Es noticia
El proceso de devolución vuelve a llenar las calles de Ceuta de niños 'sin techo'
  1. España
MUCHOS SE ESCONDEN EN EL PUERTO

El proceso de devolución vuelve a llenar las calles de Ceuta de niños 'sin techo'

Muchos menores se fugan de los centros de acogida tras conocer el acuerdo para las repatriaciones. En la ciudad están mejor, insisten: "Marruecos malo, España maravilla"

Foto: Foto: Javier Sakona.
Foto: Javier Sakona.

Las repatriaciones de los menores que entraron en Ceuta en las avalanchas del 17 y 18 de mayo —ahora paralizadas cautelarmente por la Justicia— han tenido ya un primer efecto visible en la ciudad autónoma, multiplicando la presencia de niños solos en las calles. Basta un paseo por la zona portuaria para dar fe de que el acuerdo entre España y Marruecos ha logrado, de momento, todo lo contrario de lo que pretendía, llenando de nuevo las calles del enclave de niños 'sin techo'. La avenida Cañonero Dato, junto a la Estación Marítima, es un ir y venir de grupos de jóvenes deambulando en una estampa habitual desde el aluvión de mayo, pero ahora, de nuevo, muchos de ellos tienen apenas 12 o 13 años, algunos menos.

La noticia del inicio de las repatriaciones corrió como la pólvora por el pabellón Santa Amelia, donde estaban hasta entonces acogidos 234 menores de 16 años. Hoy, tras el traslado de 55 jóvenes marroquíes completado desde el viernes hasta este lunes, quedan tan solo 43 en el polideportivo. Los otros 145 se han ido fugando desde el sábado. Lo mismo sucedió en los módulos de Piniers y en las naves del polígono del Tarajal, donde están acogidos los restantes menores no acompañados hasta sumar los más de 700 bajo tutela de la ciudad autónoma. Ahora, buena parte de ellos están otra vez en situación de calle por miedo a ser repatriados.

Foto: Dos menores marroquíes intentan fugarse de un centro para evitar ser deportados. (EFE)

Uno de ellos es Allah, el más pequeño de un grupo apostado a las puertas de un hipermercado del puerto para pedir algo que llevarse a la boca. Es el único que no desconfía del reportero a las primeras de cambio. Es menudo, con flequillo rizado, como casi todos, y con una gran sonrisa de pillo que resalta su delgadez. La calle todavía no le ha quitado el buen humor y posa para la cámara como lo haría cualquier chaval de su edad, entre saltos y muecas. Dice tener 15 años, aunque aparenta muchos menos. Es uno de los que lograron escapar del polideportivo Santa Amelia este sábado. Duerme en la calle, explica por gestos, tumbándose en el suelo, entre las risas de sus compañeros.

placeholder Foto: Javier Sakona.
Foto: Javier Sakona.

Junto a él están Zacharias y Hamza, ambos de 16 años, recelosos de que el periodista no sea en realidad policía. Por si acaso, guardan una distancia prudencial. Ellos también se fugaron, en su caso hace ya tiempo y del centro de Piniers, levantado con módulos de obra de forma provisional y donde están acogidos los mayores de 16. Los tres dicen ser vecinos de Fndeq (Castillejos). Sus familias no los echan de menos, aseguran por más que se les insista. “Poco dinero, no trabajo, no nada”, explica Hamza con las cuatro palabras que conoce en castellano. En Ceuta están mejor, insisten: “Marruecos malo, España maravilla”.

Yahya tiene 16 años y está solo, sentado en la puerta de una pequeña tienda de alimentación del centro de la ciudad, pidiendo por gestos comida a los pocos clientes que salen de hacer las compras. Es vecino de Tetuán y sus progenitores, asegura, no solo no le echan de menos, sino que le apoyan en su difícil viaje hacia un futuro mejor. Visto desde este lado del mundo, parece improbable que unos padres se desentiendan de un hijo que ha de jugarse la vida en el intento de cruzar el Estrecho. ¿De verdad?, insiste el reportero. “Sí, de verdad”, insiste muy serio, mirando a su vez incrédulo a quien le pregunta con tanta insistencia.

Foto: Migrantes en Ceuta. (EFE)

Está sentado en un bordillo, a pleno sol, pese los más de 30 grados que ha traído el viento de levante a la ciudad autónoma, vestido solo con chanclas, camiseta blanca y bañador. Son las mismas prendas con las que entró en Ceuta hace ya tres meses, pero pese a ello luce aseado, peinado y con la ropa impecable. Lleva poco más de 24 horas en la calle. Se escapó el sábado del centro temporal de menores no acompañados de Piniers en cuanto se enteró de las expulsiones. Como muchos otros. Ni hablar de volver a Marruecos, rechaza negando con la cabeza sin perder una sonrisa que tiene algo de súplica.

placeholder Foto: Javier Sakona.
Foto: Javier Sakona.

No tiene queja alguna del personal del SAMU que gestiona el centro, todo lo contrario, explica con ayuda de Mohamed, un ceutí que se ofrece a hacer las veces de traductor. “En el SAMU se está bien, la relación con el personal y con los otros chavales está bien, pero está todo muy sucio, las habitaciones están sucias, no hay ropa, no hay mantas, no hay nada, y solo nos sacaban a la calle una vez por semana”. Ahora duerme en la calle. “Por ahí”, dice señalando al puerto. “A veces hay comida, a veces no, depende del día. Hay gente buena y también hay gente que por pedir comida te grita o te habla mal, te insulta”, se encoge de hombros.

Un hogar en el puerto

Como él, son muchos quienes ahora han tenido que volver a buscar un lugar en el que dormir. Cualquier rincón vale. Los montes y costas de Ceuta están plagados de pequeños asentamientos, pero la mayoría no se aleja demasiado del puerto. Las escolleras de la zona industrial son el lugar de residencia para muchos de ellos. Los enormes cubos de hormigón apilados para contener la turbulencia de las olas han devenido minúsculos apartamentos para niños solos. No es la primera vez, ni será la última, bien lo saben los ceutíes. Este lugar casi invisible es desde hace muchos años el emplazamiento habitual en el que se esconden los niños en situación de calle.

placeholder Foto: Javier Sakona.
Foto: Javier Sakona.

Allí vive desde la noche del sábado una docena de ellos, todos de Tetuán salvo uno que es de Mdiq (Rincón, para los ceutíes), una localidad turística muy cercana a la ciudad autónoma. Pasan de la desconfianza a la algarabía al cerciorarse de que el extraño no es policía; de esconderse en las escolleras a darse empujones para posar primero ante la cámara. Solo un par de ellos tiene camiseta. No tienen ropa porque se escaparon del centro, explican. Se fugaron con lo puesto, al parecer. Los más mayores se marcharon de Piniers, los más pequeños de Santa Amelia. Entre ellos, Oussama, de solo siete años, aseguran por gestos sus compañeros. Él sí tiene camiseta, lo que no tiene es calzado. “Está descalzo, necesitamos ropa, ropa y comida”, explica como puede Omar, de 17 años.

Foto: Foto: Reuters.

Lejos del puerto, en los alrededores del polideportivo de Santa Amelia, donde aún quedan acogidos 43 chavales, deambula Jalid, 18 años. Escruta la fachada del edificio mientras mira de reojo que no venga la Policía. Explica que él se escapó del centro de menores provisional de Piniers, pero su hermano Ahmed, de 15 años, es uno de los que todavía permanecen en el centro temporal. ¿Y vuestra familia? Jalid se encoge de hombros por toda respuesta. Lo único que tiene claro es que no quiere volver a casa. “Yo en Marruecos nada”, dice mientras muestra el muñón de su mano izquierda. No quiere fotos a no ser que haya “mucho dinero” de por medio, sonríe burlón calibrando el interés del reportero antes de iniciar un potencial regateo que nunca llega. Un furgón de la Policía Nacional interrumpe la conversación y Jalid se esfuma en las callejuelas de la barriada de Erquicia, a solo unos metros del pabellón polideportivo que sirve de centro de menores marroquíes solos.

Cuando comprueba que esa sirena no sonaba por él vuelve atrás, silbando con fuerza hacia la fachada del polideportivo Santa Amelia con la esperanza de que lo escuche su hermano. “Mañana para Marruecos”, dice en referencia a su hermano pequeño. Como buenamente puede, ayudado por el no siempre fiable traductor de Google, el reportero trata de explicar a Jalid que una jueza ha suspendido cautelarmente el proceso de devolución de menores. Jalid arquea una ceja, mira desconfiado a la pantalla y al periodista. Sonríe primero sin perder la mirada burlona y se carcajea después. Y se marcha a buen paso riendo y cabeceando, como quien ha escuchado una tontería y no puede hacer sino reírse.

Las repatriaciones de los menores que entraron en Ceuta en las avalanchas del 17 y 18 de mayo —ahora paralizadas cautelarmente por la Justicia— han tenido ya un primer efecto visible en la ciudad autónoma, multiplicando la presencia de niños solos en las calles. Basta un paseo por la zona portuaria para dar fe de que el acuerdo entre España y Marruecos ha logrado, de momento, todo lo contrario de lo que pretendía, llenando de nuevo las calles del enclave de niños 'sin techo'. La avenida Cañonero Dato, junto a la Estación Marítima, es un ir y venir de grupos de jóvenes deambulando en una estampa habitual desde el aluvión de mayo, pero ahora, de nuevo, muchos de ellos tienen apenas 12 o 13 años, algunos menos.

Niños
El redactor recomienda