo juvenil para trabajar en Madrid, Barcelona, Bilbao o el extranjero.
Viva Las Vegas
Tras hacer bandera del discurso anticorrupción, el PRC se ha metido en un jardín los últimos meses, con una trama de corrupción en los contratos de carreteras (un funcionario de alto nivel de la Consejería de Obras Públicas estaba conchabado con algunas concesionarias). La trama se llevó por delante al consejero de Obras Públicas, al que el PRC montó un acto de desagravio tras su caída. "José Luis Gochicoa está limpio, pero en el PRC hemos puesto el código ético en un listón que ha de servir de ejemplo para todos, y es cierto que los controles han fallado", afirmó Revilla.
El trabajador del Gobierno cántabro cree que el caso de corrupción ha afectado anímicamente al presidente: "El consejero caído era muy afín a Revilla, uno de los cerebros del Ejecutivo, ha sido un palo gordo".
Castañeda, por su parte, calcula que "no le quitará muchos votos", pero sí agrieta su relato.
El exdirector de El Diario Montañés también detecta desgaste de los trucos típicos de Revilla, "como la perenne promesa de la llegada del AVE o amagar con retirarse cada dos por tres, para no hacerlo nunca".
"Es un maestro jugando con los tiempos, con el me voy o no me voy, pero nunca se va", añade otro periodista local.
Revilla sigue, de acuerdo, pero estamos ante su último baile, ante un Revilla crepuscular y churrigueresco al mismo tiempo, como demostró su presencia en el Ritz hace unas semanas…
Madrid, 12 de abril de 2023, Hotel Ritz, 9:00, Foro de la Nueva Economía con Miguel Ángel Revilla.
Días antes del acto, fuentes del PP deslizaban que, como los cántabros "ya están hartos de ver a Revilla en El Hormiguero" y el PRC "cae en las encuestas", Revilla ha decidido "rescatar su lado gestor en el Ritz", ante el empresariado cántabro y acompañado por Antonio Garrigues Walker.
No sabemos si ese era el plan de Revilla, resucitar al economista que una vez llevó dentro; lo que sí sabemos es que, a los 10 minutos de empezar el acto en el Ritz, Revilla ya estaba desatado y lanzando ocurrencias ("En Cantabria hay más vacas que personas"; "en España todo el mundo me abraza"), para divertimento de la flor y nata allí presente.
Es justo señalarlo: los desayunos informativos madrileños suelen ser un tostón, pero el de Revilla fue… otra cosa.
¿Que alguien mostraba dudas sobre una nueva legislatura octogenaria de Revilla? Nada que un poco de abuso contra el presidente de los EEUU pudiera arreglar: "Veo a Biden un poco trabao. En un kilómetro, le sacó medio kilómetro a Biden", espetó Revilla.
Festival del humor.
El hecho es que Revilla no va a cambiar a los 80 años, al contrario, es inevitable que sus rasgos personales y políticos se exacerben. Lo que vimos en el Ritz fue a Revilla en Las Vegas, el último baile de un estadista que si cae el 28-M, lo hará con los retruécanos puestos.
Tras la conferencia de Revilla, nos sentamos con él a una mesa del salón del Ritz para otro cara a cara. Entrevista interrumpida varias veces por notables que venían a felicitar a Revilla por el show, a decirle "has estado inmenso", como si acabaran de ver un monólogo de Dean Martin en el Caesars Palace.
P. En La Clave, ya le acusaban de populista. ¿Lo es? ¿Es eso necesariamente malo? ¿Hay populismo del bueno y populismo del malo?
R. ¿Populista yo? Me gusta ir sin guardaespaldas, recoger setas, entrar en los bares, hablar con la gente, cantar, ¡joder!, yo he sido siempre el mismo. No es algo premeditado. No valgo para estar callado. Voy a trabajar con mi coche, vivo en un piso de 90 metros y doy de comer a los gatos callejeros. Yo soy así.
P. En 1984, usted ya coqueteaba con la antipolítica y con irse de la política, pero ha pasado varias legislaturas de presidente y se presenta de nuevo a los 80 años. Ahora que no nos escucha nadie: ya está claro que usted es un animal político, ¿no?
"¿Populista yo? Me gusta ir sin guardaespaldas, recoger setas, entrar en los bares, hablar con la gente, cantar, ¡joder!, he sido siempre el mismo"
R. Sí [admite medio resignado, medio incapaz de negar la evidencia de su vicio político a estas alturas]. En los ochenta, cuando aún no tenía responsabilidades públicas, si se hubieran atendido todas las reivindicaciones autonómicas, quizás hubiera vuelto al banco, donde estaba más cómodo. Pero, claro, una vez entras en política, es difícil irte, porque te dicen, "oye, preséntate otra vez o no sacamos ni un diputado". Yo entré en política con el escenario en contra y enfrentado a los peores rivales posibles, el PP y el PSOE, cuando el bipartidismo arrasaba con todo. Lo mío es una heroicidad incomprensible, porque no somos nacionalistas, como el PNV y los catalanes, somos cántabros pero profundamente españoles, sin diferenciación lingüistica que nos sostenga. En una tierra radicalmente de derechas, como es Cantabria, he llegado a tener el 38% de los votos. Lo mío es un éxito difícil de repetirse.
P. Suponiendo que gane las elecciones en mayo, ¿se lo tomará como un último baile político?
R. ¡Hombre, por favor, que ya tengo una edad! No, no, ya se acabó esto. Quiero poner en marcha todo lo pendiente la próxima legislatura, y me voy.
P. ¿Qué hará después?
R. Ir a las teles a contar mi vida, a firmar libros en las ferias, que me gusta mucho.
El maletero
Cuando estuvimos entrevistando a Revilla en Santander, la cosa acabó inevitablemente así: comiendo anchoas en una taberna, donde un señor le dijo a Revilla: "Siempre hubo ricos y pobres", y el presidente contestó: "¡Hombre, claro!".
Comidas las anchoas, Revilla insistió en demostrar que le gustaba alimentar a los gatos callejeros. Nos citó a la salida del garaje del Gobierno autonómico. Llegó conduciendo un Peugeot del montón, se bajó del coche y abrió el maletero: repleto de latas de comida para gatos. Hablamos un rato sobre esto con el maletero abierto. Nos despedimos. Revilla se subió al Peugeot y se fue a comer a su casa.
He aquí una de esas escenas tarantinescas que parecen relleno costumbrista, pero son la salsa que descifra todo el asunto tratado. Piénsenlo.
Lugares imprescindibles para visitar en Cantabria durante unas vacaciones de ensueño: los Picos de Europa, el Centro Botín, Miguel Ángel Revilla…