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Slim y MVC (II): a BBVA se le está poniendo cara de chorizo Revilla
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Slim y MVC (II): a BBVA se le está poniendo cara de chorizo Revilla

El mundo del dinero encierra claves de poder y de intereses que explican el sentido de muchas operaciones y movimientos. Ibex Insider ofrece pistas para entender a sus protagonistas

Foto: El presidente del BBVA, Carlos Torres. (EC)
El presidente del BBVA, Carlos Torres. (EC)
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Hace ya más de 30 años, el empresario soriano Emiliano Revilla fue secuestrado por la banda terrorista ETA. Protagonizó el tercer cautiverio más largo, retenido en un zulo del barrio madrileño de Arturo Soria durante 249 días. Fue liberado un 30 de octubre de 1988, tras un tortuoso proceso de negociación, ya que mientras la familia se organizaba para pagar el rescate, el Gobierno de Felipe González, contrario a ceder al chantaje, asestaba varios golpes a la organización criminal.

El importe real que los Revilla pagaron por el rescate nunca se supo. Hay varias versiones no confirmadas de lo ocurrido y del dinero desembolsado: más de 1.000 millones de pesetas, un pago fallido en suelo francés (cuyo dinero se perdió)… En cualquier caso, aquel episodio dio lugar a que cinco años después la familia tuviera que vender la mitad de su importante patrimonio inmobiliario para saldar deudas pendientes con la banca, se supone que agravadas por pagar el secuestro.

Foto: El ingeniero Carlos Slim. (EC)

Toda esta historia viene a colación de un caso muy presente. Aquella remota venta del 55% de la patrimonial de Hermanos Revilla, a través de una ampliación de capital por 11.000 millones de pesetas, explica la presencia de Realia en el accionariado 30 años después. En concreto, fue una operación a tres bandas entre Grucycsa (el brazo inversor de Alicia y Esther Koplowitz, máximas accionistas de FCC), Ibercaja, la inmobiliaria Filo y un pequeño grupo de inversores.

La familia cedió la mayoría, pero a cambio retuvo la gestión. Y así fue durante décadas, hasta que a comienzos del año pasado, el magnate mexicano Carlos Slim, primer accionista de FCC desde 2015 y por extensión de su inmobiliaria cotizada Realia, donde casi tiene la mayoría, compró a los Revilla el 37% que aún controlaban de su patrimonial por 189 millones. Y lo hizo sin forzar, pero sin dejar otra salida a los sorianos, pues desde que son socios la vida en la patrimonial cambió.

Hubo candidatos, incluso cotizados, en comprar a la familia Revilla su participación

Con una cartera de casi 30 activos, entre ellos varios edificios de oficinas madrileños muy golosos, la tradición de los Revilla era repartir dividendo con dos tercios del beneficio y hacer hucha con el otro para mantener y engordar el negocio. Sin embargo, a partir del ejercicio 2016, los números empezaron a ser distintos: más reparto de dinero y menos a reservas, hasta el punto de un pay out absoluto en 2021, tras cuatro años seguidos sin aportaciones voluntarias a reservas.

Viendo la deriva, las nuevas generaciones de los Revilla exploraron alternativas para resolver su situación, asumiendo que la coartada de la gestión llamaba a su fin y que por su situación de minoría tenían poco que hacer contra Slim. Una opción fue sondear en el mercado (durante 2021) el interés de potenciales compradores para su participación, asumiendo que su capacidad de maximizar precio con Realia sería imposible. Hubo candidatos, incluso cotizados, pero no cuajó.

Foto: César González-Bueno, consejero delegado de Banco Sabadell. (EC)

En marzo de 2022, una vez que Realia compró a los Revilla mediante un crédito concedido por el grupo constructor, el billonario mexicano siguió ampliando su campo de acción. A través de otra filial, FCC Inmobiliaria, lanzó una oferta parcial (hasta el 25%) por Metrovacesa, la mayor inmobiliaria española cotizada, donde ya era accionista desde 2020, a un precio con poco recorrido (7,2 euros), sabiendo que los accionistas de referencia (Santander y BBVA) no venderían a esa cuantía.

Más que pasión por el negocio promotor, Slim tiene una concepción patrimonial del negocio inmobiliario. Es decir, valora poseer propiedades en alquiler o suelo, la materia prima condicionante de toda la cadena de valor. Y en ese aspecto, Realia acumula una cartera de siete millones de m2 brutos (históricamente, FCC cobró en suelo parte de sus obras), así como las elegidas para sondear el mercado, cuando compró lotes del 3% en Quabit (absorbida luego por Neinor) y Metrovacesa.

Slim rascó solo un 11,5% del capital con su oferta parcial y lo hizo sin poner un solo euro de los 125 millones de su bolsillo. La financiación corrió a cargo de Banco Santander, que con la gorra de accionista de Metrovacesa (49%) dijo que "no recoge adecuadamente el valor intrínseco de las acciones". Lejos de ser una contradicción, lo que esa relación puede demostrar es hasta qué punto el banco rojo ha participado en la cocina de la operación y lo lejos que ha estado BBVA.

Foto: El presidente de la patronal Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre.

El banco azul tiene un 21% de Metrovacesa, casi la misma participación que ya tiene Slim tras cobrar en acciones el dividendo histórico pagado por la inmobiliaria con cargo a 2022. Esta situación la ha convertido casi en una cotizada zombi (como Realia) y a BBVA en un accionista arrinconado, sin muchas opciones para colocar su parte a un tercero, ahora que su salida está más próxima, pues tiene valoradas sus acciones a solo 8,1 euros, gracias a las fuertes provisiones anteriores.

Igual que a los Revilla, puede que BBVA solo tenga la opción de vender al bueno de Slim, que sin hacer ruido podrá comprar ese 21% con otra opa descafeinada a la que Banco Santander no acudirá por no recoger “el valor intrínseco de las acciones”. Y aunque en los negocios no hay amigos, puede decirse que entre el mexicano y los Botín hay una sólida relación consolidada en el tiempo, más allá de que ahora el CEO del banco (Héctor Grisi) sea un mexicano de origen libanés.

Hace ya más de 30 años, el empresario soriano Emiliano Revilla fue secuestrado por la banda terrorista ETA. Protagonizó el tercer cautiverio más largo, retenido en un zulo del barrio madrileño de Arturo Soria durante 249 días. Fue liberado un 30 de octubre de 1988, tras un tortuoso proceso de negociación, ya que mientras la familia se organizaba para pagar el rescate, el Gobierno de Felipe González, contrario a ceder al chantaje, asestaba varios golpes a la organización criminal.

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