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Nacho Azofra: "El deporte es bueno para el cuerpo, pero el profesional no tanto"
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Nacho Azofra: "El deporte es bueno para el cuerpo, pero el profesional no tanto"

El exjugador de Estudiantes (Madrid, 1969) se sienta en una de las terrazas de la Plaza Mayor de Madrid, pide un café con leche y un par de churros, y recuerda el tiempo que estuvo ingresado por coronavirus el año pasado

Foto: Azofra posa con un balón durante la entrevista. (Alejandro Martínez Vélez)
Azofra posa con un balón durante la entrevista. (Alejandro Martínez Vélez)

Nacho Azofra (Madrid, 1969) se sienta en una de las terrazas de la Plaza Mayor de Madrid, pide un café con leche y un par de churros y formula él la primera pregunta. “Antes de que empecemos, ¿me puedes decir cómo es que se te ha ocurrido entrevistarme? Si soy una persona obsoleta”, dice sonriendo.

El base más importante de la historia del Estudiantes de baloncesto, que también jugó en Sevilla y Bilbao, consiguió con el equipo colegial dos Copas del Rey (1992 y 2000), fue subcampeón de la Liga ACB (2004), subcampeón de la Copa Korac (1999) y medalla de plata en el Mundobasket sub 22 (1990). Era el nudo ideal entre el club de baloncesto profesional, entonces muy puntero, y el colegio del que se nutre, el Ramiro de Maeztu; y todavía es el segundo máximo asistente de la historia de la ACB, solo por detrás de Pablo Laso. Lo apodaron “el más listo de la clase” y “Miliki”. Lo de Miliki viene por su afición a hacer el payaso, algo que demostró cuando decidió vestirse de torero (el traje era del diestro José María Manzanares) para despedirse de la afición en 2007. Pero también ha tenido sus sombras. Su breve paso por la selección española no fue como esperaba –“no jugué bien”– y tampoco obtuvo buenos resultados cuando volvió al Estudiantes, ya entonces inmerso en una crisis estructural que todavía dura, como entrenador ayudante y director deportivo.

Hace cosa de un año estaba ingresado en el hospital Gregorio Marañón por covid. Hace tres meses se hizo Amigo del Museo del Prado. Ver 'Las Meninas' a solas, dice, es de lo poco bueno que ha traído la pandemia. También ha dejado de agobiarle el volumen de turismo que soporta el centro histórico de Madrid, donde vive. “Por lo menos eso habrá que aprovecharlo”, dice.

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PREGUNTA. Ahora que casi todos estamos recordando lo que hacíamos hace un año, usted estaba más o menos por estas fechas ingresado en el hospital. ¿Cómo recuerda esos días?

RESPUESTA. Soy una persona que tiende a defenderse mucho y atenúo lo malo, pero no se me olvidará jamás que la Semana Santa de 2020 estuve ingresado en el Gregorio Marañón. Había ido previamente al hospital, me dijeron que tenía covid pero me mandaron a casa con una medicación. Pero pasaba el tiempo y no mejoraba, así que volví y me dijeron que tenía neumonía bilateral. Recuerdo a un compañero de habitación, un chico ecuatoriano de treinta y tantos que llevaba más de veinte días ingresado y necesitaba oxígeno. Tuvimos muchas charlas, era encantador, y mantenemos el contacto desde entonces.

Tengo otros recuerdos, como bajar a hacer la compra y ver estas calles vacías. Y la incertidumbre, porque todo cambiaba cada tres o cuatro días. Y hoy estamos haciendo esta entrevista y la gente se sigue muriendo. Nos ha tocado vivir esto igual que a mi abuelo le tocó una guerra, pero es curioso que pase lo mismo aquí que en una plaza de Kuala Lumpur. Todo el planeta con la cara tapada.

P. ¿Le ayudó a recuperarse su forma física y su pasado como deportista profesional?

R. No lo tengo claro. Mira Alfonso Reyes, que lo contó en redes sociales. Un hombre enorme, también deportista.

P. Alfonso Reyes narró su enfermedad en redes sociales. Usted no las tiene…

R. Es que no tengo grandes cosas que decirle al mundo. Tengo que decírselas a un familiar, a un amigo… Mi opinión es para ellos. Entiendo que a otra gente le sirva y le guste, pero lo que escribes queda escrito. Yo a lo mejor pienso una cosa y a las dos semanas eso ha cambiado… Es un arma de doble filo. Me llama mucho la atención que todos los políticos tengan redes sociales, se expresen a través de ellas y las utilicen muchas veces como arma arrojadiza.

"Hoy estamos haciendo esta entrevista y la gente se sigue muriendo. Nos ha tocado vivir esto igual que a mi abuelo le tocó una guerra"

P. Así evitan las repreguntas de la prensa…

R. Bueno, creo que a los políticos se les entrevista a diario y encima tienen que decir algo en redes sociales que sea original, reposado, porque se trata de transmitir sensación de seguridad, de que lo sabes todo. Estamos todos de acuerdo en que hay exceso de información, pero es que la vida va muy rápido.

P. Los periodistas nos pasamos el día hablando de crispación. ¿Usted la detecta?

R. No, yo vivo bastante tranquilo.

P. ¿Vota en elecciones?

R. Sí.

P. ¿Ha votado siempre al mismo?

R. No, no. Viví el bipartidismo y su ruptura me pilló ya adulto. Creo que los partidos están condenados a entenderse para poder gobernar y porque es lo que queremos los ciudadanos. Es lo único que les pido, nada más.

P. Hablemos de baloncesto. He leído algunos artículos en los que se habla de usted y le vinculan con las palabras: mito, genio, emblema, icono… ¿Cómo se convive con eso?

R. Eso seguro que lo dice un aficionado de Estudiantes (sonríe).

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P. Y algunos periodistas.

R. Mira, ni mito, ni genio, ni nada, lo que pasa es que he jugado 16 años en ese equipo y eres un referente. Pero tengo muchos compañeros que son referentes en otros clubes, y ya está. Y además yo no he sido fiel, estuve también jugando en Sevilla y en Bilbao.

P. ¿Cómo se llevaba con la fama?

Para empezar, hay que diferenciar nuestra fama con la de un futbolista. Está el caso de Gasol, claro, que es un personaje diferente y con la categoría de Nadal. Pero los jugadores de baloncesto en mi época teníamos una fama entrecomillada. Alguien venía y te saludaba porque era un aficionado, pero nuestra vida era igual que la de otro ser humano…

P. Estudió en el Ramiro de Maeztu. ¿El baloncesto fue vocación o inercia?

R. Yo entré en el Ramiro porque mi padre había sido antiguo alumno y aficionado al Estudiantes. Se me daba bien el deporte, y en el Ramiro jugabas al baloncesto sí o sí. Empecé en 4º de EGB como tantos otros alumnos. Luego simplemente se me dio bien.

Foto: Nacho Azofra, con la camiseta de su querido Estudiantes. (@MovistarEstu)

P. Algunos profesionales retirados lamentan haber sacrificado su juventud por culpa del deporte. ¿Comparte esa sensación?

R. Creo que eso es injusto. En algún caso a lo mejor sí, pero generalmente no es el caso. Nadie te obliga a hacer deporte profesional, aunque es verdad que yo he practicado uno que está remunerado. He estado bien pagado, he tenido esa suerte. Pero si se te da bien el judo u otros deportes para los que depende que saques una beca… Echando la vista atrás te das cuenta de que si uno se organizaba, practicar deporte era compatible con formarte para preparar tu futuro. No hay que echarle la culpa al empedrado. El deporte te quitaba cosas pero…

P. Como te las puede quitar estudiar Medicina…

R. Exacto. Recuerdo por ejemplo que mis amigos se iban a esquiar en Navidad, y no podía hacer eso. Bueno, ¿y qué? Yo he tenido experiencias que otros no. Tengo los tobillos más machacados que el resto, eso sí. (Sonríe). El deporte es bueno para el cuerpo, pero el profesional no tanto.

P. Yo lo vivo en casa, pero cuéntele a los lectores qué significa ser del Estudiantes…

R. Mira, el último fichaje del Estudiantes, JJ Barea, un puertorriqueño que viene de la NBA, vino el otro día a ver un partido de la Liga EBA, que es como la cuarta división del baloncesto, y le sorprendía el ambiente que hay, con los niños entrenando antes…. Eso es Estudiantes. Un club de cantera.

Foto: JJ Barea, en una imagen de archivo. (Reuters)

P. El equipo también se caracteriza por enormes altibajos. Usted ha vivido lo bueno y lo malo… dijo en una ocasión: "Me hace gracia lo del buen rollo porque eso solo existe cuando ganas. Cuando pierdes, ojito”… ¿Cuánto recurrió a ‘Miliki’ (uno de los motes que le pusieron)?

R. Hacía mucho que no me llamaban así (sonríe). He vivido varios Estudiantes porque he estado mucho tiempo, y no solo de jugador. También de entrenador ayudante y de director deportivo. Los peores años en cuanto a resultados fueron cuando ejercí los dos últimos cargos. Después, como aficionado, también han sido años muy duros.

La fuerza de un equipo reside en que no haya egoísmos y la gente tire para adelante. Pero eso es más fácil cuando hay calidad en el equipo y cuando los jugadores llevan más tiempo jugando juntos. Cuando fui director deportivo coincidió con una crisis económica del club y no siempre había dinero para pagar el mes… y eso era muy complicado para jugadores a los que acabas de fichar. Vienen como profesionales y quieren cobrar, como es normal. A ver cómo gestionas eso, cómo les pides que pongan toda la carne en el asador.

"Cuando fui director deportivo coincidió con una crisis económica del club y no siempre había dinero para pagar el mes..."

P. Creo que la primera vez que vi al ‘Estu’ fue en 2002. Había visto aficiones entregadas, pero nunca había visto a un grupo, la Demencia, desplegando ideología en las pancartas...

R. La Demencia es una herencia de la que había en el antiguo régimen. Gente que con los cánticos jugaba a la provocación y sorteaba a la dictadura, pasando el corte de la censura. Además, no lo gritaba uno, lo gritaba un grupo; eran estudiantes, gente fresca, que siguieron gritando en la Transición y después. Ha sido siempre un grupo que quería ir contracorriente.

P. ¿Le sorprendió la polémica por la visita de Javier Ortega Smith al Instituto Ramiro de Maeztu?

R. Sé que fueron, pero poniéndome en el papel de la institución, si viene un grupo político democrático a verte los recibes.

P. UPyD fue cantera de Ciudadanos, ahora Ciudadanos va a serlo del PP, o al menos eso parece. ¿A usted le hacía gracia que Estudiantes fuera la cantera del Real Madrid?

R. No veo cuál es el problema. No digo que deba serlo, digo que es lo que ha sido. Intentas retener a un jugador el máximo tiempo posible, pero si se quiere ir, al menos, y más si lo has formado tú, que el Madrid pague por él. Ya está, y sin dramas. Pero que no se lo lleven ‘gratis’. Ese dinero servirá para ayudar a las arcas del club y para que se invierta en los chavales que vayan saliendo. Por ejemplo, la NBA se llevó a Luka Dončić, porque el pez grande al final se come al chico, pero les han pagado bien. Antes eso no le había pasado al Madrid o al Barça. En Europa no les puedes pagar 20 millones de dólares, y allí sí.

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P. ¿Alguna vez le tentó el Real Madrid?

R. No.

P. ¿Le habría gustado irse a la NBA?

R. No, no (sonríe). En algún momento me planteé irme a algún lugar de Europa por tener esa experiencia. Francia, Italia… pero la NBA nunca. Primero, por mis expectativas, mi forma de ser; y segundo, porque entonces era una cosa muy lejana.

P. En la selección española lo pasó regular…

R. Lo llevé mal, sí. Mi relación con la selección ha sido siempre extraña, nunca jugué bien. Por mi forma de juego no era un jugador fácil para un seleccionador. Tenía un juego muy libre, en Estudiantes me dejaban hacer… Eso se unía a las concentraciones, que se me hacían muy pesadas. Otros jugadores lo llevaban mejor, pero para mí era tan largas… El cambio llegó con Pepu (Hernández). Eso lo hizo muy bien, porque tenía jugadores que venían de la NBA cuya calidad no tenía que demostrarse, se trataba de que vinieran con ganas de competir, no que tuvieran que luchar por un puesto. Hablamos de jugadores que llegan hasta el final de una liga, juegan unos 'play off' muy duros, físicamente vienen sin ganas de coger un balón, muy cansados… Pepu lo vio y cambió las concentraciones. Había más descanso, podías ver a tu familia, a las parejas…

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P. Ahora que menciona a Pepu Hernández, actual portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid… Hace poco, buscando casa, me encontré con un jugador del Estudiantes reconvertido en agente inmobiliario. Imagínese dentro de seis meses, ¿se ve usted en política o vendiendo pisos?

R. Profesionalmente me veo más en una inmobiliaria (sonríe).

P. O enlatando anchoas…

R. Esa fue una experiencia muy bonita que hice con un amigo de Santoña. Me gustó sobre todo la experiencia de diseñar una marca, la artesanía que conlleva, y conocer cómo funciona desde que llega el pescado al muelle hasta que sale la lata con la anchoa procesada.

P. Hace un año estaba ingresado en el hospital. ¿Cómo estará Nacho Azofra en un año?

R. Le tengo fobia a las concentraciones de gente, pero lo que me gustaría es andar por la calle y que esté lleno de gente, los bares y los restaurantes, para volver a esa normalidad que necesitamos tanto mental como económicamente.

Estamos en un país en el que lo normal hasta hace poco era que nos invadieran 80 millones de turistas y en eso se basa nuestra economía, que se dice pronto. Llevo viviendo aquí, en la Plaza Mayor, ya bastante tiempo y veía la cantidad de turistas que nos visitaban. Pero lo ocurrido en los últimos diez o doce años es bestial… Yo he sido el primero en viajar y conocer sitios, pero el turismo de masa no lo puedo ver. Eso quizá habría que revisarlo un poco, quizá habría que intentar conseguir cierta calidad, y eso implicará ciertas limitaciones. No hay otra.

Nacho Azofra (Madrid, 1969) se sienta en una de las terrazas de la Plaza Mayor de Madrid, pide un café con leche y un par de churros y formula él la primera pregunta. “Antes de que empecemos, ¿me puedes decir cómo es que se te ha ocurrido entrevistarme? Si soy una persona obsoleta”, dice sonriendo.

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