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Verónica tardó 26 horas en llegar al hospital: "Nadie nos cogió nunca en el 112"
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LA ODISEA DE ATRAVESAR MADRID CON FILOMENA

Verónica tardó 26 horas en llegar al hospital: "Nadie nos cogió nunca en el 112"

La chica a la que a primera hora del pasado sábado le dio un ictus en el barrio madrileño de San Blas no llegó al Ramón y Cajal hasta el día siguiente pasadas la una de la tarde

Foto:  La UME llegando a Arturo Soria el pasado domingo. (EC)
La UME llegando a Arturo Soria el pasado domingo. (EC)

Verónica comenzó a sentirse mal a primera hora de la mañana del pasado sábado. Comenzó a sentir que la parte izquierda de su cuerpo se paralizaba. No podía mover ni la pierna ni el brazo ni la cara. Comenzó a desesperarse. Se lo dijo a su marido, llamó a sus padres y telefoneó al 112. Al otro lado de este otro número, sin embargo, no contestaba nadie. Las nevadas habían comenzado a caer sobre la Madrid la noche anterior y aquella mañana ya estaba cubierta la práctica totalidad de la calle, como podía observar la protagonista de la historia con solo asomarse a la ventana de su piso, situado en el madrileño barrio de San Blas.

Como en emergencias no cogía nadie, el marido de Verónica llamó al 061. Tras varios intentos, por fin respondió alguien. Una operadora le comunicó que efectivamente todos los síntomas apuntaban a que se trataba de un ictus que requería atención médica urgente. Las primeras horas tras este tipo de dolencia son claves para la vida del paciente. Sin embargo, la persona que atendió la llamada le indicó que en ese momento no había facultativo alguno disponible para desplazarse a su casa. Añadió que las carreteras estaban intransitables y que no podía determinar cuándo podría acudir el médico. Le explicó que era mejor que no comiera ni bebiera nada hasta que llegara el doctor.

Foto: La caída de los árboles y la acumulación de nieve hacía intransitables las calles de Madrid cuando los policías tuvieron que recorrer cuatro kilómetros. (EFE)

Durante las horas siguientes, permanecieron en casa a la espera de una llamada que no llegó nunca. El marido de Verónica volvió a telefonear varias veces más. Casi nunca descolgaban el teléfono en el 061. Nunca en el 112, según cuenta la madre de la chica, que fue siguiendo todo lo que pasaba vía telefónica, ya que ella vive junto a su esposo en Esquivas, Toledo, y no tenía forma alguna de desplazarse a casa de su hija por carretera. Por fin a las 19 horas volvieron a coger el teléfono. Ahí les recordó el marido de Verónica que su mujer llevaba nueve horas sin comer ni beber. Le dijeron que comiera y bebiera algo, pero no le pasaron con médico alguno que le diera alguna indicación más concreta.

Fue entonces cuando Ana, la madre de la afectada, llamó a su cuñado, que vivía por la zona de San Blas. El tío de Verónica, policía de profesión, se desplazó durante casi un kilómetro hasta casa de su sobrina. El hombre volvió a insistir a todos los números que conocía: desde el 112 hasta el 061 pasando por los Bomberos, la Policía Municipal o la Policía Nacional. Agentes de la comisaría de San Blas de este último cuerpo a los que el hombre conocía atendieron su llamada cuando el tío de Verónica ya estaba dispuesto a coger a la chica en brazos, a montarla en el metro y a trasladarla a cuestas hasta el hospital más cercano.

Foto: Un coche circula por M-30 en Madrid. (EFE)
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Los dos policías decidieron ponerle las cadenas al coche patrulla y salir a buscar a la muchacha. Fue entonces cuando comenzó la odisea de los dos agentes para transportar a la chica y a su tío hasta el centro sanitario de Nuestra Señora de América, situado a cuatro kilómetros de la casa de la joven, que relató El Confidencial. Tras casi dos horas de viaje por un trayecto que sin nieve se hace en apenas seis o siete minutos, y tras superar hielo, ramas y vehículos de todo tipo, el convoy llegó a la clínica pasada la media noche. Allí los médicos hicieron un tac a la recién llegada, pero no pudieron auxiliarle más allá, pues el centro no disponía especialistas en la materia que atajaran su dolencia.

Según el relato ofrecido por Ana a El Confidencial, en ningún momento les llamó médico alguno del 061 para darle indicaciones a Verónica. "Si no llega a ser por los dos policías que la llevaron, no sé qué habría pasado; les estamos muy agradecidos", asegura la madre de Verónica, que explica su 'epopeya' no acabó en Nuestra Señora de América, ya que los sanitarios de esta clínica ordenaron el traslado de la chica hasta el hospital Ramón y Cajal, extremo que parecía del todo imposible y que no se produjo hasta horas después. "A mi hija le dijeron que llamarían a una ambulancia, pero que tardía mucho en llegar", recuerda aún nerviosa la madre.

Foto: Uno de los 4x4 voluntario colabora con la policía y las ambulancias en el traslado de enfermos.

El vehículo sanitario se presentó a primera hora de la mañana con sus cadenas y dispuesto a transportar a la joven, a la que montó en el departamento habilitado para ello. Sin embargo, cuando entró en la M30, la ambulancia se quedó atrapada. Los conductores tuvieron que llamar a emergencias para dar cuenta de lo que pasaba. Se habían quedado tirados en la circunvalación con una enferma a la que le había dado un ictus 24 horas antes y aún no había sido vista por un especialista. Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias tuvieron que desplazarse hasta el punto kilométrico donde se había quedado atrapado el vehículo.

Una vez que se presentó un camión del mencionado departamento castrense, varios soldados comenzaron a acondicionar la salida de la ambulancia antes de abrirle paso. El séquito circuló entonces sin más problemas y alcanzó el hospital Ramón y Cajal alrededor de las 13 horas, más de 26 horas después de que la mujer sintiera los efectos del ictus. "Mi hija afortunadamente está bien, ya le han dado el alta, pero mi mayor queja es contra el 112, que no cogió el teléfono, y contra el 061, porque ningún médico se puso en contacto con Verónica ni nos pusieron con facultativo alguno", remarca la madre, que sí tiene palabras de cariño para los policías, que tras lo ocurrido ya han llamado dos veces al tío de la paciente para comprobar su evolución.

Verónica comenzó a sentirse mal a primera hora de la mañana del pasado sábado. Comenzó a sentir que la parte izquierda de su cuerpo se paralizaba. No podía mover ni la pierna ni el brazo ni la cara. Comenzó a desesperarse. Se lo dijo a su marido, llamó a sus padres y telefoneó al 112. Al otro lado de este otro número, sin embargo, no contestaba nadie. Las nevadas habían comenzado a caer sobre la Madrid la noche anterior y aquella mañana ya estaba cubierta la práctica totalidad de la calle, como podía observar la protagonista de la historia con solo asomarse a la ventana de su piso, situado en el madrileño barrio de San Blas.

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